miércoles, 30 de abril de 2014

Lejos de la abuela (por hermanísima)

Mis hermanas están lejos y eso es duro, especialmente ahora. La entrada de hoy es la despedida a mi abuela de hermanísima. 

No puedo dormir. La lejanía es la peor de las enfermedades. Quisiera estar allí con todos, quisiera verla por última vez, quisiera que no se hubiera ido, que me hubiera esperado un poquito más para poderle dar un beso de despedida. Es mi abuela y la quiero. Es muy duro, natural pero duro.

Voy a dejar paso sólo a los recuerdos, mi naturaleza hace que unicamente guarde buenos recuerdos de las personas a las que quiero, los malos los voy olvidando, no se estancan ni se enquistan, simplemente se van. A veces creo que ese es el secreto para ser feliz. Recuerdo la casa de Galileo con su interminable pasillo, recuerdo las muñecas de papel que nos recortaba, la ropa que le hacía a mi muñeco, los flanes, la leche frita, su porte, su risa, su agudeza. Me encantaba ver los álbumes de fotos en los que se la veía siempre tan guapa, con esa sonrisa, con esa piel tan bonita y esa ropa tan distinta a la de la moda actual, con mi abuelo, con sus amigas; en Madrid, en el chalet, con sus hijos, con sus nietos ¡Cuántos recuerdos congelados!

Mi abuela era muy peculiar, tenía un sentido de la vida personal, con muy pocos grises. Las cosas o estaban bien o mal, me resulta dificilísimo ver el mundo así pero reconozco que es muy útil y ella en su cabeza tenía una claridad que no creo que nuestra generación pueda conseguir jamás. Hay un escritor que dice algo así como que las personas no terminan de desarrollarse como personas si no han vivido alguna guerra, ella la vivió y eso la marcó pero también la hizo fuerte, con una resistencia inaudita que ha demostrado a lo largo de estos últimos meses.

Mi abuelo la adoraba, besaba por donde ella pisaba. Él no habría podido vivir sin ella pero ella tampoco era la misma sin él. Mi tío Luis ha sido su gran acompañante, mi hermana Sol, la nietísima. Ha pasado este último mes con sus hijos a los que siempre ha adorado, con la mayoría de mis primos, y con muchas personas que la querían de verdad, otros la hemos tenido presente en nuestros recuerdos, en nuestros pensamientos y en nuestras oraciones Ha habido muchas personas que han estado con ella en estos últimos meses, personas que la quieren y que la recordarán.

Hasta luego abuela. Hasta siempre.

martes, 29 de abril de 2014

Educar al paciente

Hay individuos, y por desgracia no son casos sueltos y excepcionales, que no guardan en el médico las mínimas normas de educación que se exigen en otros lugares. Algunas son una falta de respeto que, más que afectar al facultativo, perjudican a los pacientes citados ese día. La más flagrante es la de abrir la puerta y entrar sin haber sido llamado. ¿Y si el enfermo no lleva ropa? ¿Y si se está en medio de una pequeña cirugía, o de taponar un sangrado, y la interrupción provoca un despiste del cirujano o un mareo del intruso? No es que esto último no le estuviese bien empleado pero obligaría a los sanitarios a abandonar al paciente para perder un tiempo precioso en atender al inoportuno.

Una de las faltas de educación más habituales, además de la casi incorregible tardanza, es la de hablar por el móvil. Si se pretende que el galeno te dedique toda su atención, lo normal sería corresponderle y apagar ese infernal aparato dentro de la consulta. Si se desea mantener una conversación con alguien  más importante que el médico lo ideal es hacerlo fuera y permitir que el facultativo emplee esos minutos en atender a otros enfermos. El doctor valora la privacidad,  no tiene por qué enterarse de la vida personal de nadie si no afecta a su salud, por lo que cualquier otro tema no debe tratarse en su presencia, aunque luego se discuta a viva voz en el autobús.

Otra cuestión es la de la higiene. Conviene ser flexible, hay enfermos a los que, por sus circunstancias, no se les puede exigir que vengan relucientes, sin embargo también los hay que superan los límites de la tolerancia humana. No es posible acercarse a ellos, antes se precisa abrir las ventanas para no morir asfixiados. También se les explora sin respirar.  Ante semejante situación no queda más remedio que llamarles la atención al respecto. Se les pide que, por favor, al médico acudan duchados. Si afirman saber usar la ducha es el momento de añadir que, tras secarse, usen desodorante y se muden de ropa. Al terminar deben esperar en la sala de espera mientras se escribe el informe y se piden las pruebas. Prolongar su presencia un minuto más en la consulta la inhabilitaría para el resto de la mañana, no exagero.

A veces la infracción no afecta directamente al galeno. Algún día he tenido que recomendarle a algún adolescente que le cediese el asiento a su madre (que era la paciente). Afortunadamente conté con el apoyo del padre, también sentado, que le explicó al muchacho que era una cuestión de respeto. Eran musulmanes pero eso no les eximía de mostrar un mínimo de cortesía. La estudiante que rotaba conmigo me miró con los ojos como platos. ¿Qué quería que hiciese? ¿Callarme? Considero que el civismo es un reflejo de la salud social y por tanto no tenía alternativa: si a uno no le educa cuando es joven, le resultará mucho más difícil aprender después.

lunes, 28 de abril de 2014

Utilidad

Si alguien pretende machacar y destruir a un hombre por completo, infligirle el castigo más terrible... todo lo que tendría que hacer sería darle un trabajo que estuviese total y completamente desprovisto de utilidad y sentido. Dostoyevsky

Sentirse útil produce satisfacción y esa recompensa interna refuerza el deseo de hacer algo por los demás. Es cierto que un pequeño grado de reconocimiento externo también es necesario, no por vanidad sino para vencer la inseguridad que casi todos tenemos. Nos tranquiliza que nos confirmen que lo que se ha hecho está bien hecho y que, efectivamente, ha servido para algo. Por el contrario, tener que hacer cosas sin estar de acuerdo con ellas, sin saber si tienen sentido o alguna finalidad, desmotiva. No se disfrutan, se automatizan. Se busca el modo de salir del paso con el mínimo esfuerzo, físico y mental, o, directamente, se procuran esquivar. Es un círculo vicioso de mediocridad, peor y más frustrante con cada nueva vuelta de tuerca.

Un maestro en el arte de la vida no separa drásticamente su trabajo de su juego; sus obligaciones y su ocio; su mente y su cuerpo; su educación y su esparcimiento. A duras penas reconoce cuál es cuál. Se limita a perseguir su idea de excelencia en lo que esté haciendo y deja otros la decisión de si trabaja o juega. A él siempre le parece hacer ambos. Chateaubriand

Donde se cruzan las necesidades del mundo con el talento de uno, ahí reside su vocación. Aristóteles.

 Dicen que una persona sólo necesita tres cosas para ser verdaderamente feliz en este mundo: alguien a quien amar, algo que hacer y algo de esperanza. 
They say a person needs just three things to be truly happy in this world: someone to love, something to do, and something to hope for. Tom Bodett 

sábado, 26 de abril de 2014

Hay ojos que miran, hay ojos que sueñan... Unamuno



Hay ojos que miran, hay ojos que sueñan...

Hay ojos que miran, -hay ojos que sueñan,
hay ojos que llaman, -hay ojos que esperan,
hay ojos que ríen -risa placentera,
hay ojos que lloran -con llanto de pena,
unos hacia adentro -otros hacia fuera.
Son como las flores -que cría la tierra.

Mas tus ojos verdes, -mi eterna Teresa,
los que están haciendo -tu mano de hierba,
me miran, me sueñan, -me llaman, me esperan,
me ríen rientes -risa placentera,
me lloran llorosos -con llanto de pena,
desde tierra adentro, -desde tierra afuera.

En tus ojos nazco, -tus ojos me crean,
vivo yo en tus ojos -el sol de mi esfera,
en tus ojos muero, -mi casa y vereda,
tus ojos mi tumba, -tus ojos mi tierra.

Miguel de Unamuno

viernes, 25 de abril de 2014

Si la luna se da la vuelta

La luna se ha dado la vuelta y ya no mira a la Tierra. Ahora es el planeta el que contempla asombrado su cara oculta. La noche ya no es oscura. El cielo es un gran diamante que ha atrapado en su interior el fulgor de las estrellas. La luna oculta no es una perla de nácar, es un zafiro de agua engarzado sobre un halo de destellos de oro y plata que deslumbran al mirarla. No refleja la luz del sol sino que irradia su propia magia.

Todo es posible bajo la magia de la luna oculta. Se han borrado las fronteras entre realidad y sueño. Las sombras transparentes de la oscuridad se asoman. Sus figuras resplandecen bajo la nueva luna. Se escapan de la fantasía para surcar el día. Envuelto en polvo de plata, al pasar la segunda estrella a la derecha, un barco pirata navega hacia el País de Nunca Jamás: Peter Pan ha crecido.

Al bajar de la montaña, los lobos lloran con sus aullidos la pérdida de su luna blanca. No desean ser humanos y verse obligados a habitar la ciudad de cristal. Transformados, sin voz, sin sueños, sin corazón, recorren las aceras sin apartar la mirada del reflejo azul en las ventanas. Desorientados buscan un nuevo hogar. Desconocen su nuevo mundo mas no recuerdan su origen, y son incapaces de encontrar su lugar. La libertad ya no les pertenece. Según su forma cambia, se olvidan de las rocas, se olvidan de los árboles y olvidan que añoran su lado salvaje.

Las princesas son víctimas encantadas del hechizo extraviado de un hada. Esperan al villano que ha de rescatarlas. Si el príncipe llega a tiempo, el hechizo será eterno.

En el desierto el relieve de las dunas se alisa cuando surgen los dragones que dormían en su lecho. Al despertar estiran sus cuerpos para sacudir la arena que los cubría. Abandonan su refugio bajo tierra y desencadenan una tempestad de arena y fuego cuando levantan el vuelo. Fluyen coladas de lava entre las grietas abiertas. El viento exhala su último aliento. El desierto no late, no respira, es sólo un terreno inmóvil, abandonado y muerto. De sus restos renace el océano de los primeros tiempos: el mar de los dioses, de las leyendas, de los cantos letales de sirenas. Emergen reinos submarinos con murallas de coral. El agua se alza desde las simas en olas del tamaño de montañas, cordilleras tan altas que las crestas cuelgan en largas agujas heladas.

Las brujas salen y preparan su aquelarre. Se calzan su mejor gorro y guardan en su maleta su viejo libro de pócimas. Con un gato en su regazo levantan el vuelo en sus escobas. Las brujas danzan. Sus siluetas picudas tiemblan en medio de un círculo de tinieblas, de sombras apagadas por velas de oscuridad. Fantasmas de carne y hueso, y sin alma, surgen de los cementerios para reunirse con ellas. Tras su largo descanso no han recuperado la vida, pero sí las fuerzas. Los vampiros se levantan sin miedo al amanecer, les protege la magia negra de las brujas que, en pleno apogeo, urden conjuros perversos bajo el sortilegio de la luna azul. Una bandada de murciélagos gigantes emprende el viaje de regreso a Transilvania. Marchan hacia las criptas en ruinas de sus castillos en los Cárpatos. Van dispuestos a hacer estragos. Las brujas ríen y en el cielo retumban los truenos. La noche se encapota de pesadas nubes grises.

El aire sopla con violencia. Se filtra entre las rocas con aullidos desgarrados. Desgaja una aguja de hielo y arranca un jirón de nieve de la cumbre más alta de las montañas. Aire, roca, hielo y nieve forman una nube blanca que desafía a la tormenta maléfica. Bajo el roce de su lanza se deshacen las tinieblas. La nube es luz, un unicornio que cabalga hacia la luna azul. Se detiene frente a ella. La luna se queda quieta. El unicornio la rodea y la luna, complaciente, se da la vuelta.



jueves, 24 de abril de 2014

La novela ideal

La novela ideal es esa que se ha escrito a sí misma. Ha abierto una puerta para permitirle al escritor asomarse a ese mundo y compartir la historia con los personajes. El autor no añade nada, sólo es el testigo invitado, el instrumento encargado de transcribir los hechos al papel. Sobre él recae una tarea de gran responsabilidad. Es invisible, no puede interferir o cambiaría el curso de los acontecimientos y rompería la confianza que en él se ha depositado.

El escritor ha de encontrar el lenguaje que pertenece a ese mundo. Las palabras han de fundirse en su atmósfera para transformarse en el escenario en el que se desarrolla la acción. Deben ser precisas y ajustarse al carácter de cada personaje, sin desentonar o romperían la armonía de la trama. De ellas depende la unión entre los dos mundos, son la llave que, desde la primera frase, arrastra al lector al interior libro y le conduce por los vericuetos de su historia. Cada letra conforma algo vivo, una emoción, un lugar, una idea. Recorrer las páginas es viajar.  

miércoles, 23 de abril de 2014

Leer y soñar

Un libro es un mundo diferente. Al empezar a leerlo las páginas desaparecen, se dejan de ver las letras y en su lugar, por arte de magia, surgen las escenas. La historia te arranca entonces del sillón, tu cuerpo sigue ahí recostado pero es sólo el cascarón, el resto se ha marchado. Los sonidos de la supuesta realidad se convierten en ajenos, para oírlos es necesario regresar, a veces desde muy, muy lejos, incluso desde otro tiempo.

Un libro es más que un sueño, es un compendio de sueños. Contiene el delirio febril de un escritor, un hombre que se ha olvidado de serlo durante el proceso para vivir otro sueño, el de los personajes. Las palabras laten, trasfunden la vida donada por los héroes del relato a su narrador. Cada gota de tinta recorrerá sus venas para llegar al lector.

Al leer un libro lo que de verdad sucede es que se destapan las compuertas que guardaban ese sueño. La ilusión encerrada se libera. Se viaja a lugares hasta entonces inimaginables, se revelan secretos, se descubren leyendas, se conocen seres fantásticos, se comparten aventuras y se engendran nuevos sueños. De los sueños nacen libros y de los libros más sueños.

martes, 22 de abril de 2014

Mi mundo de cuentos

En mi mundo de cuentos todo es posible. La imaginación no tiene más límites que los que uno mismo se impone, no se rige por las leyes del tiempo, ni de la física. Es una dimensión diferente que se traslada a la de la realidad. Las cosas más extrañas tienen su lógica, en ocasiones incluso más de la habitual. La dificultad reside en explicársela con claridad a otros, ser capaz de compartir esa visión.

Los personajes, con su entorno y sus diversos cacharros, están ahí, aparecen, con frecuencia de repente y de forma inesperada. Son ellos los que deciden darse a conocer. En un primer momento te choca encontrártelos y te preguntas de dónde han salido. ¿Quién da el salto entre un mundo y otro? ¿Ellos o yo? Concluyes que no importa el origen. Mi impresión es que deja de haber una frontera entre ambos y se puede pasar desde ambos lados. Escribir acompañada por tus propios personajes es una sensación incomparable, única, una emoción con un componente de nostalgia que provoca un nudo en la garganta. Es un instante frágil en el que el aire tiene un brillo diferente y también otra textura, al respirarlo te embarga un sentimiento de euforia que rezuma por los poros y provoca un cosquilleo que se extiende por la piel. Los ojos se abren más, los labios sonríen sin poder evitarlo y todo en el interior se estremece y baila. Hay momentos y lugares en los que la apertura es más amplia: un rincón hermoso que posee un cierto embrujo, las primeras horas de la mañana cuando todo lo real duerme o un concierto en el que el hechizo de la música hace caer las barreras, une espacios y arrastra tanto a unos como a otros.

Una vez están ahí no se comportarán de una forma predecible. Sorprenden no sólo con sus visitas, sino también con sus ocurrencias. Cuando toman las riendas hay que dejarles hacer y que conduzcan la historia, a fin de cuentas se trata de su historia, han venido con ella. No importa que de entrada la idea parezca un disparate. Siempre se disfrutará, será emocionante, a veces romántico, con frecuencia divertido y, en ocasiones, incluso brillante. Son pequeñas travesuras que transforman la trama en algo diferente. La narración pasa a a ser algo vivo que no le pertenece al autor sino a los personajes. El escritor sólo está ahí para preguntarles ¿qué queréis hacer ahora? ¿cómo vais a salir de esta? y escuchar sus respuestas. Si precisa intervenir debe obtener permiso para trocarse, por un momento, en uno de ellos, pero sin abusar de ese privilegio, sin quedarse más de lo necesario y, por supuesto, sin interferir. Son seres reales de ensueño, con su carácter y sus opiniones.

viernes, 18 de abril de 2014

Soneto Sacro X de John Donne

Este soneto es el comentario que dejó Javier Comas en la entrada de ayer y difícilmente podría encontrar algo más bonito y adecuado para el Viernes Santo. 


Soneto Sacro X

Muerte, no te envanezcas aunque te hayan llamado
poderosa y terrible; pues tú no eres así,
ya que aquellos que crees por tu fuerza abatidos,
no mueren, pobre muerte, ni a mí puedes matarme.

Del descanso y el sueño, que son imagen tuya,
fluye mucho placer; entonces mucho más de ti 
ha de venir, y muy pronto nuestros hombres mejores 
van contigo, descanso de sus huesos, libertad de sus almas.

Esclava eres del destino, del azar, de reyes y desesperados,
moras con el veneno, con la guerra y los males,
también puede la amapola y la magia dormirnos,

y mejor que tu golpe; ¿y por qué te envaneces?
Pasado un breve sueño despertamos eternos,
y ya no habrá más muerte, tú morirás, oh muerte”. 
John Donne. (1572-1631)

Donne, John: Soneto Sacro nº X en “Poesía completa (tomo II)” 
(trad. E. Caracciolo Trejo). Ediciones 29, Barcelona, 2001

jueves, 17 de abril de 2014

Ley de vida

Existo pero no soy nada. Mi presencia marca el final. Hay quien me considera una bendición y, en ese caso, soy paz y descanso. Lo habitual es que la mayoría me tome por una maldición en la que soy la pérdida, la despedida definitiva, el miedo a lo desconocido. No obstante soy siempre la misma. Incluso cuando supongo un alivio, me recibe la tristeza. Sólo conozco las lágrimas, la nostalgia, la melancolía. No sé qué es la felicidad, la risa, ni la alegría. Sí el dolor y la locura. No sé qué es la vida, nunca me cruzo con ella, se escapa cuando aparezco, no se nos permite coincidir, a mi llegada sólo quedan vestigios de lo que fue. En su lugar siento el tacto del frío, el sabor granuloso del barro en mi boca y su olor en mi nariz. Noto el arañazo de las raíces, la densidad del silencio, la postración de los huesos al yacer en la tumba. Veo el cielo cubierto de nubes grises sobre el paisaje desnudo mientras oigo cómo se aleja el último suspiro.

Me culpan y no es culpa mía. Me temen a pesar de esperarme desde el principio. Pretenden alejarme a pesar de ser conscientes de no poder huir del destino. Me rinden culto, me construyen templos, me veneran... pero no me desean.  Guardo en mí el polvo del tiempo, ese en el que se convierten los recuerdos cuando ya no queda nada. Desde el origen formo parte de la naturaleza: todo acaba, todo lo que es, algún día no será más: la vida es un proceso terminal.

martes, 15 de abril de 2014

24 horas en la vida de mis zapatos

¡Uff! ¡Cuántos somos! ¡Qué aglomeración! No, definitivamente no tenía ni pizca de ganas de ir de fiesta y encima me encuentro con todos estos. Con lo a gusto que se está a solas con mi pareja. Quiero volver a mi caja original, a descansar. Lo necesito. Perdí mi querido hogar hace ya tanto tiempo. El nuevo es una comuna.

¿Exagero? Me han tenido todo el día a rastras por el suelo, de un lado a otro, sin parar ni un momento. No me gusta salir, odio las aceras, están duras y es fácil tropezar. No hay nada como una alfombra con su lana mullida y cálida. Es el mejor colchón. Las escaleras me matan, al subir me golpean pero lo que de verdad temo es la bajada. Ese momento en el vacío es lo peor, cuelgo de la nada, no tengo a qué aferrarme, siento cómo me deslizo. El pánico me invade, pero no sirve para encogerme. Tiemblo ante la idea de soltarme y caer. Notar el roce del apoyo me alivia, aunque enseguida le sigue el impulso que me pone al borde del abismo.

Lo peor es la impotencia, el no depender de mí. Cualquier despiste me baña en agua o, ¡qué horror!, en el infame lodo. Claro que todo es susceptible de empeorar, pero esa alternativa no me la quiero ni imaginar. Me expongo a un sinfín de riesgos, sin pretenderlo. Los pisotones están a la orden del día, es difícil que no me aplasten a lo largo del día. Mi tensión la descargo contra los pedales del coche, aunque son vengativos, si no tengo cuidado me arañan el tacón. Del transporte público prefiero no hablar. No, de veras, no insistáis. Cada viaje es un sinvivir.

No se me respeta. Al principio casi me veneran, pero luego, a escondidas me abandonan debajo de las mesas. Para colmo, antes de levantarse, me recogen sin mirar y se introducen en mi interior con giros de sacacorchos. Es una crueldad.

Lo mejor del día: el final. Llegar a casa. No me importa que me dejen tirado en la entrada y me sustituyan por unas vulgares zapatillas; ese momento de expansión es lo más parecido a la libertad. Por desgracia dura poco, no tardan en recogerme para apilarme, de cualquier modo, entre el resto del montón.

lunes, 14 de abril de 2014

Recuperador de paciencia

La entrada de hoy es, nada menos, que una brillante idea de Cuñadísimo: el Recuperador de paciencia. He seguido paso a paso sus instrucciones y ¡funciona de verdad! ¿Queréis saber cómo es? Os aseguro que no es complicado pero tampoco creo que encontréis una explicación mejor que la de su inventor. Sin entreteneros más con mi introducción os dejo con su exposición. Después de leerla estaréis conmigo en que semejante invento contribuirá, sin duda, a crear un mundo mejor y que se merece, como mínimo, el Nobel de la Paz. ¿Alguien discrepa?

Hace algún tiempo una señora me habló, con sabias palabras, acerca de la virtud de la paciencia, lo que me ha obligado a pensar más sobre ella. La paciencia es, para mi, una de las cualidades más importantes ya que, sin ella, sería complicada la existencia. Con frecuencia nos vemos rodeados de compañeros de trabajo, familiares y amigos que ponen a prueba la mencionada virtud.

Si bien no podemos describir, en principio, qué grado de paciencia poseemos en un determinado momento hacia una determinada situación / persona u objeto, lo que sí que he descubierto que podemos hacer es recuperarla y medirla. ¿Cómo? Es sencillo, para ello utilizaremos el MEDIDOR / RECUPERADOR DE PACIENCIA. Sé que el nombre suena raro lo que puede llevar a pensar que su fabricación es complicada pero que nadie se asuste, nada más lejos de la realidad. Voy a intentar explicar con unas sencillas instrucciones su fabricación y manera de usarlo.

En primer lugar nos debemos de hacer con la base, un palo-mamporro-porra-bate de baseball o similar, la única condición es que ha de ser algo largo y duro para que cumpla bien su cometido. Sobre dicho instrumento grabaremos una regleta, a modo de medida, teniendo en cuenta que cuanto más juntas estén las líneas mayor será la paciencia que nos proporcione sobre el evento en el que vayamos a aplicarlo. Como colofón añadiremos una cinta, papel, plástico o similar que, en función de cada caso, desplazaremos a lo largo de la regleta: cuánto mas cerca de la empuñadura se sitúe dicha cinta, menor será nuestra capacidad de paciencia en relación al objeto. Así expresado parece complicado, but don’t panic!! enseguida lo entenderéis con unos sencillos ejemplos. Para empezar mediremos algo inocuo y muy inglés: nuestra paciencia respecto al estado del tiempo. Pondremos la cinta del dosímetro en el día 4 de la regleta (cada raya expresaría días en este caso). Pues bien, si en 4 días el tiempo no es de nuestro agrado significará que habrá llegado el momento de liarse a mamporros con …. el aire en este caso concreto. ¿A que no es difícil? Para una mejor comprensión del sistema voy a pasar a explicarlo con otros ejemplos, más reales, así quedará claro del todo.

EJEMPLO 1: PACIENCIA CON SUCESO-EVENTO-COTIDIANO
Como cada día, te levantas a trabajar y, una vez en la carretera, te encuentras con los individuos de siempre, esos que no respetan las normas: se cruzan sin respetar las distancias, aprovechan el carril de la izquierda hasta el límite para luego, súbitamente, desviarse a la derecha, abusan de su condición de “coche grande” e intentan aplastarte, etc, etc. Pues bien, en previsión de tales imprevistos, no olvidamos guardar nuestro medidor/recuperador en el coche. Contamos y, al llegar a la medida elegida, salimos del coche cuidadosamente (por supuesto sin poner en peligro al resto de conductores) y ¡¡¡ ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS!!! Faros, cristales, retrovisores reventados en un instante. ¡Uf! No, no arregla nada, nunca he afirmado que sirviese para eso, peeeero no veas cómo recupera (que es de lo que se trata).

EJEMPLO 2: PACIENCIA CON HIJO / A
Imaginad cualquier situación en la que se hace necesario repetir un millón de veces una orden: hacer camas, recoger, meterse en la ducha, acostarse etc. Pues bien, tened siempre a mano el RECUPERADOR y, llegado el límite del millón más uno ¡¡¡ZAS!! Mamporrazo. En este caso resulta muy persuasivo.

EJEMPLO 3: PACIENCIA CON OBJETO
Un familiar/amigo gracioso le ha regalado un juguetito "musical" a vuestro hijo, ya sea por su cumpleaños o por cualquier otro motivo. ¡Qué mono es al principio y cúanto te acuerdas del responsable del regalo cuando suena a deshoras y compruebas que la pila no se gasta jamás! ¿Qué hacer para sobrellevarlo? No es complicado: mamporro a mano, calibración y ¡ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS! se acabó el juguete (o el amigo).¡Uuuuf, qué recuperación, Dios bendito!!

EJEMPLO 4 : PACIENCIA CON SUJETO
Un día vas a trabajar y llegas tarde, y agobiado en proporción al atasco de turno que te has tragado. Al entrar al trabajo el típico anormal te mira sonriente y te dice "buenas nooooches". Sabes que, acto seguido, se va a dedicar a contarlo, y si es posible te sacará los colores en los círculos más inapropiados. Le conoces, ya no engaña a nadie con sus bromas. Paciencia, una regla de oro es que nunca hay que perder la paciencia con los cretinos. Gracias al recuperador esto es posible. Se ajusta el medidor en su lugar y, al día siguiente, ¡ZAS ZAS ZAS ZAS!, los dientes en Toledo y la oreja en Teruel.

CONTRAINDICACIONES – PRECAUCIONES:

1.       A veces se pierde la paciencia con uno mismo, en esa situación esta totalmente CONTRAINDICADO el uso del RECUPERADOR.
2.       En su uso con objetos se recomienda que en su fabricación se tome de base algo duro, pero no en exceso. Por ejemplo, contra un coche es bueno el aluminio, tiene menos retroceso que la madera y, además, es deformable.  El objetivo es que el “rebote” no dañe al usuario. Conviene probar todo tipo de materiales pero es preferible relegar el vidrio y el cristal. Mi experiencia es que una porra de cuero rellena de arena cumple perfectamente el cometido.
3.       Para su uso sobre personas se recomienda un material más blando, para reducir el riesgo de efectos secundarios indeseables. Por supuesto se puede optar por cualquier otro, a veces es cuestión de disponibilidad, pero si uno se decanta por un material más duro se aconseja el uso adicional de pasamontañas y el tener la precaución de escoger un momento sin testigos.

Mi propuesta también viene con oferta de lanzamiento, en anticipación a las rebajas de verano. Pensad si os viene bien y, si no, RECORDAD QUE NO LO VOY A DECIR 2 VECES, que yo ya tengo uno.

Interesados contactar al "paciente" Cuñadísimo. Manicomio de SAT.


sábado, 12 de abril de 2014

El ciprés

El ciprés desea ser abeto, mas no se atreve a extender sus ramas. Las mantiene recogidas, resguardadas, pegadas como un escudo contra su cuerpo erguido. Se estira hacia el cielo, con su forma de lanza, e intenta rozar las nubes con su punta afilada. Fantasea sobre lo qué ocurrirá el día que las alcance. Con su vértice arañaría su vientre y la nube se desgarraría en su avance. Los jirones se engancharían a su copa y el viento forcejearía para recuperar los fragmentos prendidos a sus agujas. Tiraría de los pedazos y, en cada asalto, sacudiría sus ramas, las zarandearía con saña hasta desplegarlas. En una danza imposible, el ciprés giraría en medio de un remolino de nubes deshechas y, entre vueltas y más vueltas, sus ramas dejarían de ser ramas para convertirse en alas. En ese momento la corriente se colaría entre las capas y un soplo de aire lamería su tronco. El árbol entero se estremecería bajo esa caricia, sus hojas se erizarían y, al agitarse, vibrarían. El temblor rompería su silencio, ese silencio arcano, nostálgico, casi lúgubre, ese silencio solemne que le aísla en la sombra de su soledad. El ciprés desea ser abeto para hablar con el lenguaje del viento y, en susurros, compartir con el resto sus secretos.

viernes, 11 de abril de 2014

Campaña 100x100 pública

En Enero se puso en marcha la campaña 100x100 pública. ¿Por qué? Sencillamente para evitar la privatización encubierta de la Sanidad. ¿Qué es lo que sucede que ha hecho necesario el tomar cartas sobre el asunto? Nada nuevo, desde hace tiempo la Consejería deriva pacientes a hospitales privados para operarse con el pretexto de las largas listas de espera. ¿Cuales son las consecuencias? Pues que el paciente se opera en un sitio que no conoce, en el que nadie se ha preocupado de establecer una relación de confianza con él. ¿Cómo se gestiona? El gobierno pacta el número de pacientes que se atenderán en las clínicas y, lógicamente, paga por ese servicio, luego llama a los pacientes y les dice que se presenten allí, sin ofrecerles otra alternativa. ¿Con qué se paga, si no hay dinero? Las cuentas salen a costa de reducir el presupuesto destinado a la pública. ¿Es rentable? Para la privada sin duda ya que las complicaciones derivadas de la cirugía, las urgencias y las revisiones se harán en su hospital público. ¿Es cierto que ha crecido la lista de espera? Sí. ¿Cuál es el motivo? El recorte de puestos de trabajo. Se han cancelado consultas porque no hay personal para pasarlas, se han reducido plantillas en los distintos servicios y se han cancelado las jornadas quirúrgicas de tarde que se realizaban en la pública.

¿Qué opina el gobierno de esta campaña? Más o menos siente la misma satisfacción al respecto que el pueblo al preguntarle sobre los políticos. El propio consejero de Sanidad ha tachado esta campaña como una "irresponsabilidad" porque en palabras de Javier Rodríguez podría causar muertes innecesarias "esperando en la lista de espera se puede morir. Luego que no nos digan que estaba esperando aquí y que se ha muerto". ¿No es acaso irresponsable operar un caso que no se conoce, en el que no existe una relación previa de confianza entre médico y paciente? ¿No se puede invertir el dinero que se deriva a la privada en mejorar la estructura de la pública y aprovechar mejor sus recursos? Lo último es que la Consejería ha amenazado con expedientar a los médicos que informen de todo esto en su consulta. Al parecer si le explicas a los pacientes que tienen opciones, que no están obligados a operarse en un hospital en el que nunca les han visto, que les engañan cuando les hablan de lista de espera, y si les avisas de que es posible que les amenacen si se niegan y les informas de lo qué pueden hacer para evitar que les castiguen por rechazar una derivación, resulta que lo haces mal. ¿En serio somos los médicos los que lo hacemos mal?

Muchos enfermos carecían de esta información y, desde que se les proporciona, las derivación de la pública a la privada han bajado un 17% por rechazo de los pacientes. Además ha aumentado el número de reclamaciones por el mismo motivo, los pacientes demandan ser intervenidos en su centro y denuncian las penalizaciones a las que se les somete por actuar en consecuencia (al rechazar la derivación se les pone al final o incluso se les llega a sacar de la lista de espera, sin informar a su médico que, no lo descubre hasta mucho más tarde, dado que es imposible llevar un registro de los detalles de todos los enfermos en la cabeza). Al incluir a un paciente en la lista quirúrgica es obligatorio explicarles la cirugía, las complicaciones y que firmen el consentimiento en el que figura que pueden morir, sin embargo no es necesario que sepan que tienen la capacidad de negarse a ser intervenidos en un lugar desconocido por un médico al que verán en el quirófano por primera vez. ¿Qué tipo de gobierno es el que pretende aprovecharse de la ignorancia de sus súbditos?

jueves, 10 de abril de 2014

¿De qué sirve?

Si todas las emociones cumplen alguna función en la vida, es de imaginar que la envidia, por poco envidiable que sea, también posee la suya. No se me ocurren demasiados beneficios al aplicarla a la existencia de los animales salvajes pero, sin lugar a dudas, en la sociedad pseudocivilizada, hay quien aprovecha para sacarle el mejor partido (a la de los demás). 

La envidia convierte en estrellas a aquellos que criticamos simplemente porque otros les admiran. Pretendemos demostrar que somos diferentes al resto, nosotros estamos por encima de sus encantos. En realidad, somos tan poco inmunes a ellos que incluso nos da algo de rabia que no sean nuestros. Se aplica la frase de Wilde: "Que hablen mal de uno es espantoso, pero hay algo peor: que no hablen". La polémica vende. Por este motivo la envidia enriquece a los cirujanos plásticos. Queremos los labios de Angelina Jolie (aunque la tachemos de hortera), el cuerpo de Sofía Vergara, la mirada de Lauren Bacall (a pesar de su famoso mal genio) y la nariz de Ana de las Tejas Verdes (sí, ya sé que quizás no encaja aquí, pero según Lucy M. Montgomery era excepcionalmente bonita). 

No sólo de cirugía plástica vive la cultura de la estética envidiosa. Algunos peluqueros se vuelven micos cuando sus clientas aparecen con una foto de Meg Ryan y pretenden que su peinado les siente igual que a la actriz. Los más listos, o con menos escrúpulos, hasta saben sacarle provecho a la situación. Cogen las tijeras, la navaja y las mechas y se ensañan en un corte y tinte moderno que deja tan espeluznada a su víctima que no se atreve ni a protestar. ¡Ay de la que se queje! La frase del eminente estilista será: "yo sólo he hecho lo que Ud. me ha pedido". Por supuesto semejante obra de arte tiene un precio (desorbitado). 

En la moda también encontramos ejemplos en los que esta se basa más en la envidia que en el gusto. Los iconos de moda se escogen por intereses, y también con votos comprados, unos criterios más que dudosos a la hora de juzgar la elegancia. Son muchos los que poseen medios pero carecen de gusto propio y dejan estas cuestiones en manos de un estilista personal que no siempre demuestra apreciarles. No importa, tanto los aciertos como los errores derivan en imitaciones y hasta crean tendencia. Eso sí, si a pesar de sus figuras perfectas y de toda la puesta en escena asociada, la indumentaria no les favorece ni a las famosas, su adaptación a la calle la convierte en un disfraz digno de la noche de Halloween. Embutirse en esa ropa conlleva con frecuencia no respirar, lo que hace impensable trabajar (supongo que eso justifica el que algunos no levanten ni un dedo salvo por requerimiento expreso de su entrenador personal).

Por desgracia no todo el provecho que se obtiene de la envidia resulta tan inofensivo. Ojalá todo quedase en un atentado a la estética en alas de la vanidad. El estrecho vínculo que la une con la ambición y la falta de tolerancia, llevada a la intransigencia del fanatismo, es la mecha que provoca que el mundo estalle (y que los traficantes de armas se forren). Mejor no entrar en esa guerra, ni en ninguna.

miércoles, 9 de abril de 2014

Anori y la montaña de Lavanda

Lavanda te transporta con el murmullo de sus palabras a un mundo de nieve y silencio, un mundo frío, de copos que flotan en el aire y se posan con suavidad en un lecho infinito y acogedor, que invita a descansar. Escuchad... 

Anori y la montaña

Anori es tan vieja que ya no le quedan dientes. Hoy al despertar ha visto la primera nevada de la estación. Sabe que este será su último invierno. Desde el interior de la tienda percibe el nerviosismo de toda la familia, hoy se pondrán en marcha rumbo al valle.

Anori es tan vieja que ya no tiene cometido, solo espera que Imnek venga a buscarla.  Alrededor de la cintura lleva una cuerda llena de nudos, uno por cada invierno que ha vivido. Son tantos que ya no sabe contarlos.

Serpenteando por el camino curvo de la ladera, el silencio se ha encajado en los corazones de todos. Hoy Anori está con ellos, mañana se habrá ido.

En un recodo, al abrigo del viento del norte, Anori se sienta sobre una piedra. Le gusta ese lugar, tiene una buena vista del valle, contemplará desde arriba  la llegada de su gente a su destino.

Anori es tan vieja que ya no tiene voluntad. La ha visto irse pegada a la espalda de su hijo mayor y la ha despedido con una sonrisa. Ella no la necesita, su camino está trazado.

La ventisca levanta la nieve de la ladera y cubre el valle con una sábana limpia. Anori cierra los ojos y espera. Canta. Canta un cántico monótono que no está hecho de palabras, y la montaña le responde con su melodía irracional, hecha de piedra.

En la blancura del aire ve  a alguien que se acerca. Es Imnek, su esposo, que viene a señalarle el camino correcto. Anori se pone en pie y avanza unos pasos. Sonríe y se confunde con la nieve de la montaña.

A lo lejos, la tribu llega al valle.

martes, 8 de abril de 2014

El arte del vino

Hace unos días me apunté a una cata de vinos muy original. Se trataba de maridar arte y vino. Me gustan las dos cosas así que el plan me sonó muy bien.

La idea surgió a raíz de la exposición de Javier Comas en Café di Vino. Primero Javier nos dio las pistas, en forma de comentario sobre sus obras. Habló de su estrecha relación con las Canarias de la que había surgido "Atlántico" con sus matices turquesas, sus arenas blancas y sus rocas volcánicas. Explicó como la niebla en los árboles desnudos de un invierno interminable le había evocado la sencillez del arte chino para su serie de "Árboles". Nos contó como el azul oscuro del "Egeo" le había sacado del laberinto en el que se encontraba atrapado.

Con esas pistas debíamos descubrir el porqué de cada vino seleccionado. Se trataba de una cata ciega en la que el gusto y el olfato debían actuar de guías.

El primer vino era blanco, sabroso, algo salado. Sabía a fino pero era una manzanilla (en concreto Borbón-Orleans). Aprendí que la diferencia entre Jérez y Manzanilla es que, aunque ambas son de uva Palomino, la segunda se produce en Sanlucar de Barrameda, a orillas del mar, y por eso es más salada. Es muy trabajosa de elaborar ya que requiere una cuidadosa crianza en barrica bajo velo de flor, la capa de levaduras naturales que cubre el vino para su fermentación biológica, de ahí su maridaje con el Egeo.

El segundo vino era un vino con cuerpo pero ni áspero ni  recio, con la densidad precisa, muy rico, con algo de madera y bastante sabor a fruta. Cuando descubrí que la uva era Tempranillo no me lo podía creer porque me supo muy distinto a los Riberas y los Riojas. Era un 13 Cántaros de Cigales, escogido para el evento por las nieblas vallisoletanas. Un vino muy económico y que me gustó mucho.

El tercer vino era un tinto diferente, más suave que el anterior pero sin resultar acuoso, tenía aromas de violeta, de pimienta y de miel y también algo de salinidad. Fue el favorito de muchos. Su DO supuso toda una sorpresa: el valle de la Orotava, al norte del Teide. Su nombre: 7 Fuentes.

Una vez catados los vinos y maridados con los cuadros había que comprobar qué tal casaban con algún alimento más sustancial. Mi conclusión final es que con unos tacos de queso Majorero componen una magnífica obra de arte (efímera pero muy satisfactoria).

lunes, 7 de abril de 2014

Eternamente niños

I was wise enough never to grow up, while fooling people into believing I had. Margaret Mead

Me identifico con esta cita de Margaret Mead. Considero que al crecer cambia la manera en la que los demás nos ven, sin embargo, nosotros mismos, en muchos aspectos, nos seguimos viendo como cuando eramos niños. ¿Por qué nos sucede esto?

Al pensarlo lo comparo con los árboles. Crecemos capa a capa, cada año nos añade algo que se superpone a lo anterior pero el germen, nuestro centro, es siempre el mismo. Lo tapamos, a veces con una cubierta fina y frágil, otras con una corteza gruesa y resistente, difícil de horadar. Al principio suele ser ligera y con el paso de los años notamos todo lo acumulado.Nos hacemos más fuertes, más firmes pero también más rígidos, menos flexibles y adaptables. Cada vez nos cuesta más modificarnos, ajustarnos a nuestro entorno.

Físicamente el cambio es evidente, nuestro tamaño crece. No obstante llega un punto en que el crecimiento se detiene hasta que nos cuesta ramificarnos para dar abasto. A partir de cierta edad no podemos más, cada capa nos añade un peso adicional que, con el paso de los años, somos menos capaces de soportar. Nos retorcemos, menguamos, nos arrastramos y buscamos en qué apoyarnos. Nuestras energías se agotan por mucho que intentemos resistirnos. Al final nos vemos obligados a serenarnos. Es impensable repetir las proezas de nuestra juventud cuando al final del día apenas podemos tirar de nuestro cuerpo. No obstante conservamos una imagen mental de nosotros mismos que sólo se corresponde hasta cierto punto con la que nos devuelve el espejo. De niños, o adolescentes, nos vemos mayores, casi adultos, sin embargo al convertirnos en verdaderos adultos nuestra imagen mental se ajusta a la que nos imaginábamos y, con el tiempo, apenas cambia y nos conservamos siempre igual de jóvenes, o casi, dentro de nuestro pensamiento. Nos choca que nos llamen "Señores" cuando en realidad no somos tan viejos como nuestros padres a nuestra edad. No somos conscientes de que cuando los demás nos miran perciben el exterior, la capa más superficial y de aspecto más envejecido, sin embargo cada uno se mira a sí mismo hacia dentro, hacia el interior, y se identifica con el retoño de su origen.

Es cierto que maduramos en algunos aspectos: aprendemos a pensar por nosotros mismos, ganamos independencia, adquirimos responsabilidades, tomamos decisiones. Nuestro envoltorio se refuerza. No obstante las emociones de la infancia no se olvidan. La capacidad de disfrutar se mantiene, durante un momento nos convertimos en chiquillos con zapatos nuevos y nos dejamos llevar por el entusiasmo. Nunca nos dejan de gustar las sorpresas, no perdemos la ilusión, queremos que nos mimen de vez en cuando, e incluso lo necesitamos, y jamás dejamos de hacer planes de futuro para "cuando seamos grandes". El eje de la vida es nuestro círculo central.

viernes, 4 de abril de 2014

Leche frita de la escuela de cocina de Kika

¿Qué es lo primero que cocinasteis solos al fuego? Hermanísima y yo hicimos una tortilla francesa sin supervisión adulta (no había ninguno en casa) para cenárnosla cuando vivíamos en Valladolid. En realidad era el menú más lógico, no sólo porque cenásemos tortilla francesa a diario durante toda nuestra infancia, sino porque ya habíamos batido bastantes huevos durante nuestros juegos en la granja. En esa época la tortilla no era el único plato que repetíamos a diario. Mi madre se había tomado en serio el anuncio de Baloo y Mowgli y nuestro postre habitual consistía en un plátano.

¿Qué edad teníamos? No lo recuerdo exactamente, diría que unos 9 años (es posible que menos, ahora veréis por qué lo digo). Al ser la mayor yo era la chef principal lo que, en lenguaje llano, significa mandar.

Encendimos el fuego eléctrico que nos había indicado la Señora. Al cabo de un par de minutos le pedí a hermanísima que comprobase que lo habíamos hecho correctamente y que la placa se había calentado. Hermanísima me obedeció sin pensar (creo que esa fue la última vez que me hizo caso en su vida en algo relacionado con la economía doméstica, a partir de ahí pretendió dar ella las órdenes y, en esa faceta, demostró ser inasequible al desaliento porque ni el hermano ni yo le hacíamos caso, ni mucho menos cumplíamos lo que nos encargaba). El caso es que, en esa ocasión, la inocente criatura no acercó sino que apoyó toda su mano en la placa para cerciorarse de que funcionaba (por desgracia así era). Como consecuencia esa noche me quedé sin pinche y me tuve que ocupar de las tortillas de ambas yo solita.

¿Qué tiene que ver la historia anterior con la receta de hoy? Poco. No hay mucho que explicar sobre el proceso de elaboración de una tortilla francesa (aunque si se baten las claras a punto de nieve queda como un soufflé y gana mucho), así que pongo una receta con mucha escuela, nada menos que de Kika (la cumpleañera del día). ¡Feliz día!

LECHE FRITA

INGREDIENTES

4 yemas (60g)
80 gr de Maicena
1 litro de leche
250 gr azúcar
La corteza de un limón (sin la parte blanca para que no amargue)
1 rama de canela
Harina y huevo (para rebozar)
Aceite para freír
Canela en polvo y azúcar para finalizar.

ELABORACIÓN

1. Cocer la leche con la rama de canela y la corteza de limón. Recordar retirar el limón.
2. Mezclar el azúcar, la maicena diluida en un poco de leche fría y las yemas.
3. Añadir la leche caliente colada a la mezcla de las yemas y poner a cocer, a fuego bajo durante unos minutos hasta que espese un poco (IMPORTANTE: No dejar de remover para evitar que se agarre o salgan grumos.)
4. Echar en una bandeja untada con aceite de girasol en caliente hasta formar una capa de 1,5cm de grosor.
5. Dejar enfriar.
6. Cortar porciones de 5x5, o al gusto. Pasarlas por harina y huevo batido (una a una) y freírlas en aceite caliente.
7. Escurrir sobre papel absorbente y espolvorear con azúcar y canela.

Como nota personal: se puede tomar con mermelada de frambuesa, helado de vainilla... y queda muy rico. :)

miércoles, 2 de abril de 2014

Momentos de nada

Hay momentos sólo llenos de tiempo. Es un tiempo que ha saltado al vacío, a esa negrura inconsciente sin dimensiones, espacio y que no se mide por el transcurso de los segundos porque no hay movimiento. Son momentos de inexistencia en los que el universo regresa a la condición previa a su origen y todo se pierde en la nada. Es un punto en el que, al tomar aire, la inhalación se detiene y la realidad con ella. Al exhalar de nuevo y mirar el reloj nos sorprende la duración de ese instante. Nos preguntamos qué ha sucedido durante ese trance e intentamos recordar.

Volvemos atrás y todo lo que encontramos es nada, una nada absoluta en la que ha desaparecido la materia junto con la esencia del mundo y nuestra consciencia. Estamos lúcidos pero no hemos notado nada ni tampoco hemos hecho nada. No hemos dormido ni soñado nada, aunque esa nada sea la explicación que abrazamos para entenderlo. En ocasiones nos preguntamos dónde se habrá ido ese tiempo del que no sabemos nada. ¿Nos lo han robado? Quizá permanece atrapado en un extraño bucle de otra dimensión. ¿Regresará y se sumará a otro tiempo, a uno de esos minutos interminables, o quizá nunca lo recuperaremos porque ahora le pertenece a otro? Elucubramos sobre lo qué ha pasado en ese rato en el que no nos hemos enterado de nada. Es posible que esa sea la respuesta: nada. A fin de cuentas, si pensamos en ello ¿qué es? Nada más que un momento de nada.

martes, 1 de abril de 2014

Lelos

Los americanos tienen un signo, considerado algo ofensivo, con el que llamar cretino a alguien. Consiste en poner el índice y el pulgar en forma de L y apoyarlos en la frente. El significado literal es "Loser" (perdedor) pero la traducción que mejor se ajusta es lelo.

Durante las vacaciones del año pasado coincidimos con el rodaje de un programa de televisión denominado "The big loser" (del que, hasta entonces, no teníamos noticias). Realmente los autores del nombre tuvieron delito, además de mucha mala idea. Como ese día había amanecido nublado decidimos aprovechar para dar un buen paseo por la playa y llegar a unas ruinas varios kilómetros más allá. Cuando salimos aún estaban montando lo que parecía una especie de gimnasio y un chiringuito. Esperábamos que, para nuestro regreso, ya hubiesen retirado toda aquella parafernalia. ¡Optimistas!

Nuestro paseo fue una delicia. El cielo se mantuvo nublado y House pudo disfrutar del mar a esas horas sin preocuparse de su alergia al sol, aunque, aún así, iba cubierto de ropa como un beduino. El problema surgió a medio camino de vuelta cuando el sol decidió hacer su aparición. Para colmo de males la mañana ya estaba avanzada y los rayos picaban. No podíamos entretenernos, debíamos regresar a toda velocidad.

Si hay alguna prueba deportiva de marcha descalzos por la playa estoy segura de que batimos todos los récords. Sin embargo, antes de llegar a nuestro destino, nos vimos obligados a detenernos. El motivo: el rodaje del dichoso programa. Si hasta ese momento no sabíamos que existía, después de ese momento habríamos preferido continuar en la ignorancia. Se trataba de uno de esos concursos ridículos que provocan vergüenza ajena y que nunca comprenderé cómo hay gente, y mucha, que los ve. Los concursantes eran un grupo de obesos mórbidos y la prueba consistía en llenar y acarrear cubos de agua del mar a un bidón situado en la otra punta de la arena. Lógicamente no deseaban que nadie interfiriese en esa tarea tan importante: todo el mundo sabe que vaciar el mar será necesario dentro de poco cuando crezca su nivel y qué mejor que empezar a entrenar a los más fuertes con antelación. El caso es que habían cortado el paso.

En el cielo no quedaba ni una nube y los muy cretinos pretendían que rodeásemos todo el circuito para no interrumpir la grabación. Esta claro que pertenezco a otra galaxia y caí en esta por error porque es imposible que comparta materia con tanto lelo. Menos mal que me encontró House. Ni cortos ni perezosos seguimos nuestra ruta por la orilla que, si les molestábamos, siempre podían editar la cinta. Claro que ahí no acabó la cosa, el más gallito de todos los cámaras decidió que nuestro comportamiento era inaceptable (no uso ese lenguaje, no creo que su vocabulario incluya palabras trisílabas) y se enfrentó a House (yo seguí mi estrategia habitual de, cuando algo no me interesa, no hacer ningún caso). Era un ser irracional y, como tal, le dejamos con la última palabra en la boca. Seguimos nuestro camino con la única preocupación de resguardarnos del sol.