martes, 18 de noviembre de 2025

Gestionando el 7 (por hermanita)



El 17 de noviembre es un día en el que los recuerdos se agolpan, son recuerdos agridulces de momentos alegres y llenos de vida que quedaron atrás, pero que siempre están presentes, porque aferrarse a lo bueno hace que lo triste se sobrelleve de otra manera y uno no se quede debajo de las mantas, hecho un guiñapo, hasta que  pase. La vida sigue y trae rutina y obligaciones, pero también alegría y esperanza. La página queda ahí, sin terminar de pasar, y mientras se escriben otras nuevas, como estas palabras de hermanita. 

 Llevaba semanas garabateando ideas y pensamientos preparándome para la inminente llegada de este día, el 17 y el año 7. En estos meses, en los que se nos remueven los fantasmas y las sombras de ese día trágico y tirano, siempre parece que los números adquieren un valor emocional que trasciende su concepción numérica. Este año le toca al 7. 

El 7 siempre ha sido mi número favorito. El número de El Buitre o de Raúl… no sé por qué pero siempre me ha gustado. El 7 era una nota relativamente buena en el colegio, con un siete sabías que estabas en el notable, era más que aceptable. 

7 fue, también, el primer cumpleaños que celebró Jaime sin Jorge. Recuerdo que me daba pavor imaginarme solo cómo sería ese día, así que fui a hablar con Jaime y le expliqué que, como iba a ser el primer cumpleaños sin papá, lo mismo ese día estábamos tristes, y que no pasaba nada. Me miró con sus ojos grandes y nunca olvidaré su respuesta, me dijo, “yo creo que ese día no mamá”. Me sonreí, si alguien iba a disfrutar de su cumpleaños estaba claro que iba a ser él, hijo de la vid y nieto del sarmiento, y con la suficiente ingenuidad y alegría como para compensar una ausencia tan grande como esa. Realmente lo disfrutó, y todos fuimos capaces de disfrutarlo con él, aunque en mi caso con una pena enorme de no poder compartir con su padre ese paso más en la vida de nuestro pequeño. Ese vacío sé que es cruelmente irreversible. 

7 años de ausencia… parecen tantos y tan pocos a la vez. Es tremendo pensar que Jaime ha pasado ya más años de vida sin su padre de los que ha compartido con él, sin hablar de mi pequeña. Es cierto que lo tenemos muy presente y recordamos tantos momentos vividos, que a veces parece que no ha pasado casi el tiempo, pero también sé que hay muchos momentos por vivir en los que esa figura será irremplazable. La ausencia este año del abuelo Paco parece que lo pone aún más de manifiesto, porque una de las personas que te sirven de apoyo y de consuelo en este día gris, no está tampoco presente para compartir ese dolor o tristeza. La soledad o la sensación de pérdida es mayor cuando te falta uno de esos apoyos. 

Y tratando de buscar la luz en un día como hoy, me quedo con algo que me dijo mi querida amiga del alma, que perdió a su madre con 4 años y pasó casi a ser una hija adoptada en mi familia.  Me comentó que si alguien le diera a elegir ir marcha atrás en el tiempo y haber podido crecer con su madre, que no sabría qué habría elegido, porque las personas que había conocido, sus hijos, quizá no existirían en ese otro escenario, y, a pesar de lo mucho que había echado de menos a su madre en muchos momentos, no arriesgaba perder lo que tenía. 

Y por muy duro que parezca, ese deseo es algo que me da mucha fuerza también para seguir luchando, convencida también de que es el deseo que Jorge tendría para todos, que en esta vida 2.0 que nos ha venido impuesta su ausencia pese menos que los momentos buenos que podamos construir. Siempre va a estar presente, no tengo ninguna duda de que no se pierde ni una fiesta, pero no querría estarlo desde el dolor sino desde el recuerdo de su vitalidad y fuerza.