jueves, 31 de enero de 2013

Patatas con conejo (de la Tita Carmen)

Las patatas guisadas son un plato cómodo y nutritivo. Rápidas de preparar no suelen apasionar, pero tampoco lo pretenden. Por regla general se elaboran sin aspiraciones a alcanzar la categoría de gourmandisse, sino que buscan resolver una comida sin complicarse la vida. No gozan del mismo éxito, ni tampoco dan el mismo trabajo, que las patatas fritas, asadas, con crema, panaderas o las exquisitas "a lo pobre".

Para convertirlas en algo más atractivo, y menos monótono, hermanísima y yo las transformábamos en toda una historia geológica. Las machacábamos con el tenedor y las arrastrábamos hacia el centro del plato hasta crear allí una montaña. Competíamos para conseguir la más alta (dado que mi ración era mayor se podría considerar que la competición no era demasiado justa, pero hermanísima no tenía un saco sin fondo por estómago, como me sucedía a mí, así que tampoco habría hecho buen uso de esa ventaja). Alrededor de nuestro pico distribuíamos las conchas de las almejas para darle el aspecto de una isla volcánica. Una vez creado el escenario pasábamos a la acción. No podíamos hacerla explotar literalmente, ya que el castigo habría sido mayúsculo, así que recurríamos a la erosión del tiempo, limitado en nuestro caso a la duración del almuerzo, para lograr el cambio. Nos comíamos el pico y dejábamos una pequeña meseta. A través de ésta, hundíamos el tenedor y la ahuecábamos formando o un cañón o un cráter en su cima, mientras que su contenido pasaba a formar parte de nuestro estómago. Las laderas asurcadas se adelgazaban progresivamente hasta que no eramos capaces de apuntalarlas con nada y nuestra volcánica isla se desmoronaba en medio de un fuerte seísmo. Era el momento de crear otra, aunque en realidad nos faltaba material para ello. Por este motivo ésta segunda montaña no era más que una versión modesta de la anterior. Ya no había posibilidades de plegar el puré en una inmensa pared propia de una nueva cordillera sino que a todo lo que podíamos aspirar era a subir un pequeño montículo de un viejo sistema. Aún así nuestro volcán no estaba extinto, su centro desaparecía de nuevo hasta convertirse finalmente en un atolón de cáscaras de almejas.
Mar y monte. Con conejo o con almejas. El truco de la tita Carmen para convertir las patatas guisadas en un plato especial no se remonta hasta los orígenes del planeta. A ella simplemente le vale con darles el toque justo de aromático comino. ¡Deliciosas!

PATATAS CON CONEJO (de la tita Carmen)
Ingredientes
1 conejo (o un cuarto de almejas, aunque en ese caso se añaden al final para que se abran en el último hervor)
4 patatas grandes (el guiso lleva más patata que conejo)
1 cebolla
1 tomate pelado
1 hoja de laurel
Majado de perejil, ajo, azafrán.
Pimentón dulce (una pizca)
Comino (aprox 1 cucharadita de comino molido. IMPORTANTE: Tienen que saber a comino porque es lo que les da la gracia a estas patatas)

Elaboración
Saltear el conejo para que quede poco hecho. Añadir el tomate, la cebolla, el laurel y el majado de ajo, perejil y azafrán.
Echar entonces la patata, en trozos, y rehogarla con todo.
Espolvorear un poco de pimentón dulce (con cuidado de que no se tueste o amargará)
Finalmente añadir el comino.
Ponerles un poco de agua, que apenas las cubra.
Hervir y vigilar hasta que las patatas estén tiernas, unos 25 minutos aprox. Se pueden hacer también en la olla rápida, con cuidado porque se corre el riesgo de que se deshagan.

martes, 29 de enero de 2013

En la luna

Arlene Graston - Mother Moon
Luna y Sol. Nací al amanecer, en el momento en el que los dos astros coinciden en el cielo. No sé si eso influyó para que mi primera palabra hiciese referencia a la "luna, lunera, cascabelera", una frase que suena igual que un conjuro. En brazos de mis padres señalaba el cielo con impaciencia para que me enseñasen "la casca", mi luna particular.

Busco la luna. A veces me sonríe en la oscuridad, casi sin estrellas, del cielo de Madrid. Igual que le sucede al gato de Cheshire de Alicia en el País de las Maravillas, sólo se recorta su blanca sonrisa. ¿Será ese gato el que la mordisquea cuando esta llena como si se tratase de una irresistible oblea? Entre la niebla anaranjada del invierno resulta inquietante. Se vuelve misteriosa al ocultarse ¿dónde? Me sorprende cuando aparece, redonda y plena, inmensa y justo enfrente de mí. Conduzco hacia ella y al acercarme, se pierde entre el horizonte. La veo crecer y menguar. Es una hoz, luego una cuna, un sillón para las brujas, el prendedor de la princesa de un cuento al que se engarza una estrella. Se asoma, me mira, gira, se esconde y desaparece.

Posee un rostro extraño, que no siempre muestra con claridad. Su expresión se vuelve burlona a ratos, serena en el silencio de la noche, romántica siempre y, en ocasiones, se erige fascinante y majestuosa, es la novia de la noche, la reina, coronada por un  halo blanco y radiante. Invita a soñar, a contarle historias, a pedir deseos. Sé que guarda un sinfín de secretos, entre ellos: el de su singular encantamiento.

lunes, 28 de enero de 2013

Orgullo y Prejuicio de Jane Austen

Se cumplen 200 años de la publicación, el 28 de Enero de 1813, de Orgullo y Prejuicio de Jane Austen. Es una de mis novelas favoritas de una de mis escritoras favoritas, aunque realmente no sabría escoger con cuál quedarme de entre sus obras. Todas tienen algo en común en la manera de enganchar al lector y trasladarle al centro de la historia para hacerle partícipe de las emociones y de la evolución de los personajes hasta que forman parte de él. Lo consigue gracias a un lenguaje lleno de un humor ingenioso y sutil que estimula la inteligencia del lector, le hace estar atento a cada palabra, a los significados ocultos de las frases, a sus dobles interpretaciones para que resulten del agrado del que las escucha al tiempo que expresan con sinceridad los pensamientos del que las enuncia.

Con la excusa del mercado matrimonial, Jane Austen traza un retrato del carácter de los diferentes miembros de la sociedad rural inglesa. Algunos resultan casi una caricatura, como sucede con el ridículo Mr. Collins, aunque ¿quién no se ha encontrado nunca con un pedante con ínfulas de ese calibre? Austen no exagera, la realidad de esos individuos supera cualquier ficción. Las tonterías vacías, de cabezas huecas como la de Mrs. Bennet, provocan situaciones bochornosas para sus familiares dotados con una pizca de sentido común y de la propiedad y despiertan el sarcasmo del ocurrente Mr. Bennet. La vanidad es presa fácil de la mentira y la duplicidad, de lo que se vale el malvado Wickham para ganar popularidad rápidamente. El mantener las formas y el aparentar es, en ocasiones, más importante que el verdadero aprecio, al menos para Miss Bingley. El dinero no proporciona inteligencia ni buena educación en el caso de Lady Catherine de Bourgh, aunque la importancia de su posición la ciega no sólo a ella sino a todo el séquito del que se rodea y que asume sus dictámenes sin discusión.  La conversación es un arte complejo, al menos si se pretende hacerlo bien, y una inocente velada en Netherfield puede estar llena de trampas para poner en evidencia a la víctima contra la que van dirigidas. Hay que saber estar en su sitio sin pisar a nadie, y sin dejarse pisotear. Las primeras impresiones no siempre son fiables y las ofensas involuntarias pueden dar lugar a juicios sesgados. En ese caso cambiar de opinión es de sabios y corregir los errores una virtud.

En Orgullo y Prejuicio hay además romance del que estremece el corazón. La declaración de Mr. Darcy, en la que la violencia de sus sentimientos vence todas sus reticencias, es de las que te mantiene con el alma en vilo, sin respirar, mientras los ojos se clavan en las palabras y se oye su voz al grabarlas en la mente: "In vain have I struggled. It will not do. My feelings will not be repressed. You must allow me to tell you how ardently I admire and love you." No es el único romance de la novela, la dulce y encantadora Jane, también sufre con la incertidumbre de su propio enamoramiento. El amor debe vencer prejuicios, diferenciar orgullo y dignidad, triunfar con sensatez sobre la estupidez, la hipocresía, los malentendidos, las opiniones y las artimañas de todos aquellos que se creen con derecho a entrometerse. El lector supera los escollos, reclama impotente ante las injusticias, comparte la inquietud y la felicidad de los enamorados y abraza el libro al terminar mientras saborea el final.

sábado, 26 de enero de 2013

viernes, 25 de enero de 2013

Panes sin horno

Las dos primeras recetas de estos panes son de nuestra auxiliar con vocación de cocinera de la consulta, una joya que vale el doble de su peso en kilates a la hora del desayuno. No es sólo una maravillosa cocinera sino un verdadero encanto, entrañable, cariñosa, paciente y una excelente profesional, con una disposición envidiable. En el entorno laboral, contar con alguien así es de agradecer. No es ella la única que se merece un reconocimiento por su trabajo y su trato, aunque por desgracia también se cumple el dicho de que todas las monedas tienen su anverso. En ocasiones alguna de sus compañeras, perteneciente a este desdichado segundo grupo, víctima de la más corrosiva envidia, abusa de su bondad y su sensibilidad a flor de piel para hacerle pasar un mal rato. Es una lástima que haya gente así de tonta, porque en realidad no es maldad sino mera estupidez. Es lo que hace vivir autoengañado, frustrado en su afán de protagonismo, creyéndose mucho más listo de lo que en realidad se es y sin encontrar en los demás el reconocimiento esperado.

La receta del pan de sartén corresponde originalmente al peluquero iraquí de la época de mi residencia. Cuando pasaba por la planta a afeitar a los pacientes, si se alineaban los astros y coincidía que, en ese momento, los ingresados y la urgencia estaban tranquilos, se quedaba a tomar un café con nosotras. Como es habitual, según la ley de Murphy, las cosas se complicaban los días que traía alguna de sus especialidades para acompañar el café. Eso no impedía que, aunque fuese con una merienda-cena tardía, le hiciésemos todos los honores a su aportación. Tras la comida hospitalaria, y la poco alentadora perspectiva de la cena de similar calidad que teníamos por delante, aquellos exquisitos detalles constituían auténticos manjares. Las habilidades culinarias de las enfermeras, y las agradecidas pastas y bombones de los pacientes, también eran un buen tentempié con el que matar el hambre. No sólo eso sino que contribuían enormemente a endulzar la amarga vida del médico de guardia. Lo que nos servían en el comedor algunos días era ¡tan indigesto! que, en previsión, siempre tenía guardada una caja de cereales en la taquilla de la que tiraba cada vez que el menú, a pesar de la hipoglucemia, era menos apetecible que el ayuno. Inventé la dieta Special K y All Bran mucho antes de que le diesen ningún tipo de publicidad en televisión, aunque en mi caso lo hice movida por necesidades de protección gástrica y no por razones de peso. A pesar de todo mi resistente estómago de antes de la residencia, capaz de aguantarlo todo, se transformó gracias a los continuos ataques durante ese periodo, en un órgano sensible y delicado que me recuerda con sus quejas aquel maltrato (involuntario).

PAN AL VAPOR
Ingredientes
150 cc de agua
15 gr levadura fresca de panadería
250 gr harina
1 cucharadita de sal
Aceite para engrasar.

Elaboración
En un bol grande de los de microondas calentar el agua 1 minuto y medio. Disolver la levadura en ella.
Mezclar la harina con la sal y verterla poco a poco sobre el agua.
Remover y amasar hasta formar una bola.

Engrasar el recipiente que se va a usar para cocer el pan y poner en él la masa. Engrasar la superficie y dejar leudar durante 1 hora (hasta que suba al doble de su tamaño).  Si se va a poner en un cesto de vapor, ponerlo sobre papel de horno para evitar que se pegue.

Poner un recipiente con agua al fuego y cocer el pan al vapor durante 45 min

PAN DE CENTENO AL MICROONDAS
 Este pan es integral, rico en proteinas y con hidratos de absorción lenta por lo que sería apto para dietas (aunque por desgracia no sucede por mismo con todas las salsas en las que remojarlo).

Ingredientes
4 Claras
3 cuch avena
3 cuch centeno
1 sobre gasificante
1 pizca sal

Elaboración
Batir juntos todos los ingredientes.
Verter en un molde para Microondas. Cocer durante 3 minutos a la máxima potencia del aparato.

Nota: También se puede cocer al horno e incluso se le pueden añadir especias: una cucharadita de canela, ralladura naranja o darle un toque dulce con una cucharada de miel.

PAN ÁRABE DE SARTÉN U HORNO
Ingredientes
300 gr. de semolina
200 gr. de harina de trigo blanca
1 cucharada sopera de azúcar
25 gr. de levadura fresca o 8 gr. de levadura seca de panadería
3 cucharada soperas de aceite o mantequilla fundida
3 cucharadaa soperas de yogur natural
Agua tibia (300 gr. aproximadamente)
Sal

Elaboración
Amasar los ingredientes y dejar levar una hora a temperatura ambiente.
Dividir en cuatro partes y darles forma de torta. Dejar reposar los trozos sobre un lienzo de tela o una lámina de silicona.
Una vez fermentado, se puede optar por cocer en el horno (precalentar el horno al máximo y pasados 10 minutos de cocción bajar la temperatura a 200°), o simplemente darles forma de torta para pasarlas por la sartén o por una plancha, idealmente de piedra. En Ginebra había un pequeño puesto en el mercado de Plain Palais y de Carrouge que siempre tenía cola a la hora del almuerzo, y donde preparaban un baba ganoush estupendo, en el que las hacían al momento. Ponían las tortas sobre una piedra caliente, de superficie convexa y las aplastaban con la mano mientras se cocían para luego rellenarlas con falafels, carne o keftas.

jueves, 24 de enero de 2013

Trufas

Las trufas han sido siempre mi pastel favorito. Mi primer recuerdo de esas bolitas de chocolate proceden de una pastelería cercana a la casa de mis abuelos: "Mónaco". Los domingos, cuando íbamos a comer allí, mi abuelo subía una bandeja de pasteles surtidos. A mi padre y a él les pirraban los bocaditos de nata y, a mi abuela y a mí, las trufas. Me bastaba con mirarlas en su atractiva presentación, cuidadosamente colocadas en el interior de una cestita blanca de papel rizado y densamente recubiertas por oscuros fideos de chocolate, para que me hablasen y que, al igual que a Alicia, me dijesen "cómeme". ¿Cómo resistirse a esa tentadora llamada? Es una suerte que fuese la favorita de mi abuela, de ese modo no ponía nunca pegas a que la niña se hartase de ellas.

Mi gula se perdona por dos buenas razones: pese a que yo era pequeña, las trufitas aquellas apenas me llenaban la boca por lo que era necesario tomar 3 ó 4 para saciar el saco sin fondo que era mi estómago infantil. La segunda es mi falta de voluntad en lo que se refiere al chocolate. Se dice que los niños son golosos pero nadie en mi familia me discutirá que, entre todos los que somos, me llevo la palma. Por aquel entonces era mucho menos exquisita que ahora. Es cierto que había probado mucho menos entre lo que elegir y me gustaba hasta el chocolate blanco (si no había otro). Las onzas del Elgorriaga entre dos galletas María que nos daba mi abuela de merienda me chiflaban.

Mi parcialidad por le chocolate más oscuro se concretó gracias al padre de mi ex. Llevaba a su casa unas gruesas tabletas de chocolate puro, sólo o con almendras, que me convirtieron en una adicta y pervirtieron mi gusto por el resto de las variedades. Ahora, cuando paso por las tiendas gourmet, me hago con un alijo de todas las versiones y marcas de chocolates negros y negrísimos, de diversas procedencias (me interesa el turismo gastronómico). Por descontado, ni me molesto ni en mirar los de leche y, menos aún, las tabletas blancas que aseguran llevar cacao en su composición (¡ja!). En lo que a chocolate se refiere, el color sí que importa, afortunadamente no se me puede tachar de racista, porque mi rechazo es contra el "blanco".

TRUFAS
Ingredientes (Para unas 30-40 trufas)
500 gr de buen chocolate negro en trozos (excepcional el de Valrhona)
200 ml  de nata líquida
2 cucharadas de brandy u otro licor
Cacao en polvo para recubrirlas.

Elaboración
Hervir la nata, añadir el chocolate y remover hasta que se derrita bien. Verter el brandy.
Enfriar la masa durante un par de horas.
Si queda muy líquido, añadir cacao en polvo.
Una vez fría, con las manos, hacer pequeñas bolas, redondas y compactas.
Rebozarlas en el polvo de cacao. También se pueden usar virutas de chocolate, polvo de frutos secos, fideos de colores, azúcar vainillado, coco rallado o sumergirlas en chocolate de cobertura derretido.

TRUFAS CON LECHE CONDENSADA

1 Tableta de chocolate fondant (uno de los que más me gusta, con una excelente relación calidad-precio, es el 70% postres de Lindt)
1 Lata pequeña de leche condensada
50 gramos de licor (el que se prefiera, incluso se puede variar: vodka, whisky, brandy, Amaretto o Grand Manier)

Derretir el chocolate durante uno-dos minutos en el microondas. Vigilar el proceso. No hace falta que se quede líquido, sino que cuando esté blando conviene removerlo con un tenedor pequeño para que se funda poco a poco. Puede necesitar una segunda vuelta de micro. Cuando no queden trozos, añadir el licor y mezclarlo bien. 
Incorporar la leche condensada. 
Poner en una fuente o plato hondo y dejar enfriar. Guardar en la nevera hasta que esté bien firme. 
Hacer bolas pequeñas y cubrir con cacao, fideos, coco rallado, frutos secos picados, etc.


miércoles, 23 de enero de 2013

Abrazos

Un buen abrazo es una de las mejores cosas de la vida. Es una muestra compartida de cariño llena de cálida ternura que va acompañado de una sensación de fuerza, de seguridad y de protección sin parangón. Siempre se necesita, siempre es bien recibido, ya sea en los momentos de intimidad, o en los de alegría compartida. Sirve para celebrar los reencuentros y los triunfos y también para paliar las desilusiones y hacer más llevaderas las despedidas. Se entrega un trozo de uno mismo en un abrazo, la huella del contacto permanece en la piel incluso después de separarse, y perdura más o menos tiempo en el recuerdo. Abrazan los amigos, la familia y, muy especialmente y de una manera diferente y profunda, los amantes.

Hay abrazos inolvidables, llenos de significado. Están los abrazos de amor sin medida en los que se desea llegar a fundirse con el cuerpo del otro y se pierde la noción de las horas. Otros son abrazos dulces de consuelo en los peores momentos. Hay abrazos explosivos fruto del entusiasmo ante una buena noticia y también los hay que estimulan el coraje y que proporcionan el apoyo que faltaba para enfrentarse a los temores y a las dudas. Están los abrazos firmes, los que ayudan a levantarse tras flaquear, a mantenerse en pie, o los que respaldan las decisiones difíciles. Hay abrazos tímidos, los que arreglan malentendidos o los de disculpa después de un enfrentamiento y hay abrazos de alivio, tras un susto, o un fracaso. También existen los dulces abrazos sin orgullo de la reconciliación y del perdón.

No hay nada comparable a la confianza y al generosidad que se desprende de este gesto. Un abrazo de verdad es un regalo que se entrega sin reservas y se recibe con abandono, sin barreras, para permitir que llegue a lo más hondo. Es un intercambio en el que cada uno gana un poco, o un mucho más, de felicidad.

martes, 22 de enero de 2013

Saturday Morning Post

El sábado por la mañana está reservado para ir a visitar a mi abuela a la residencia en la que vive. Me gusta hacerlo aunque reconozco que hay días que me da más pereza que otros. Me asomo a la ventana, llueve, o hay niebla, y en casa se está ¡tan a gusto!, sobre todo después de haberme pasado toda la semana entre pacientes. El plan de acurrucarme en el sofá con algún libro me llama a voces, pero mi abuela también lo hace y le hago caso a ella. Me sacudo la indolencia del fin de semana  y me arreglo, con lo presumida que ha sido siempre ella no puedo presentarme hecha un adefesio: escojo un vestido y unos zapatos que le vayan a gustar, sé que disfruta con esas cosas, me unto las pestañas con un poco de máscara y me pinto bien los labios. Ya en un estado presentable, me voy para allá.

Coger el coche es, definitivamente, lo que menos ilusión me hace. La hora de visita comienza a las 11 y tengo que ir por la carretera de La Coruña que, incluso en fin de semana, puede presentar problemas de tráfico y hasta retenciones: en verano, por los domingueros que van a la sierra a pasar el día (o el finde si tienen casa allí) y, en invierno, por los que van al mismo sitio pero a esquiar. Me apetecería que el cochecito descansara en el garaje hasta el lunes, pero irme en transporte público me supondría triplicar el tiempo del trayecto, así que lo descarto. El busca se viene conmigo un fin de semana al mes y, en más de una ocasión, me ha obligado a cambiar el día al domingo porque se requería mi presencia en la urgencia.

Saludo en el mostrador. Ya me conocen y también a mi coche. Según lo ven entrar por la verja, apuntan mi nombre en la hoja de registro en la que debo firmar. Si saben por dónde anda mi abuela, me lo dicen y, si no, sé que me toca buscarla. Empiezo por la sala de la tele, en la que se juntan la mayoría de los alojados aunque, he de reconocer, que mi abuela nunca ha formado parte de ninguna mayoría. No está casi nunca allí, aún así es lo más cercano a recepción por lo que es el lugar más lógico por el que comenzar. Dentro de que el ambiente es bastante deprimente, los requiebros que recibo de los pensionistas contribuyen a reforzar mi autoestima. Me subo a su planta. Paso por su habitación aunque prefiero no encontrarla en ella. Si está allí significa que no se encuentra bien: me cuenta sus males y a veces no puedo hacer nada más que escucharla. En ocasiones sí que requiere algo más profesional y me toca bajar a la enfermería a pedirles una linterna, un fonendo o hasta una silla de ruedas para bajarla si precisa algún tipo de intervención. También me conocen por allí y son muy colaboradores.

Si no la encuentro en su habitación, confieso que me siento aliviada. Prosigo mi recorrido por la residencia. Desde un día en el que la busqué hasta debajo de las piedras antes de dar con ella en la capilla, siempre me asomo a su interior cuando paso por delante. Si no está, voy a la sala en la que le gusta quedarse a leer y, generalmente, la veo allí sentada, a sus 95 años, con su libro de turno y sin necesidad de gafas. Hace poco que me comentó que nota que ha perdido algo de vista en este último año y le cuesta la letra pequeña. Le doy un beso y deja el libro. Me enumera las quejas de la semana, similares a las de la semana previa (la vida en la residencia no presenta demasiados alicientes), me habla de sus avances en las clases y en el gimnasio, lo que ha leído, si le ha gustado o no demasiado, y me refiere las visitas y llamadas que ha recibido (me mantiene al tanto de las novedades de la familia). Si le apetece, jugamos al dominó, al que no había jugado desde mi infancia aunque las reglas no tienen mucha ciencia. Es divertido, sobre todo cuando la estrategia se tuerce al chocar con la del otro y requiere improvisar otra nueva. Si llega mi padrino, mi madre, o mi padre, cuando está por aquí, se apuntan enseguida al plan y la mañana se pasa volando entre las fichas.

lunes, 21 de enero de 2013

Primogénitos

Ser la primera hija y la primera nieta es algo que comparto con sobrinísima. Recuerdo el embarazo de hermanísima. La emoción anticipada de todos.  Las ecografías, incluso en vacaciones, por el vecino ginecólogo de mis tíos en Linares, simplemente por curiosidad, y en las que se vio que era una niña. La elección del nombre se convirtió en uno de los temas de conversación de las comidas familiares. El escogido recibió la aprobación unánime, no en vano era uno de nuestros favoritos y además lo compartiría con nuestra tía abuela más preciosa. En una familia en la que los nombres se repiten, generalmente varias veces, el único que no entra nunca en la lista es el de la Baronesa, por veto expreso de la misma aplicable a toda la familia desde antes de mi nacimiento. Todas las nietas le hemos agradecido siempre su generoso gesto.

Llegó el momento del parto. Recibo una tranquila llamada de hermanísima al mediodía, dos semanas antes de salir de cuentas.
- Grumpy, he empezado con contracciones - me comenta sin inmutarse.
Su frase dispara todas las alarmas en mi cerebro.
- ¿Cuándo?
- Tuve algunas esta noche y llevo casi toda la mañana.
¡Y está tan pancha! Miro el reloj. Son casi las 4 de la tarde. Me acelero.
- ¿Cada cuánto las tienes?
- No lo he cronometrado, pero ahora son más seguidas.
Me alucina su calma.
- Voy para allá y empieza a contar.
No me la encuentro cronómetro en mano sino en plena toilette: manicura, pedicura y ya sólo le queda marcar la raya del ojo y ponerse la máscara. Va a conocer a su hija y la chiquilla tiene que verla arrebatadoramente guapa según nazca. Por supuesto está de parto y nuestro destino es el hospital. La ingresan y comienza la tortura: rapado, enema y goteo de oxitocina. Aún no ha dilatado lo suficiente para la epidural. Ahí la dejan. Las contracciones son intensas y casi continuas. Hermanísima tiene aguante pero sufre, sufre mucho, y no exagera. No me parece algo normal. Abuso de mi posición de médico y reclamo a la enfermera (no la llamo sino que me voy a buscarla al control). Adopto mi gesto de "no estoy dispuesta a tolerar tonterías" (y mucho menos con hermanísima). Mi postura no admite discusión posible y a regañadientes la explora de nuevo. En una hora, en teoría debía tardar al menos dos e incluso más al ser primípara, ha dilatado no sólo los tres centímetros que le faltaban hasta el nivel de epidural, sino que les ha añadido un par extra. ¿Cómo no le iba a doler? La bajan al paritorio y le colocan la monitorización y la bendita epidural. Le explican que puede aumentar la dosis pulsando una pera de goma. Hay un tope. Hermanísima lo alcanza en la primera media hora.

Las dolorosas contracciones continúan aunque el parto no termina de avanzar. Hermanísima está agotada, y con todo el dramatismo del que es capaz (que es mucho) dice que se muere. Le quito hierro, pero me preocupo. Pasan las horas. La matrona es un encanto que quiere quedarse hasta el final, más allá de su turno. Pese a su buena voluntad llega un punto en el que todo se estanca. El bebé está encajado pero no baja. Pasan a hermanísima en volandas al quirófano y me voy con ella (privilegios de la profesión). Le doy la mano mientras le ponen la mascarilla con los gases y se duerme. Presión en la tripa. No sale. El cordón es corto. Espátulas para sujetar la cabeza y tirar. Sacan a sobrinísima. Hay meconio en el líquido. El bebé en seguida reacciona y la llevan sin demora a la UCI neonatal. Le conectan tubos y le ponen oxígeno pero, afortunadamente, no precisa nada más que un par de días de observación. Parece un Pumuki punky: es muy blanquita, tiene el pelo de punta con las raíces de un rubio platino y las puntas oscuras del lanugo. Los ojos, incluso ya tan pequeña, son indiscutiblemente azules, grandes, rasgados y con larguísimas pestañas. Es la más bonita de todos los bebés.

viernes, 18 de enero de 2013

El cofrecito

Llega un momento tradicional en la vida de una mujer en el que debe ser informada de los hechos de la vida. Es un instante lleno de incertidumbre y de temor hacia lo desconocido. La novia y futura esposa, en su castidad, desconoce a lo que se va a enfrentar en su noche de bodas y alguien tiene que asumir la ingrata tarea de explicarle lo que le espera. Esta es la inocente premisa de la que partía nuestra añorada tita Mercedes de Linares y, en su enorme bondad, decidió ser ella la encargada de contarnos las bases del sexo en el matrimonio. Su sabiduría al respecto era la de una mujer de pueblo, soltera, entera y profundamente religiosa. Nos enseñó a rezar en nuestra infancia, aunque para esa tarea no faltaron otros voluntarios, pero ni con todas las oraciones del mundo habría logrado que comprendiésemos sus explicaciones sobre las relaciones de pareja si no hubiésemos partido de un conocimiento previo (a cuyo estudio nos habíamos entregado con mucha más dedicación de la que la pobre tita podía imaginarse).

La tita se sentaba con nosotras en privado, con un gesto serio en su dulce rostro. Nos cogía las manos y nos miraba azorada a los ojos. Con su voz musical, en un susurro, casi como si nos contase un secreto, nos  revelaba que las mujeres somos las dueñas de un maravilloso tesoro. Nuestra preciada posesión es un pequeño cofrecito, que hemos de guardar con el mayor de los cuidados durante nuestra vida, hasta que llega el momento crucial de concederle la llave del mismo a nuestro amante esposo. A partir de ahí nosotras mismas debíamos desvelar el misterio de lo que venía a continuación, porque la tita ya había cumplido su labor y nos había dicho todo lo que nos quería decir.

Son curiosas las asociaciones que se crean. Siempre que oigo hablar de un cofrecito no puedo evitar una sonrisa al rememorar ese momento con la tita tan lleno de ternura y de inocencia, por su parte.

jueves, 17 de enero de 2013

KEFTA DE LAS MIL Y UNA NOCHES

Además de las clásicas 1080 recetas de Simone Ortega, tengo un verdadero arsenal de libros de cocina. Algunos son de segunda mano, incluso comprados en viajes, y la mayoría son de cocina exótica, regional, internacional o innovadora. Reconozco que nunca sigo al dedillo ninguno de ellos, a veces por imposibles y otras porque no soy tan metódica. Me sirven para hacerme una idea general  que luego adapto y simplifico. Me gusta escarabajear entre ellos e imaginarme los diversos platos. De ese modo, hace ya tiempo, leí una preparación de carne picada de cordero adobada con menta que me llamó la atención. Era tan exótica que parecía sacada directamente de "Las Mil y una noches". Me imaginé a Sherezade, sentada noche tras noche al lado de su sultán, mientras le narraba sus hermosos cuentos con voz suave y sugerente. Él la escucha fascinado e intrigado, la historia le arrastra y se olvida del resto. El balcón está abierto, la ciudad se recorta blanca bajo el oscuro cielo en el que aún no hay luna. Las cortinas se agitan con el aire seco del desierto. En medio de esa calma, ambos se reclinan relajados sobre una pila de cojines de terciopelo con colores vibrantes, dispuestos al azar sobre la alfombra de seda. Junto a ellos, yace una bandeja de bronce repleta de frescas kemías, apetitosos mezzes y dulcísimos baklavas. El aroma de las especias flota a su alrededor e impregna la atmósfera de las historias.

A la hora de la verdad, al ir a reproducir la receta, ha ocurrido lo que suele ser habitual cuando se busca algo concreto entre los estantes: he sido incapaz de encontrar el libro original. Así que, con algo de memoria y un poco de investigación, me he inventado algo parecido que he pensado que podría estar bueno. Es fácil y rápida, además de diferente a lo habitual. El resultado final de la combinación de especias y picante con la carne de cordero no creo que tenga mucho que envidiarle al de la receta perdida (que seguro que aparecerá a no mucho tardar). Por si acaso no lo hace ¿qué mejor lugar para conservar la nueva versión que el blog?

KEFTA DE CORDERO

Ingredientes
Medio Kg de carne picada de cordero (se puede hacer con pollo o ternera, pero no combina igual)
1 cucharada de perejil
1 cucharada de menta
1 cucharada de cilantro (que no puedo usar porque a House no le gusta, pero que opino que le debe ir muy bien, así que lo dejo escrito para el que le guste)
1 cucharada de almendra molida
1 cucharadita de comino
1 cucharadita de canela
Un poco de azafrán
Media cebolla picada
Una cucharadita de salsa Harissa o una pizca de cayena molida (al gusto de picante de cada uno)
Pimienta y sal
El que sea fanático del ajo, y le siente bien, puede poner un diente bien picado. No lo necesita porque el aliño es ya bastante sabroso sin él.
1 huevo para ligar.

Elaboración
Combinar todos los ingredientes. Dejar reposar de media a una hora para que la carne absorba bien los sabores.
Preparar unas hamburguesas pequeñas.
Pasar por la plancha hasta que estén bien doradas por fuera.

Acompañamiento
Edmund Dulac - Sherezade
Sirve cualquier salsa de estilo árabe, suave, fuerte, dulce o picante según se desee. Combina bien con ensalada, con taboulé, y por supuesto tanto con Hummus como con Baba Ganoush, e incluso con una mezcla de ambos (una especie de Hummus preparado con el doble de berenjena que de garbanzos).

Otra opción sería un tipo de salsa de yogur, en este caso pongo la receta de una picante, aunque se puede preparar también algo tipo tzatiki (yogur, pepino rallado y escurrido, zumo de limón, ajo, menta y sal)

SALSA DE YOGUR CON HARISSA
Mezclar un yogur griego con un par de cucharadas de leche para rebajarlo. Añadir 1 cucharada de menta bien picada y 1 cucharadita de pasta harissa (picante). Rectificar de sal.

Sugerencias: La carne así especiada también es genial para preparar unos calabacines o unas berenjenas rellenas: asar la verdura, vaciarla y mezclar el interior con la carne salteada, rellenar de nuevo las cáscaras vacías y cubrir con queso rallado fuerte. Meter en el horno a gratinar para que quede una costra crujiente por encima. Otra opción es añadirle un poco de cebolla y unas espinacas y ponerla entre placas de lasaña o, siguiendo con la idea de las berenjenas, unas láminas de esta a modo de mousaka.

miércoles, 16 de enero de 2013

Claudia di Paolo en Jorge Juan

Hace tiempo, en uno de mis paseos por el barrio de Salamanca, movida por la curiosidad, entré en el precioso salón de belleza de Claudia di Paolo: luminoso, elegante, lujoso, con ese tipo de lujo que invita, no el que abruma y te hace sentirte cohibida y fuera de lugar. Me recibieron con una sonrisa que derrochaba simpatía y encanto y me pasé allí un buen rato mientras me explicaban los detalles de algunos de sus innovadores productos. Entre otras cosas compré una original pulsera de neopreno que pensé que a hermanita le gustaría lucir en las playas brasileñas.

La pulsera no sólo gozó de éxito con su nueva dueña sino que también le entusiasmó a sobrinísima y, como se acerca su santo, le pidió a su madre una igual para esas fechas. Hermanísima, con su previsión habitual, no tuvo a bien informarme hasta que mis vacaciones llegaron a su fin y mi disponibilidad se vio limitada por el horario laboral. No sé si es que hasta ese momento había contado con que el influjo de las ondas cerebrales de sobrinísima, con sus reiteradas preguntas sobre cómo iba lo de su regalo, me alcanzase de algún otro modo. En vista del estrepitoso fracaso de mis dotes de clarividente, finalmente se decidió a darme alguna pista. Por si acaso, me  dio una última oportunidad y prolongó el plazo hasta el  cierre de las tiendas. El lunes por la noche fue el momento escogido para informarme de la noticia y el martes regresé a toda prisa a la tienda para comprobar si les quedaban más pulseras de ese estilo. Son un bien escaso, la casa francesa que las hacía las ha dejado de fabricar, lo que ha convertido esos brazaletes en piezas casi únicas y exclusivas.

En esta visita he aprovechado para tomar notas de los interesantes productos que una de las solícitas esteticistas, y la propia Claudia di Paolo, me han mostrado. El secreto de su filosofía de belleza está en conseguir el bienestar general de la persona, hacer que se sienta especial para que salga de allí relajada y con un aspecto radiante. Se usan productos especialmente seleccionados por su agradable textura y su eficacia, que se aplican con esmero, tiempo y dedicación para obtener los resultados deseados. Se cuida la piel, el cuerpo y el cabello. Uno es tan joven como se siente, al tiempo que mantiene la personalidad de sus rasgos y sus gestos permiten traslucir sus emociones. Para tener una imagen realmente atractiva no se necesita recurrir a botox, a estiramientos, a infiltraciones y a implantes que borren años y expresividad. Es una filosofía con la que estoy muy de acuerdo: cuidarse para sentirse mejor y que eso sea lo que se refleje en el exterior.

Si se escarabajea en su web se descubre que hay mucho donde elegir, todo igualmente tentador para darse un pequeño homenaje que refuerce el ego. Claudia se siente especialmente orgullosa de sus tratamientos con la marca "Evidens de Beauté", la joya de la casa, el equivalente a la alta costura de la cosmética. Es una línea creada por un francés en honor a su esposa, natural de Japón y adicta a los cosméticos como la mayoría de las japonesas, y de las mujeres en general, y decepcionada por la mayoría de sus promesas. Decidió hacer una firma de confianza, que sólo prometiese aquello que podía cumplir, y lo hizo tan bien que sus productos se utilizan incluso para ayudar a regenerar la piel en algunas unidades de quemados hospitalarias. Es el único centro en Madrid con este tratamiento tan exclusivo. Me han dado un vale descuento que usaré para poder informar de los resultados en otro post.

Entre la mercancía de la tienda hay cosas muy interesantes, como el concepto de Guante Líquido de La Ric, para aplicar tras la crema de manos y prolongar su duración, muy útil en una profesión como la mía. Me encantaron los preciosos jabones con aspecto de auténticas rosas, y por supuesto los millones de cremas maravillosas entre las que resulta difícil escoger. Es como encontrarse en la Gruta de los Deseos de Aladino. También hay productos en los que el cuidado y la belleza se aúnan con la diversión, como sucede con la sofisticada cosmética sexual de "Yes for Love" para jugar, dar besos tan ardientes que te dejen helado, hacer cosquillas, brillar en la oscuridad, inspirar, estimular la imaginación y, a modo de Valmont, escribir mensajes  secretos sobre el cuerpo con tinta invisible que se revela bajo la luz de una linterna, o bajo la luz de una vela que se derrite en un cálido aceite de masaje. ¡Todo para seducir, despacio y uno a uno, cada uno de los cinco sentidos!

martes, 15 de enero de 2013

Sopa de cebolla

La sopa de cebolla es una de mis favoritas. No era un plato que formase parte del repertorio de la cocina linarense y, pese a no profesar una especial afición por los caldos tradicionales, sentía curiosidad por probarla. Me atraía tanto la idea de su costra de pan tostado, cubierto por una sabrosa capa de queso gratinado y fundido, que olvidé mis prejuicios contra este tipo de guisos. Ésta era una sopa distinta al resto.

Recuerdo en concreto una que tomé en Estocolmo, donde a pesar de estar a mediados de Septiembre se agradecía cualquier cosa que calentase las tripas (y el resto del cuerpo). En ese restaurante, una barcaza amarrada al muelle, también tomamos (mejor dicho pedimos, pero no tomamos) unos bígaros vivos (y con tan pocas ganas de morir devorados por nosotros que se escondían en las profundidades de su concha cada vez que intentábamos extraerlos armados con un alfiler). Nos lo pasamos como los indios luchando contra aquellos bichos, sólo por las risas mereció la pena el rato. El camarero nos informó que ese era el punto de cocción en el que los grandes gourmets franceses se los toman habitualmente. Nos reímos aún más, aunque mucho más discretamente, cuando le pedimos al camarero que nos demostrase cómo se las apañaban los hábiles franceses para conseguir comerse los bichos. Tras fracasar en la prueba, a pesar de que le justificaba el no ser francés sino sueco, nos sustituyó aquellos bígaros por unas almejas. No recuerdo el segundo pero sí el postre: una de las mejores crème brulée que he probado nunca, tan buena que la tengo de referente.

Aquella sopa no fue lo mejor del menú, pero las circunstancias la convirtieron en parte de la anécdota. Más que calentar, abrasaba, tenía mucha, muchísima cebolla y una generosa porción de queso. Estaba bastante rica, aunque personalmente la prefiero más ligera. Mis recetas son muy sencillas, la segunda versión (tan rápida que es casi instantánea) es una modificación de la manera de prepararla de Pepa, una de mis grandes, y más queridas maestras, durante la residencia.

SOPA DE CEBOLLA

Ingredientes (para 4 personas)
Versión tradicional
1 hermosa cebolla (cortada y picada)
Aceite (para rehogarla)
1 brick de caldo de carne Gallina Blanca (es el que mejor sale, está tan rico que no hace falta prepararlo ex profeso para la sopa)
1 vaso de vino de Oporto (este es el vino más adecuado para este tipo de sopa, no tiene que ser un vintage, yo suelo usar un Ruby Porto que es barato y que también combina muy bien con las carnes)
Queso curado y rallado manualmente (parmesano, gruyere o manchego según gustos y despensa).
1 rebanada de pan tostado por comensal

Versión rápida ( casi instantánea)
1 brick de caldo de carne Gallina Blanca (no es publicidad, sólo preferencia)
1 vaso de vino de oporto
1 bote de cebolla frita crujiente (son trocitos de cebolla rebozados y fritos. En el IKEA los venden en bolsas pero se encuentran también en supermercados y yo los compro en mi carnicería habitual)
Queso curado y rallado.

Preparación
Versión tradicional
Calentar el horno mientras se prepara la sopa.
Poner las rebanadas de pan en el tostador.
Rehogar la cebolla hasta que esté transparente. Añadirle el vaso de vino de oporto. Esperar que humee unos segundos mientras se evapora el alcohol y verter el caldo. Dejar hervir unos minutos.
Poner en boles resistentes al horno. Colocar encima de cada uno una rebanada de pan tostado y cubrirla bien con el queso.
Gratinar durante un par de minutos en el horno, hasta que se funda el queso.
Servir muy caliente.

Versión rápida
Calentar el caldo con el oporto.
Mientras tanto repartir en el fondo de cada plato la cebolla crujiente y el queso rallado.
Verter directamente en cada plato, por encima de la cebolla y el queso, el caldo hirviendo.
Servir inmediatamente.

lunes, 14 de enero de 2013

Zapatos de cristal

Hay un rasgo que se queda grabado en la psique femenina: al igual que a Cenicienta, unos bonitos zapatos pueden obrar el milagro de transformarla en una feliz princesa. No es necesario que una lleve una vida miserable y duerma entre las cenizas del hogar. Forma parte de los genes humanos el perseguir una vida mejor. Bien es cierto que muchos se dan por satisfechos con superar al vecino, o al menos aparentarlo, aunque eso les suponga endeudarse hasta las cejas.

Para una mujer, los zapatos son una manera ideal de empezar a recorrer ese camino de progresión. Los hombres optan por la vía rápida y conducen por esa ruta. Es un reparto equitativo del cuento: los zapatos de cristal para Cenicienta y la carroza de veloces caballos para el príncipe. Al perder la doncella su zapatito de cristal y huir con el coche, el príncipe se apresura a ir en su busca con la idea de recuperar el precioso carruaje. Para hacerse con la dote, hay que incluir a la dama en el lote. Declara sus intenciones, siempre con el miedo de que la otra les dé "calabazas". El coche de la novia juega un papel fundamental tanto en los preparativos como en la ceremonia de la boda. Ya casados, y motorizados, pueden emprender el viaje.

No hay que escandalizarse cuando la esposa llega a casa con unos escarpines de varios cientos de euros. Son mucho más asequibles un par de tacones, aunque sean unos Manolos de piel de cocodrilo, que el vehículo ideal al que aspiran muchos hombres, con un caballo en el escudo de armas. En cuestiones de mantenimiento las diferencias se acentúan. Por eso, en este caso concreto, resulta infinitamente más viable satisfacer los deseos de una princesa.

domingo, 13 de enero de 2013

En mis trece

Confieso que me gusta el número 13. Quizás sea una falsa impresión pero es una cifra que siempre ha tenido algún tipo de vínculo con mi vida. Para empezar 13 fueron los días que me adelanté al nacer con respecto a la fecha prevista. 13 es el número de pisos de la casa de mis padres y también de la mía, aunque eso es algo habitual en Madrid cuyos arquitectos, definitivamente, no son supersticiosos. 13 era el número que figuraba en la puerta del trastero e incluso mi número de empleado, que tengo desde hace 13 años, insiste en el 13. Mi apellido empieza por la letra que ocupa el puesto 13 del abecedario y ese ha sido también mi lugar correspondiente dentro de la lista de la clase del colegio en más de una ocasión. Independientemente de que exista o no una conexión, la sucesión de coincidencias no deja de resultar curiosa.

En homenaje al primer 13 de este año 13 he decidido escoger mis 13 posts favoritos aunque, para que sea más variado, los elegiré de diferentes secciones. Me conozco y sé que, si me concedo rienda suelta, la mayoría se incluirían dentro de mis arrebatos románticos. Es algo irremediable, si alguno aún no lo ha notado formo parte de la subespecie de románticos incorregibles. Aquí va mi lista con sus correspondientes enlaces.

1. El primero, mi favorito es, lógicamente: Lo mejor que me ha pasado. ¡En fin! Los que conocen a House me entienden.

2. Quizás sea una pequeña trampa pero como el anterior encaja en la sección de House, aún puedo seleccionar una entrada entre las de mis Arrebatos románticos. "La belleza de lo efímero" es mi preferida.

3. Entre los recuerdos me quedo con "Una jornada en la granja" y la casualidad del cuadro de Gianni Strino que tánto se parece a mi abuelo.

4. En las de cumpleaños me encanta la que me dedicó mi padre sobre El cariño.

5. De los cuentos no tengo ninguna duda. El cuento de Esther para Sole es mi favorito indiscutible.

6. De entre las entradas médicas me identifico especialmente con la de Reglas de sangre. La concentración de las cirugías, el alivio tras resolver una urgencia, tras salvar una complicación, es una sensación única entre la superación y el miedo difícil de describir.

7. Mi entrada más Grumpy es en la que doy rienda suelta a mis instintos sanguinarios no quirúrgicos. Creo que mi jefe debió de leerla y desde entonces procura saciar mis ansias dentro de la programación quirúrgica.

8. Un Desahogo en pleno estallido premenstrual: La tiranía de las hormonas. Real y traumático como la vida misma, aunque el mejor momento para preguntarle a la mujer si tiene uno de esos malos días en los que se combina el mal genio, el hambre, el dolor, la hinchazón y la incomodidad, no es precisamente en pleno apogeo hormonal. No todas las féminas tienen ni el aguante ni la autocrítica suficiente en esos instantes para aceptar críticas de buen grado.

9. En la sección de Arte, no sé si por tenerlo reciente, me quedo con mi completo paseo de van Dyck, Martín Rico y los cubistas de Telefónica con la maravillosa figura de Juan Gris. Es cierto que después he visitado más cosas: Gaughin (el pintor que se buscaba a sí mismo con el fin de desvelar el misterio de la felicidad en los rincones más remotos del mundo, y que nunca llegó a encontrarse), la casa de Alba en el edificio de Correos (con obras maravillosas a pesar de su pésima iluminación que las cubrían de reflejos que impedían mirarlas directamente de frente para poder apreciarlas), la magnífica muestra de Cartier (con sus impresionantes diamantes y en la que el dudoso gusto de algunas estrellas pone en evidencia que el dinero no compra la clase. Se excusarían en Navidad, si lo que se pretende es parecer una decoración propia de las fiestas, aunque había casos que no se salvaban ni siquiera en esa época). Repetí a Juan Gris y me gustó todavía más que la primera vez.

10. Entre las recetas, una con mucho cuento ¿por qué no?: En el pellejo de una patata.

12. Si hablo de libros me cuesta escoger. Está el mago de las palabras, el genial Ray Bradbury y su Fahrenheit 451 que se refiere a libros prohibidos y de cómo los libros transforman la vida de las personas. Cualquier buen libro deja su huella en el lector, pasa a formar parte de él, le transporta a otro lugar, a otra época, e incluso le hace conocer un poco a su autor que ha dejado entre las páginas un trozo de sí mismo. He escrito recientemente sobre Erri de Luca. Sin duda sus palabras tienen ese poder.

13. Por último, el número 13, el misterioso número del Destino. Aquí dejo de nuevo esta obra maestra, un verdadero sueño:



viernes, 11 de enero de 2013

El peso de la mariposa de Erri de Luca

El peso de la mariposa era el único libro que les quedaba en la librería del Corte Inglés de Erri de Luca. Miré la contraportada por hábito, me lo iba a llevar de todos modos, independientemente de su argumento. La trama narra la relación y el enfrentamiento entre un cazador furtivo y un rebeco singular, un animal criado con sus propias reglas, marcadas por el instinto de supervivencia, cuya infancia transcurre fuera de la manada tras la pérdida de su madre a manos de ese mismo cazador y, posteriormente, de su hermana entre las garras del águila y que acaba erigido rey de los rebecos, poderoso, orgulloso e invencible. En la historia el paso del tiempo crea un vínculo entre el animal y el cazador; ambos son seres solitarios, diferentes al resto, con un firme carácter forjado en la rocosa naturaleza de la montaña. El lenguaje tiene magia, cada página del libro contiene un fragmento de la agreste montaña. Se puede respirar el aire, oler la tormenta, sentir la libertad del cielo, el silencio de la noche, la fuerza implacable de la naturaleza, el cambio de las estaciones, el frío blanco de la nieve y el cuchillo del hielo. Es poesía de viento, de tiempo, de rocas, saltos y relámpagos. Es la influencia de la naturaleza en el hombre, su respeto ante la nobleza del rebeco. Es la belleza de la vida y el peso de su final. Una maravilla.

"La noche perfecciona la obra tosca que se empezó al despertar, con el cielo aún oscuro. La noche bisela, pasa la última mano de papel de lija fino al día hecho a mano."

"El rey de los rebecos estaba vestido de viento. En la tempestad se dejaba envolver por las ráfagas, eran su capa. Su pelaje brillaba hinchado ante el estallido de los relámpagos, el rey cerraba los ojos y se dejaba abrazar por el aire desatado."

"El sueño en el interior de los ojos es una mancha de tinta que se ensancha."

"Era un día perfecto, de nítidos confines entre un tiempo caduco y otro desconocido."

jueves, 10 de enero de 2013

Montedidio de Erri de Luca

Me encontré con este pequeño libro en mis zapatos de Reyes. Fue un regalo inesperado y ha resultado ser una maravillosa sorpresa. Llama la atención su sencillez, reflejo de la inocencia de su protagonista. Es una preciosidad. Cada palabra está perfectamente engarzada en su sitio, sin excesos, para crear esta joya. A través de su lenguaje poético, fluido y conciso, el lector se introduce en la vida del barrio napolitano de Montedidio. La historia está narrada con la ingenua naturalidad de un adolescente que deja atrás la infancia para empezar a ser adulto. Los personajes son corpóreos, entrañables, humanos. Las relaciones entre ellos evolucionan a lo largo de los párrafos sin necesidad de más explicaciones. Es un libro que se lee de un tirón y, al mismo tiempo, es una obra para recrearse en cada página. Posee frases con reflexiones maravillosas, reveladas de un modo sobrio, directo y muy sincero. Me gustó tanto que, según lo terminé, fui a comprarme otro del mismo autor.

Esta cita lo resume: "El bumerán procede del mar, tiene que volar, mientras hace crecer los músculos de un chaval que aún apesta a tinta de colegio, trabaja desde junio para un carpintero y escribe sobre su nueva vida con un lápiz en un rollo que le regaló el tipógrafo de Montedidio, un resto de bobina."

Mi madre y yo coincidimos en marcar la página 110; inolvidable: "Lo que siento no es nostalgia, sino presencia." "Sentir nostalgia no es echar de menos. Es tener una presencia, una visita." "Sí, de ese modo cada vez que eches de menos darás la bienvenida, acogerás"

domingo, 6 de enero de 2013

La carta de los Reyes Magos

AVISO: Este cuento responde a una pregunta y es sólo para niños, y adultos, que ya hayan planteado esa pregunta.

El cartero real dejó una nueva y pesada saca en la habitación que hacía las veces de buzón en el palacio de los Reyes Magos. En contra de su costumbre no la depositó sobre la mesa de trabajo de Sus Majestades. El motivo es que le resultó imposible entrar, por lo que se conformó con apoyarla en la entrada. La habitación estaba atestada: los papeles la habían invadido por completo. Folios, cuartillas y sobres se apilaban en columnas gruesas e irregulares que se alzaban hasta el techo. Por si estos no bastasen, las cajas se amontonaban en las esquinas y los vistosos envoltorios, preparados y etiquetados para cada regalo, aparecían repartidos por doquier, sin orden ni concierto. No quedaba más rincón libre que el correspondiente al hueco de las ventanas, y eso respondía tan sólo a la necesidad de luz, imprescindible para leer. Incluso la gigantesca mesa de los tres Reyes quedaba oculta bajo una inmensa montaña de hojas apelotonadas, dobladas o arrugadas. Agazapados en el ridículo espacio que quedaba detrás de ella, los Reyes se esforzaban en poner al día su correspondencia.

- ¡Esto es imposible!- se rindió Melchor. – En todos los siglos de mi larga vida nunca me he encontrado con semejante saturación de mensajes.
- ¡No desesperes! – le animó Baltasar, cuyo optimismo le hacía inasequible al desaliento – Ya sabes que aunque la cosa se complique, siempre logramos salir adelante.
Gaspar estudió la situación desde un punto de vista práctico: eran tres magos y disponían de tres camellos mágicos, ni más ni menos. Ni con trescientas caravanas de animales lograrían transportar la mitad de los regalos solicitados ese año.
- No sólo nos afecta a nosotros – indicó. – Está el problema de los animales. Dudo mucho que puedan acarrear todos los paquetes y menos aún en tan sólo una noche.
- No había tenido en cuenta ese aspecto del problema, – confesó Baltasar. – ¡Pobres bichos! Está claro que semejante carga acabaría con ellos. ¿No podríamos encontrar ayuda?

Melchor se quedó pensativo. Era el más anciano de los tres y hasta la llegada de los otros se había encargado él sólo del reparto de presentes. Al principio era más sencillo, no se concentraba todo en un único día, sino que se entregaba una ofrenda especial una vez en la vida de cada individuo. El momento escogido era el del nacimiento de éste. Luego, con motivo de la Natividad Divina todo había cambiado. ¿Cómo dejar pasar una fecha tan señalada sin celebrarla de algún modo? Había sido entonces cuando había encontrado a sus compañeros y juntos habían decidido convertir ese día en una época especial para el resto de los tiempos.
Sin embargo el mundo crecía, y lo hacía de un modo imparable. Las comunicaciones lo universalizaban todo y el trabajo se multiplicaba. Su labor cada vez resultaba más difícil. Afortunadamente surgieron nuevas figuras: San Nicolás se ofreció a ocuparse de parte de la tarea y, para no cruzarse en el viaje, decidió distribuir los regalos en Nochebuena. Últimamente también andaba saturado ya que, al igual que a ellos, le llegaban misivas desde las regiones más remotas del globo, lugares que antes formaban parte del territorio de los Tres Reyes, y viceversa. En algunos países algunas brujas buenas otorgaban dones al finalizar el año, e incluso había regiones en las que contaban con la ayuda de un modesto buhonero que transportaba ilusiones en su fardo.

Gaspar suspiró y cogió una nueva carta. Más les valía apresurarse o ni siquiera iban a terminar de clasificar el correo. Leyó:
“Querido Gaspar:
Este año quiero pedirte un deseo. Aunque procuro portarme bien no siempre lo consigo y me gustaría hacer que mis padres se sintieran tan orgullosos de mí como yo lo estoy de ellos. Son muy buenos, siempre están de buen humor y ayudan a todo el mundo. Son los mejores padres que existen y deseo parecerme a ellos para demostrarles cuánto les quiero. Muchas gracias y besos para los tres: Enrique”

- ¡Mirad qué carta tan bonita! ¡Ojalá hubiese muchas como ésta! – les comentó a sus compañeros al tiempo que la leía en voz alta.
- Creo que esos padres ya tienen motivos para estar orgullosos de su hijo – dedujo Melchor.
Baltasar sonrió. Se le había ocurrido una idea.
- Creo que ya sé como solucionar nuestro problema.
- ¿Cómo?- se asombraron sus compañeros.
- Seguro que hay muchos padres como esos. ¡Debemos pedirles ayuda!
Los otros dos se miraron y asintieron. ¡Por supuesto! ¡Qué gran idea! ¿Cómo no lo habían pensado antes? ¿Quién estaría más dispuesto a satisfacer los caprichos de sus hijos que sus propios padres?
- ¿Y si no tienen padres? – preguntó Gaspar con tristeza.
- En ese caso lo ideal sería que hubiese alguien que supliese esa función, pero si no sucediese así, siempre podemos ocuparnos personalmente de esos casos – explicó Baltasar sin perder su ánimo característico.
- No puedo estar más de acuerdo – declaró Gaspar.
- Lo primero es contactar con ellos – decidió Melchor.
- Eso es muy fácil: tenemos todas las direcciones en los sobres de sus hijos. Sólo necesitamos enviarles a ellos las cartas con una nota de auxilio – sugirió Gaspar.
- ¡Pues empecemos! ¿Qué tal si les mandamos la primera carta a los padres de Enrique? Seguro que ellos pueden cumplir su deseo.

“Queridos padres de Enrique:
Somos los Tres Reyes Magos de Oriente y necesitamos su ayuda o este año no podremos concluir nuestra tarea. La carta de su hijo nos ha dado la idea de escribirles directamente para explicarles nuestra apurada situación. Él les admira tanto que lo único que desea es parecerse a Uds y lograr que se sientan orgullosos de él. Por su mensaje sabemos que son las personas más idóneas para convertir su sueño en realidad. ¿Lo harían? ¿Se ocuparían de realizar sus deseos en nuestro lugar?
Muchas gracias y Felices Fiestas de SSMM Melchor, Gaspar y Baltasar.“

Durante todo el día los Reyes se entregaron con entusiasmo a la escritura de aquellos mensajes hasta completar el último. Impacientes, los enviaron todos aquella misma noche ¿Qué sucedería?

Al día siguiente el Cartero Real regresó de su viaje cargado de sacas. La vacía habitación se llenó de nuevo a reventar. Los reyes contemplaron todas aquellas cartas con una combinación de respeto, recelo y esperanza antes de atreverse a abrir los sobres. Rasgaron el primero con dedos temblorosos y el alivio se reflejó en sus caras. Más tranquilos pasaron al segundo. Suspiraron. Rápidamente cogieron el tercero, el cuarto, el quinto… Siguieron y siguieron, uno tras otro, sin detenerse ni un instante. Leían casi sin respirar. Al terminar, una sonrisa iluminaba sus felices rostros. La respuesta había sido unánime: “Estimadas Majestades: Gracias por regalarnos ilusión. Nos sentimos dichosos, y muy honrados, ante la perspectiva de que nos consideren sus pajes. ¡Es emocionante! Cuenten con nuestra más entusiasta colaboración. Con todo cariño: Los padres”.

sábado, 5 de enero de 2013

Noche de Reyes con hermanísima

El día que a los Reyes Magos se les ocurrió la brillante idea de llevarle regalos al Niño del pesebre y luego, para más inri, extendieron esa práctica al resto de los infantes del mundo, no tenían ni la más remota idea de la que iban a montar. Si el Niño se hubiese parecido en algo a hermanísima, seguro que ni se les habría ocurrido repetirlo.

El trajín de Año Nuevo, en el que "Santa Hermanísima" se encarga de comprar y preparar toda la cena para su familia política (para luego llevarla a casa de su suegrísima y que les sea más cómodo al resto), no tiene ni punto de comparación con la inquietud que precede a los Reyes. Lo más sensato es permanecer alejado. Por supuesto, desde que empezaron las vacaciones ha comprobado diversas recetas de roscones, con y sin gluten, para determinar cual es el más le gusta. Doy fe de que deben de estar todos riquísimos porque duran tan poco que nunca me llega ni una miga (es el precio que hay que pagar por quitarse de en medio). La mañana del día 5 se la pasa haciendo planes para que no se le escape ningún detalle y, después de comer, se prepara con antelación suficiente (dos horas mínimo) para la Cabalgata. Pese a la nieve y el hielo, hermanísima ocupará la primera línea, y arrastrará con ella a sobrinísima y ciclón, que tratarán de moderar el entusiasmo de su madre en la lucha por los caramelos. Supongo que el que nadie nos llevase nunca durante nuestra infancia a una cabalgata (¡Gracias!) le provocó un trauma que ahora paga con las chiquillas que deben disfrutar a cualquier precio (chichones, congelación, aglomeración) del mágico paso de las carrozas.

Al terminar la cabalgata da comienzo la noche, que sigue siempre idéntico protocolo, establecido gracias a su reiteración año tras año. La última vez que la pase con ella fue la de antes de su boda. Ella tenía 24 años y yo 25. No tuve la previsión suficiente de ponerme guardia ese día. Una vez ambas fuera de la casa materna me he guardado mucho de repetir la experiencia. De hecho en mis primeras navidades con House ambos huimos a San Francisco (aunque él aún no sabía de qué escapaba).

La cena es en realidad merienda-cena y debe hacerse a buena hora para que así todos nos podamos acostar pronto y a los Reyes les dé tiempo a visitar nuestra casa sin problemas. Estoy convencida de que debemos estar los primeros de su lista, no creo que haya ningún otro hogar en el mundo en el que se apaguen antes las luces (y tengo en cuenta las diferencias horarias terrestres). Pese a ser invierno estoy casi segura de que aún queda algún rayo de sol. Da igual, comienza el ritual:

 9 de la noche. Llega hermanísima con los primeros signos de alteración: ¡Grumpy vamos! ¡Es hora de acostarse!
Miro el reloj. Compruebo que no se ha parado. ¡¿Ya?!- pregunto - ¿No es aún muy temprano? (no aprendo, soy una auténtica ilusa)
- ¿Temprano? ¡Si ya es de noche!
Si ella lo dice. Afortunadamente no vivimos en el Norte de Europa o me veo en la cama a las 3 de la tarde.
Intento hacerme la remolona, pero no me sirve de nada.
- Aún no he puesto los zapatos - me excuso.
- Ya lo he hecho yo por ti (además me los ha limpiado y abrillantado para que los Reyes los vean en todo su esplendor)
¡Qué remedio! A las 9 y media ya estamos en la cama. Procuro leer un poco.
- Grumpy, apaga la luz, si la ven los Reyes pensarán que estamos despiertas.
Obedezco.
A las 10.
- Grumpy, no me puedo dormir.
¿Y le extraña?
- ¿Y si no vienen los Reyes? ¿Me traerán lo que he pedido?
La miro. Efectivamente, tiene 24 años y fecha de boda. ¿Cómo es posible?
- No te preocupes. Ya verás como vienen (por la cuenta que les trae, pobres de ellos si faltasen a alguna cita. Veo a hermanísima en Oriente dispuesta a exigirles explicaciones)

Hermanísima da vueltas y más vueltas hasta que empieza a hablar. No es que pretenda mantener una conversación, simplemente se ha dormido y habla en sueños. Cuando afirmo que no calla ni debajo de agua es con razón.
Medianoche. Estoy dormida y siento que alguien me sacude. ¡Ya empezamos!
- Grumpy, creo que oigo ruidos ¿serán los Reyes?
Gruño, es lo que corresponde. Me doy la vuelta y hago como que no me he enterado.
Las dos de la mañana. Hermanísima está sentada en mi cama.
- ¡Grumpy, grumpy! ¡Despierta!
- ¿Qué hora es?
- Las dos.
- ¡Es demasiado pronto! Los Reyes se enfadarán si les descubres. Vuelve a la cama.
Las cuatro.
- Grumpy, ya son las cuatro. ¿Te vienes a ver si ya han venido los Reyes?
- No me apetece.
No importa. A esas horas hermanísima no resiste más y va ella sola al salón.
4 y media.
- ¡Grumpy! Los Reyes ya han venido.
- Qué alegría - mi tono indica otra cosa
- ¡Hay un montón de regalos!
Estoy perdida. Ahora me los va a enumerar uno por uno. No sólo los suyos. También me ha hecho el favor de abrir los míos, los de hermanita y en ocasiones hasta los de la Señora (si no ha podido adivinar el contenido del paquete por el tacto). Efectivamente me los cuenta, aunque no presto atención.
- ¿No quieres venir a verlos?
- Ahora mismo, no (¿soy demasiado seca?).
6 de la mañana, con suerte pueden ser las 6 y media.
- ¡Grumpy, levántate! (ya no tengo opción) ¡vamos a ver tus regalos!
- ¡Si ya los has visto!
- ¡Pero quiero que los veas tú!
¡En fin! Me levanto. Total, desde las 9 y media me ha dado tiempo a dormir un montón de horas, aunque también creo que he tenido guardias mejores. Vamos juntas al salón.
- ¡Mira cuántas bolsas! ¡Abre éste, abre éste!
No me tengo que molestar, ella  escoge los paquetes, me los pasa, me los quita, los abre, los admira ¡y son mis regalos! Los disfruta tanto que me dan ganas de que se los quede. Me arrastra a cotillear también los regalos del resto (en su caso por segunda vez).  Tras años de entrenamiento, hermanísima es una especialista en levantar el celo del envoltorio y pegarlo de nuevo sin que se note.
Se nos pasa una hora de encendido entusiasmo, no precisamente silencioso al final (posiblemente tampoco al principio). Oímos a mi madre levantarse.
- ¡Mamá! ¡Ya han venido los Reyes! ¡Mira qué de regalos! Tienes unas cosas preciosas.
La Señora aún tiene algo de sueño pegado (y eso que ella no comparte el dormitorio con hermanísima, sino con el catedrático, cuyo comportamiento dudo que se parezca mínimamente al de su hijísima). Sueño o no sueño no le queda más remedio que admirar los regalos (aunque al igual que en mi caso tampoco tiene que meter baza, hermanísima se basta y sobra para alabarlo todo).

La Señora prepara el chocolate. Se pone la mesa. No sé para qué tantas prisas si hasta que no se hayan levantado todos y hermanísima haya sometido al resto al obligatorio ritual, y emitido su opinión sobre cada uno de los paquetes, no nos sentaremos a tomarnos el roscón, cosa que sucederá entre las 11 y las 12 de la mañana (somos una familia cool que hacemos brunch de roscón con chocolate). La merienda-cena fue a las 8, cuando me siento a la mesa tengo ganas de morder algo (¿por qué no empezar con hermanísima?)

PS: Sé por cuñadísimo que las cosas no han cambiado y que tanto él como sobrinísima y ciclón disfrutan lo mismo que yo durante la Noche de Reyes, que pasan todos juntos, en feliz reunión, en casa de mis padres. La Señora aún nos invita a que nos quedemos allí con ellos para que compartamos con ellos el espíritu de la celebración. El hermano sí que pica y comparte habitación con las sobrinas, que han heredado de su madre el entusiasmo y, por supuesto, el ritual (que además han perfeccionado para ejecutarlo en estéreo, aunque creo que mi sufrido hermano no valora esa mejora cómo se merece).

viernes, 4 de enero de 2013

La isla del Tesoro: de Holbein a Hockney

Una de las mejores cosas que tiene Madrid es su inmensa oferta cultural. Hay planes para todos los gustos y el único problema es enterarse de todos ellos y dar abasto para visitar todo lo interesante, porque no sólo se requiere el tiempo de la visita sino también el del desplazamiento, y eso, en esta ciudad, no es algo desdeñable.

Afortunadamente, de un modo u otro, ya sea directa o indirectamente, la información sobre los eventos que merecen la pena me suele llegar (y si no lo hace no me entero, la lástima es cuando lo descubro a posteriori). En este caso se lo debo a una de mis amigas. Me comentó recientemente que pensaba ir a visitar la Exposición de la Fundación Juan March, a la que le tengo especial cariño porque estaba al lado de nuestra antigua casa y solía pasearme por sus salas con relativa frecuencia. Me interesé por ello y me apunté. Finalmente su plan se pospuso pero yo seguí con el mío. Tras visitar la página web, y en vista de todo lo que abarca, opté por intentar la visita guiada. He llegado con tiempo, he visitado la exposición por mi cuenta, me he apuntado a repetirla con la guía y, finalmente, eso he hecho (al tiempo que tomaba apuntes como una desesperada, con un boli que sólo escribía a ratos, para dejarlos aquí para el que le apetezca ir y no pueda hacerlo con guía). Además he podido relacionar paseos anteriores con la explicaciones, lo que ha sido un aliciente.

El nombre de la Isla del Tesoro hace referencia a que el Arte de las Islas Británicas es aún bastante desconocido. En esta exhibición pretenden subsanar este fallo y hacen un recorrido desde el S XVI hasta la época contemporánea, con un especial énfasis en sus artistas y en los géneros más representativos. La exposición se divide en siete amplios periodos.

La primera sala, "Destrucción y Reforma", abarca desde el año 1520 hasta el 1620. Es la era de los Tudor, cuya monarquía absolutista se esfuerza por sacar a Inglaterra de la oscuridad de la Edad Media. Uno de los medios de los que se valen para lograr su objetivo es el arte, con el que además pretenden divulgar una imagen poderosa de la dinastía. No hay que olvidar que Enrique VIII, para casarse con Ana Bolena rompe con la católica iglesia de Roma que no le permitía separarse de su esposa, Catalina de Aragón. Inglaterra se convierte con ello en un refugio para los artistas protestantes europeos que huyen de la persecución religiosa Europea. Entre ellos se encuentra Holbein, que es el que se encarga de introducir el Renacimiento en la atrasada Inglaterra. Al mismo tiempo la Reforma también influye en la temática de los cuadros: lo religioso queda proscrito (y de hecho se destruyen obras ya existente), lo mitológico no tiene tirón y se recurre al retrato. Holbein muestra su maestría en ese género con retratos fieles al modelo, con contornos nítidos y un dominio del óleo que se muestra en la transparencia de la piel. Son esos retratos los que darán origen a la tradición de las miniaturas. En el retrato isabelino se presta gran atención a los detalles de los vestidos, que indican la clase social del individuo, ya que sólo a los nobles les está permitido lucir sedas, terciopelos, brocados y perlas. Los contornos son precisos, aunque las formas carecen de volúmenes y los fondos son neutros.

El segundo periodo corresponde a "La Revolución del Barroco". El rey es Carlos I, un Estuardo, hijo de Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia (e hijo de María Estuardo, al que dio a luz, acosada por sus enemigos, en una diminuta habitación del Castillo de Edinburgh en el que se había visto obligada a refugiarse). La figura clave es Anthony van Dyck, afincado en Londres en 1632, que lleva a Inglaterra una pintura más sofisticada, con aires a Tiziano. El retrato, como el que se exhibe de la reina Henrieta María de Francia, esposa de Carlos I, es más teatral y dramático: la figura no está de frente sino ligeramente girada, el rostro es más expresivo y los ojos miran al espectador, los colores son fríos con un gran énfasis en la luz. En estas obras se refleja la cultura cortesana de la época y se incorporan los paisajes al fondo de las mismas.

En el S. XVIII Londres se ha convertido en la ciudad más grande del mundo y su gran actividad económica, a nivel mundial, se traduce en una intensa vida cultural. Entramos en la tercera sección de la exposición: "Sociedad y Sátira". Una obra de Canaletto revela cómo se produce este cambio. Con su característico estilo arquitectónico muestra el Gran Paseo de los famosos Jardines Vauxhall, en los que se centraba parte de la vida social y cultural tanto diurna como nocturna. El paseo está flanqueado por edificios en los que los artistas ingleses del momento organizan exposiciones para dar a conocer su obra (un modo alternativo de difundirla). La escuela pictórica inglesa adquiere relevancia propia. En 1798 se funda la Royal Academy de Londres, siendo Joshua Reynolds su primer presidente.
En esta sala destacan los retratistas Gainsborough, Ramsay, el propio Reynolds, y Hoppner, que transforman el retrato fiel del Renacimiento en un retrato idealizado, ajustado a los cánones de belleza del momento. En contraposición a lo académico surge la Sátira. Sus miembros defienden que esas bonitas representaciones no se corresponden con el carácter inglés y las definen como afrancesadas. Relatan problemas sociales con ilustraciones y sus obras, llenas de sarcasmo, exhiben retratos caricaturescos y burlas de los males de la época: desde la gota de los ricos, por el consumo excesivo de vino y carne, hasta la famosa escalera de caracol de la Academia, tan estrecha y empinada que es causa directa de no pocos accidentes y que, además, era la razón por la que el obeso rey no podía asistir a las inauguraciones académicas, ya que era incapaz de trepar por ella.

El paisaje, que formaba parte del fondo de los retratos, gana autonomía y protagonismo. A él se dedica la cuarta sección: "Paisajes de la mente". Surgen dos corrientes artísticas: el Neoclasicismo y el Romanticismo. El máximo exponente del neoclasicismo es el francés Claudio de Lorena, cuyo imitador inglés es Richard Wilson. Pintan una naturaleza idealizada y perfecta, amable, y también inexistente, de luces armónicas y con restos de antiguas ruinas. Los románticos, en las figuras de Turner (que anticipa el impresionismo),  Constable y John Martin, por el contrario, buscan el contacto directo con el aire libre. Constable concede gran importancia a las nubes a través de las cuales se filtra la luz que ilumina, separa, crea y define los distintos planos, al tiempo que representa con ella la divinidad invisible. En John Martin la naturaleza es grandiosa, con cielos inmensos e inabarcables y los humanos no son más que accidentes sin relevancia ni identidad dentro de la obra. La oposición hacia los academicistas continúa con artistas como James Barry y el espiritual William Blake.

En la era victoriana Inglaterra vive una época de esplendor que impulsa el avance del arte y la construcción de Museos. La Gran Exposición de 1851, celebrada en el magnífico Palacio de Cristal de Hyde Park, cuya estructura despertó no sólo la admiración, sino también el deseo de emularla entre los arquitectos del resto de Europa, se convirtió en el mejor escaparate de Inglaterra. Es la quinta fase de la exposición: "Realismo y Reacción". En 1848, también como oposición a los Neoclásicos, surgen la Hermandad de los Prerrafaelitas, con temas inspirados en leyendas artúricas, tragedias, romances y poemas medievales. Además de por los temas, su misteriosa pintura, entre el sueño y el cuento, se caracteriza por el uso de colores vivos y brillantes, típicos de los maestros italianos anteriores a Rafael, de ahí la denominación. Se recrean en la belleza y plasman cada objeto, independientemente del plano en el que se encuentre y de su relevancia dentro de la obra, con exhaustivo detalle.

El genial pintor americano, John Singer Sargent, fue el encargado de llevar las técnicas impresionistas a Gran Bretaña. Junto con Sorolla se convirtió en uno de los retratistas más buscados del S. XIX. Su retrato de las hermanas Asher, según regresan de un baile, avala su merecida fama: la expresión de felicidad en sus rostros, su directa mirada, la naturalidad de su postura en la que queda patente el vínculo que las une, los trazos abocetados que reproducen a la perfección la textura y el brillo del raso blanco del vestido de una en contraste con la pincelada más densa y pareja de la pesada caída de los pliegues del terciopelo rojo de la otra. Una auténtica maravilla.  Whistler, cuya obra Nocturno decora el fantástico e ilustrativo folleto de la exposición, muestra la influencia del paisaje impresionista francés en sus cuadros. Es un adelantado a su época, que incluso roza la abstracción. Su fin es el arte por el arte, la belleza por la belleza, y se vale de colores y luces para plasmar en el lienzo el efecto que desea. Establece un paralelismo entre música y pintura. Considera ambas como una armonía tonal, una de sonidos y otra de colores, y por eso sus obras poseen títulos como el de este Nocturno, válido tanto para una composición pictórica como musical.

"Modernidad y Tradición": En el S XX Gran Bretaña se une a la vanguardia del resto de Europa en su búsqueda por la abstracción, ya sea a través del color o de la geometría de las formas. Hay una atracción por lo industrial, el ferrocarril, la clase media. Surge una corriente inglesa propia, el Vorticismo, en la que se fusionan el cubismo de Picasso y Braque, con el futurismo de Marinetti. El comienzo de la 1ª Guerra Mundial le pone fin casi de cuajo, tras una breve vida de sólo 3 años, al enviar al frente a sus miembros. Unos van alistados y otros como pintores de guerra, en ambos casos la evolución de la pintura se interrumpe ya que la guerra concede poca libertad en los temas, en la experimentación y en el día a día. En el periodo de entreguerras la vanguardia florece y en 1933 surge Unit One, una miscelánea de artistas con estilos muy diferentes que se unen en su deseo de introducir en Gran Bretaña el arte moderno Europeo, en cualquiera de sus múltiples concepciones, tanto previas como posteriores a la Gran Guerra. En 1939, con la 2ª Guerra Mundial se truncan la labor del grupo y sus esperanzas.

La última sección de la exposición se titula: "Un mundo feliz". Ha terminado la 2ª Guerra Mundial. Las tendencias predominantes son el conceptualismo y el Pop-art, con la representación de un estado de bienestar, consumista y hedonista, del cual Hockney es su máximo exponente. El arte británico alcanza reconocimiento internacional. Como oposición a la abstracción y el minimalismo que domina al resto de los artistas, Auerbach, Bacon, Kitaj y Lucien Freud forman la Escuela de Londres y trabajan con el arte figurativo y la figura humana. Peter Blake lleva el collage al Pop-art, desde su portada de Sergeant Pepper para los Beatles, para la que tuvo que realizar un montaje previo a tamaño real con las 70 fotografías que componen el fondo, a su Muro del Amor: una preciosa y romántica selección de estampas, cromos y fotografías dignas del mejor San Valentín. El arte evoluciona hasta hacerse óptico, busca crear ilusiones cinéticas e incluso genera un leve mareo al hacer navegar al espectador sobre el  juego plasmado en el lienzo. Es el Op Art, con el ejemplo de la impresionante Catarata de Bridget Riley en la que las líneas fluyen y ondulan al seguirlas (no se puede reproducir, hay que sentirlo en directo). Para terminar, es interesante bajar al sótano donde hay una gran escultura de pared en la que Thomas Cragg, en su Great Britain seen from the North de 1981, anuncia el cambio que está en marcha en Gran Bretaña.


En resumen una exposición preciosa, variada y muy didáctica. Merece la pena. Aunque las obras con las que he ilustrado el post no sean las más representativas, son las que más me han gustado (difícil escoger entre los prerrafaelitas: Dante Gabriel Rossetti, Burne-Jones, Frederick Leighton, John Everett Millais, uno de los fundadores de la Hermandad pero que luego se volcó en otros temas, y además, en la misma sección, Sargent, que no sólo bebe de fuentes impresionistas sino también velazquianas por lo que es mucho Sargent). Lo mejor es disfrutarlas todas y cada una de ellas en vivo y en directo.

Seguro que el vídeo de la exposición (que os dejo a continuación) os resulta más entretenido que toda mi disertación.