martes, 31 de julio de 2012

Crecer

"Picking flower with risk" Vladimir Volegov
Hermanita ha crecido. Soy consciente de ello y también de que hoy cumple un año más. Sin embargo, muchas veces, la imagen que se me viene de ella a la cabeza es aún la de una preciosa chiquilla rubia, muy lista y con una opinión propia para todo. Nació con capacidad para tomar decisiones y ¡ay del que osase llevarle la contraria! Afortunadamente, siempre sabía cómo camelarse a sus opositores y resultaba difícil resistirse a su encanto.

Yo ya tenía 10 años cuando nació, así que mis recuerdos no están limitados por los de mi propia infancia, sino que adquirió un papel protagonista dentro de mi vida. Su llegada me sirvió para darme cuenta, ya a esa temprana edad, de que carecía de cualquier tipo de instinto maternal y que acunar a un bebé llorón durante dos horas para que se durmiese merecía entrar en la lista de torturas, en un lugar de cabeza.

"On my way" Joe Bowler
Recuerdo su retahíla de "calla" sentada en su poltrona en la cocina para hacer notar su presencia. También el amplio hueco que algo tan chico podía ocupar en el coche y la deliciosa papilla de frutas que mi madre le daba de merendar en los viajes a Linares, y de los que, por desgracia, no dejaba ni rastro para rebañar por el resto de viajeros hambrientos. La recuerdo con poco más de un año, como una rebelde muñeca de carne y hueso, vestida de azul y agarrada a los muros, mientras aprendía a andar por sí sola, encabezonada en dar rienda suelta a su extrema independencia. Independencia, opinión y claridad de ideas que dejó patentes en sus discusiones con las monjas en la guardería, y en sus intentos de emancipación a los 4 años de edad, cualquier cosa antes que dar su brazo a torcer. Nos divertían sus conversaciones telefónicas con su Romeo infantil y su negativa a comprometerse mientras le hacía ver, con razonados argumentos de adulta, que aún era demasiado joven para ello. El pequeño enamorado era inasequible al desaliento y, tras ver a mi hermanita en clase al día siguiente, volvía a caer de nuevo rendido a sus encantos. Sin que ella fuese consciente, mi madre apuntaba sus frases lapidarias, con su rebuscado vocabulario, para así evitar olvidarlas (lástima que luego olvidase dónde dejaba esas notas). A los 5 años había crecido lo suficiente como para deleitarnos con su romance veraniego en Alemania, aunque no fuese del todo correspondido. Claro que el pobre chiquillo no tuvo éxito en sus tentativas de rechazo y no le quedó más remedio que ceder a regañadientes y resignarse a ser abrazado por su desdeñada "novia" (quién sabe, a lo mejor ya era de esos a los que les gusta hacerse de rogar y dejarse querer).

En sus primeros años escolares, hermanísima y yo la recogíamos del colegio a la salida del instituto. Se despedía de sus amigos y corría con su mochila de peluche, con aspecto de oso panda, colgada a la espalda, y su uniforme crecedero, cuya falda gris llevaba sujeta a la altura las axilas con unos tirantes. Esa misma prenda la conservó hasta el COU, para entonces la lucía a modo de minifalda, sin rastro de hebillas y sujeta con imperdibles. Con 8 años, ejercía de carabina y siempre estaba dispuesta a salir con nosotras, y nuestros respectivos, al cine, a pasear y a tomar tablas de patatas fritas con salsa a Patatín. Durante las vacaciones, cuando aún íbamos a Marbella, me acompañaba a caminar por la orilla de la playa y nos reíamos juntas cuando los italianos nos asaltaban con sus melodramáticas declaraciones en mitad de la arena (no sé si gritaban tanto por que se clavaban la gravilla en las rodillas, al arrastrarse por ella en sus demostraciones amorosas). En Madrid, en cuanto me saqué el carnet, a cambio de dejarme el coche, mi madre me colocó de chófer de la niña y me tocó llevarla a las fiestas de cumpleaños de sus innumerables amigos del colegio (un año después, tanto la tarea como el coche recayeron en hermanísima).

"Low Tide" Vladimir Volegov
Era rubia, guapa, popular, con indudable don de gentes (no parecía hermana mía, aunque sí de hermanísima). Ella y su amiga del alma fueron mi paño de lágrimas en más de una ocasión, y su claridad de ideas derivó en una serie de buenos consejos que sorprendían por su madurez. Supo suplir con creces todas mis carencias innatas de inteligencia emocional, me enseño a utilizar el sentido común, dentro de unos estrechos límites, para analizar bajo la luz de la razón mis caóticos amoríos, y aprendí a sobrellevar mejor los inevitables fracasos a los que mis idilios estaban claramente abocados desde su mismo origen.

Para bien o para mal, sabía lo que quería y estaba dispuesta a lograrlo. Escogió una carrera que le permitiese aplicar sus opiniones de manera pragmática, y se empleó a fondo para lograr un puesto en el que desarrollarlas. Fue capaz de mantener un romance a pesar de la distancia y, durante su estancia romana, movilizó a toda la familia para que la visitásemos, de manera escalonada, en su hogar italiano (nominalmente paterno). En vista del éxito y de la facilidad para congregar a amigos y consanguíneos, continuó con aquella tendencia cuando llegó el momento de su boda. No hubo que desplazarse hasta Italia, los felices novios optaron por la península ibérica: Cádiz reunía todos los requisitos que buscaban para celebrar esa ocasión especial. House y yo también nos rendimos a los encantos de esa preciosísima ciudad y, un par de años después, repetimos el viaje por nuestra cuenta.

"A Keeper" Joe Bowler
Vuelve a estar lejos de nuevo, más que en otras ocasiones. Afortunadamente la tecnología de las comunicaciones ha reducido el tamaño del mundo, al menos a la hora de hablar y mantener el contacto. Ya no es un bebé, ni siquiera esa chiquilla rubia de aspecto engañosamente tierno, pese a que yo aún me la imagine así con frecuencia. Eso sí, pese al paso del tiempo mantiene su determinación de entonces, aunque ahora es ella la que ha descubierto que sí que tiene instinto maternal.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS HERMANITA!

Campechanía

El tito Aurelio es la campechanía en persona: bondadoso, afable y franco. Las cosas son cómo son y eso es lo que hay, sin indirectas ni segundas intenciones. Con su llaneza, consigue distender cualquier situación y contribuye a dar ese carácter entrañable a las reuniones familiares. Saca el punto de humor de cada situación, a veces a costa de un exceso de sinceridad que provoca que, todos los presentes, estallen en carcajadas. Su bondadoso carácter evita que nadie se sienta ofendido por la franqueza de sus comentarios, a fin de cuentas son tan sólo un reflejo, en extremo fidedigno, de la realidad.

Es también la persona más expansiva que conozco. Da reconfortantes abrazos de oso cariñoso a todo el mundo y les hace sentirse como en casa. Se guía por su aplastante sentido práctico, hace siempre lo que cree que debe, sin medias tintas. Es generoso y está siempre dispuesto a ofrecerse para lo que se le necesite.

En su carnicería, tanto él como su esposa, hacían gala con sus clientes de su enorme sociabilidad. Siempre estaba pendiente de escoger los mejores productos para su tienda. Presumía de sus filetes, que eran "gloria" tanto en su opinión como en la del resto de los comensales. No había mejor lugar para disfrutarlos que las barbacoas de la granja (precursoras de las de mi hermano), junto con los choricillos de mi abuela y la morcilla, esa "gran señora" digna de veneración, que traía de Baeza. Aunque ya esté jubilado, mantiene sus contactos para, durante las vacaciones, reavivar esos cálidos recuerdos mientras pasa unos días, con mi madre y sus secuaces, en las paradisiacas playas de Cádiz.

¡MUCHAS FELICIDADES TITO!

lunes, 30 de julio de 2012

Algo pasa con Maivi

"Eleonora" Gianni Strino
Mi prima Maivi, cuando era un bebé, sólo conciliaba el sueño cuando su madre, desesperada, la dejaba en brazos de mi abuela. Al sentir el olor de su almohada humana, a la criatura se le iluminaba el rostro y se quedaba tranquila. Sin muestra alguna de pudor, introducía su mano por el escote del vestido, sorteaba enaguas y refajos hasta agarrar el pecho. Le debía de gustar su calor, al igual que su abundancia, y su tacto suave y blando. Una vez que se sentía segura, apoyaba la cabeza sobre aquel cómodo regazo y se quedaba profundamente dormida.

Es la pequeña de seis hermanas y, con ella, a mis tíos se les acabaron las ganas de ir a por el ansiado niño. Consideraron que les sobraba entretenimiento con las ocurrencias de sus hijas y que con tanta distracción no iban a poder disfrutar del varón, si es que llegaba. Como les suele ocurrir a muchos pequeños, hacen su aparición dispuestos a hacerse su hueco, y mi prima no fue una excepción a esta regla.

Tiene un sentido del humor a prueba de bomba. Si es necesario, se ríe incluso de su sombra. Posiblemente tenga que ver con haber sido uña y carne con Titón y, además de colaboradora, ha sido víctima de sus bromas en más de una ocasión.

Consiguió quedarse con todos los primos cuando declaró que había montado un laboratorio secreto en el viejo granero. Su principal área de estudio se iba a centrar en determinar el sexo de los caracoles. Debía de resultarle un concepto bastante confuso lo de que esos bichos fuesen hermafroditas. Planeaba levantarse a hurtadillas por las noches para llevar a cabo su trabajo. Supongo que, el que tuviese un sueño tan profundo (debía dormirse recordando el regazo de mi abuela) le impidió completar, e incluso empezar, sus investigaciones. Perdió la oportunidad de alcanzar cierto renombre. Ya se sabe que el sexo, incluso el de los caracoles, es un tema que siempre goza de popularidad. De todos modos sospecho que, en realidad, lo que pretendía averiguar era cuantos primos picaban e iban al granero en busca del inexistente laboratorio. Según me he enterado, fueron unos pocos.

Espero que mantenga siempre su sonrisa y su buen humor, aunque perdiese por el camino su vocación científica. ¡FELIZ CUMPLEAÑOS MAIVI!

domingo, 29 de julio de 2012

Sam, el Leal

Una de las mejores cosas que le pueden tocar a uno en la vida es la de estar rodeado por una familia cariñosa que apoye y arrope a cada uno de sus miembros en todas sus decisiones. Gente desprendida y generosa que tenga en mente el beneficio del otro por encima del suyo y sopese los distintos puntos de vista antes de opinar. Sus opiniones serán consejos y no órdenes. Lo primero es respetar al individuo, su espacio vital, su libertad de escoger. Aunque no siempre estén de acuerdo, estarán con ellos en los aciertos y en los errores, les secundarán en sus decisiones, les consolarán en los fracasos y serán su apoyo para que se levanten de nuevo. Sin agobiar, con la tranquilidad de saber que se cuenta con su protección y que están ahí al lado, siempre dispuestos a ayudar y a comprender.

Uno de las figuras más importantes de la Comunidad del Anillo de Tolkien es Sam. También en nuestro particular Valinor tenemos la suerte de contar con un  Sam. Sin robar protagonismo, siempre está ahí, con su lealtad y su gran paciencia, bien puesta a prueba desde su entrada en la familia. Al poco de comenzar la relación con la gemela, su buena disposición le convirtió en el candidato ideal para acompañar al Fernández a recoger unas cosas a la "cercana" casa de la sierra madrileña. El viaje parecía seguro, sin ningún lugar de interés histórico por el camino en el que detenerse a hacer turismo. Sin embargo, la  hora punta de un día de diario en la carretera de La Coruña les retuvo. Para pasar el rato, Fernández decidió amenizar a sus pasajeros con una selección musical. La canción escogida fue "La ovejita lucera", pieza que deleita a grandes y a chicos por igual desde tiempos inmemoriales, y que se convirtieron en memorables en ese momento. El salpicadero y el volante se transformaron en instrumentos de percusión: tambores, tímbales, batería a la que le faltaban los platillos suplidos por unos cuantos "CHAS" (vocales). Tras un par de repeticiones para que el auditorio se aprendiese el estribillo ("y cuando mi ovejita bala ¡Beeee!"), el tito les solicitó que le hiciesen las palmas y balasen en los coros. Así, en versión aflamencada (mucho antes de que a los Manolos se les ocurriese destrozar las canciones de los Beatles), se montó el tablaó en el interior del coche, secundado por todos sus ocupantes, bajo la mirada incrédula del nuevo, y esperable, futuro miembro de la familia.

Su segundo viaje no es que fuese mucho mejor. Por si quedaban dudas sobre si tenía méritos suficientes para pertenecer a la familia, el candidato tenía que ser aprobado por los de Linares y por los mucho más exigentes criterios de los de Canena. Guapo era, pero ¿sería también formal? Tras poner a prueba su paciencia, su memoria y sus modales en el interminable circuito de visitas de saludos al llegar, y de despedidas al marchar, cuando ya parecía que todo había terminado, en el viaje de vuelta a casa se encontraron con la congestión habitual de la carretera de Andalucía al terminar el verano.Antes de La Carolina se encontraron detenidos en un atasco monumental. Tras pasarse en el mismo sitio, encerrados y sin moverse más que escasos metros a lo largo de casi una hora, al Fernández se le ocurrió que sería una buena idea salir y recoger un poco de hinojo. Con gran consideración decidió enviar al pretendiente a por la aromática planta, para permitirle así estirar las piernas. El complaciente Sam se bajó del coche para meterse en las lindes de los olivos mientras seguía las indicaciones de su futuro cuñado, que le contemplaba desde las estribaciones de la cuneta. Con un ojo en la carretera y otro en el campo se apresuró a cortar unas ramas del preciado hinojo y una vez se había hecho con un alijo satisfactorio, regresó a toda prisa para meterse de nuevo en el coche (con la esperanza de no bajarse de él de nuevo). Afortunadamente, el vehículo apenas se había movido durante ese rato, aunque el hinojo no fue la única parada de interés turístico que realizaron en el trayecto.

Tras superar la prueba de fuego con matrícula, se aseguró su entrada en la Comunidad en una posición de honor, que ostenta desde entonces con su discreción característica. Afortunadamente adoraba, y adora, a la geme y se habituó enseguida a los viajes con su cuñado (aunque siempre que le fue posible, procuró ir en un vehículo diferente y, enseguida, se hizo con uno propio). Mis tías, en su papel de carabinas, se vieron obligadas a acompañar a la pareja en el trayecto Madrid- Linares, aunque les pesaba sobremanera perderse el circuito alternativo, y siempre sorprendente, del coche del Fernández.

Hace honor a su personaje: es leal, bueno, paciente y tranquilo. Ocasionalmente, incluso inculca un poco de cordura en la cabeza de sus cuñados, Merry y Pippin.

¡Feliz cumpleaños Sam!


sábado, 28 de julio de 2012

La nostalgia de una madre

Esta es la felicitación de Sole para su niña, que siempre seguirá con nosotros porque forma parte  estructural de la familia. 
"The Convalescent" Frank Holl
"¡¡¡Muchas felicidades, mi niña!!!

Sí, hoy Esther cumpliría 19 años. Parece mentira, pero es la edad que yo tenía cuando ella nació. Lo cierto es que ella solo soplo las velas de su 16 cumpleaños…los 17 y los 18 las sople yo por ella (aunque ella estaba a mi lado, como siempre).

La gente me pregunta siempre cómo estoy, y los que lo hacen se nota que no han pasado por esto. Nunca se está ‘bien’, simplemente aprendes a vivir de otra manera; atesoras recuerdos, hablas mucho de ella, todo te recuerda a esa persona…y la echas de menos constantemente. Piensas en lo injusta que es la vida; te preguntas si hiciste algo mal, si le dijiste las suficientes veces que la querías, o si se lo mostraste con suficiente fuerza.

Sabes que hay mucha gente que la recuerda, mucha gente que la quería y la extraña, mucha gente que aún la llora, y lo seguirá haciendo. Sabes lo querida que era, las vidas que ha marcado, las lecciones que nos ha dado. Su fuerza, su coraje, su valentía… son cualidades que, a pesar de su corta edad, ha demostrado mucho más que otras personas en una vida mucho más larga. Es cierto que no soy nada imparcial, pero creo que la gente que ha conocido a mi hija me entenderá.

¿Cómo estoy? Vacía. No me entendáis mal: como, duermo, lloro, sonrío, incluso río con ganas muchas veces, porque yo aún estoy viva y lo necesito. Mi ancla son mi familia, mi gente, los que me mantienen aquí, y sé que es lo que ella desea: porque me quiere.

Desde que Esther nació, no hubo nada en mi vida más importante; es verdad, me centré en ella, y todo lo hacía por ella. Durante los periodos de enfermedad estaba aún más volcada, pero cuando estaba bien contaba con ella para todo.

"Maternidad" Picasso
Tengo que estar agradecida de haber disfrutado tanto de, y con, mi hija: viajes, salidas, convivencia (fueron sólo unos meses solas, pero a las dos nos gustaba mucho). Yo era su ‘mami’: desde que nació llorando y solo se calló cuando la abracé, hasta que le di permiso para irse…prometiéndole que estaría ‘bien’.

Siempre que me dicen que lo peor del mundo es ver morir a tu hijo, les digo que hay una cosa aún peor (aunque no mucho): ver sufrir a tu hijo y no poder hacer nada por evitarlo. Yo he tenido que pasar por las dos cosas, y ser fuerte, porque aunque yo soy madre, también soy hija.

Hoy hace 19 años que nació mi niña, mi ángel: Esther. Te sigo echando de menos, igual que el día que, por fin, dejaste de sufrir.

Te quiero, Esther. ¡Feliz cumpleaños!

Mami."

Consortes felices

Mabel Lucy Attwell
Hay consortes de todo tipo. Las hay que potencian los valores de la persona que tienen al lado y juntos son felices y hacen felices a los demás, aunque, por desgracia, también existe la otra cara de la moneda, las que nublan la mente de su pareja y no le dejan ver más que a su persona. No merece la pena hablar de estas últimas y si hacer un homenaje a las primeras.

Un hombre feliz se merece una mujer feliz a su lado. De esa manera ambos se potencian mutuamente y, si encima consiguen mantener los pies en el suelo y rezumar optimismo al hacer frente al día a día, transmitirán su bienestar a los que les rodean. El resultado es un matrimonio cariñoso, sensato, hospitalario, bien dispuesto y siempre sonriente.

Lógicamente, con semejantes cualidades, según las leyes de Mendel, no les corresponde una prole de chiquillos con mala idea, sino niños simplemente divertidos, inquietos y muy, muy traviesos, que adoran a sus padres y que, por tanto, valoran sus consejos, aprenderán de ellos e imitarán su comportamiento según crezcan (aunque aún habrá que esperar para ese ansiado momento de tranquilidad).

"La moutarde de Dijon" 
François-Louis Lanfant de Metz
Lo descrito puede parecer un ideal cursi y romántico, digno de película moralista. No es así. El resultado no es una vida edulcorada y empalagosa. En realidad supone un no parar de la mañana a la noche, y el mérito está en mantener el buen humor ante cualquier situación de esas con las que todos nos enfrentamos habitualmente, acostarse rendido pero satisfecho y levantarse, en ocasiones aún más agotado tras una noche de baile infantil, sin que el cansancio despierte los instintos asesinos que la mayoría alberga en su interior. El que la influencia de la pareja sea un estímulo para superar las dificultades y levantar los ánimos es verdaderamente envidiable. Lo que se obtiene ante la suma de los factores, sin olvidar incluir entre ellos la monótona rutina del trabajo, las distracciones inesperadas y la fatiga, es, sencillamente, una familia alegre y unida.

Sólo me queda desear que la consorte del día sea todavía más feliz con motivo de su cumpleaños.

¡MUCHAS FELICIDADES!

viernes, 27 de julio de 2012

Lo mejor que me ha pasado

Como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al revés. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.” Julio Cortazar.

Cuando tu pareja te hace desear ser mejor persona para estar a su altura está claro que es una joya y conviene cuidarla como tal. En esto consiste la característica más valiosa del carácter de House, por encima de su brillante inteligencia, su clase y su sentido del humor. No me ciega el amor, como él cree, sino que las experiencias compartidas a lo largo de nuestros años de convivencia me ratifican en mi impresión.

Nunca antes había sido víctima de un flechazo pero, tras compartir nuestro primer baile juntos, mi cerebro se vio invadido por toda una avalancha de sentimientos románticos. Afortunadamente fue recíproco y el baile se prolongó toda la noche. Ninguno de mis ex compartía mi afición por la danza y, está claro, que esa afinidad era necesaria para despertar la chispa (o más bien el fulminante relámpago) de la relación. En mis sueños, el príncipe azul siempre bailaba con la princesa del cuento.

Descubrir cosas nuevas en tu pareja se supone que contribuye a mantener vivo el romanticismo en la relación. House puede sorprenderme casi a diario. Me encantan los días en los que está cariñoso y sé que debo darle más espacio vital en los momentos en los que odia al mundo. Puede que no sea muy demostrativo, yo tampoco lo soy, pero eso no significa que no adore a la mayoría de su familia y esté allí cuando lo necesitan. Es flexible en su juicio, incluso cuando tiene argumentos con los que probar que lleva razón, no discute por lo que no merece la pena, y si es necesario ceder, cede. Se preocupa por sus pacientes tanto como disfruta con su trabajo, aunque tiene aún menos paciencia que yo con la estupidez humana (también es más inteligente y la capta antes). Sabe como evitar que le toreen aunque, el que le conoce un poco, sabe que sólo ladra y nunca muerde.

Es, sin duda, lo mejor que me ha pasado (y, por suerte, me han pasado muchas cosas buenas).  Es una de las pocas personas lo suficientemente listas como para pensar antes de actuar y que trata de adaptar su superdotada inteligencia al nivel del resto del mundo, sin darse aires de superioridad como hacen muchos mediocres con un cociente intelectual que apenas roza los cien puntos. Posee la rara cualidad de ser fiel a sí mismo. Tiene claro que no necesita demostrar nada a nadie, ni busca la aceptación generalizada, tan sólo le interesa la opinión de los que aprecia y valora.

Aunque se pudiera pensar, en una primera lectura, que el título de "old grump", del nombre del blog, hace referencia a él, se estaría incurriendo en un error al asumir esta idea. House es, sin lugar a dudas, la " most beautiful person" que existe.  Resulta imposible no quererle cada día más. ¡MUY FELIZ CUMPLEAÑOS!

jueves, 26 de julio de 2012

Seducción

Un orgasmo es placer en estado puro. El cerebro es bombardeado de endorfinas y el cuerpo se satura de bienestar y felicidad. Los sentidos se alteran. Se despiertan nuevas sensaciones. No se limitan a tan sólo a la piel. Los sonidos se acompasan con el ritmo del cuerpo o forman parte de algo ajeno a este. La visión se difumina entre las pestañas. El estímulo alcanza la nariz y la boca. Se recrean aromas, no sólo las feromonas de la atracción sexual. No huele a pan recién hecho, ese olor despierta otros apetitos. Curiosamente, tampoco lo hace a chocolate. Huele a limpio y a humedad, a tierra mojada y a hierba recién cortada. ¿En cuantos romances no se refieren al olor del heno fresco? ¿Cuántas colonias no llevan notas de hierba en su fragancia?

El olfato es un órgano de atracción. Hay quien ha oído campanas en relación a este tema, y se queda con la anécdota, sin profundizar en ello. Desarrollan asociaciones erróneas entre la higiene y el atractivo. Consiguen el efecto opuesto: generar rechazo. Esta es la mejor prueba de su fracaso. No significa que en el ser humano se haya atrofiado esa vía de excitación, pero no es ni mucho menos la única, ni todos los seres poseen un olor naturalmente atrayente ante el que su presa se rinda al instante. La sociedad pule los instintos y posiblemente los relacionados con el olfato se encuentren entre los más afectados. Simplemente el hecho de cocinar la comida, tostarla y añadir especias que le aporten nuevos aromas abre la puerta a desarrollar nuevos caprichos por la combinación de fragancias, por sugerentes mezclas. La competitividad es otro factor a tener en cuenta en la seducción. No impera la ley del más fuerte físicamente, sino que predomina la del más astuto. Las mujeres no están continuamente en celo y una mala impresión social puede llegar a inhibir sus instintos, la opinión de las amigas es esencial, hay casos que forma parte de la propia o que incluso se impone sobre esta. Sería vergonzoso picar con el "macho" que el resto de la manada rechaza.

Superadas las primeras barreras, la seducción implica a los cinco sentidos. Caricias que estimulan el tacto, nublan la vista, aceleran la respiración. Se susurran palabras al oído cargadas de emociones. Suaves sonidos que nos estremecen. Si la sensación llega a la boca, la lengua se inunda de un sabor acuoso. Es el mejor beso, el trago de agua más fresco y ligero: cristalino, puro y delicioso. Se esparce por los músculos, los huesos se ablandan, los ojos se cierran y el mundo se relaja.

miércoles, 25 de julio de 2012

TARTA DE SANTIAGO

Cuando estuvimos en Santiago, además de visitar lo típico, me dediqué en mis madrugones habituales a investigar otras zonas, algo inexploradas, aunque muy bonitas. De hecho, una mañana, tres amables personas me acabaron preguntando si me había perdido y si necesitaba indicaciones. Les agradecí su interés y les expliqué que sólo estaba reconociendo el terreno. Como eran gallegos no sé qué idea se forjaron de mí  y de mis tempranas excursiones. Afortunadamente no podían saber que eso de salir apenas asomaba el sol, o estaba en ello, formaba parte de la rutina de mis vacaciones, y que habitualmente callejeaba por la ciudad de turno bajo la luz del amanecer, armada con un buen mapa. Ese día en concreto, había decidido recorrer el paseo por la orilla del Sarela, un riachuelo muy bonito que muy poca gente conoce, salvo los locales y posiblemente no todos. Una vez comprobé que merecía la pena, pude ejercer de guía y recomendárselo a mi señor esposo, al que también le gustó mi descubrimiento.

Algo más conocida que ese perdido paseo es la Colegiata de Nuestra Sra del Sar. Según mi Dr. House tengo necesidad de ver todas las malditas piedras de todas las benditas iglesias de cada sitio al que vamos. Opina eso porque él no ha hecho ningún viaje con mi padre. A su lado, soy una aprendiz. Pese a sus reticencias, le arrastré a ver las piedras de esta. Se trata de una iglesia muy curiosa, de estilo románico del S. XII pero debido a que el terreno en el que se construyó es pantanoso, a partir del S. XVII empezó a inclinarse y a amenazar ruina. Primero la apuntalaron y, después, en el XVIII, le pusieron unos arbotantes para sostenerla. Aunque la sujetaron, no corrigieron la angulación ya existente, por lo que tanto las paredes como las columnas están algo más que inclinadillas. Tiene un claustro que conserva una parte románica muy bonita y que está tan devotamente reclinado como el resto.

Dentro de los circuitos turísticos habituales se encuentra la iglesia de San Martín Pinario, que alberga en su interior el antiguo coro de la catedral. Su singularidad consiste en lo que "no tiene": carece de torres. Esto es debido a que está situada, en la colina de Santiago, por encima de la catedral. Los torreones, aunque estaban inicialmente diseñados, quedaron amputados en la fachada, para así evitar que fuesen más altos que los de la catedral. Lo mismo pasa con su entrada. Para impedir que quedase a mayor altura de la que debía, fue necesario excavar una plaza y una serie de escalones de manera que, en vez de ascender hacia el cielo para entrar, como suele ser habitual, supone que hay que descender, eso sí, sin pasar del Paraíso terrenal. Mucho predicar la igualdad en el cristianismo y luego una se encuentra con este tipo de detalles que dejan patente que, toda esa equidad, es sólo de boquilla. Mientras tanto todos los peregrinos se dejan los pies en el camino, sin darse cuenta de que, lo más apropiado, sería venir en limousina para honrar como es debido a la catedral.

La tarta de Santiago no tiene la culpa de las tonterías de la Iglesia y es, desde siempre, una de mis tartas favoritas. Esta receta me la dio una estudiante de medicina que rotó por el servicio cuando yo aún era residente. Es la más sencilla que conozco y está buenísma. Curiosamente, la mejor tarta de Santiago que he tomado no ha sido en Galicia sino en Salamanca, en la Pastelería La Industrial (Rua Mayor 8, muy cerca de la Plza Mayor). Es cierto que, cuando estuvimos en Santiago y comimos en Marcelo (con su merecidísima estrella Michelín), nos pusieron una bica de postre en vez de este dulce tradicional, por lo que no puedo compararla con el producto de un lugar de renombre en la ciudad de origen. Tras mucho indagar conseguí la receta de aquella famosa bica, que ya transcribí en otra entrada.


TARTA DE SANTIAGO

INGREDIENTES
200 gr almendras,
100 gr azúcar (en la receta original son 150 pero me resulta algo dulce)
3 huevos
Ralladura limón

ELABORACIÓN
Moler la almendra.
Añadir el azúcar, la ralladura limón y los huevos batidos espumosos (a temperatura ambiente o sobre una fuente de calor para que suban más).
Mezclarlo todo.
Verter en un molde bien engrasado con mantequilla.

COCCIÓN
Horno medio por abajo 10-15 min y luego horno fuerte por arriba para dorarla.
Al sacar, espolvorear con azúcar glas.
Se puede usar alguna plantilla con un dibujo para decorar o simplemente cubrirla con almendras laminadas.

martes, 24 de julio de 2012

¡Quiero un camión!

"¡Yo para ser feliz quiero un camión!... tralaralala" Esta canción se me viene a la cabeza muchas mañanas mientras voy metida en mi pequeño utilitario y veo por el espejo retrovisor cómo se abalanza una bestia de hierro sobre mí. Ante la inminente amenaza, me aparto todo lo rápido de lo que soy capaz y trato de quitármelo de encima cuánto antes. Poco después aparece otro, ¡y otro! ¡y otro más detrás de éste! Hay un auténtico ejército de estos todopoderosos tanques suelto por Madrid. En caso de necesidad, el Ministerio de Defensa puede recurrir a expropiar esos ingenios y dedicarlos a un uso más adecuado a su estructura. Los esquivo, con su aspecto agresivo, cualidad de la contaminan a su auriga, mejor procuro mantenerme alejada de ellos. No siempre es posible. Puede que suceda la terrible desgracia de que el carril de la derecha esté ocupado. Obligo a  la fiera a esperar. Suelta sus rugidos de protesta. Enciende sus terroríficos ojos y deja relucir su advertencia. ¡Está dispuesto a arrollarme si no desaparezco de su camino en ese preciso instante! Su tiempo es precioso ¿Cómo me atrevo a entorpecer su trayecto? Mi osadía es imperdonable. Su trasto y él son los dueños indiscutibles de la calzada, al parecer ésta viene de serie junto con el mastodonte.

El coche de la derecha acelera si yo lo hago y la montaña de metal que llevo detrás se pega aún más a mi culo, no sea que intente escapar sin haberle permitido adelantar. Es el líder indiscutible de la manada y debe ir en primera posición. ¡Estoy atrapada! Tengo un imbécil pisahuevos de los de "no vas a adelantarme porque yo también sé correr" a un lado y un degenerado aspirante frustrado a general de artillería pesada a mi espalda. Piso un poco más el acelerador mientras miro por si hubiese alguna luz azul de la policía a la vista que me obligue a frenar hasta los límites legales de velocidad, y aleje de paso al impaciente energúmeno de mi estela. ¡Nada! Con los recortes ya sólo hay policías en las cunetas preparados para recaudar, no existen los vehículos disuasorios. Ahora soy yo la que, sin querer, se acerca poco a poco, cada vez más deprisa, al coche de delante. Suspiro aliviada de encontrar un obstáculo y freno a una distancia medio prudencial. El coche barrera de mi derecha no acompaña mi jugada y, arrastrado por su la inercia de su estupidez, me adelanta. Por fin puedo aprovechar para echarme a ese carril y librarme del intimidante matón. Me apresuro a hacer esa maniobra.

La mole de acero ocupa mi posición y es retenida a mi lado por el coche que me ha frenado. Noto cómo se enrabieta. Oigo su rugido y veo los reflejos de sus faros en la pintura del maletero del pobre incauto que se le ha puesto delante. El conductor ni se inmuta. Me fijo un poco más en el valeroso adalid que se aventura a desafiar así al exaltado bruto. Me encuentro con una intrépida ancianita, ensimismada por completo en la exigente tarea que tiene entre manos. Mira fijamente la carretera, estudia el asfalto y las líneas sin tan siquiera pestañear, con los ojos guiñados tras sus gafas de culo de vaso, con la mandíbula pegada al volante y con las rodillas en el salpicadero, dobladas pese a la artrosis por encima del nivel natural los codos. Su rostro crispado y sus facciones sugieren la velocidad de un Fórmula 1. Su gesto de concentración se transforma en uno de pánico cada vez que sobrepasa los sesenta km por hora. Ni ve, ni oye, ni es consciente de la amenaza que cierne su sombra sobre ella. Con el furioso humo de su particular guardaespaldas pegado a su maletero, continúa su camino, feliz en su ignorancia.

lunes, 23 de julio de 2012

El pintor del silencio

¿Se puede pintar el silencio? ¿Y la abstracción? ¿Atrapar un instante de intimidad tras una ventana de un bloque de edificios? ¿Recoger la calma casi absoluta de una casa al lado de las vías del tren que sigue al eco de la última vibración, esa que precede a la desaparición del convoy en el horizonte?

Hopper responde a estos interrogantes con sus paisajes de cielos abiertos, su luz que detiene el tiempo y atrapa el momento en sus sombras, en los rostros impasibles de sus personajes, ajenos no sólo al espectador, sino también al escenario que les rodea. Sus figuras hablan el lenguaje de la soledad, del silencio, de la introspectiva serenidad que acompaña a la resignación en ocasiones, o al desengaño en otras. Sus paisajes respiran en espacios inundados de hierba clara o amarillenta y cielos intensamente azules, sus carreteras solitarias transcurren por caminos sin destino. Unos vagones abandonados esperan con paciencia a ser trasladados. Sus casas aisladas de líneas sencillas son un refugio para sus habitantes, escondidos tras cristales, cortinas y persianas, en habitaciones en las que sólo entran los rayos del sol, pero nunca el sonido del exterior.

Los primeros cuadros de Hopper no son así. Al empezar buscó su camino en el impresionismo y pintó un París gris, oscuro y plano. Son unas obras con formas que imitan a Cezanne o incluso a Monet, pero que carecen de los colores del primero y de la luz del segundo. Entre ellas, a través de unas escaleras de un inmueble en la Rue de Lille se asoma el Hopper íntimo de años después. En su paso posterior por el arte de los grabados se refleja su temática, pero falta su luz, su silencio y su tiempo. En las acuarelas de las casas de Gloucester, pintadas durante unas vacaciones, ya se reconoce su mano, y en el ambiente se respira la sal del aire marino y limpio del pueblo.

Es a partir de entonces, entrada la década de 1920, tras cumplir los 40 años de edad, cuando su obra adquiere esos rasgos característicos que dotan a sus lienzos de una atmósfera tan personal, íntima y distante, y consigue conmover al espectador con sus sencillas escenas, cuya perspectiva y profundidad curiosamente aumentan al mirarlas, no de frente, sino desde el lado izquierdo. No necesita más que el umbral de una puerta, una casa con una baranda, un camino, unas colinas, una sala con una pareja que no se mira entre sí, una cama y una guía de trenes, un bloque de pisos y una ventana a la que asomarse y ver sin ser visto.

(La exposición estará hasta el 16 de Septiembre en el Museo Thyssen de Madrid.)

domingo, 22 de julio de 2012

Distinta identidad

Las gemelas eran nuestros ídolos reales de la infancia. Teníamos los héroes de las series de la tele: Comando G, los ángeles de Charlie, pero esos pertenecían a la ficción americana y eran material para nuestros juegos. Sin embargo, nuestras admiradas gemelas existían de verdad, hechas de carne y hueso y de algo más. Eran guapas, divertidas, imaginativas y muy vitales. Las adorábamos.

Ambas son el claro ejemplo de que aunque los rasgos físicos sean hereditarios, en la personalidad hay otros factores. Indiscutiblemente M era la que llevaba voz cantante, era mi heroína personal con su empuje y su capacidad de decisión. P era más dulce y secundaba todas las ideas de M. Por supuesto nunca le llevaba la contraria (no creo ni que se le pasase por la cabeza). P era la heroína de hermanísima. Ambas eran inseparables y cuando iban a la Granja con la tita Mercedes todos los primos abandonábamos nuestras ocupaciones para escuchar sus fascinantes historias y poner en práctica cualquier nueva idea o juego que trajesen. Todo lo que ellas propusiesen era por definición aceptado y secundado por unanimidad, al menos entre los niños. Los adultos se libraban de nosotros mientras ellas nos entretenían, y ni les preocupaba en qué nos manteníamos ocupados. Confiaban ciegamente en nuestras divertidas niñeras, aunque tan sólo fuesen cuatro años mayores que yo.

Sus visitas eran siempre demasiado cortas. El mismo día de su llegada, o con suerte el siguiente, abandonaban la Granja para irse a Canena. Todos protestábamos consternados ante lo que nos parecía una tremenda injusticia. ¡Si acababan de llegar! ¡Las queríamos para nosotros, en exclusividad! ¿Por qué teníamos que compartirlas con el resto de la familia? Por supuesto ellas lo pasaban estupendamente en el pequeño pueblo. También allí eran las reinas indiscutibles y, además, presentaba el aliciente de que se juntaban con primos y amigos en su grupo de edad, y no con una panda de salvajes pitufos.

Lógicamente crecieron, se casaron y se separaron físicamente, aunque el vínculo emocional entre ambas siempre se ha mantenido inalterado. El marido de P es como ella: un buenazo cariñoso, dulce, atento y guapo (rubio, ojos azules, como las mismas "gemes", con una sonrisa entre la de Robert Redford y Brad Pitt, que nos encandilaba cuando eramos unas crías. El comentario generalizado entre las primas al conocerle fue ¿habéis visto qué guapo es el novio de la gemela? Ninguna nos habíamos quedado ciegas, aunque sí miopes en mi caso, así que, con o sin gafas, todas lo habíamos visto). Del de M casi mejor ni hablar. Decir que no se la merecía. Tras muchos años, mostró un día su cara oculta, cuando no hacía ninguna falta que la enseñase. Nos sorprendió a todos, y no de una manera positiva. Después de tanto tiempo juntos, a M, lógicamente más chocada aún que el resto, le afectó mucho y le costó superarlo. Los papeles se invirtieron y P fue su apoyo fundamental. Su empuje la sacó a flote por mucho que el otro se esforzase en hundirla de nuevo. No hay nada más ruin que el chantaje emocional. La geme no tiene caras ocultas y es la de siempre: encantadora, expansiva, resuelta y con un gran magnetismo. Hechas de carne y hueso y "algo más" (¡y por partida doble!).

¡MUCHAS FELICIDADES GEMES!

sábado, 21 de julio de 2012

Florida (España)

Todos los que le conocen saben del cerebro privilegiado y del gran sentido práctico de nuestro particular Dr. House. Pese a mi insistencia en que se encargase él de escribir este post, me ha pasado a mí la pelota de reflejar sus brillantes ideas en el blog. Tras analizar la caótica situación económica del país y llegar a la conclusión de que lo que pretenden los políticos es destrozar lo que ya hay para, tras arrasarlo, empezar a levantar algo nuevo, lo que siempre sale caro y está abocado al fracaso de antemano ( entre otros muchos motivos porque se quedarán sin presupuesto a mitad de la primera fase, lo que empeorará aún más la maltrecha economía y, para enmendar su error darán marcha atrás y pretenderán reformar lo destrozado. El pueblo, tras haber sido machacado, estafado y engañado por su estupidez, se mostrará cada vez menos comprensivo y en absoluto dispuesto a colaborar con sus palos de ciego). Por tanto, el planteamiento más sensato sería: ¿Cómo aprovechar los actuales recursos para salir de la crisis? ¿Cómo conseguir el milagro con la mínima inversión y el máximo beneficio?  ¿Cómo lograr que además nos inunden las divisas y nos lluevan sin parar las ayudas del resto de Europa? La respuesta nos la ofrece en bandeja un estado americano, justo al otro lado de nuestro Océano: Florida.

Al igual que Florida, España dispone de sol, costas y buen clima. Allí también se cultivan naranjas, pero no son los naranjos a lo que me refiero. Su fuente de riqueza proviene de haber hecho de sus tierras pantanosas el refugio de la Edad de "Oro" de los americanos. Aunque el Estado Dorado sea California, el afectado por la Fiebre del Oro, el sitio al que acuden a gastarse los ahorros de toda su vida es a Florida (los que van a las Vegas se arruinan mucho antes). Una vez alcanzan la ansiada jubilación, se buscan un hogar acogedor en sus cálidas costas para retirarse a disfrutar con tranquilidad del resto de sus vidas.

En España sólo nos faltan los caimanes y los manglares, pero ni el clima, el mar, el sol, ni tan siquiera las naranjas le tienen nada que envidiar a los del "Sunshine State". No sólo eso, sino que además disponemos de una enorme ventaja: nuestra Sanidad. Esa Sanidad universal y gratuita, llena de médicos mal pagados y en paro, dispuestos a atender a los delicados abuelitos europeos que inviertan en nuestro país las pensiones de los suyos. En vez de "Marina D'(e horr)Or, ciudad de vacaciones", tendríamos las "ciudades de jubilaciones", con diferentes niveles de lujo y asistencia en función de la situación y el grado de dependencia de cada jubilado. No se trataría, como ya sucede, de que se empadronen en el Levante durante un año para obtener su prótesis de cadera gratuita, sino precisamente de evitar este abuso al concertar previamente con los sistemas sociales y seguros de sus solventes países de origen la facturación derivada del gasto sanitario. La costa está ya plagada de monstruosos "resorts" ¿por qué no potenciarlos en turismo de retiro para la tercera edad?  En lugar del sitio ideal al que acudir con los niños, ¿no sería mucho mejor que estos críos fuesen los nietos y las familias pudiesen compaginar el turismo de playa con las visitas al abuelo?

Europa es un continente viejo en el que además la esperanza de vida aumenta año tras año. En España estamos a la cabeza en lo referente a ese dato, y no puede haber mejor publicidad que esa a la hora de promocionar nuestras bondades. En lugar de recortar en Educación y Sanidad, lo que convendría hacer es divulgar sus cualidades, poner de nuevo de moda la tradición de la cortesía, recuperar las normas básicas de urbanidad hacia los ancianos, enseñar los idiomas en serio, no como una medida política de falso bilingüismo, vender la atención sanitaria como el privilegio que es en realidad y, de ese modo, atraer un turismo maduro y pudiente, que no tiene más límite de tiempo que el impuesto por su propia naturaleza.

viernes, 20 de julio de 2012

Baldosas en cadena

Yuri Krotov
Cuando hermanísima y yo eramos pequeñas, vivimos durante una temporada en Zaragoza. En esa misma época, el hermano pequeño de mi padre cumplía en esa ciudad con su deber con la patria. Este hecho era aprovechado por mis progenitores y, si planeaban alguna salida, mi tío cambiaba el cuartel por el Colegio Mayor (donde teníamos la casa) para ejercer de niñera de sus sobrinas.

Una de aquellas noches, ni hermanísima ni yo lográbamos conciliar el sueño. Con mis padres no nos atrevíamos ni a rechistar, pero con mi  joven tío la cosa era diferente. Era mucho menos estricto y no nos regañaba si nos oía hablar. Aquella vez, llevamos nuestra osadía algo más lejos y nos arriesgamos incluso a jugar.

No sé que razón nos impulsó a decidirnos a montar una escuela de muñecas.  No recuerdo que previamente la docencia formase parte de nuestro repertorio de diversión habitual y, si así era, tras este episodio, dejó de hacerlo, sobre todo si guardaba algún tipo de relación con las academias nocturnas. Para esta ocasión, las camas harían las veces de aula. Una vez colocásemos en ellas a nuestras alumnas, no tendríamos que movernos de allí durante el resto del juego. Con la autoridad que me confería mi estatus de hermana mayor, le ordené a hermanísima que se encargase de traerme las muñecas de la estantería para irlas poniendo en su lugar sobre la cama.

Hermanísima se levantó. Al recorrer la habitación para coger los juguetes, pisó una de las baldosas del suelo e hizo ruido.
- ¡Ten cuidado!- protesté, desde mi lecho. - El tito nos va a oír.
- Es la baldosa, que baila - me explicó hermanísima.
- ¡Pues quítala! - le respondí con la lógica aplastante de mis cinco años.
En ese tipo de cosas, mi hermana nunca me replicaba. Si yo decía que había que quitar la baldosa, estaba claro que tenía razón y eso era lo que tenía que hacer. Ni corta ni perezosa, se puso manos a la obra hasta arrancar la sonora losa.
Una vez retiramos aquel pedazo de suelo, proseguimos con la ilustre fundación de nuestra escuela nocturna. Por desgracia, al piso no le sentó bien el carecer de una de sus losetas y, las de alrededor, empezaron a moverse más aún que la primera.
Por supuesto, ya puestas, aplicamos el mismo tratamiento al resto. Así, retiramos seis azulejos, tres en línea de dos filas consecutivas, cada uno de ellos de unos 30x30cm. El boquete resultante nos preocupó y pensamos que el plan de la escuela no iba a poder ser llevado a cabo esa noche, al menos con ese suelo tan poco colaborador. No habíamos contado con tener que acometer reformas en nuestro colegio antes de poder dedicarnos a enseñar nada en él.
Había que ocuparse de recolocar las baldosas. Hermanísima se entregó a ello mientras yo le daba instrucciones desde la cama (de la que no me había movido en todo aquel trasiego. En el reparto de papeles ella era el obrero y yo el arquitecto). El inconveniente era que las malditas losetas no encajaban de nuevo en el hueco correspondiente, se montaban entre sí, quedaban desniveladas y, no sólo se limitaban a eso, sino que además bailaban mucho más que antes.
- Está claro que voy a tener que ocuparme personalmente de colocarlas - comenté resignada.
Me bajé de la cama y ayudé a mi hermana a tratar de acoplar las piezas de aquel puzle. Efectivamente, hermanísima tenía razón y no había forma humana de ajustarlas. Tras varios intentos infructuosos, no nos quedó más remedio que darnos por vencidas.
Con cuidado, colocamos la alfombrilla que había entre las camas (una piel de vaca de esas que de pequeñas decían que tenían la forma de España) sobre nuestra, más que precaria, reconstrucción del suelo.

Mientras tanto, nuestro tío, alertado por el ruido se había asomado a una ranura de nuestra puerta entreabierta. Sin poderse mover de la risa, ahogando sus carcajadas, el pobre soldadito era incapaz de entrar a nuestra habitación para poner orden y regañarnos. Incapaz de contener su curiosidad, seguía intrigado cada detalle de la evolución de nuestra lamentable obra. ¡Lástima que nuestro padre no se lo tomase con el mismo humor al día siguiente!

Han pasado muchos años, pero sigue siendo su anécdota preferida. ¡FELIZ CUMPLEAÑOS TITO!

jueves, 19 de julio de 2012

BOMBONES CASEROS

Dentro de mi adicción al chocolate, se incluyen los bombones. No podía ser de otro modo ya que en ambos casos el cacao es su ingrediente principal. Desde pequeña, mis favoritos han sido los de licor (y eso que nunca he sido aficionada a las bebidas espirituosas), no sé si influida por su tamaño ya que apenas me cabían en la boca, y es imprescindible tomarlos enteros aunque sea a costa de ahogarse (una muerte dulce que merece la pena). No me van los más novedosos que tienen una capa de azúcar crujiente debajo del chocolate que encapsula el contenido líquido, sino esos con forma de cúpula envueltos en papel metalizado rojo o dorado, según el tipo de licor que alberguen en su interior. Hermanísima y yo, mientras los paladeábamos con cuidado de que no se escapase el líquido al morderlos, aprovechábamos para estirar, doblar y enrollar sobre nuestros dedos el llamativo envoltorio, a modo de sortija. Descubrir los de la bombonería Santa terminó de confirmarlos como los primeros de la lista. Claro que las rocas de esa tradicional chocolatería madrileña les hacen una digna competencia, por lo que también se sitúan en los puestos de cabeza de mis preferencias.

Una caja de bombones siempre me trae a la memoria a Forrest Gump y su dulce comparación entre la vida y las sorpresas contenidas en el chocolate. Claro que para los prudentes se hizo la tarjeta de la epicrita, con sus detalladas explicaciones, que permite gozar de antemano, aunque sea con la imaginación, los sabores de algunos, y también da pie para descartar otros, como los que llevan chocolate blanco en su interior, que es la forma perfecta de destrozar el cacao y convertirlo en un engrudo dulzón sólo apto para golosos del mero azúcar (y a los que no les va el chocolate negro por encontrarlo demasiado "amargo"). Sin tarjeta, la madre de Forrest tenía razón y nunca sabes lo qué te puede tocar. Algunos bombones son únicos y, tras probarlos, te entran ganas de correr a la pastelería a por más, al igual que ocurre con ciertas vivencias. En ocasiones experiencia y sabor son irrepetibles, como sucedió con unas deliciosas trufas de haba tonka que me regalaron desde Ginebra. No importa. La búsqueda de un tesoro similar no está, en absoluto, exenta de encanto y permite descubrir nuevos placeres durante las pesquisas.

La señora que viene a ayudarnos a casa, esta expresión es un eufemismo porque las labores domésticas no son algo que a House y a mí nos gusten, ni poco ni mucho, con lo que se las dejamos todas a ella, así que para ser precisa debería decir "que se ocupa" de la casa, prepara unos bombones que son un puro vicio. Pese a ser contundentes, que no empalagosos, están tan buenos que me tengo que contener para no terminar con ellos de una sentada (en realidad el que me contiene es House). Me aseguró que eran muy fáciles de realizar y realicé el experimento para comprobarlo. No se precisan moldes (como sucede con la receta que puse hace tiempo de los bombones de Antojo, más finos y elegantes, pero también más elaborados). Aunque no voy a negar que la mano experimentada de la cocinera influye en el resultado, sobre todo porque la práctica ayuda a calcular mejor las proporciones de chocolate y tropezones, que son un poco a ojo, los míos también salieron ricos al primer intento. Aquí dejo la receta para el que quiera ensayar (se tarda apenas 5 minutos, aunque lo malo es que, luego, hay que tener paciencia mientras se enfrían y se espera para comérselos). Eso sí, no me hago responsable del riesgo de sobredosis de calorías y de chocolate, de las transgresiones a la operación bikini, ni de las adicciones que se desencadenen.

TARTALETAS DE MÚSICO
Ingredientes
Chocolate negro Valor de envoltura roja o Nestlé negro de postres.
Moldes pequeños de papel rizado, similares a los de las magdalenas.
Piñones, pasas, avellanas y almendras.

Elaboración 
Poner dentro de cada molde 2 piñones, 2 pasas, una avellana y una almendra.
Fundir el chocolate al baño María (si se funde en el microondas no hay que dejarlo demasiado, sino que conviene vigilarlo y moverlo con frecuencia porque se derrite antes de lo que una piensa). 
Verter sobre las tartaletas hasta una altura aproximada de un través de dedo. Clavar una avellana o una almendra en el centro de la tartaleta de manera que se asome a medias, al igual que si de un iceberg se tratase, por encima del negro mar de chocolate. 
Enfriar en la nevera. 

ROCAS
Ingredientes
Chocolate negro Valor o Nestlé
Nueces partidas 
Avellanas picadas
All bran flakes (pueden servir los Special K)

Elaboración
Derretir el chocolate al baño María. 
Poner en un bol el resto de los ingredientes. Verter sobre el chocolate, en suficiente cantidad para que se queden bien todos impregnados, aunque conviene no pasarse o no se quedarán bien cubiertos (para una tableta de 200 gr hacen falta entre 100 - 150 gr de frutos secos y un puñado generoso de cereales)
Echar a cucharadas, en pequeños montones separados entre sí, sobre una bandeja antiadherente o sobre papel de horno. 
Dejar enfriar en la nevera para que se solidifique el chocolate y se peguen entre sí los tropezones que forman cada una de las rocas. 

miércoles, 18 de julio de 2012

Requisitos para ser jefe

No estoy descubriendo el fuego cuando digo que hay todo un espectro de jefes, desde los ineptos más inútiles que una se pueda echar a la cara, hasta el utópico jefe perfecto. Afortunadamente nunca me he visto bajo el dominio del primer tipo, y cruzo los dedos para que siga siendo así porque, por desgracia, es una ralea que abunda. Le he dado vueltas a esta idea para saber qué cualidades debe tener un buen jefe y hay varias razones por las que nunca alcanzaré esa posición y, si mantengo algo de cordura, tampoco me presentaré jamás para el puesto.

Lo primero es que debe tratarse de una persona centrada. Las cosas tienen un sentido y, cuanto más directo sea este, por supuesto sin arrollar a nadie por el camino, mejor que mejor. Cada proyecto debe empezar en un punto concreto, seguir unos pasos, sin daños colaterales ni desvíos, y terminar en un objetivo. Alguien cuya mente funciona a modo de veleta, y se deja arrastrar por el viento que sople, será un jefe cómodo para los superiores, que lo manejarán a su antojo, pero no para sus subordinados que pueden acabar hasta el moño de sus cambios de humor y que nunca le entregarán su confianza. 

La buena diplomacia es esencial (¡ejem! he ahí el principal motivo de mi discapacidad para el puesto), sin peloteo y sin hacer más concesiones de las estrictamente necesarias, que a veces son más de las deseadas. Algunas veces tendrá que enfrentarse a las altas esferas y, en otras ocasiones, sera imprescindible el llevarles la contraria a los que dependen de él. Si no lo hace bien, si se muestra en exceso tajante, engendrará la enemistad de uno u otro grupo y su labor se verá dificultada. 

La capacidad de organización también es un rasgo fundamental. Hay que gestionar los recursos y ajustar el trabajo a la plantilla de la que se dispone y, en el proceso, procurar que todo quede equitativamente repartido. Esa es otra cualidad sobreañadida, el sentido de la igualdad. Si se hacen distinciones se favorecen las tiranteces con los menos favorecidos y la gente acaba dividida. Eso de impartir castigos porque "no estamos de acuerdo" no es una buena política. 

Debe hacer gala de carácter. Aunque se sea una buena persona, hay momentos en los que tendrá que plantarse para evitar ser avasallado, tanto por los que mandan por encima como por los que dependen de uno por debajo. Hay que hacerse respetar para que así todos sepan perfectamente donde están y lo que se espera de ellos. Como dice el sabio de House: "más vale una vez "colorao" que ciento amarillo". 

Es vital que sepa escuchar. En ocasiones, los argumentos de su equipo pueden ayudarle a tomar una decisión distinta a la que había previsto inicialmente. Discutir pros y contras, sin salirse del tiesto ni perseguir quimeras, hasta alcanzar un consenso favorece la armonía en el grupo. Si, finalmente, las medidas votadas no son posibles porque vienen otras impuestas desde las altas esferas, se evitarán injustificadas quejas contra su postura al haberla dejado meridianamente clara con anterioridad. 

Debe ser cumplidor, trabajar en su puesto y no estar siempre pendiente de figurar por otros lados. Esta cualidad le será reconocida y agradecida por su propio servicio. Hay muchos jefes que, cuando alcanzan esa posición, la aprovechan para escaquearse a la menor ocasión que se les ofrece. Se preocupan más por su prestigio fuera de su lugar de trabajo que dentro de él. Por esto, no suelen ser muy bien valorados por los que sufren con él el día a día. Ocupados, están siempre ocupados, aunque no sea en la labor preceptiva. Además, su afán de notoriedad es tal que tampoco saben delegar y, habitualmente, acaban siendo como el perro del hortelano. Pretenden organizarlo todo a su manera sin quedarse el tiempo suficiente como para ver los posibles inconvenientes que surjan por el camino y que ya solucionará el pobre al que le caigan encima. Con supervisar de vez en cuando se convencen de que con eso cumplen con su magnífica tarea y pretenden apropiarse en exclusividad de todos los méritos. Para colmo de desdichas, suelen tener miras políticas (así va el país y ahora también la Real Academia de Medicina tras el ilustre nombramiento de su nuevo presidente. Me pregunto si le otorgará un sillón en la Institución a su actual pareja, al igual que ya hizo con el número uno de la oposición de especialidades). 

La inteligencia, la empatía  y el sentido común son los pilares de un buen jefe. Le sirven para sopesar cada situación y hacerle tomar la decisión más adecuada. Por supuesto no es nada fácil. Su criterio no es infalible, aunque con flexibilidad siempre se puede ajustar el comportamiento a las variables. Aunque se pueda equivocar, al igual que el resto de la humanidad, al menos no hará tonterías, no abusará de su poder y tampoco le hará daño intencionadamente a nadie. 

martes, 17 de julio de 2012

Restaurantes de Edimburgo

Uno más de los múltiples inconvenientes de los viajes organizados es que, a la hora de comer, el sitio y el menú están acordados con antelación y, salvo intolerancias alimenticias, no dan cabida a variantes sobre lo preestablecido. Alimentar a una tropa no es algo para lo que todos estén preparados, por lo que la experiencia puede resultar decepcionante incluso en los lugares más prestigiosos. Una lástima que tras los esfuerzos de la organización por planear algo especial, luego llegue el pinche de turno y se encargue de convertirlo en algo para no olvidar, que no es lo mismo que inolvidable. Eso sí, después de andar todo el día de un lado a otro, sin parar, lo que siempre hay en estos casos es hambre.

En Escocia no tienen cultura de vino y ni siquiera en los sitios de postín se atienen a ninguna ceremonia a la hora de servirlo. Igual que el té posee su propio ritual, ya sea en Gran Bretaña como en Japón, más complejo en este caso lo que lo ha convertido en una asignatura en algunas universidades, el venerable vino también conlleva su protocolo, al menos en los países mediterráneos. Si a alguien se le ocurre servir un té a un tiquismiquis inglés sin toda la parafernalia correspondiente se encontrará con algún comentario digno de ese humor sarcástico que llevan tan a gala y que es gracioso cuando refleja el ingenio del orador (y no todos los británicos son ingeniosos). Sin embargo, dentro de la profesionalidad del servicio insular no se incluye este tipo de formación, tan básica en nuestras escuelas de restauración. Nada de mostrar la botella, descorcharla en la mesa, mostrar el corcho ni, por descontado, ofrecerlo para olerlo ni consultar sobre cuál de los comensales va a encargarse de la correspondiente cata. Los camareros lo traen abierto, lo vierten con el antebrazo en pronación, sin saber que es incorrecto porque esa era la manera de servírselo a los condenados en su última cena, llenan la copa pequeña casi hasta el mismo borde (ya que es la única incluida en el precio del menú) y se quedan tan contentos. Afortunadamente la cerveza escocesa es estupenda. La más habitual es la lagger tostada, no demasiado densa pero sí con más cuerpo que la rubia normal. La autóctona "Innis Gunn" nos encantó.

La primera noche el sitio escogido para la cena tras el entretenido vuelo fue el Ghillie Dhu, en el nº 2 de Rutland Place (muy próximo al hotel, el Caledonian Hilton, para ir de uno a otro tan sólo era preciso cruzar, con mucha precaución, la calle levantada por las obras del tranvía). El edificio fue en sus orígenes una iglesia, de aspecto gótico, de las múltiples que surgen en cada rincón de la ciudad. Al reconvertirse en pub tradicional, se bautizó con un nombre pagano y gaélico que hace referencia a un pequeño espíritu protector del bosque. Supongo que así se amplia la elección de encomendarse en la mesa no sólo a una de las tres religiones de Escocia, sino también a las deidades de la mitología celta (no sé si es que tienen poca confianza en su cocina o unas miras muy amplias en lo que a libertad de culto se refiere). En este caso la comida no requirió ningún tipo de sacrificio. El menú consistió en platos típicos, desconocidos para la mayoría. Al llegar, nos subieron al auditorio, donde nos recibieron con unos deliciosos, y más o menos reconocibles, canapés. Pasamos a la mesa, y a ejercer en ella las funciones de traductores para que los que nos rodeaban supiesen qué es lo que iban a comer (aunque venía todo anotado en una tarjeta, que nadie entendía). El primer plato fue un pastel del tradicional haggies (embutido escoces de carne e hígado con especias que se prepara cocido) acompañado de neeps, palabra escocesa para turnips (nabos), y tatties (patatas). De segundo nos sirvieron un estupendo trozo de salmón a la plancha con crema de puerros. Para terminar habían escogido un ramenquín de Cranachan, un postre escocés típico hecho con nata montada mezclada con frambuesas y harina de avena tostada y remojada en whisky, acompañado de shortbread. Un sitio bonito y muy recomendable, aunque el Cranachan no me gustó.


El segundo día aprovechamos la hora de la comida para visitar el Castillo. En él nos prepararon el Salón Queen Anne para nosotros (también lo hacen para bodas y otros banquetes). Es una sala amplia y muy bonita, aunque terriblemente insonorizada, lo que casi no permitía escuchar al compañero de mesa de al lado (por no hablar, cosa que no era posible, del de dos puestos más allá). La comida, ruidosa aunque sin verdadera conversación, estuvo muy bien: empezamos con tres langostinos con un hilo de salsa y 4 ó 5 hojas de berros (suena y efectivamente resultó algo escaso), seguimos con un par de trozos de gallina de Guinea salteados y con acompañamiento de pastel de patatas con nata y gratinadas, y terminamos pannacotta, deliciosa, en su punto justo, bañada con una reducción de licor de whisky.

Para la cena nos llevaron al Restaurante Oloroso. Sólo por el pretencioso nombre, que me imagino en un caballo de carreras mientras el locutor narra la evolución de la misma y del que, sin duda, el orgulloso propietario del local desconoce los matices de su significado, tendríamos que habernos imaginado lo qué nos esperaba. No me gusta ser agorera, y menos aún si se trata de comer, así que llegué con unas expectativas muy altas que casi me dolieron más al desplomarse (por desgracia encima de mi estómago). Después de probar sus espárragos trigueros, al dente, casi lloro (afortunadamente nadie se partió ningún diente al masticarlos). Aún así no fueron nada en comparación con el crimen que venía después: mejunje de arroz (lo llamaban risotto) inundado de cilantro (finas hierbas), que para colmo de males es una especia aborrecida por el pobre House en estado de hipoglucemia, ya que no había calmado su hambre con los espárragos, y que supuestamente era el acompañamiento de un minúsculo trozo de pescado irreconocible (o quizás la intención era al revés, aunque eso no aumentaba el tamaño del bicho). Posteriormente averiguamos que se trataba de platija, uno de los favoritos de la cocina hospitalaria, puesto para el que nuestro chef de la noche hizo todos los méritos. Ya lo comenté en el post de regreso como uno de los puntos a evitar, aunque es posible que en otro tipo de atención no multitudinaria el chef sepa demostrar cómo ha conseguido el título (y la reputación).

"Nighthawks" Edward Hopper
El tercer día podíamos optar entre ir a jugar al golf, lo que fue secundado mayoritariamente por el grupo, o quedarnos en Edimburgo, cosa que hicimos House y yo. Además de permitirnos huir y disfrutar de la libertad, pudimos visitar la National Gallery y escoger un sitio para comer ¡solos!. Preguntamos en el hotel y seguimos su acertada recomendación. Fuimos a Cacio&Pepe en 87, Hanover St (en la New Town, además muy próximo a la National Gallery). Para celebrarlo tomamos mejillones con una salsa de vino, tomate y guindilla, pescaditos rebozados (whitebait), de plato fuerte lubina al cartoccio para mí y filete en su punto para House. Para rematar con un buen postre nos decantamos por creme brulée, uno de mis favoritos, y tiramisú casero, al que los abuelitos de Florencia aficionaron a House que aún anda buscando alguno que lo iguale (el más parecido el de hermanita y el de la Trattoría del Carmine, también en Florencia). Por supuesto, en un italiano tenían café en condiciones, no el brebaje filtrado con el que nos deleitaron en el resto de las comidas, y un par de tazas de expresso macchiato culminaron la experiencia gastronómica. Sin las pretensiones del Oloroso, la comida le dio cien mil vueltas al infame ágape de este último.

Queda la impresionante cena de gala, pero esa es digna de su propio post.

lunes, 16 de julio de 2012

Carmen

"Flamenco Dancer" Rico Tomaso
La Carmen de Bizet era una mujer hermosa, decidida, magnética y algo casquivana. Las Cármenes de mi familia carecen de la última característica, que no de cierta coquetería, aunque esa carencia queda compensada, más que con creces, por la profusión del resto. Una de nuestras Cármenes jamás pasará desapercibida, ni siquiera al coincidir con las otras en la misma reunión. Logran mantener, todas y cada una de ellas, su particular protagonismo sin menoscabar el de las demás. Eso sí, las que no llevamos ese nombre nos tenemos que conformar con quedar relegadas a un segundo plano ante su presencia. Es mejor así, competir para compartir una parte de su estrella se me figura una tarea hercúlea y abocada al fracaso.

Una de sus grandes cualidades es la de ser inasequibles al desaliento. Cualquier idea que se les cruce por la cabeza va a ser llevada a cabo con todo el ímpetu del que sean capaces (que es mucho). No sé si vencen por hacer perecer de extenuación a sus adversarios pero el caso es que terminan, indefectiblemente, por salirse por la suya. Una vez se tiene conciencia de este hecho es aconsejable ceder y dejarse arrastrar, en lugar de tratar de oponerse y ser arrollado en el enfrentamiento.

Mi abuela quería que yo me llamase Carmen. No lo consiguió porque nací lejos y dos semanas antes de lo que me correspondía (ya entonces apuntaba maneras en relación a mi preocupación por llegar tarde a los sitios). No sé si el nombre influye mágicamente en el carácter de la persona pero, de no ser así, yo nunca habría encajado en este perfil. Más que un gran esfuerzo, habría sido preciso someterme a terapia de electroshock para inferirle a mi naturaleza algo de magnetismo. Siento el disgusto que se llevó en su momento la pobre mujer, pero Grumpy encaja mucho más con mi talante que la personalidad arrebatadora e infinítamente sociable de la mayoría de las Cármenes.

¡MUCHAS FELICIDADES A TODAS LAS CÁRMENES!

sábado, 14 de julio de 2012

La vendedora de fósforos - HQ Disney



Cuando leí el original de este triste cuento de Andersen no me pareció una historia infantil, aunque debo reconocer que, la versión edulcorada e ilustrada, se contaba entre mis favoritos cuando era pequeña. Es un relato lleno de emoción y supongo que eso es lo que lo hace entrañable para cualquier edad.

Un consejo: es mejor disfrutarla a pantalla completa.

viernes, 13 de julio de 2012

TARTA FRÍA DE QUESO

Esta tarta es muy fácil, está buenísima y presenta las ventajas de no necesitar horno, ni tampoco llevar huevo, lo que la convierte en un postre idóneo para preparar en verano sin calentar toda la casa al cocerla y sin tener que preocuparse por el riesgo de intoxicaciones porque se estropee. La trajo una de las auxiliares del hospital por su cumpleaños y, pese a llevar chocolate blanco en su composición, en sustitución del azúcar, nos encantó a todos. La capa de queso es muy cremosa, tanto que se deshace en la boca. Nuestra imperdonable pausa de media mañana, en medio del fragor de la consulta, nos sirve no sólo para recobrar fuerzas, sino también hacer acopio de ánimos con los que continuar (especialmente cuando se trata de un viernes tras una guardia). Estos pequeños homenajes contribuyen a que recibamos al paciente con una sonrisa, aunque a algunos les despidamos con otra aún mayor.

TARTA FRÍA DE QUESO

BASE
Medio paquete de galletas María o Digestive y 60 gr de mantequilla light. Otra opción es un paquete de Chips- Ahoy, así sin más, porque con el chocolate que llevan no necesitan mantequilla y, tras pulverizarlas, quedan con la consistencia perfecta para hacer de base.
Triturar las galletas hasta hacerlas migas.
Mezclar con la mantequilla blanda y extender sobre el fondo de un molde. Dejar que se asiente.

RELLENO
2 sobres de cuajada
250 ml de leche desnatada
150 gr de chocolate blanco (se puede usar leche condensada en su lugar, incluso de la desnatada para que hacerla más baja en colesterol)
500 gr de queso Philadelphia Light

Calentar la leche, cuando hierva retirar del fuego y desleír el sobre de cuajada. Añadir el chocolate hasta que se derrita. Por último, mezclar el queso y batir.
Verter sobre la base. Dejar asentar en la nevera antes de poner la cobertura.

COBERTURA
La tarta de queso admite múltiples opciones para adornarla, desde mermelada casera, cualquier fruta fresca con gelatina (la que pongo en este caso), cobertura de chocolate, frutos secos o, simplemente, unas virutas de chocolate rallado. En este caso pongo la opción de fruta con gelatina de moscatel, que además de ser algo original, combina muy bien.

Fruta (bien escurrida para que no suelte agua)
Gelatina de moscatel : 70 cc moscatel, 70 cc de agua y 70 gr azúcar. Calentar hasta disolver el azúcar. Deshacer 3 placas de gelatina neutra o agar-agar.
Repartir la fruta sobre la superficie de la tarta. Bañar con el preparado líquido de gelatina. Dejar enfriar hasta que se solidifique.

jueves, 12 de julio de 2012

Fuera de programa

En un viaje de tres días no da tiempo a que sucedan demasiadas cosas ¿o sí? Muchas veces , en esas 72 horas, se programa un auténtico maratón con el fin de atisbar todos y cada uno de los puntos representativos, no sólo de la ciudad sino también del país o al menos de la región circundante. A todo eso se le pueden añadir un surtido variado de imprevistos que transformarán el viaje en una concatenación de anécdotas.

1. El aeropuerto:

Estaría bien que, por una vez, sucediese lo extraordinario y el avión saliese a la hora prevista, sin más incidentes. Semejante circunstancia en un vuelo low-cost desde Barajas obligaría al viajero a ir a continuación a comprar lotería para aprovechar la racha de buena fortuna. El que coincida que la demora se deba a que la bomba de combustible se incruste de nuevo en el ala, al igual que ocurrió en nuestro último viaje a Ginebra, es una casualidad sospechosa sobre el estado de los surtidores de la terminal y por tanto digna de mención, pese a que suponga dos horas de retraso sobre el horario. En esta ocasión el daño debió de ser menor porque no se precisó la intervención de los bomberos (que se reservaron para más adelante). Afortunadamente las maletas se libraron de los percances, lo que nos permitió llegar sin problemas al hotel, donde se ocuparon de ellas, aunque no hubo tiempo ni para cambiarse antes de salir a cenar.


2. El hotel:

Una no se espera llegar a un hotel de lujo y encontrárselo medio levantado por las obras. Los trabajos no afectaban a las habitaciones, que eran muy amplias. Disponíamos de una cama enorme y comodísima, una zona de estar y de un hermoso baño (la cuarta parte de su espacio la ocupaba una gigantesca bañera). Para compensarnos por las molestias nos obsequiaron con unas bufandas de tartán, que nos vinieron muy bien aunque supusieran que los bañadores, previstos para la piscina y el spa, se quedasen en la maleta ya que, desgraciadamente, las instalaciones acuáticas, salvo las bañeras, estaban cerradas por las reformas. Si hubiese hecho menos frío podríamos haberlo empleado para pasear por el humeral de Edimburgo, que en cuestión de chorrear agua la prenda no habría notado la diferencia.

3. La alarma de incendios:

Silencio, el hotel duerme. La luz del norte empieza a asomarse entre las nubes y se cuela por las rendijas de las ventanas aunque nadie sería consciente del temprano amanecer salvo porque, de repente, suena una alarma por el pasillo. Me despierto y miro el reloj: las 5 de la madrugada. En unos segundos el sonido invade y atrona la habitación. Al cabo de un par de minutos del ensordecedor pitido House abre un ojo "¿Es eso el despertador?" (con la clara intención de que lo apague de una vez y le deje dormir unos minutos más en nuestra inmensa cama). "No, es la alarma de incendios y tenemos que desalojar el hotel." (Me veo obligada a censurar el siguiente comentario y lo dejo a la imaginación del lector). Cogemos los abrigos y, por supuesto, los imprescindibles paraguas antes de salir al pasillo. Se entreabren algunas puertas por las que se asoman rostros curiosos y somnolientos. "Es la alarma de incendios", explicamos, "hay que bajar". Iniciamos el descenso por las escaleras. Somos la avanzadilla a la que se unen en tropel los huéspedes del resto de los pisos. Nadie a quien preguntar. No hay personal en el hall, sin duda ha huido ante lo que se le avecinaba. Llueve mientras esperamos la llegada de los bomberos. Los pocos que han llegado antes de nosotros, y que no han tenido la previsión de coger el paraguas, se quedan en la puerta, bajo techo, bloqueándola (que los demás se quemen si es necesario, que ellos no están dispuestos a mojarse salvo que sea imprescindible) Estamos atrapados en la Recepción, sin escapatoria. Se ven las luces del camión. Los filántropos hidrofóbicos retroceden hacia el interior para permitir la entrada de los bomberos. La ensordecedora alarma taladra los oídos con su estridente silbido, inagotable y agotadora. Se calla tan súbitamente como comenzó. ¿Subimos? La marea humana concentrada se mueve en oleada hacia las escaleras antes de que el sonido retorne en toda su intensidad. Las potenciales víctimas se retiran de nuevo al hall. La alarma cesa de nuevo. Alguien se divierte con la maniobra y la repite un par de veces antes de darse por satisfecho. Finalmente, antes de iniciar el ascenso para regresar a las habitaciones, se aguarda a confirmar la imperturbabilidad del silencio. Aparece un bombero. Todo apunta a una falsa alarma. Subimos. En el acceso a una de las alas el flujo de gente se detiene. La sirena aún suena en una de esas habitaciones. Los huéspedes de ese pasillo esperan. Los demás continuamos sin que nos retengan.

Son más de las 6 de la mañana. Es la última noche y al día siguiente toca madrugar para terminar el equipaje y continuar con la última atracción del viaje: la visita a una destilería de whisky. Pocos concilian de nuevo el sueño. La cata de whisky añade estupor al estado crepuscular de los viajeros. El día transcurre en una nebulosa de somnolencia y alcohol. Mejor, no va mal un poco de anestesia dentro del rebaño. La lluvia ha inundado el restaurante previsto para la comida y la organización improvisa para hallar un sustituto. Los guías ejercen de improvisados camareros, toman nota y sirven las bebidas de los comensales. Al whisky de nuestros cuerpos se le añade la deliciosa cerveza escocesa, ambos de la misma malta.

Algunas rutas de acceso al aeropuerto están inundadas, la policía no permite el paso. Se buscan carreteras alternativas para llegar. Allí nos espera el último imprevisto del viaje: nuestro avión no ha despegado de Barajas. No sé si es que la bomba de combustible lo ha roto definitivamente esta vez pero el caso es que han pedido un reemplazo. Este llega desde Varsovia, vía Milán y Bilbaó. Recoge al pasaje de Madrid antes de dirigirse hacia tierras escocesas. Con 6 horas de retraso sobre el horario previsto, resignados y demasiado amodorrados para protestar demasiado, iniciamos el regreso.

Al llegar a casa son más de las 4 de la mañana. El aprovechado último día ha durado 23 horas.