domingo, 31 de marzo de 2013

Cambio de hora


El reloj avanza una hora. La luna se queda hasta más tarde y al sol le cuesta recogerse al final del día. El tiempo no varía, la hora que no se mide se guarda y regresará. Si se pudiese borrar: ¿qué desearíais olvidar?

viernes, 29 de marzo de 2013

Furoshiki


El término "Furoshiki" designa un paño grande que se utilizaba tradicionalmente para envolver y transportar objetos en Japón. El Ministerio de Medio Ambiente japonés ha hecho campaña para recuperar y potenciar este antiguo y ecológico arte. Actualmente se emplea también para decorar, sólo hay que escoger la tela que mejor se ajuste a nuestro gusto y seguir los pasos según la forma del objeto. Los aficionados a las manualidades, hermanísima en cabeza, ya tienen algo más con lo que entretenerse. Además es un juego divertido para los niños que pueden convertir este método en una alternativa, reciclable y reutilizable, de envolver regalos.

 (Leer en vertical)

El vídeo (de YouTube) es breve, sencillo y muy demostrativo.


jueves, 28 de marzo de 2013

Vida de poesía por hermanísima

El comentario de hermanísima se merece una entrada propia

Poesía son también las torrijas de la tita Chani, las tapillas en La Cazuela, los ratos con padres, hermanos, primos y amigos.
Poesía es el sonido de la procesión a lo lejos, el olor a orujo al entrar por Guarromán, las risas de mis hijas al abrazar a su tío, el brasero de casa de la tita Manoli, los caballos, las palabras acertadas de mi tío Anto y los comentarios agudos de mi tío Pepe, la cara tan preciosa de mi chiqui en el Skype...
¡Qué suerte tener una vida tan llena de poesía como la nuestra!

miércoles, 27 de marzo de 2013

Poesía en prosa

¿Que es poesía? Poesía es música escrita. Es un lenguaje secreto que se cuela entre los sueños. Es el aliento que fluye con cada respiración, el aire en el que las palabras laten, se expanden, se prenden en la mente y evocan una emoción. Es la pasión de un instante feliz, el encanto de la belleza, la tristeza profunda de un lamento de dolor, la dulzura del consuelo, la alegría por la vida, la furia de la tormenta, la nostalgia de un recuerdo o la escena de algún cuento.

La poesía se lee con los párpados entornados. Sólo entonces las letras se deslizan por la página y danzan unas con otras al compás de las estrofas. Se enlazan, se balancean, se elevan y te envuelven con su romance de sílabas y de notas. Es un susurro en la mente, una ráfaga de viento, una frase que conmueve. Un rastro que te estremece, que aviva los sentimientos y recrea la emoción de verlos nacer de nuevo. ¿Que es un verso? Un beso.

martes, 26 de marzo de 2013

La guerra del sueño

El sueño te vence y no queda más remedio que rendirse a él. Puede ser muy traicionero y presentarse bruscamente, sin avisar. Es sigiloso en su avance. Una vez que llega se erige en dueño. Invade y conquista. La lucha es inútil. Aún así, en ocasiones, se le opone resistencia. Si no se desea, si ese momento no es bueno y se quiere posponer, presenta una dura batalla. El sueño no se deja dominar. Los párpados pesan, el cuerpo se acorcha, la cabeza se cae, los músculos no tienen fuerzas. El único deseo es el de dejarse llevar por él, apoyar la cabeza en la almohada y descansar.

El sueño engaña. Su estrategia consiste en que creas que tan sólo se trata de dar una pequeña cabezada. Se cierran los ojos despacio, durante un mero instante, nada más que unos segundos. Con esa acción el efecto es el mismo que el de bajar el telón al final de una función. La historia se acaba y empieza otra, en otro mundo. Tampoco eso se controla. Los sueños se rigen por el azar.

Es caprichoso en sus visitas. No se le puede llamar. Si se le intenta atrapar, huye. Se pierde durante la noche. Se le busca entre las sábanas a base de dar vueltas. Le gusta la luna llena y a veces se escapa a verla. Si se engancha en ella, ya no regresa esa noche. Puede que aparezca al amanecer, que responda a la llamada inoportuna del despertador y decida hacerte compañía durante todo un largo día.

lunes, 25 de marzo de 2013

Interconsultas

Una de las tareas que más pereza me provoca en el hospital son los partes de interconsulta de los hospitalizados. El trajín que conlleva trasladar un paciente ingresado hasta la consulta para valorar allí su patología hace que se me erice el vello cada vez que descubro una nueva solicitud en el ordenador. El caso es que la petición está allí y no queda más remedio que hacerle caso, por mucho que se desee que desaparezca espontáneamente, que no sea más que un error o, la mejor solución de todas, que el enfermo se haya ido de alta. Se piensa que cuanto antes se le atienda, mejor, pero es ahí precisamente donde radica el problema y el motivo de la desesperación. Hay que armarse de paciencia y conviene hacer un buen acopio de ella porque se va a necesitar toda, e incluso más. Este es el proceso, abreviado:

Primer paso: avisar a la planta donde está ingresado el paciente para que programen su traslado dentro del hospital. Cuanto más temprano se llame, más posibilidades de éxito. El secreto está en adelantarse al resto.
Segundo paso: cruzar los dedos para que el mensaje anterior le llegue sin más demora a la enfermera encargada del paciente.
Tercer paso: Si las cosas se retrasan y no se está al quite, tocará esperar a que la enfermera termine todas sus tareas antes de que se ocupe del caso.
Cuarto paso: tras una rellamada porque el enfermo no aparece tras un par de horas, se recibe la explicación de que el paciente está aislado (cosa que sucede con relativa frecuencia y que implica que no puede ser trasladado de ningún modo). Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma (con bata blanca y todo el equipo necesario para preservar las condiciones del aislamiento) irá a la montaña. Claro que no siempre es posible solucionar el problema de ese modo.
Quinto paso: que se alineen los astros para que el paciente no tenga programada ninguna otra prueba esa mañana que, por supuesto, tendría prioridad sobre la interconsulta. Si se trata de rehabilitación o de diálisis es mejor abandonar directamente e intentarlo en otro momento. Con las pruebas de imagen se está a expensas de cuándo se disponga de algún hueco en radiología. Si uno se pasa por ese servicio para preguntar la hora a la que está previsto llamarle, y hacerse una composición de tiempo, lo más probable es que le digan que en una media hora. Nunca hay que asumir que esa media hora consta de sólo 30 minutos. La única garantía de coincidir en el horario es que uno cuente con que dispone de 30 minutos para atender al paciente.
Quinto paso: hacerse con un celador para que realice el traslado. Aquí está el cuello más largo de la botella. Los celadores no abundan y, sin embargo, sus tareas requieren que se multipliquen y que cada uno se reparta entre varios lugares a la vez. En el hipotético caso de que haya un celador disponible a buena hora no se puede cantar victoria, lo más probable es que también aparezca el carrito de los desayunos y entonces ya se sabe: la prioridad es que el enfermo se nutra.
Sexto paso: el traslado. Suele transcurrir sin mayores incidencias pero eso no supone que sea un paso exento de riesgos. Hay pacientes que deben ser trasladados en la cama, lo que presenta el inconveniente añadido de que algunas camas no entran por las puertas de la consulta (debido a un error de diseño que sucede en más de un hospital, al parecer las puertas más pequeñas son más baratas). También hay pacientes que aunque pueden ir en una silla de ruedas, necesitan una grúa para sacarlos de su cama y sentarlos en ella. Si es así no bastará con un solo celador, so pena de herniarle, sino que harán falta al menos dos, por lo que hay que retroceder de nuevo hasta el quinto paso.
Séptimo paso: el camino. Los pacientes se pierden con relativa facilidad. Con menos frecuencia, aunque también sucede, es el celador que los transporta el que no conoce el destino, o lo lleva antes a otro, y realiza un tour por los pasillos mientras conduce la silla de ruedas.
Octavo paso: en la puerta de la consulta. Ahora al que le toca esperar es al enfermo porque el médico que iba a verle se ha visto obligado a marcharse a atender otras obligaciones.
Noveno paso: la consulta ¡al fin! Aquí se descubre, con relativa frecuencia, que la patología por la que se solicitaba valoración no es algo que haya sobrevenido durante el ingreso, sino que se trata de un problema crónico, de años de evolución, y ya que está en el hospital, ¿qué mejor que aprovechar la oportunidad para estudiarle a fondo? Por supuesto hay que regocijarse de que no sea ninguna urgencia, o el pobre hombre lo habría pasado muy mal en el ínterin. Otras muchas veces el origen no se corresponde con nada de la especialidad y también los hay que llegan a la consulta en tal estado que, una vez allí, es prácticamente imposible hacerles nada.

Con todo esto en la cabeza, enfrentarse a una nueva interconsulta requiere mucho valor, un largo suspiro de sufrimiento, autocompasión y paciencia y una palmadita comprensiva en la espalda del resto de los compañeros que comparten esa misma situación el resto de los días.

domingo, 24 de marzo de 2013

La llave de la biblioteca

Soñé con un universo plano, una superficie blanca y sin fin, habitado por unos sabios muy ancianos. Su sabiduría estaba archivada en una biblioteca secreta que contenía todo el conocimiento de los diferentes mundos. En sus libros se recogía el poder que les había dado origen y el que les daría fin, su fortaleza y su debilidad junto con los secretos de cada uno de ellos. El tiempo, la magia, la imaginación, la mitología, los sueños, lo conocido y lo desconocido, los universos paralelos y lo que habría podido ser, todo estaba guardado en el interior de aquellos tomos. Todo era realidad en cada uno de ellos y de salir de ellos también sería real en el resto. Era un conocimiento que no sólo lo preservaba todo, sino que además podía alterarlo y también destruirlo.

Soñé que custodiaba la llave de aquella biblioteca. Los sabios confiaban en mí y tenía pleno acceso a ella. Leer un libro era entrar en él para viajar al mundo que describía. No era una llave clásica, era redonda, dorada y plana. Parecía una moneda aunque mucho más valiosa. Sólo tenía que lanzarla al suelo para que se transformase. Se derramaba a mis pies como la tinta de un nuevo texto, diferente cada vez, se abrían las portadas al caer y yo entraba y pasaba a ser parte de sus páginas.

Unos guerreros ninja, mercenarios vestidos de negro, como sacados de un videojuego, me perseguían. Su Amo quería la llave para acceder a la biblioteca y hacerse con su poder infinito, con el que someter a los mundos y adueñarse de ellos. Para escapar arrojaba la llave y pasaba de un libro a otro, me trasladaba de universo. Podía defenderme, luchar pero nunca matar. Encontraba amigos que me ayudaban por el camino. Si la llave los aceptaba, viajaban conmigo. Desde las estrellas de una galaxia saltaba a un cuento de magia. De guerrera medieval con armadura y espada que cabalgaba por un bosque de frases a lomos de un caballo, me convertía en hechicera y soltaba rayos de luz por mis ojos, mis cabellos y mis manos. Cuando se acercaban demasiado cambiaba de obra y de personaje, debía huir para defender la llave pero antes debía encontrar el punto clave de la historia, la cerradura en la que encajaba la llave para poder descifrarla y aprender así lo que hacer. Era la puerta de paso, se cerraba tras de mí y bloqueaba a mis perseguidores. Nunca sabía qué me depararía el siguiente papel. En una aventura eterna, llena de libros por vivir y descubrir, protegía los secretos de la Gran Biblioteca.

viernes, 22 de marzo de 2013

GARBANZOS CON LANGOSTINOS Y ALMEJAS

Colecciono recetas en papeles perdidos que guardo donde pillo, y que luego me encuentro en la cartera, en los bolsillos, en los rincones de los bolsos y también entre las páginas de un libro a modo de marcapáginas. De vez en cuando las recolecto y las meto en una carpeta azul, tamaño cuartilla, que tengo desde hace años. La recuerdo desde mi época de estudiante de instituto y ya entonces, la pobre, había superado su capacidad. Si me siento con ánimos y tengo tiempo en ese momento, me dedico a transcribirlas a un cuaderno, también de esa misma época. Para llevar un archivo traté de indizarlas en aquel cuaderno (claro que fue una idea que surgió a posteriori y como no había dejado ninguna página libre, ni al principio ni al final, tuve que utilizar las tapas para ello). El cuaderno es fino, de color verde, también de tamaño cuartilla, con cuadrícula y espiral y está escrito por ambos lados. La intención era la de separar por ese método lo dulce y lo salado. Al igual que le sucedió al resto de los papeles de la carpeta, el orden se quedó en el propósito. Por eso, habitualmente, me tengo que fiar de la memoria para recordar el tamaño de la octavilla, el post-it o el ticket de compra en el que tomé los apuntes correspondientes y así poder encontrarla sin tener que repasar una a una todas las recetas.

No soy la única en la familia que sigue esta técnica de archivo. Entre los papeles de la Geme M, también sueltos y medio guardados en una agenda, apareció esta receta que copié directamente en el blog y que es dietética, deliciosa y sana.

GARBANZOS CON LANGOSTINOS Y ALMEJAS
Sofreír en una cazuela una cebolla picada junto con un pimiento verde y un pimiento rojo en trozos, 1 tomate pequeño pelado y una ñora. Moler encima un poco de pimienta blanca y añadir un par de ajos.
Cuando el sofrito esté listo verter en la cacerola 1 vaso de vino blanco y 1 vaso de caldo de pescado
Pasar todo por la turmix.

Echar los garbanzos en el caldo y hervirlos 50 minutos, hasta que estén tiernos (o unos 15 minutos si se hace en la olla rápida).
Al final poner los langostinos enteros y las almejas de carril y dar un hervor para que se abran las almejas.

jueves, 21 de marzo de 2013

Trajín matutino

Abro el armario por las mañanas: perchas con overbooking, que recorro una por una, y no veo nada. Me tengo que decidir porque una cosa está clara: no puedo salir de casa envuelta en una toalla. Repaso todo de nuevo. Miro bien cada vestido: rojos, verdes, azules, grises, negros, estampados, lisos, vaqueros, de seda, algodón y punto. Sí, lo confieso, dispongo de un amplio surtido. Me gustan todos los estilos. Son bonitos, elegantes y fáciles de poner, quitar y guardar en el hospital. No tengo que combinar y sirven para cualquier evento, es cuestión de complementos.

En otoño, invierno y primavera unas buenas medias con las que cubrir las piernas son una prenda esencial. Tengo un cajón ocupado por gurruños anudados entre los que nunca encuentro el adecuado. Saco unas, no, demasiado finas y me voy a congelar. Tiro de otras, ¡uff! tienen brillos, tampoco me van. Las siguientes son de un color similar al yodo, la luz de las tiendas engaña y el tono cambia. Prosigo la búsqueda. Salen las de compresión, muy útiles para el quirófano pero no para lucirlas. ¡Oh, sí! ¡Al fin! Pues no, esas tampoco, tienen una carrera que podría describirse como una pista de maratón ¿Para qué las guardé? Creo que para los pantalones ¿Es que llevo alguna vez medias bajo el pantalón? Se puede decir que no. No me acuerdo nunca de ellas hasta que me los he puesto. Para entonces no me los voy a quitar y opto por los calcetines. Definitivamente tendré que tirarlas en algún momento. Ahora no me sobra tiempo. Me apresuro a sacar otras. Las rotas las dejo fuera... y ahí se quedan. Se me olvidan y regresarán al cajón sin que me dé cuenta (las colocará allí la asistenta). Tras diez minutos de indecisión me acuerdo de haber comprado unas nuevas. Estrenar siempre está bien ¿Dónde las dejé? Aún siguen en la bolsa. Las encuentro, me las pruebo, me decido: son perfectas.

El paso siguiente es el del calzado. ¿Planos o con tacón? ¿Cuánto tendré que andar hoy? Hay días que camino por los pasillos a toda velocidad y aún así no doy abasto. De la consulta al quirófano y de éste hacia la urgencia, y de regreso al quirófano. ¡Vaya! Con esta cabeza mía, lo raro es que no se me olvide algo. Voy de nuevo a la consulta y retorno hacia el quirófano. Me paso un momento por el despacho. Al terminar la cirugía voy al hospital de día, a veces también a planta y puede que hasta a Pediatría. Me llaman de la consulta. Me esperan. Me apresuro. Meto las manos en el bolsillo y descubro alarmada que, con las prisas, mis llaves se han quedado en la taquilla. Me toca volver a por ellas. Hago ida y vuelta a paso de marcha para olimpiada. Salto por las escaleras y llego al fin a mi destino, aunque con la lengua fuera. ¿Por dónde iba? Aún no he salido de casa y ya suspiro cansada. Escogía unos zapatos que me permitan correr. Miro por la ventana para que las nubes decidan si salones, o si botas. ¡Me encantan estos! Me los calzo. ¡Horror! No me pegan con las medias. Se me presenta un dilema ¿Qué hago ahora? Los zapatos no se tocan. No me queda más remedio que... cambiarme de ropa.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Bruma

Entre la bruma, el sol se viste de luna. El cielo y el mar se funden en una maraña gris. Se han diluido las sombras y los sonidos se alejan. El eco desaparece, borrado por el silencio.
Se ha detenido el reloj.
Entre jirones de niebla surgen formas fantasmales. Las rocas oscuras se alzan, se agrupan unas con otras hasta sellar la barrera. La cala queda encerrada tras el muro de un fortín.
Aparece un haz de luz de un viejo faro olvidado. Se abre una grieta, una puerta. Está baja la marea y hay tablas sobre la arena. Flotan restos de una vela y de un trozo de la quilla, sale un trozo de sirena. Lentamente, un barco emerge.
Dos cañones lanzan balas. Prende el fuego como un rayo. Cae la lluvia, y la fuerza de las gotas hunde el recuerdo del puerto.

martes, 19 de marzo de 2013

Lingüística en ruta

Ser hija de lingüistas es una gran ventaja, especialmente cuando ambos llevan el gusto por la lengua en la sangre y en algún gen que me contagiaron. A mi padre le debo el que me enseñase a leer antes de empezar el colegio, lo que dio origen a mi afición que desembocó en mi fama de tragalibros. Reconozco que no siempre estaba de acuerdo con sus sugerencias de lectura, aunque con el tiempo las he apreciado todas. Los papeles póstumos del club Pickwick, que ahora recomiendo a todo aquel que no lo haya leído, fue durante una larga época un libro que los hermanos tuvimos catalogado dentro del grupo de castigo y a cuya lectura nos resistíamos como modo de rebelión contra la insistencia paterna, además de por mero desconocimiento.

Las lecciones de gramática comenzaron en nuestra más tierna infancia. A pesar de nuestra deficiente pronunciación con lengua de trapo era imprescindible hablar con propiedad. La construcción de las frases debía ser gramaticalmente correcta. Durante nuestros largos viajes en coche, en los que atravesábamos media España por las carreteras de los 70, parte del "entretenimiento" consistía en explicaciones de lengua. Hermanísima enseguida se erigió en maestra ciruela y dado su extremo dominio del lenguaje hablado, el cual practicaba en cualquier situación, a los 4 años, aunque no supiese leer, era perfectamente capaz de reconocer un laísmo, un loísmo o un leísmo  inadecuado y como tal lo señalaba. El pundonor no me permitía pasar por la humillación de que fuese ella la que me corrigiese, así que yo también aprendí a hablar mejor (y a buscarme las castañas en caso de duda). No creo que muchos niños pensasen automáticamente si un verbo era transitivo o intransitivo para saber si le correspondía un le o un lo, según se tratase de sustituir un objeto directo o indirecto. Por aquel entonces me parecía algo natural y no le comenté a nadie aquel truco secreto e infalible, aunque no creo que mis padres se hubiesen extrañado al saberlo. Fue una mirada de House, cuando se lo conté muchos años después, lo que me hizo darme cuenta de que casi nadie aplica conscientemente esa regla gramatical a la hora escoger el pronombre adecuado.

Por supuesto mis padres no sólo se preocupaban por el lenguaje de hermanísima y mío. Por sus manos, especialmente por las de la Señora, no sólo pasaron sus alumnos de turno sino también una buena parte de mis primos, y algunos vecinos, acompañados por sus libros escolares. La palabra "melón", en su tercera acepción de la RAE, era la más utilizada durante aquellas clases con el fin de designar sus aptitudes. No sé qué habría sido de esos pobres de haber tenido que pasar por la experiencia de uno de aquellos viajes en coche. ¿Quién sabe? A lo mejor el hecho de estar en un espacio confinado y sin posibilidad alguna de recreo (ni de escapar al baño) les daba el empujón necesario para esforzarse un poco más y meter unas letras en sus cabezas.

Ahí no terminó mi aprendizaje. Ahora dispongo del lujo de tener a la Señora de correctora de pruebas, un privilegio por el que pagaría más de un escritor y que disfruto por abuso de amor maternal, lo que no  impide que me dé una opinión sincera y profesional. Si algo no le gusta, me lo dice sin tapujos, la sutileza no se estila en nuestra familia. Me señala mis coletillas, los fallos en el ritmo, las reiteraciones en las construcciones, el abuso de adjetivos y un millón de detalles en los que procuro no recaer. El catedrático ejerce directamente de crítico, casi me suplica que no escriba poemas y, con su visión de futuro, me señala lo que más le gusta y me exige más. La única situación en la que es más optimista que yo es a la hora de valorar mis capacidades y limitaciones. Sobra aclarar que me considero una afortunada. Gracias.

lunes, 18 de marzo de 2013

Arte en la Fundación Mapfre

Gitana- Kees van Dongen
Hay dos exposiciones maravillosas en la Fundación Mapfre de la C/ Recoletos, que además se complementan muy bien una a la otra. Son obras para recrearse en su belleza y se disfrutan tanto que salí de allí con una sonrisa que me duró el resto del día. Me habría gustado poner todos los cuadros, pero como eso no es factible he escogido unos ejemplos y os dejo los enlaces a las páginas de la visita virtual correspondiente. El que se anime tiene de plazo hasta principios de Mayo.

Empecé mi recorrido por la exposición de Luces de Bohemia. La bohemia artística surge a mediados del siglo XIX, entre el romanticismo y el realismo, como forma de vida en la que prima la libertad del artista. Supone un rechazo de las reglas académicas que hace que los pintores se refugien en las buhardillas y tabernas de París. Comparten con los gitanos una marginalidad y una miseria que será mitificada como premisa de la libertad artística y espiritual.

Arte y Libertad - Louis Gallait
La exposición está dividida por secciones y salas, con citas de los artistas en las paredes en los que expresan su manera de ver el arte y su vida.

En "La ruta de los gitanos, tópicos y leyendas", varias obras, desde mediados del S. XVIII, muestran a las gitanas echando la buenaventura. La vida errante se refleja en escenarios al aire libre y en la representación de los campamentos. Con la llegada del realismo la presencia de las clases  marginadas en el arte es más frecuente. Se busca un arte más sincero que se acerque a la realidad y se rompe con los estereotipos románticos sobre los gitanos.

La segunda sección refleja "El mito de la gitana". Con principios estilísticos heredados de Velázquez y Goya se busca una realidad cercana y diferente. Se idealiza la gitana española, símbolo de provocación, libertad y sensualidad, encarnada por La gitanilla de Cervantes y renovado con la Esmeralda de Victor Hugo y la Carmen de Merimée (y posteriormente Bizet).  Su embrujo se percibe de formas muy distintas que se plasman en los lienzos expuestos de Corot, Courbet, van Dogen, Sorolla y Sargent, entre otros.

"El artista romántico" da comienzo con un autorretrato de Goya, considerado el primer gran pintor moderno. En la segunda mitad del XIX, la famosa opera de Puccini "La Boheme" populariza la vida bohemia. El artista se ve a sí mismo como un caminante errante por la nueva senda de la creación. Las penurias y el aislamiento forman parte del proceso necesario para alcanzar la gloria. Los dibujos de Henry Murger publicados en Le Corsaire-Satan ofrecen en clave de humor ejemplos de la rutina diaria.

Para terminar: "Montmartre y otras escuelas de la Bohemia". Las calles y los cabarets de Montmartre, en los que se reúnen las figuras culturales de la época: Rimbaud, van Gogh, Satie, Toulouse-Lautrec, etc, se convierten en el centro de la vida artística nocturna. Los pintores españoles son también atraídos por ese mundo pleno de creatividad y Picasso refleja su melancolía en sus azules "Azoteas de Barcelona" (precioso).


La exposición de "Impresionistas y Postimpresionistas" (el nacimiento del arte moderno) consta nada menos que de 78 obras maestras del museo d'Orsay, auténticas joyas de luz y color. En las salas cada artista tiene asignada una sección.

Al llegar me saludan las bailarinas de Degas al subir al escenario que comparten la sala con el luminoso lirismo de Monet. Las piedras de la catedral de Rouen se transforman en el transcurso del día. El verde se hace agua entre los sauces y los nenúfares de su jardín de Giverny. El viento sopla en los esbeltos álamos y las pinceladas filtran la luz a través de los montones de heno.

En la segunda sala la dulzura de los retratos, las líneas suaves y los tonos pasteles de Renoir conviven con las composiciones de formas más geométricas y manchas de colores intensos de Cezanne, que busca sobrepasar los límites de la técnica impresionista para llevarlo hacia las vanguardias y el cubismo.

El revolucionario Toulouse Lautrec dota a sus personajes de expresividad, capta el gesto de un momento. Para lograrlo simplifica las líneas, fuerza las perspectivas, esboza los perfiles y, con frecuencia, prescinde de los fondos para realzar las figuras.

Tras la última exposición impresionista en 1886, el Neoimpresionismo marca una dialéctica, con conciencia de progreso, que rompe por una parte mientras que por otra continúa con lo anterior. La innovación se muestra en las obras construidas con el puntillismo de colores puros yuxtapuestos de Camille Pissarro, Seurat y Signac.

Van Gogh se busca a sí mismo en sus autorretratos, de los que pintó 40 a lo largo de su vida, en el simbolismo del color y el sincretismo de sus trazos. Durante 9 intensas semanas trabaja con Gaughin en  Arles y es llamativo el uso que hace de colores complementarios en sus cuadros. Tas el episodio de la oreja, Gaughin regresa a París y van Gogh se interna voluntariamente en un sanatorio.

Gaughin se instala luego en Pont Aven, en Bretaña, que se convierte en una revelación para muchos artistas, que encuentran "lo salvaje, lo primitivo" en su violenta naturaleza y carácter austero. Se reniega de la expresión natural del paisaje: "la naturaleza se extrae soñando ante ella" y esa teoría pictórica alejada del naturalismo da posteriormente origen al Talismán de Paul Sérusier y al grupo de artistas "nabis" (profetas).
En la cama- Vuillard
Dentro de este grupo los temas de cada miembro son muy diferentes entre sí, aunque todas las obras tienen en común figuras con una existencia silenciosa, cargada de enigmas, en la que sus personajes aparecen aislados e incomunicados, sumidos en  su vida interior. En paralelo, los nabis, dentro de una corriente inscrita en el Art Noveau, desarrollan un arte decorativo cada vez mayor que se muestra en un precioso biombo con palomas de Maurice Denis que me habría llevado feliz a casa (para hacerme un bonito rincón en el que inspirarme a escribir).

domingo, 17 de marzo de 2013

Una alquimia para recordar - por GMM

La autora de este precioso cuento trabaja en el stand de Clarins del Corte Inglés. La conocí gracias a la sesión con el maquillador (aquella que os conté hace meses). Con motivo del lanzamiento de un nuevo perfume de Thierry Mugler, la firma organizó entre sus empleados un concurso de relatos inspirados en el nuevo aroma. Creo que la historia es muy sugerente y evocadora, como debe ser un buen perfume, y aunque el jurado no le haya dado el premio durante la convención de esta semana, me lo ha dejado para ponerlo en el blog. Gracias. 


UNA ALQUIMIA PARA RECORDAR

Aram, un prodigioso pianista, vivía junto con su bella esposa, Naira, en el lejano país de Dilijan. Mientras Aram componía su hermosa música, Naira cuidaba del hogar y cultivaba en su jardín flores y plantas exóticas cuyas semillas llegaban de los lugares más recónditos del mundo.

Una tarde de invierno Aram estaba absorto en una de sus obras. Levantó la vista de la partitura y observó a su mujer que le sonreía al ofrecerle una taza de té. Acarició su mano en señal de agradecimiento y, en ese instante, pensó en cuánto la amaba y deseó obsequiarla con el más maravilloso de los regalos.

Al día siguiente Aram se preparó un equipaje liviano y partió en busca de aquel misterioso presente. Recorrió el el mundo entero sin encontrar nada que estuviese a la altura de la delicadeza y sensualidad de Naira. Un día, un anciano le habló de un talismán que contenía un elixir creado para una mujer de belleza sutil e incomparable.

Aram se dirigió al lugar que el sabio le había indicado: un templo en el que incluso los dioses se entregaban al culto a lo divino. El músico quedó fascinado al ver el extraordinario talismán y supo que debía llevárselo a su joven esposa. Se trataba de una piedra preciosa con la tonalidad violácea del arcoiris. El elixir que contenía desprendía un aroma tan luminoso que evocaba las flores de esos parajes árabes que funden en su atmósfera lo real con lo fantástico. Era un talismán único, como la exquisita personalidad de Naira. Sin perder más tiempo regresó a Dilijan donde ella le esperaba con los brazos abiertos. Aquel regalo le hizo sentirse eternamente amada y enamorada.

No obstante Aram anhelaba además componer la obra más extraordinaria jamás interpretada, inspirada en la profunda pasión que sentía por su mujer. Se sentó al piano y se dejó arrastrar por sus sentimientos. Cada vez que de su corazón y de sus manos fluían los acordes de aquella mágica melodía, los ojos verdes de Naira se humedecían con lágrimas de emoción contenida que rodaban por sus mejillas hasta caer sobre el vibrante instrumento. Gota a gota, con el paso de los años, las lágrimas se condensaron en un cristal cuyo interior cobijaba las notas que surgían de las teclas en forma de hilos de oro que, lentamente, rellenaron el delicado recipiente. Una vez lleno, de él emanó el perfume más sublime que, al igual que el amor de los esposos, perduraría por siempre jamás.

viernes, 15 de marzo de 2013

Tarta de chocolate sin harina

Alfons Mucha
Cuando era un bebé, nuestro ciclón canalizaba toda su alegría y su entusiasmo en la tarea de mamar y daba gusto contemplarla durante aquel proceso que se desarrollaba entre gorgoritos y carcajadas.  A una edad prudencial, hermanísima se vio obligada a introducir las papillas en la dieta de su hija. Aquel cambio no participó de las mismas manifestaciones de alegría, ni tampoco obtuvo el efecto deseado sobre el peso de la pequeña. No afectó a su apetito, pero sí a sus digestiones y continuamente era necesario cambiar el preparado de 8 cereales por el de 4 para devolverle un ritmo normal al sistema digestivo de la cría. Con el resto de alimentos la niña era de lo más selectiva: le pirraban los dulces y odiaba las verduras. Lo verde para el grillo, o para su hermana, mucho menos tiquismiquis aunque infinitamente más pesada delante del plato (no sin motivos). Aún así, pese a los progresos en su dieta, sus digestiones continuaban sin avanzar, o avanzaban demasiado rápido.

Una pediatra avezada, tras echar un vistazo a su barriguilla hinchada, la tachó inmediatamente de celiaca y le realizó las pruebas pertinentes para confirmar ese diagnóstico. Descubierto el motivo de sus indigestiones y descartado que no se trataba de un simple empacho de Nutella, sustancia a la que ya era adicta, la chiquilla mejoró notablemente. Para que la niña no se sienta excluida en las reuniones familiares, hermanísima nos deleita a todos los presentes con postres aptos para su hija. Tiene muy buena mano y siempre están en su punto, pero también es cierto que no todos los dulces salen beneficiados con el cambio de harina. El pan de la chiquilla, recién hecho, es sencillamente fantástico: blando, esponjoso, aromático, suave... en resumen, posee todas las cualidades de las que debe hacer gala una buena hogaza. Por supuesto, el ciclón cubre cada rebanada con una capa más que generosa de Nutella y devora hasta la última miga (para repetir a continuación). También la tarta de Santiago, con su sabor a almendra horneada, y de la que la sobrina es capaz de comerse la mitad de una sola sentada, es un vicio de esos que entra solo en la sobremesa, especialmente si se deja en el centro de la mesa y se acompaña de un vino dulce o de un poco de Risol.  El brownie, sin embargo, en mi opinión, sí que se resiente por el trueque, aunque hermanísima esté tan acostumbrada a su sabor que no note la diferencia.

Está versión está a caballo entre el brownie y la tarta de Santiago, por lo que éxito está casi, casi asegurado. El toque del aceite de oliva contribuye a realzar el sabor del chocolate.

TARTA DE ALMENDRAS Y CHOCOLATE  con aceite de oliva

Ingredientes
- 200 gr de chocolate negro.
- 75 ml de aceite de oliva suave, preferiblemente de una variedad algo dulce (o previamente desahumado). Uno de mis favoritos, aunque difícil de encontrar fuera de Jaén, es el "Melgarejo". El "Oro de Bailén" que usan en Los Sentidos es también una opción ideal.
- 4 huevos medianos a temperatura ambiente.
- 100 gr de azúcar.
- 200 gr de almendra molida.

Elaboración
Batir los huevos con el azúcar unos 5 min a velocidad alta con las varillas eléctricas, sobre el baño maría para que suban mejor, hasta que tomen la consistencia de una crema densa en la que se marquen las varillas.
Derretir el chocolate al baño maría junto con el aceite, conviene hacerlo despacio, para que no se caliente en exceso. Dejar enfriar ligeramente antes de añadirlo a los huevos. Por último, incorporar la almendra.
Verter en un molde bien engrasado (o en uno de silicona). Rallar el resto del chocolate y esparcirlo sobre la masa.
Precalentar el horno y cocer la tarta unos 30-35 min a unos 180º.
Desmoldar cuando se haya templado y dejar enfriar sobre una rejilla.

jueves, 14 de marzo de 2013

Mun

El paso de sobrinísima del colegio al instituto le supuso un verdadero trauma. Hermanísima había sido su tutora durante su periodo escolar y sus clases se pueden describir con millones de adjetivos excepto el de aburrido. Como profesora hermanísima es capaz de realizar cualquier hazaña con tal de que sus alumnos no sólo aprendan la lección, sino que no se olviden jamás de ella. De ese modo consigue momentos memorables: transforma lecciones en canciones, las representa, las baila y las dibuja. Cualquier método vale para alcanzar su objetivo, sus chiquillos no saben nunca qué esperar aunque sí tienen la certeza de que se divertirán.

El instituto no sólo supuso que sobrinísima, aunque bastante suya por un lado también muy dependiente de su madre, tuviese que separarse de ésta y ver como su puesto en clase era usurpado por ciclón. Para colmo, su nuevo profesor, como la mayoría de los profesores excepto los excelentes, no tenía ni idea de cómo transformar las lecciones en algo ameno. No contaba con el nulo sentido del ridículo de hermanísima y sin esa cualidad es difícil enfrentarse al alumnado para representarles una función sin el miedo a que se rían de ti y no te tomen en serio. Las tardes de los domingos y las mañanas de los lunes le suponían un auténtico trauma y pidió repetidamente regresar a su antiguo colegio.

Al llegar las navidades hermanísima tuvo una idea brillante (aún no esta claro si en la acepción discutible de este término o brillante de verás). Sin que a ninguno nos gustasen los gatos, salvo a sus hijas, decidió regalarles uno con la promesa de que sobrínisima no se quejase más por tener que ir al instituto. Tener un gato siempre ha sido el mayor deseo de la niña que se apresuró a hacer la promesa requerida (con sus altibajos en el cumplimiento posterior). La familia al completo se fue a recoger el animal: un precioso gatito pelirrojo de ojos azules de un mes de edad que se los metió a todos en el bolsillo desde el primer momento.

El gatito en cuestión no es un gato común, aunque la raza así lo indique. La veterinaria lo describió como un perrigato. No araña sino que mordisquea. Es muy cariñoso y cuando alguien de la familia sale de viaje, a su regreso se encuentra con que el animal le ha echado tanto de menos que no desea separarse de él ni un momento. Su compañera incansable de juegos es ciclón, que le ha enseñado todo tipo de trucos, gatunos y perrunos. Por supuesto el animal es muy educado y da la pata para saludar a las visitas, además "choca los cinco" en plan colega, da vueltas, se pone de pie (aunque sólo a veces) y al dispararle con los dedos se hace el muerto.

Sabe a quién acudir en cada momento. Por las noches duerme a los pies de cualquiera de las dos niñas, en ese sentido no hace distinciones entre las hermanas. Por las mañanas despierta a hermanísima para que le ponga el desayuno. Se frota mimoso contra sus piernas y no la deja volver a la cama hasta que consigue su lata de comida. Si se queda solo, cosa que no le gusta nada, les espera en la entrada cuando vuelven y les recibe con todo tipo de carantoñas. Se mete voluntariamente en la bañera, aunque sólo si ya hay alguien dentro, especialmente ciclón, y se sube a su barriga. Otra con la que le gusta compartir la ducha es con hermanísima. No sólo se deja bañar, duchar y cortar las uñas, sino que incluso permite que Osquitar le tire del rabo y soporta sus miles de barrabasadas mientras juega con él. Cuando está cansado se va a su cesta, pero en cuanto oye que hay ambiente de juerga le puede más la curiosidad que la pereza y sale a investigar (y por supuesto a participar). Creo que sólo le quedan seis vidas porque una la empleó en saltar desde la ventana desde el segundo piso al jardín pero, afortunadamente, salió casi ileso de su aventura. Aprendió del susto y, a partir de entonces, mira las vistas tras los cristales.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Aturdida

Necesito el silencio para evitar que mi cabeza se colapse. Supuestamente, los centros médicos deberían ser lugares con un nivel de ruido moderado, sin embargo, algunas mañanas el hospital es un puro bullicio de sonidos a voz en grito. La sesión de la mañana, más que en una puesta de ideas en común, se convierte en una batalla en la que, para hacerse oír, parece ser necesario hablar cada vez más alto. En realidad, por mucho que se chille, ese día nadie escucha a nadie y la reunión no llega a ninguna parte. Por desgracia también evita que se llegue a tiempo a la consulta, que da comienzo con el agobio de ir quemada y tarde.

Hay veces que el ruido se queda en la sala de sesiones, sin salir de ahí. Otras veces decide acompañarte hasta la consulta, que se convierte entonces en una interminable sucesión de pacientes cuyas dolencias no les impiden explicarse, hablar, preguntar, insistir, repetirse e incluso responderse. Para colmo, no siempre la entrevista se limita a la interacción entre médico y enfermo, sino que también cuentan los acompañantes por ambas partes. La opinión de familiares por un lado, y de auxiliares por otro, así como la narración añadida, con o sin paciente presente, de anécdotas que no tienen que ver con la medicina, también forman parte de la rutina que interrumpe el hilo de los propios pensamientos que luchan por encontrar un rincón silencioso en el que ordenarse. Mientras tanto, el incesante runrún de fondo de los monólogos va taladrando el cerebro y lo satura poco a poco hasta aturdirlo.

Cuando las cosas están así, ni siquiera la pausa del café supone un descanso. Al contrario, ese es el momento que todos escogen para desatar la irritación acumulada y cualquier excusa es buena para iniciar una acalorada discusión que caldea aún más los ánimos y calienta aún más las cabezas. Hay quien, ante un prometedor respiro, se siente incómodo por el silencio y cree que debe iniciar una conversación a cualquier precio. Las salas se cargan de palabras, no hay dónde escapar. La consulta continúa en un estado de agotamiento mental en el que sólo falta una chispa para hacerlo estallar. No se ve el momento de salir a la calle, sentir el frescor del aire en la cara, meterse en el coche y olvidarlo todo con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el respaldo del sillón mientras se disfruta del único momento de relativo silencio en esas larguísimas ocho horas.

martes, 12 de marzo de 2013

Protagonismo

Todos nos sentimos protagonistas de nuestras propias vidas por lo que es fácil mirar el mundo desde la perspectiva de su propio ombligo. Ponerse en el lugar de otro requiere una cierta abstracción, especialmente cuando el otro no es un ser especialmente querido ni conocido. No obstante, hay gente con tal afán de notoriedad, que comprende mal este concepto y cree que los demás deben asumir, obligatoriamente, su punto de vista y que aceptarán, sin discutir, su dictadura absolutista. Imponen su presencia y sus ideas, no toleran la oposición, no escuchan ni dejan hablar. Una vez descubren la gesta que les alzará en la cima del poder, fiscalizan la evolución de su plan e invaden el espacio personal e íntimo de los que consideran sus súbditos hasta ahogarles. Son tan egoístas que consiguen el efecto contrario y se ganan la animadversión de todos los que le rodean que trataran de boicotear sus decisiones. Con su actitud demuestran su grandes carencias de inteligencia. Un necio poderoso se convierte en un déspota.

Si alguien pretende que los demás acaten sus órdenes de buen grado tiene que hacerlo de tal modo que parezca que la idea no es suya sino que se ha originado gracias a las sugerencias de los que le rodean. Quitarse el mérito y achacárselo a los que se pretende convencer es la forma infalible de triunfar. Si uno asume la autoría del plan, lógicamente no va a quejarse de este, sino que lo secundará y tratará de vender sus bondades. Claro que, aunque la tasa de éxito es mucho mayor, esta estrategia requiere unas habilidades que no están al alcance de todos. La perspicacia es fundamental así como una cierta empatía, ya sea auténtica o fingida. Los líderes natos poseen esta valiosa cualidad mientras que, los manipuladores aprenden a simularla. Si su nivel de ambición se mantiene controlado por debajo de la intensidad de su gancho, mantendrán el éxito y la satisfacción de su entorno. Si la ambición supera sus capacidades de seducción, acabarán por actuar con la misma estupidez que los que se imponen y serán rechazados como tales.

Si todos actuasen con los demás como les gustaría que les tratasen a ellos, el mundo sería un lugar diferente. De momento eso sólo se conoce como Utopía.

lunes, 11 de marzo de 2013

Hogar, dulce hogar

Hay días en los que la casa se te cae encima, te aprisiona, y es necesario huir de ella a toda costa. Hay que salir a expandirse, a pasear por las aceras sin más techo que el cielo y respirar el aire a ráfagas hasta embriagarse con el espacio de una imaginaria libertad. Esos días parece que la luz y el viento, y en ocasiones desesperadas incluso la lluvia, son los únicos capaces de aligerar la rigidez de la rutina diaria y de separarla durante un rato de nuestra cabeza.

Sin embargo hay otros muchos días en los que la casa es un verdadero hogar: un refugio cálido, acogedor e incomparable. Al terminar de trabajar nada apetece más que estar ya en ella. Al entrar se olvidan las obligaciones y la tensión, se accede a un mundo propio e íntimo carente del trajín, el ruido, la contaminación, los coches y los problemas del exterior. En ocasiones es entonces cuando el cuerpo decide que no puede tirar más de sí y se queja con todo el cansancio acumulado, que no parecía tanto hasta que se manifiesta con toda su fuerza. En esos instantes nada es más apetecible que permitir que los músculos se relajen, arrastrarse hasta el sofá y caer en él.  Permanecer allí repanchingada, e incluso cerrar los ojos y acurrucarse entre los cojines para hundirse en el sueño, o simplemente disfrutar del silencio, de la presencia de House y de la lectura de un buen libro mientras el tiempo pasa con mucha, mucha calma.

Desde el interior del hogar el otro mundo se contempla desde la barrera de las ventanas. La luz de la tarde se atenúa para dar paso a la noche. La lluvia puede caer a gusto y empapar el mundo de fuera para dejar el paisaje cubierto con un húmedo barniz de brillo. El frío cortante no atraviesa los cristales, aunque los empañe y permita dibujar sobre ellos, y el aire nítido acerca las montañas de la sierra hasta poderlas tocar con la punta de los dedos, si quisieran estirarse lo suficiente. El inquietante granizo tamborilea pero no golpea. La nieve no resbala, no es peligrosa sino que se limita a transformar la escena, a alfombrar lentamente el suelo de suaves copos blancos y a convertir los apagados árboles del parque en delicadas esculturas de cristal helado. El viento puede soplar con fuerza, agitar ramas y arrastrar sus hojas, pero hasta su voz más insistente se amortigua en un susurro al que no se le presta mayor atención.

domingo, 10 de marzo de 2013

A lovely day - Ella y Louis.

La voz de Ella Fitzgerald suena exactamente igual que la felicidad cuando estoy acurrucada entre los brazos de House. En esos momentos, si cierro los ojos, puedo imaginar fácilmente que una parte de mí sale de mi cuerpo y flota con deseos de volar, de planear por el cielo a toda velocidad. No puede terminar de escapar porque la otra parte de mí, que aún está dentro de las fronteras de mi piel, está pegada a él, sujeta por el abrazo y también sometida a la pesada fuerza de la gravedad. Es una sensación increíble, que hace que todo se transforme ante mis ojos, que brille, y que mis labios se estiren, sin más remedio, en una sonrisa. Me embarga la alegría y me río, no lo puedo evitar y tampoco quiero hacerlo. No creo que exista nada mejor.

Para comprobarlo, escuchad la canción (funciona mejor entre los brazos de alguien querido). Espero que os suceda lo mismo.


Isn't it a lovely day
The weather is fright'ning
The thunder and lightning
seem to be having their way
But as far as i'm concerned, it's a lovely day
The turn in the weather
Will keep us together
So i can honestly say
That as far as i'm concerned, it's a lovely day
And everything's o.k.

Isn't this a lovely day
To be caught in the rain?
You were going on your way
Now you've got to remain

Just as you were going, leaving me all at sea
The clouds broke, they broke and oh!
What a break for me

I can see the sun up high
Tho' we're caught in the storm
I can see where you and i
Could be cozy and warm

Let the rain pitter patter
But it really doesn't matter
If the skies are gray
Long as i can be with you it's a lovely day

¿No hace un día precioso?
El tiempo es espantoso
los truenos y los rayos
parecen hacer lo que quieren
pero en lo que a mí respecta, hace un día precioso.
El cambio del tiempo
nos mantendrá juntos
por lo que puedo manifestar
que en lo que a mí respecta, hace un día precioso
y todo está bien.

¿No es un día precioso
para estar atrapados por la lluvia?
Ibas a seguir tu camino
ahora tienes que quedarte.

Justo cuando te ibas, dejándome a la deriva
las nubes rompieron, rompieron y ¡oh!
qué respiro para mí

Puedo ver el sol en lo alto
aunque estemos atrapado en la tormenta.
Puedo ver dónde tú y yo
estaríamos cómodos y templados.

Deja la lluvia repiquetear
pero de verdad no importa 
si los cielos están grises.
Mientras pueda estar contigo, será un día precioso.

sábado, 9 de marzo de 2013

El dragón blanco

He soñado con un dragón blanco. Un dragón níveo de cuello largo, esbelto, inmenso y elegante. Era impresionante, tan hermoso que no podía apartar de ella la mirada, porque no sé cómo, al verla he tenido la certeza de que mi dragón era una hembra.

Yo estaba sentada al borde de un lago, poco antes del giro de su orilla tras el cual se situaba un pueblo que esperaba impaciente la llegada del carnaval. La fiesta empezaría esa tarde, poco antes de la puesta de sol, y se prolongaría a lo largo de la noche en la que, en la plaza principal, se concederían regalos y premios a los mejores disfraces. Los participantes debían bajar nadando por el lago, salir desde la orilla opuesta al pueblo, vestidos con su disfraz, pero yo este detalle no lo conocía aún. Fue House el que, más adelante en el sueño, al igual que los nadadores, en lugar de ir por el camino, se metió en el lago y nadó hasta el pueblo para desvelar el misterio.

Mientras estaba allí quieta, contemplando el paisaje, me sorprendió el primer nadador, por supuesto disfrazado, aunque al despertar he olvidado los disfraces que lucían. En su traslado le acompañaba un grueso rinoceronte que flotaba junto a él en el agua, tranquilamente, como si aquella escolta fuese algo natural. Les vi deslizarse justo por delante de mí. Tras ese primer rinoceronte, un macho, a su zaga, surgió su compañera. Como en un arca de Noé, cada uno de los futuros participantes del carnaval apareció junto con un séquito formado por una pareja de animales, tan reales como extraordinarios: elefantes africanos de grandes orejas y piel clara, hipopótamos, sobrecogedores tigres y traviesos osos polares que llegaban hasta la orilla para jugar y subían y bajaban por las escaleras del hall de la casa en la que nos alojábamos.

Fue entonces cuando llegó mi dragón blanco. Navegaba cerca del centro del lago, por delante de su nadador al que también acompañaba un segundo animal, que no recuerdo. El dragón me miró, de todos los que se habían cruzado conmigo ese día fue el único que lo hizo. Giró su largo cuello, que sobresalía como un mástil tallado sobre la superficie del agua, inclinó su cabeza y sus ojos almendrados y grandes resbalaron sobre mí, se posaron sin fijarse, simplemente para captar mi atención. No lo reconocí en ese momento, no supe que se trataba de un dragón, tan sólo que era algo maravilloso, vivo, mágico e inesperado, que nunca antes había visto y que deseaba volver a ver. Lo perdí al acercarse al pueblo, desapareció al pasar entre los árboles que ocultaban la curva del lago.

viernes, 8 de marzo de 2013

Del dicho al hecho

Mi cabeza está llena de buenos propósitos que, por desgracia, sólo viven allí. Sé que para realizar algo que depende sólo de uno hay que empezar por proponérselo. A diferencia de las cosas que vienen impuestas, que se improvisan sobre la marcha, o que uno se encuentra de sopetón, en estos casos se requiere pensar en ello, analizar la situación y elaborar un plan de acción.

Sin embargo, la intención sola no basta sino que además hay que esforzarse para llevar el hecho a cabo. Dentro del propósito original conviene incluir la idea de ponerse manos a la obra o es fácil que todo se quede en unas bonitas palabras, sin más, sin llegar a ningún lado. No se trata simplemente de imaginarse lo que se debe hacer. Tampoco es cuestión de asignárselo entonces a otro y considerar con eso que se ha cumplido, y vanagloriarse en ello. El mérito se gana cuando es uno mismo el que, además de proponérselo y proyectarlo, se ocupa de hacerlo.

Con demasiada frecuencia, al pensar en ello, me dejo llevar y viajo a un mundo de ilusión en el que me figuro que lo he conseguido. Es una sensación estupenda, una combinación de alegría y satisfacción, y también de superación. Es una lástima que tan sólo se trate de fantasía y que la mayor parte de mis buenas intenciones no pasen de ese estado. El propio blog está lleno de este tipo de ejemplos, y es incluso una muestra de ello. Poner las cosas por escrito no es lo mismo que ejecutarlas, aunque al menos, de este modo, se quedan registradas para tenerlas presentes a modo de recordatorio. Luego es cuestión de voluntad, decisión y esfuerzo. ¿Quién sabe si algún día...? Incluso a mí me suena a excusa, claro que este manifiesto es una fuente de argumentos para que los de mi alrededor me azucen a pasar a la acción.

jueves, 7 de marzo de 2013

VIAJE A LONDRES por sobrinísima

La autora de esta entrada es sobrinísima y es un relato de su experiencia londinense. 

"Los cinco días que he estado en Londres han sido fantásticos. Esta era la primera vez que iba y me ha encantado, sobre todo los lugares más emblemáticos: Covent Garden, Buckingham Palace, Hyde Park, el Big Ben, etc. He de mencionar que la amabilidad no es precisamente la cualidad que más define a los ingleses y que el tiempo no es lo que se dice genial, aunque yo creo que tuvimos bastante suerte en ese aspecto. De todos modos esas dos cosas no se tenían en cuenta cuando ibas por la calle y, de repente, te encontrabas el Ojo de Londres allí, imponente, observando toda la ciudad, y te quedabas sorprendido porque te lo imaginabas completamente distinto.

Una curiosidad del Ojo de Londres, que al menos a mí me llamó la atención, es que al verlo desde la calzada da un poco de miedo porque es verdaderamente grande, pero una vez que estás dentro de una de sus cápsulas, con unas vistas fenomenales de todo Londres, y ves que además hay tablets dentro de esas cápsulas, se te quita todo el miedo y compruebas que merecía la pena subirse.

Otra de las cosas que también me impresionó fue la leyenda que nos contó una de las profesoras que iba con nosotros, en concreto mi profesora de inglés. Esta leyenda trata de la Torre de Londres, que está rodeada por jardines. Bien, el caso es que en esos jardines hay cuervos y cuenta la leyenda que si esos cuervos se van de allí, Londres se va al carajo. Aparte de ésta, aprendí muchas otras historias que también me llamaron la atención.

A mí personalmente me encantó un detalle del Buckingham Palace… ¡Los soldados! Me pareció muy gracioso el hecho de que hicieras las tonterías que hicieras, ellos no se movían de su posición. Aunque yo ya sabía este detalle sobre los soldados que custodian Buckingham Palace, verlo con mis propios ojos me gustó aún más.

Este viaje ha sido una experiencia única, una de esas experiencias que volvería a repetir sin problema. Lo más emocionante de todo ha sido que gente que estaba en mi mismo instituto, y que apenas conocía, ahora son o amigos, o al menos conocidos.

A pesar de todo he de reconocer que al principio no tenía muchas ganas de ir y fue mi madre la que me convenció para hacerlo. He de decir que ahora que he vivido toda la experiencia, me habría arrepentido si no hubiera ido."

miércoles, 6 de marzo de 2013

Malcriados

Me enciende la gente que se cree que, simplemente por su fea cara, tiene derecho a privilegios especiales. Esto se puede comprobar a diario, con un simple paseo por el Barrio de Salamanca, en el que una segunda fila de coches con algo de marca, especialmente los modelos de los mastodónticos wannabes,  se alinea en Serrano, Juan Bravo y Ortega y Gasset, sin preocuparles lo más mínimo el atasco que provocan.

Una versión cutre de ese mismo comportamiento sucede en los hospitales a diario. El ejemplo más claro es el de los fumadores que, incluso bajo los mismos carteles que prohíben fumar, bien avalados con su referencia a la ley correspondiente, deciden que a ellos no les afecta y que a nadie le va a importar si se echan un cigarrito donde y cuando les pete. ¡Pues sí que importa, y mucho! El tabaco es culpable de la mayoría de las patologías oncológicas o crónicas y lucir ese vicio en el recinto sanitario, simplemente por su incongruencia con el entorno, supone un alarde de estupidez supina. Es además una falta tremenda de respeto que sobrepasa, con creces, los límites de la grosería. Viene a significar: "me trae al pairo la salud y el gasto que implica, no me importan los enfermos, yo sólo me ocupo de mi ombligo, y al que le moleste que se ocupe del suyo". Tienen la piel tan pulida, a base de darse palmaditas de alabanza y gloriosa autoestima, que les resbala cualquier recriminación. Hay quien incluso se llega a poner agresivo. Paradójicamente, el día en el que se ven ellos en el lado del paciente, sin necesidad de padecer ninguna dolencia grave, pretenden ser tratados con especial atención, simpatía y esmero. ¡Pues no! Y más vale que se desengañen rápidamente. Se les tratará como al resto. Si su prepotente actitud no despierta una sonrisa cordial en el rostro del galeno, no es porque este esté incurriendo en ningún tipo de falta. Es cierto que el médico debe comportarse de manera educada y cívica, y lo mismo debiera hacer el enfermo, cosa que por desgracia no siempre sucede. El "primum non nocere" obliga al galeno a no agredirles ni física ni verbalmente, por mucho que en algunas ocasiones le cueste contener sus impulsos ante los pacientes que sí que se permiten insultarle. 

La cortesía es obligada, pero la simpatía y el cariño son mérito del enfermo y ha de ganárselos. Es una cuestión que afecta simplemente a la relación personal porque luego, a todos, sin distinción, se les indicarán las pautas de tratamiento a seguir, aunque el resultado del mismo estará el función del cumplimiento terapeútico. Puede resultar asombroso conocer la cantidad de quejicosos que no se ponen o no toman lo recetado. Aún no me explico para qué acuden al médico y menos aún por qué acuden posteriormente a la revisión en la que refieren seguir aquejados por los mismos síntomas. Evidentemente no son muy listos, quizás el problema radica en eso. Su falta de inteligencia no les permite absorber conceptos abstractos como educación, gentileza y urbanidad. Menos aún comprender un texto y relacionar lo escrito en el informe con su dolencia, y las recomendaciones que figuren en éste como algo necesario para mejorar, a fin de cuentas sólo son recomendaciones. ¿Qué esperaban? ¿Milagros? En occidente hace tiempo que la magia se divorció de la medicina y que los médicos dejaron de ser brujos y chamanes. Los que busquen clarividencia pueden dirigirse a las brujas de las madrugadas de algunas cadenas televisivas. 

martes, 5 de marzo de 2013

Estaciones de estrellas

En primavera las estrellas suben a la montaña después de la lluvia, atraídas por el olor de la tierra húmeda. Se transforman en rocío y descansan en la hierba. Las briznas se cimbrean bajo el peso de las gotas y se hacen cosquillas unas otras. La pradera sonríe al amanecer. Las estrellas se divierten y se resisten a recogerse. Se tiñen de colores, tiemblan como alas de mariposas y se esconden en valles cuajados de flores. Los rayos del sol tantean cada rincón mientras viajan de este a oeste y, bajo el roce de su luz, las estrellas se adormecen. Sueñan con vivir romances y sus deseos inflaman pasiones en la noche.

En el calor del verano surcan fugaces el cielo. Con un simple parpadeo, se zafan de las miradas y siguen el camino de la Vía Láctea para bañarse en el agua. Se zambullen, chapotean, se impregnan de sal de mar. Se refrescan en la brisa y cabalgan en las olas hasta perderse en la orilla.

En otoño, el aire huele a castañas. Las estrellas se encienden con las brasas del atardecer y sus llamas reverberan en las copas de los árboles. En ese instante crepitan igual que el viento mientras agita las hojas. El aire se carga de magia, se abren puertas, se despiertan los fantasmas y se susurran historias llenas de nostalgia.

En invierno caen pedazos de estrellas durante las grandes nevadas. La ventisca los arrastra junto con copos de nieve que se funden con sólo rozar las pestañas. El frío resguarda bajo su capa de hielo las que quedan en el cielo pero, al llegar la madrugada, el manto se quiebra en añicos de escarcha. Suena música, los acordes de un nocturno se cuelan entre los ruidos del mundo. Es la luna que tirita tras su velo de neblina.

lunes, 4 de marzo de 2013

Patatas VIP

Las patatas guisadas no se consideran habitualmente un plato "de lujo". ¿Por qué no? Existen patatas aristocráticas: pastelitos de puré de patatas duquesa y patatas dauphine, gratinadas con nata y queso. Lógicamente, también deberían existir unas patatas baronesa. Y efectivamente, ¡existen!  En Linares, al igual que ocurría con casi cualquier comida, las patatas también podían transformarse en un plato tan especial que formase parte de los favoritos de todo el mundo. Además de la fantástica tortilla de patatas de mi abuela, indiscutiblemente la mejor del mundo y reproducida a la perfección por Sole, estaban las "patatas a la importancia", que poco tienen que ver con las tradicionales patatas a la importancia que sirven en otros sitios. Yo las llamaba patatas importantes y no había viaje en el que no le sugiriese (si es que mi insistencia se podía denominar sugerir) que las preparase. Me chiflaban. Eran patatas no sólo importantes sino VIP, verdaderamente nobles, por supuesto dignas de la aristrocrática mano de la Baronesa. 

Su elaborada preparación, y mi buen olfato, hacía que mi abuela no pudiese sorprenderme con ellas. Tampoco lo pretendía: nunca fue amiga de dedicarle un plato especial a nadie. Disfrutaba de la cocina pero, al mismo tiempo, ésta se incluía dentro de la rutina de las tareas del día a día. La comida era para comer, no para que admirásemos el efecto de la obra maestra colocada artísticamente sobre el plato, como sucede en muchos restaurantes que realmente parecen más galerías de arte y cuyos creadores se han tomado a pies juntillas la expresión de "comer con los ojos" y se han olvidado del supuesto efecto saciante del alimento (sus clientes saldrán de allí con la cartera aún más vacía que el estómago). Para mi abuela el concepto de arte culinario terminaba en el punto en el que la estética interfería con la satisfacción de, nuestro siempre voraz, apetito.

Aquel platillo se llevaba una buena parte de la mañana. Había que lavar y pelar un sinfín de patatas (porque en cuanto se descubría en qué consistía el menú del día, había que contar con los extras que se apuntarían a la cata), cortarlas en rodajas ni finas, ni gruesas, pasarlas una a una por huevo y freírlas por tandas hasta que estuviesen crujientes y doradas por fuera y bien tiernas por dentro. Se escurría el exceso de aceite sobre un papel y se distribuían, sin apilarlas más de lo imprescindible, sobre el enorme fondo del mismo cazo que se empleaba para las albóndigas. Se añadía leche hasta cubrirlas y un majado de ajo, perejil, azafrán, comino y almendras. Se rectificaba de sal y se dejaba cocer a fuego lento hasta que la leche se absorbía y se transformaba en una salsa ligera, pero trabada y cremosa, y las patatas se derretían en el interior del rebozado. ¡No podían removerse más que con infinito cuidado! Si acaso era imprescindible se podía menear un poco la cazuela. Se dejaban reposar antes de servirlas para que los sabores quedasen bien impregnados. Con mucho cuidado se servían en los platos y, por desgracia, nunca sobraba nada. ¿Por qué esos guisos tan deliciosos tienen la mala costumbre de reducir? ¿No existe ninguno que crezca?

PATATAS VIP DE LA SOCIEDAD DE LA BARONESA
Ingredientes
2 kg de patatas como mínimo (cantidad variable en función del número de comensales)
Harina y huevo para rebozar
Aceite de oliva en abundancia para freir
1 cebolla grande picada
Un par de dientes de ajo
Un puñado de almendras
Azafrán en hebras
Pimienta
Perejil
Comino
Sal

Elaboración
Lavar, pelar y cortar las patatas en rodajas. Pasarlas primero por harina y luego por huevo y freirlas en abundante aceite caliente (sin dejar que se arrebaten) hasta que estén doradas. Escurrir el aceite sobrante.
Pochar la cebolla en una sartén junto con el majado de almendras, ajo, perejil, azafrán, comino y pimienta.
Añadir 2 vasos de leche y uno de agua.
Cuando hierva, poner las patatas y mover el cazo con mucho cuidado.

domingo, 3 de marzo de 2013

Tránsito

The wheel of Time is rolling for an end, and … the world is, in all great essentials, better, gentler, more forbearing, and more hopeful, as it rolls! Charles Dickens. (La rueda del Tiempo rueda hacia un final, y... el mundo es, en esencia, mejor, más gentil, más tolerante y más esperanzador, según rueda.)

La muerte está envuelta en misterio. Es un concepto inquietante que supone romper definitivamente con todo lo conocido hasta entonces. Es  inevitable e imprevisible, da miedo, está presente en las pesadillas y los temores de muchos. Es la protagonista de un sinfín de especulaciones que buscan avivar o aliviar ese temor. Es tan real como la vida y, sin embargo, provoca la impresión contraria. Es un futuro lejano con muchos planes entre medias. No se cuenta con ella, antes hay que llevar a cabo todo tipo de proyectos. Su llegada inesperada supone dejar un libro a medias, una tarea sin terminar. Se la tiene presente, sí, pero arrinconada en una nebulosa, casi como si se tratase de una leyenda, y se la envuelve en ella.

¿Qué hay después? ¿Quién sabe? Es un gran enigma, un futuro muy diferente en función de la cultura y las creencias. Está la ilusión de nacer a una vida nueva tras reencarnarse en otro ser y esa perspectiva puede hacerles sobrellevar a algunos una vida miserable. Los hay que buscan alivio en la existencia de un mundo paralelo e invisible, poblado de espíritus que vagan por los lugares a los que estuvieron apegados en vida y que les permiten mantener un leve contacto con su vida previa, aunque sea a través de los sueños. Al soñar con los que ya no están se recupera la cercanía con ellos, incluso se puede sentir su tacto y escuchar su voz. Aunque sea sólo un sueño, en la mente queda registrado como una vivencia más que reconforta y se atesora dentro de los recuerdos. En la mayoría de las religiones se comparte la ilusión del paraíso. El esperar un reencuentro con los seres queridos supone un gran consuelo para los creyentes, así como el asumir que, mientras tanto, se hallan en un lugar mejor, un paraje lleno de luz en el que sólo se conocen la bondad y la felicidad. Como idea es preciosa.

Me la imagino serena, de una oscuridad profunda, una noche sin estrellas. Un sueño en el que uno cae sin darse cuenta y no se despierta. Es la nada y la paz más absoluta, sin conciencia que la altere. Es perder el contacto con la realidad, saltar al abismo para desvanecerse en él sin remedio, vaciarse de golpe, y dejar sólo una efigie que se desintegrará lentamente. La vida que se vacía pasa a formar parte de los recuerdos de otros, que recrean a través de ellos a aquel que ha desaparecido. Son recuerdos dolorosos al principio, impregnados de la emoción de la pérdida, pero que el tiempo dulcifica a base de pequeños detalles hasta convertirlos en una añoranza que no se desea olvidar para que no deje de existir.

Otra cita para terminar, creo que de Voltaire: ”Cuando nacemos, nosotros lloramos y los demás ríen. Vive la vida de tal modo que cuando mueras, los otros lloren y tú rías.” (¿Sería posible que los demás también riesen, felices por haberte conocido?)

viernes, 1 de marzo de 2013

Patinaje artístico

Siempre he asociado el patinaje sobre hielo más con el arte que con el deporte. La música, el contraste de colores de los vestidos de telas ligeras y vaporosas convierten a los patinadores en bailarines y la pista en un escenario. Me encanta el modo en el que se deslizan a toda velocidad sobre el hielo y parecen flotar sobre las cuchillas. Aceleran, se elevan, vuelan y contengo la respiración mientras giran en el aire. Danzan y rotan sobre el patín en un remolino de eje tan perfecto como el de una peonza. Se doblan, se estiran, y crean figuras elegantes, tan llenas de equilibrio y gracia como las del ballet. Al verles me entran ganas de imitarles.

He patinado muy pocas veces sobre hielo. Da la falsa impresión de ser algo muy sencillo, que se reduce a una cuestión de resbalar y dejarse llevar por la inercia, tan ligera como el viento. Es una lástima que además exista la fuerza de la gravedad y que sea ésta la encargada de devolverte dolorosamente a la realidad. Para colmo de males, la única pista que había en Madrid estaba abarrotada de aficionados y era impensable intentar nada más artístico que mantenerse en equilibrio, esquivar a los caídos y evitar ser víctima de empujones y de risas malintencionadas. Tras la experiencia real, la ilusión de deslizarse sobre las cuchillas se deshacía al igual que el hielo. Repetir al año siguiente servía para afianzar la lección y recuperar algún moratón.  

El patinaje artístico está íntimamente ligado a mis últimos recuerdos de la Baronesa. Era la hora de la siesta y emitían el campeonato del mundo por televisión. Sonó el teléfono. Reconozco que en ese momento lo cogí sin gran interés, con la atención puesta en el ejercicio de Miki Ando. Hay instantes que lo cambian todo, y ese fue uno de ellos. En lugar de la esperada puesta al día habitual, mi pobre madre me contó muy afectada que la abuela había perdido el conocimiento de repente, así sin más, durante la comida. Me olvidé por completo de la pista de hielo, no me enteré de nada de lo que sucedía en ella y, sin embargo, aquella escena se me quedó grabada. Tanto es así que, hasta la siguiente temporada no me apeteció volver a ver más patinaje y aún ahora, al recordarlo, se me hace un nudo en la garganta. También se ha convertido en algo que me hace viajar atrás en el tiempo y revivir otros muchos momentos compartidos con la Baronesa. Son momentos llenos de cariño, a los que me aferro.