viernes, 28 de febrero de 2014

Cuestión de genes

Hermanísima nunca se imaginó que tenerme de hermana le iba a servir de entrenamiento para su maternidad. No es que yo le permitiese desarrollar su instinto maternal conmigo, con ser su hermana me bastaba, aunque sí que le daba carta blanca para que practicase con todos los bebés que quisiera. Personalmente me limitaba a cumplir con el protocolo de alabar a la criatura para, después, dejársela entera a ella. Le permitía disfrutar a su gusto, y sin intención de entrometerme, de los biberones, pañales y llantos que van incluidos en el lote. Su principal víctima fue hermanita que, afortunadamente, siempre ha sido muy sociable y solía soportarlo con estoicismo.

A pesar de las prácticas, la llegada de sobrinísima supuso la prueba de fuego. La chiquilla era preciosa, tanto que la gente se paraba por la calle a admirarla. Eso sí, mejor que no esperasen ninguna carantoña de aquella muñeca porque se iban a quedar con las ganas. El bebé había heredado los mismos genes de hurón que su tía.

Hermanísima no tardó en comprobar que no es lo mismo tener una hermana independiente huraña que una hija dependiente con ese mismo rasgo. La peor hora era la de recién levantada. Cierto que tenía su justificación: la pobrecilla dormía fatal y respiraba peor. Despertarse de buen humor tras una nochecita toledana no son eventos ligados. El diagnóstico: había que operarla para que descansara.

El anestesista no tardó en darse cuenta del percal de la criatura con la que le tocaba lidiar y la premedicó en el antequirófano con una buena dosis de Dormicum. Desde entonces ese jarabe se conoce en la familia como el elixir de la felicidad. Oír exclamar a sobrinísima ¡cuánto me gusta este hospital! ¡cuánto me gustan estos médicos! hizo que hermanísima pidiese una botella de aquel preparado milagroso para su casa. Creo que, si se la llegan a dar, me habría medicado a mí también.

Sin embargo la solución no estaba en las drogas, tema que quedó claro con el expolio que la cría armó durante el paso al interior del quirófano, a pesar de llevarla su tía en brazos. El hospital dejó de ser un lugar agradable y tranquilo, al menos hasta que la asustada fiera se durmió.

De momento parece que es cuestión de paciencia, algo en lo que hermanísima esta entrenada gracias al hermano y a mí. En mi caso, a pesar de mi carencia absoluta de esa virtud, congenio muy bien con sobrinísima. No es por una cuestión de afinidad sino de confianza: es incapaz de engañar. Esa gran virtud asocia un problema en su caso: el haber heredado de hermanísima el decir siempre lo que piensa y protestar cuando no está de acuerdo (sí, ese rasgo es de su madre). No estuvo conforme con tener que dejar España, y su pequeño círculo social, para marcharse a San Antonio. Se quejó en su momento, aunque sabía que la decisión estaba tomada. Quiere volver y, todos los días, por si a alguien se le olvida, se lo recuerda a sus padres. Una vez que regrese que nadie piense que va a llevársela de nuevo, que ella se queda aquí aunque tenga que plantarse, literalmente. Su sinceridad reivindicativa convierte su actual etapa de adolescencia en una época algo complicada. Supongo que ningún hurón, ni sus familiares, pasaron por una adolescencia fácil.

jueves, 27 de febrero de 2014

Eternidad

Cuando se detenga el último reloj el Tiempo dejará de existir. Su ausencia borrará el pasado, junto a él desaparecerá el presente y se sellarán todos los caminos hacia el futuro. Cesará el movimiento: el desplazamiento del universo, la oscilación de la luz, la vibración del sonido. El reposo, la oscuridad y el silencio perpetuos arrasarán la vida.

Tras el tañido final la larga espera de la Muerte concluirá aunque, esta vez, no recogerá en su barca ningún alma. No habrá una tumba, ni siquiera el recuerdo de una lápida. No la acompañarán ni la sangre derramada, ni el miedo, ni la rabia, ni la tristeza de las lágrimas. Tampoco viajarán con ella la memoria, la soledad o la nostalgia.

Cuando el último reloj se detenga, el instante se convertirá en eterno. En esa eternidad, el Tiempo se extinguirá y, junto a él, la Muerte morirá.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Deportes infantiles de riesgo

Mi madre dice que era una niña muy tranquila que se entretenía con cualquier cosa. Me concentraba en mis juguetes, o mis lápices, tan abstraída que no se me ocurría montar bulla. Mientras tanto la Señora aprovechaba el tiempo para leer y trabajar. Hermanísima se portó bien los primeros meses, hasta que empezó a moverse. A partir de ahí, se acabó la paz del hogar. Mis padres creen que fue su vida la que se vio más afectada por la inquietud de su hija pero la realidad es que fue a mí a quien más le afectó su intromisión. La soportaba en casa, en la guardería y no sólo compartíamos padres y niñera sino también habitación. La lectura se convirtió en mi refugio e intento recordar qué otras cosas hacía antes de aprender a leer.

Sé que me encantaba la pintura de dedo de la guardería, sin embargo estoy segura de que en casa no practicaba esa técnica. Por mucho que me gustara, mis padres no tenían ningunas ganas de fomentar un tipo de arte que implicara aplicar los colores con las manos embadurnadas en ellos. No creo que confiasen en que limitase mi lienzo al papel sino que se temían, y no sin motivo, que mi entusiasmo me llevase a decorar también parte de la casa (y quien sabe si a hermanísima). Sin embargo la idea de realizar frescos en las paredes no se me ocurrió hasta que aprendí a leer. Zipi y Zape fueron los responsables de mi fechoría artística a los 6 años. Razoné que, si ellos lo hacían en sus viñetas y se divertían, esa actividad debía de tener algo que se escapaba a mi imaginación (no veía qué diferencia podía existir entre el papel y la pared). Decidí hacer el experimento pero claramente algo no estaba bien explicado en el tebeo porque mi resultado no fue divertido (además mi padre siempre me alcanzaba cuando me perseguía armado con la zapatilla, no como D. Pantuflo que, evidentemente, no estaba tan en forma).

No tuve apoyo en mi vocación artística así que probé otras actividades. Fuera de casa la supervisión se relajaba, lo que me permitió intentar cosas con cierto peligro para la integridad física. Trepar por las barras de columpios con forma de arco era algo que podía hacerse con éxito con tres años, no así lo de probar a colgarse, de esa parte sólo recuerdo que, tras hacer acopio de valor para lanzarme al vacío, resbalé y me golpeé, primero con el armazón de hierro y luego con el suelo. Me dolió pero no me desanimé. Las siguientes veces me fijé mejor en la técnica, me agarré bien y lo repetí con la precaución que da el miedo.

Las alturas siempre han estado llenas de alicientes: cuanto más empinado el tobogán o más se elevase el columpio, el límite lo marcaba el temblor de las cadenas, más se disfrutaba de la sensación de vértigo. Otro reto era saltar el máximo número de escalones: cuatro era siempre asequible y cinco sólo a veces. No se trataba de hacer el kamikaze, había que aterrizar bien, desde el anterior, antes de pasar al siguiente. Una de sus grandes ventajas es que era un juego muy socorrido porque escaleras había casi en cualquier sitio.

Sinceramente no comprendo como los niños de ahora no se aburren mortalmente en los parques actuales en los que se han sustituido los columpios por dispositivos de seguridad ¿Dónde ha quedado la emoción del riesgo, las orgullosas cicatrices de guerra que probaban la consecución de la hazaña? Ya no está bien visto comparar el tamaño de los moratones, el número de puntos de las brechas, ni lucir rasponazos en rodillas y codos. Antiguamente una escayola, sobre la que firmar, era lo más.

martes, 25 de febrero de 2014

En los brazos de Platón por Lavanda

No sé si habréis curioseado por la lista de blogs que figuran a pie de página. Entre los últimos que he añadido se encuentra uno con un nombre muy sugerente "Risas de caracola". Su autora es Lavanda y es una escritora que, personalmente, me encanta. Es muy versátil, igual escribe una reflexión que un cuento, un relato cómico u otro más trágico. Tiene el don de convertir las palabras en imágenes. Le pedí que me dejara publicar la siguiente entrada en mi blog. Espero que la disfrutéis. 


En los brazos de Platón

Las llamas de la chimenea se reflejan en la pantalla del televisor. Desde mi posición, oblicua al fuego y a su reflejo, puedo observar a ambos y comparar las diferencias. El fuego me transmite calor, incluso a varios metros  de distancia. De la pantalla solo sale frío. La luz, que del rectángulo de la chimenea surge nítida y saturada, aparece en su reflejo orlada por un nimbo borroso que hace que sus movimientos parezcan más lentos y atenúa la pureza de los naranjas y los amarillos, agrisándolos. El sonido seco que salta de los troncos consumidos por las llamas es silencio y ausencia sobre la superficie de la pantalla.

Sin embargo, al conocer el fuego y sus efectos, mi cerebro confiere al reflejo las mismas cualidades del elemento que lo propicia. Mi mente se engaña y me engaña. Mirando algo frío lo siento caliente. Observando una imagen plana, la invisto de existencia tridimensional y le otorgo el movimiento danzarín y aleatorio de las llamas. El crepitar de las cortezas al desprenderse y estallar en un  universo de chispas fugaces, lo asocia mi memoria inconsciente al reflejo inerte, que no es más que icono y representación.

Me pregunto cuánto hay de esto  en la percepción de los hechos que nos construyen el día a día y  en qué medida  la subjetividad, la redundancia y nuestra voluntad imaginativa colaboran en la construcción de algo que asumimos como real, teniendo a la vez la constancia de que lo que vemos es solo un mero reflejo de lo que es. Cuánto de verdad. Cuánto de ilusión. Cuánto de proyección de experiencias vividas que tergiversan y alienan, contaminándola de prejuicios y falacias que asumimos como verdades irrevocables, una realidad de la que solo poseemos una perspectiva parcial.

Me pregunto de qué manera mi cerebro  construye un ahora idealizado donde hace corresponder  todas las piezas que constituyen un todo preconfigurado a priori, deformándolas sin ningún rubor para que encajen en el hueco que delimita el deseo.

Después de analizar el reflejo vacuo de la pantalla, el silencio frío con que proyecta  en mi mirada las llamas de atrezzo,  de tocar su superficie con la yema de los dedos para comprobar la paradoja de esa sombra que se va configurando tras la entrada de la caverna, el impulso de darme la vuelta y encarar el fuego con todos los sentidos salta entre mis manos como un pez recién sacado del río. Porque, si la belleza ilusoria del reflejo me seduce, el fuego que la hace nacer hará que se disuelva mi existencia en la combustión amorosa de mil lenguas ávidas de poseerme.

lunes, 24 de febrero de 2014

Fuerza de voluntad

A los 96 años a mi abuela le queda poca fuerza física, muy poca, y muchas molestias en las articulaciones. Caminar, a pesar de la ayuda del andador, le supone un esfuerzo agotador. Ya se ha caído en alguna ocasión y se siente insegura. Consigue bajar de su habitación al comedor gracias a realizar el trayecto por etapas, con paradas cada dos o tres pasos. Termina agotada pero no se rinde. Se niega a resignarse a una silla de ruedas. Necesita ayuda para muchas tareas, incluido su aseo personal, pero se resiste a perder la poca independencia que aún conserva. Se mantiene gracias a su fuerza de voluntad.

Cada nuevo bajón la angustia y la debilita. Del último sobresalto se ha recuperado con rapidez, gracias al cariño y los cuidados de mi padrino, sin más secuelas que la de notar un aumento en su fragilidad. Eso la trastorna, le disgusta dar una imagen achacosa. Ella, que siempre ha sido un modelo de entereza, con lo que ello conlleva asociado de carácter, firmeza, genio, franqueza y determinación, lucha por no convertirse en vieja. Son esos rasgos, que nunca le han granjeado popularidad, de los que saca fuerzas de flaqueza y los que la hacen digna de mi admiración.

domingo, 23 de febrero de 2014

Musical Las Leyendas de Bécquer

Este aviso es de hermanísima:


Musical Las Leyendas de Bécquer
Mi amigo Lorenzo actúa en este musical. Estoy segura de que os gustará y por eso os mando la reseña:

El musical 'Las Leyendas de Becquer' regresa a Madrid el 7 de mayo y esta vez lo hace en la Sala I del Nuevo Alcalá protagonizado por Hevila Cardeña, Lorenzo Moncloa, Carlos Crooke, Ángel Castilla y Cristina Palomo acompañados por el coro romántico. Este nuevo espectáculo se presentó en el Teatro Compac Gran Vía el pasado 3 de febrero.


La selección de textos de Becquer recorre famosos pasajes como 'La Rosa de Pasión', 'La Venta de los Gatos', 'La Promesa', 'El Cristo de la Calavera' o 'El Rayo de la Luna.' La adaptación dramatúrgica es de Lorenzo Moncloa y Carlos Crooke, con arreglos y dirección musical de César Belda, escenografía de José Rubini, iluminación de Fede Díez y producción de la Compañía Lírica Dolores Marco.


El musical alterna la narración y recreación de las escenas de las leyendas de la manera más fiel a su creador original. Sus creadores la definen como una "zarzuela del siglo XXI, manteniendo el sabor y el saber de la zarzuela".


Entradas ya a la venta en entradas.com 


Y la rima favorita de hermanita, que tiene relación con la música:



RIMA VII

Del salón en el ángulo oscuro, 
de su dueña tal vez olvidada, 
silenciosa y cubierta de polvo 
veíase el arpa. 

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas 
como el pájaro duerme en las ramas, 
esperando la mano de nieve 
que sabe arrancarlas! 

—¡Ay! —pensé—; ¡cuántas veces el genio 
así duerme en el fondo del alma, 
y una voz, como Lázaro, espera 
que le diga: «¡Levántate y anda!».

Gustavo Adolfo Bécquer

viernes, 21 de febrero de 2014

Mandones por hermanísima

Este es el comentario de hermanísima a la entrada de ayer. Es muy divertido.

¡Cuánto ha llovido desde entonces! En aquellos momentos no podíamos mandar y ahora tampoco nos dejan hacerlo las generaciones del futuro que se creen saberlo todo sin tener ni idea de nada. La gran diferencia es que a nosotros nos mandaban callar y nos callábamos y a estos micos les mandas callar y te dicen que te denuncian.

Recuerdo una anécdota de mi hija un día que le di un muy merecido guantazo. Toda ofendida me dijo que iba a llamar al teléfono del defensor del menor. La miré encantada y le dije: "Venga, ya estás tardando. A mi me llevarán a la carcel pero a ti te van a llevar a un centro de menores donde estoy segura de que vas a disfrutar de lo lindo. ¡Venga, agarra el teléfono y marca! ¿A qué estás esperando?" Todavía recuerdo su cara al marcharse a su habitación sabiendo que esa vez había perdido la batalla. Jeje, pobre hija.

En esto de la educación se están perdiendo dos cosas básicas: el norte y el sentido común. Ni hay que matar a los hijos a palos ni hay que permitir que un mico de tres años pegue a su madre a la puerta del colegio o le de una patada en plena cola del mercado (os aseguro que he visto ambas cosas).

Hoy me reía leyendo a mi prima en el facebook . Por lo visto un autor que ha leído ha llegado a la conclusión (supongo que ha escrito esta teoría en su cuadernillo mientras cagaba) de que si obligas a tu hijo a besar a personas que no quiere (simplemente por educación), las consecuencias serán lamentables: los vuelves vulnerables al abuso sexual y al desarrollo de conductas sexuales de complacencia. ¡Pobres criaturas! La verdad es que todavía me pregunto cómo sobrevivimos nosotros sin ninguno de esos problemas después de besar al montón de chachas de Canena y a innumerables amigos de padres y familiares ¡Quizás también hemos desarrollado conductas sexuales de complacencia y ni siquiera lo sabemos! Bueno, ¡pues eso que se llevan nuestras parejas! Esa teoría me recuerda a la que se puso de moda en uno de los colegios donde trabajé: es bueno dejar a los niños que se coman los mocos porque así desarrollan muchas defensas contra distintas enfermedades (desarrollarán muchas defensas pero se quedan más solos que la una). Esta es otra de las "teorías de water" puesta en práctica por otro grupito de descerebrados de los muchos que abundan.

Por último voy a hablar del marido que va con su mujer al médico. Ese tipo de hombre se llama "mansinín" o "mansico". Yo lo llamaría más bien "un listo". la mujer se cree que manda, él deja que hable y que se desfogue pero luego hace lo que le da la gana y si le regañan se hace el tonto como si fuera retrasado. Hay muchas mujeres que estran en esta categoría también y que encima ni siquiera trabajan. Dan la razón al marido, van de tontas y se pulen la VISA que da gusto.

Después de leer este post tan radical os habréis dado cuenta de que mi día en el "paraíso americano" no ha sido muy feliz. En mi cole si que mandan, sí. Y como me han dicho hoy: no le estamos pidiendo su opinión, hemos dicho que hay que sentar a los niños en el suelo a esperar el autobús (para que ni corran, ni jueguen, ni se peleen) Me parece muy bien pero los sentáis vosotros que a mí me tenéis hasta los mismísimos.

¡Es viernes!

jueves, 20 de febrero de 2014

Mandones y mandamases

Arthur Sarnoff
Cuando se es pequeño se reciben órdenes a lo largo de todo el día. A los mayores se les debe obediencia y hay que hacer lo que mandan. Si al intentar escaquearse, lo único que se gana es un castigo, además de tener que hacer lo ordenado desde el principio. Hay críos que tratan de imitar a sus padres y, erróneamente, creen que pueden disponer del tiempo de los demás a placer y mangonearles a sus anchas. Si no son dueños de un gran magnetismo, con el que embobar al resto  lo más probable es que se desgañiten hasta quedarse afónicos sin lograr que nadie les haga el menor caso.

A hermanísima, de pequeña, le encantaba esa labor parental y trató de asumirla. No sé si este rasgo contribuyó a desarrollar su vocación profesional. En el aula dispone de una caterva de críos a los que asignarles tareas y con el deber de obedecerla. A la menor oportunidad, organizaba y distribuía encargos al resto de la familia. Los demás enseguida aplicamos el dicho de "contra el vicio de pedir..." Se curó en buena parte ya que, el 99% de las veces, terminaba frustrada. Me convertí en una experta en esquivar sus demandas aunque debo reconocer que el virtuoso en escaquearse era el hermano.

Es cierto que hermanísima no era la única niña de la familia con esa tendencia, aunque el resto compartían con ella la misma tasa de fracaso. La personalidad y las firmes opiniones, rayando la cabezonería, que nos caracteriza presenta al menos la ventaja de hacernos bastante resistentes a seguir un comportamiento borreguil detrás de un autoproclamado "líder" que no nos ha probado sus méritos (y ni por esas).

Sin embargo, son muchos los que no aprenden ni, por supuesto, poseen el sentido común necesario para canalizar sus tendencias a tareas laborales que precisen de dotes de mando. No sé si porque siempre han sido mimados y adorados por sus progenitores, que han hecho todo lo que deseaba su precioso churumbel, o porque, simplemente, nunca se han parado a mirar el mundo desde la perspectiva de los demás. Posiblemente influyan ambos factores.

En mi ámbito profesional presencio con frecuencia este patrón de conducta en matrimonios con algún miembro de este tipo. Suele ser el marido el que está aplastado bajo el yugo de las leyes conyugales (no implico con esta afirmación que los varones sean unos benditos, sino que el comportamiento dominador masculino se acompaña, generalmente, de otro tipo de agresividad). Estas parejas son muy reconocibles en la consulta: él es el paciente y ella la que habla: contesta a las preguntas, narra todos los síntomas y te regala su parecer. En ocasiones, incluso aunque te interese oír la voz del enfermo por motivos profesionales, no lo consigues a no ser que le indiques a la pareja que también te gustaría escuchar el punto de vista del otro. Una frase del estilo de "si no le importa preferiría que respondiese él que, a fin de cuentas es el paciente y conviene que le escuche" despierta una mirada de asombro ante mi valor, con el eterno agradecimiento del oprimido, y otra mirada de la dictadora, aunque "cruzada" en este caso. En las revisiones posteriores o bien viene el hombre solo, supongo que sin decirle nada a la otra, o bien, directamente, ni vuelve (y se evita problemas domésticos).


El caso es que, como dice House, "más vale una vez coloraó que ciento amarillo" y ante alguien que trata de imponerse, lo mejor es pararle los pies desde el principio, siempre con calma, educación y respeto. Se espera que sean lo suficientemente inteligentes como para reflexionar sobre su comportamiento (al igual que nos "mandaban" hacer nuestros progenitores cuando no les obedecíamos). Por aquel entonces no nos daban ni la oportunidad de rechistar siquiera, sino que debíamos marcharnos a pensar a nuestra habitación.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Leer en sueños

Los libros entran en mis sueños. Sueño que leo y al hacerlo continúo las historias cuyo final aún desconozco. Veo las palabras escritas, recorro las líneas y paso las páginas de papel denso, mate y algo amarillento, un poco rugoso al tacto, con esa aspereza propia de la tinta. Leo y descubro cosas nuevas, distintas a las que había leído despierta. No obstante es el mismo libro, aunque el texto sea diferente. En los sueños todo puede ser muchas cosas a la vez y los libros son sueños sobre papel.

Hay noches que escribo y leo. Leo algo de dentro de mi cabeza y mi mano copia las letras sobre una hoja suelta. Es tan vívido que es real, las ideas me bullen y escribo sin parar, sin detenerme a pensar, sin esforzarme por recordar. Dejo que todo fluya al plasmarlo en el papel. A la mañana siguiente no queda nada, no hay ninguna hoja y he olvidado lo que he escrito, pero sé que lo he leído, aunque no exista un objeto que coincida con mi libro. Sólo su huella perdura, como el regusto que te hace cerrar los ojos al terminar uno de esos libros que te hacen soñar. No sé si, en algún momento, lograré evocar mi sueño.

lunes, 17 de febrero de 2014

El rayo de luna

Tal día como hoy, el 17 de Feb de 1836, nacía en Sevilla Gustavo Adolfo Bécquer. Hace unos meses, una de las escritoras de la página de megustaescribir propuso un ejercicio irresistible. Se trataba de leer la leyenda de Bécquer del "Rayo de luna" y escribir un monólogo para el personaje de Manrique. Hoy me ha parecido el día más indicado para ponerlo en este blog, como homenaje al escritor. Espero que os guste y, si alguien se anima a repetir el ejercicio y escribe su versión en los comentarios, o simplemente me la envía, estaré encantada de convertirla en post. 


MONÓLOGO DE MANRIQUE (basado en El Rayo de Luna)

"Dicen que estoy loco porque amo a la luna, porque la he perseguido, porque no puedo olvidarla. No duermo si no se asoma a mi ventana. La miro y siento que ella me devuelve la mirada. Sé que me ama. Por amarme me mantiene a distancia, sin permitirme alcanzarla. La noche la retiene prisionera bajo su bóveda de estrellas. La oscuridad la rodea, la acosa y la persigue cuando escapa. No tiene donde ocultarse. La hierba, el agua, las montañas y hasta la ciudad la delatan. Graban sus huellas en la piedra, reflejan su estela en el río, interponen mil obstáculos en su camino a la libertad. No la buscaba, nos encontramos. Era un sueño, fascinante, hermoso y efímero. ¿Ideal? ¿Irreal? ¿Acaso sólo lo tangible es real? En ese instante me enamoré, no se puede evitar amarla. Ella huyó, no de mí, por mí. No supe protegerla, no me enfrenté a las sombras, no me interpuse delante de las tinieblas. Fue ella la que escapó, la que se arriesgó para salvarme. Quise enmendar mi error pero reaccioné demasiado tarde. La capturaron sin que pudiera rescatarla. He fracasado. Me he rendido, sé que no regresará, que jamás veré su rostro. No, no estoy loco por amar a la luna, sino por renunciar a ella."

sábado, 15 de febrero de 2014

Alegría

Poets are simply those who have made a profession and a lifestyle of being in touch with their bliss.  Joseph Campbell.

Alegría es emoción, es un nudo en la garganta que te estremece y estalla. Es cerrar los ojos y descubrir la belleza escondida. Alegría es libertad, es bailar, girar, volar, correr sin pisar el suelo, disolverse en el agua y flotar. Alegría es la efervescencia de la pasión que burbujea en la sangre, que rebosa por los poros y se mezcla con el aire. Son destellos en la mirada, luz interior que se desprende, se refleja e ilumina a través de las formas y resalta su esencia. Es la nitidez de un día despejado, la claridad que disipa el miedo y lo transforma en empuje. Alegría es la cordura de sentir locura por la vida. Es soñar despierto, es poesía. Alegría es el roce en la piel, la caricia del viento, el sabor de un beso que funde el cuerpo. Es la fuerza arrolladora de un flechazo, enamorarse, amar y no desear nada más.



viernes, 14 de febrero de 2014

Carta desde el otro lado

Querida romántica:

No me pusiste las cosas fáciles. Desde pequeña habías alimentado tus ilusiones a base de libros y pretendías un amor digno de una novela. Conformarte con menos no entraba en tu cabeza. Sin sacar la nariz de entre las páginas te iba a costar encontrarlo, y a mí hallar un candidato. Por si eso no fuese suficiente problema, con tu imaginación no te costaba idealizar al objeto de tus sueños y aún menos vivir en ellos.

Dentro de tu mundo de ilusión tardaste años en darte cuenta de que los seres de carne y hueso se alejaban bastante de tus héroes de papel, y aún tengo mis dudas de que distingas las fronteras. Aún así no te rendías e, inasequible al desaliento, mantenías la esperanza de equivocarte, de malinterpretar sus gestos. Asumías que hablaban un idioma distinto que no entendías. ¿Cuál era el misterio oculto? Ignorabas que los hombres son lo que parecen y que, además, es mejor así. Si tienen interés no lo esconden, lo demuestran. Si siempre están tristes no es por tu culpa, no eres el payaso encargado de animarles, es tan sólo que son tristes. Si carecen de empuje se quedarán estancados hasta hundirse en el fango, sin que exista una fuerza externa capaz de tirar de ellos.  Los peores son los que engañan, los que abusan del amor por egoísmo. Esos se esfuerzan por aparentar lo que no son hasta que, al final, sus contradicciones los delatan.

Los desengaños te enseñaron a estar en guardia cuando las piezas no encajaban. Te aliviaba terminar esos puzles, aunque te disgustó sobremanera el descubrir, tras uno de ellos, a un bellaco de la más vil calaña. En un impulso quijotesco decidiste enmendar el entuerto. Habías aprendido algo y... ¿por qué no dar una lección? Fue una clase magistral de la que Cervantes se sentiría orgulloso, aunque tu alumno no te aplaudiese.

Al final mi flechazo acertó. Fue un buen tiro, una flecha bastó para los dos. Te has dado cuenta de cómo funciona el tema: no hay que tener miedo, forzar las cosas ni complicarlas porque, como alguien muy sabio te dijo: el amor tiene que ser fácil.

Felices días de los enamorados (hay uno diario). Besos: Cupido.

Sobre el amor - por Steinbeck

Enamorarse es una emoción maravillosa, es vivir en una burbuja de romance dentro de la cual es inimaginable que nada malo pueda suceder. Su evolución natural, y esperada, es que esa burbuja crezca hasta incluir el mundo entero en su interior y transforme la vida de ambos en algo mágico.

El desencanto llega con el desengaño, cuando se descubre que todo es imaginario y que la burbuja de uno no tiene que ver con la realidad del otro, aunque el otro se esfuerce por ocultarlo para así sacar provecho de la entrega incondicional del enamorado. Cuesta aceptar que algo semejante pueda existir, que un sentimiento tan extraordinario como el del amor sea susceptible de corromperse. Ese tipo de amor muere, pero el amor compartido, el que nos convierte en mejores, es imparable.

El siguiente texto es un extracto de una carta de Steinbeck a su hijo, un análisis del amor lleno de buenos consejos y sabiduría. Es un resumen de lo que se aprende con la experiencia y que viene bien conocer de antemano.

Hay varias clases de amor. Una es la forma egoísta, mezquina, avariciosa, vanidosa que utiliza el amor para autoreafirmarse. Ese es el amor desagradable y empobrecedor. El otro es un flujo de lo mejor de cada uno - de cariño, consideración y respeto - no sólo el respeto social al que obligan los buenos modales sino el respeto de reconocer a otro como único y valioso. El primer modo puede convertirte en un ser enfermo, pequeño y débil pero el segundo es capaz de liberar la fuerza, el valor, la bondad e incluso la sabiduría que ignorabas poseías.
Regocíjate en él, alégrate y agradécelo.
El objeto amado es el mejor y el más hermoso. Procura vivir a su altura.
Si amas a alguien - nunca es causa de dolor decirlo - sólo debes recordar que hay gente muy tímida y, en ocasiones, el declararlo debe tener en cuenta esa timidez.
Las mujeres saben de algún modo lo que sientes, pero habitualmente también desean oírlo.
A veces sucede que lo que sientes no es correspondido, por uno u otro motivo - pero es no le resta valor y bondad al sentimiento.
Y no te preocupes por perder. Si es lo indicado, sucede - Lo principal es no apresurarse. Lo bueno no se escapa. Steinbeck.

El texto original:
There are several kinds of love. One is a selfish, mean, grasping, egotistical thing which uses love for self-importance. This is the ugly and crippling kind. The other is an outpouring of everything good in you — of kindness and consideration and respect — not only the social respect of manners but the greater respect which is recognition of another person as unique and valuable. The first kind can make you sick and small and weak but the second can release in you strength, and courage and goodness and even wisdom you didn’t know you had.
Glory in it for one thing and be very glad and grateful for it.
The object of love is the best and most beautiful. Try to live up to it.
If you love someone — there is no possible harm in saying so — only you must remember that some people are very shy and sometimes the saying must take that shyness into consideration.
Girls have a way of knowing or feeling what you feel, but they usually like to hear it also.
It sometimes happens that what you feel is not returned for one reason or another — but that does not make your feeling less valuable and good.
And don’t worry about losing. If it is right, it happens — The main thing is not to hurry. Nothing good gets away. Steinbeck

jueves, 13 de febrero de 2014

Críticas

Cuesta aceptar las críticas. Sin embargo de pocas cosas se aprende tanto como de los propios errores. Nadie escarmienta en cabeza ajena y que nos señalen nuestros fallos no gusta, los halagos son mucho más satisfactorios. No obstante, descubrir lo que hacemos mal nos obliga a superarnos, es cuestión de pundonor. Cierto que hay mentes pueriles que no desean escuchar juicios, que habitan en un pedestal por encima de la realidad y del resto de la humanidad. ¡Allá ellos, así jamás madurarán! No por ello son felices, al contrario, viven frustrados al no hallar la veneración que esperan.

Hay críticas constructivas, que ofrecen sugerencias y permiten un diálogo abierto. Remarcan no sólo lo malo, sino también lo bueno con el fin de incentivarlo. Es una crítica difícil, requiere un análisis e indica interés por el trabajo del otro. Se necesita valor para emitirla porque en ocasiones deriva en una situación violenta, se toma como un ataque personal cuando esa no es, en absoluto, la intención. Por eso, con frecuencia, es mejor ahorrársela, aunque suele ser algo que se descubre demasiado tarde. Tras el escarmiento se evita reincidir.

Por desgracia está la crítica destructiva que no es más que una burla sin ninguna gracia para la víctima. Hay incluso quien alardea del ingenio que demuestra al machacar a otros. Para colmo se encuentra con la admiración tonta de gente superficial y eso le basta para sentirse muy ufano de su éxito. En palabras de House: "la guerra es más popular que la poesía", y tiene razón, entre los borregos es así.

miércoles, 12 de febrero de 2014

En blanco

Deja la mente en blanco... ¿Blanco? No es tan simple, veo toda una gama. El blanco es silencio, es soledad, es miedo y es calma, pero... ¿le pertenece a la mente?

Pienso en el blanco evanescente de la niebla y me pierdo en un mundo sin referencias. Alargo mis brazos y las puntas de mis dedos se estiran para tocar el vacío de una blancura ligera, que me envuelve sin rozarme, con un aire que no pesa. Siento mi cuerpo, lo palpo para saber dónde acaba. Mis ojos me engañan, si me guío por ellos una parte de mí desaparece al alejarse. ¿Es a ese blanco que se desvanece al que te refieres?

Imagino el blanco translucido del hielo, ese cristal duro sobre el que resbalo y tirito de frío, Es un frío que me quema la piel al apoyarme sobre él. Sé que debajo está el lago, noto la humedad que emana en suspiros de vaho y la vibración de la corriente que tiembla bajo la corteza helada. Oigo sus crujidos sumergidos, el retumbar del trueno que se acerca y desboca mis latidos. Quiero huir pero no puedo, apenas siento nada en mis miembros entumecidos.

Con esfuerzo cambio al blanco algodonoso de las nubes, las que se engarzan como un anillo en las cumbres de las montañas e invitan a volar para posarse en el interior mullido de su colchón. Apenas se distinguen de la nieve de las laderas que refulge en los picos con destellos de sol. La luz me deslumbra, me ciega con su resplandor. Espero a que pase el día, hasta que el sol se cubra de espuma y surja el blanco de la luna. Me fijo en su rostro de nácar colgado en la oscuridad, los matices de sus sombras y el halo que la ilumina.

Cierro los ojos con sueño y mi mundo ya no es blanco, es oscuro aunque mi mente lo aclare y lo transforme en gris, un gris plateado y mate, apagado al igual que la luz tras los ojos cerrados. Quizá te refieres a ese blanco.

martes, 11 de febrero de 2014

INVICTUS de William Ernest Henley


INVICTUS  de William Ernest Henley es el poema que Mandela se repitió a sí mismo durante sus 27 años de cárcel. Fue liberado el 11 de Febrero de 1990.

En medio de la noche que me cubre,
negra como el abismo de polo a polo,
agradezco a cualquier dios que pudiera existir
por mi alma inconquistable.
En las feroces garras de las circunstancias
no me he lamentado ni he llorado.
Bajo los golpes del azar
mi cabeza sangra, pero no se doblega.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas
se acerca inminente el Horror de la sombra,
y aun así la amenaza de los años
me encuentra y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
cuán cargada de castigos la sentencia.
Soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

lunes, 10 de febrero de 2014

Tiene pendientes...

Soy como una urraca, me llaman la atención las piedras, los cristales y todo lo que brilla, por eso los escaparates de las joyerías, especialmente los florentinos, me atraen con más fuerza que un imán. De entre todas las joyas son los pendientes los que me resultan irresistibles. Ya desde mi más tierna infancia demostré mi interés por ese adorno. Eso no significa que los cuidase como oro en paño y que nunca perdiese ninguno, aunque sí que me acuerdo de la congoja que me embargaba cuando eso pasaba. No entendía cómo era posible que las tuercas se soltaran, el caso es que a pesar de enroscarlas bien, se aflojaban y se perdían.

Uno de mis primeros recuerdos tiene que ver precisamente con los pendientes. Se trata de la visita a mi prima Pal, recién nacida. Por entonces yo contaba casi con dos años y medio de edad y, sin contar a las gemelas, era la mayor de las primas: por entonces cuatro y aún todas chicas, los varones se hicieron esperar. La siguiente en edad era Hermanísima, que acababa de cumplir un año, mientras que mi otra prima contaba con tan sólo siete meses.

Recuerdo la sensación de ese día, sentía que se trataba de un acontecimiento importante y que debía portarme bien, ese siempre era un requisito obligado, y prestar atención a todo. Ya por entonces era consciente de que grabar las cosas en la memoria requería un cierto esfuerzo de fijación, si no, sin darme cuenta, las olvidaba. Lo que más me costaba, y me cuesta, eran las caras.

La casa de mis tíos era muy pequeña (debía de ser diminuta si con dos años me pareció pequeña) y oscura, aunque creo que las contraventanas estaban cerradas para que el bebé durmiese. La criatura era muy, muy chiquitina y estaba embozada en la cuna hasta las orejas. Con tan poca luz y tanta cobertura ¿cómo iba a reconocer a mi nueva prima la próxima vez que la viera? Me fijé y mi sentencia me marcó de manera definitiva: - "Tene pendentes pero no tene dentes" - declaré con mi lengua de trapo. 

¿Cómo se explica mi atracción por los pendientes? ¿Por qué soy incapaz de resistirme a su encanto? Simplemente me encandilan. Su belleza posee una cualidad romántica, incluso algo mágica, que invita a soñar. Mis preferidos son los pendientes con cierto aire antiguo, los que se conocen como florentinos o isabelinos, sin desdeñar los victorianos o los de la belle epoque. Son objetos delicados que perduran y que, al mirarlos, evocan historias y recuerdos. Quizá esa idea surgiese de unos pendientes de filigrana de oro que habían pertenecido a mi abuela materna en su juventud y que llevé buena parte de mi infancia (hasta que uno se aplastó por accidente). Sentía que formaban parte del pasado y lo trasladaban al presente, convertidos en un recuerdo tangible de otra época. Poco después me regalaron una sortija de filigrana, con forma de rombo, con un pequeño rubí en su centro. Se convirtió en mi favorita, posiblemente porque combinaba con mis pendientes.

Además de aquellos pendientes recuerdo unos de perlas cultivadas que me regaló mi padre después de uno de sus viajes cuando tenía diez años. El pobre no podía ni imaginarse las consecuencias de su acción. Descubrí entonces que las perlas favorecen, en especial las que tienen mejor oriente, y ese es un gran descubrimiento aunque también muy peligroso, especialmente para una urraca como yo. Años después House me regaló una preciosa gargantilla de perlas redondas y suaves. Posee un tacto especial y, cuando la llevo puesta, se despierta aún más mi romanticismo. No fue ese su primer regalo, ya desde el principio demostró conocerme bien y en nuestras primeras navidades juntos me sorprendió con unos maravillosos pendientes, unos zafiros rodeados de pequeños brillantes que me traen a la mente la imagen de una noche estrellada. Perlas de luna, destellos de diamante, filigranas doradas, engarces de plata,  reflejos irisados, gemas cristalinas... ¿quién no se imagina un cuento? 


viernes, 7 de febrero de 2014

Agua

Sé agua, decía Bruce Lee. El agua que fluye hacia su destino, que avanza con empuje y con calma. Una corriente que se cuela en los recovecos y limpia los restos depositados de un pasado que no le permiten progresar. Un lago remansado en el corazón de las cosas mientras descansa y se deja acariciar por el sol y el viento. Un  arroyo que salta los obstáculos, que no deja piedra sin remover y que, poco a poco, suaviza sus asperezas. Un río que amplía su cauce para beber de otras fuentes y unirlas en un único caudal, que viaja hacia el océano y se interna mar adentro, sin miedo a profundizar, a alzarse con las olas, a respirar con las mareas.

Sé agua. Refleja en tus ojos el cielo, brilla bajo la luz y titila con las estrellas. Sigue la estela de la luna hasta la orilla y más allá de las cumbres de las montañas. Sé la vida que alimenta las raíces de aquellos que aún no son agua y que permanecen estancados, arraigados a las tradiciones. Disuélvete y siente las lágrimas de nostalgia, de dolor y de tristeza condensada que, al amparo de otras nubes, se desvanecen hasta repiquetear con felicidad. Sé suave como la nieve que cambia el mundo en silencio y resistente como el hielo ante la frialdad glaciar de la insensibilidad que no entiende otro lenguaje. Deja que el calor de la pasión te derrita pero enfría el de la ira para no quemarte, sin añadir leña al fuego se apagan solas las llamas. Sé agua, agua que fluye, que late, que baña la tierra, la refresca y la templa.

miércoles, 5 de febrero de 2014

La nube rosa

Cuando la luna sonríe, el sol se sonroja. El rubor tiñe el cielo y florecen nubes de color rosa. En una de esas nubes habitan algunos de los cuentos favoritos de mi infancia. De ella parten cada noche los duendecillos que limpian las estrellas y hacen que reluzcan en todo su esplendor.

En ocasiones una de esas nubes es algo más. Un atardecer se asemeja a un dragón y las escamas de su cuerpo se estiran en el firmamento. Según el sol desciende, el dragón se alarga hasta cubrir la franja del horizonte que separa mar y cielo. Si atrapase al astro entre sus fauces, antes de que llegue a ocultarse, el agua se transformaría en fuego. Sangre de lava recorrería sus venas de viento y forjaría su piel con acero. Tras una sola bocanada, el aire se encendería en franjas de llamas horizontales, de un fuego sin humo, bajo una cúpula de un azul difuso que, al ascender, se condensaría y envolvería a la sonriente luna.

Si la nube dragón no llega a rozar el sol, se hundirá tras él en el mar. Se disolverá en el agua y surgirá, al amanecer, en pos del astro que le vio nacer.

martes, 4 de febrero de 2014

El sentido del tacto

Nada sustituye al contacto, se rompen barreras al tocar a alguien. No me refiero a los besos de compromiso de un saludo, ni a la cortesía de un apretón de manos, sino la acción espontánea y voluntaria de estirar los dedos hasta apoyarlos en otro y dejarlos reposar allí un momento, por breve que sea.

Es un gesto de intimidad, de confianza y que tiene algo de entrega. Como todo primer paso asocia algo de timidez, de miedo al rechazo, aunque no vaya más allá que un leve roce sobre la piel o el sujetar un poco más la mano. Basta cualquier señal que transmita un mensaje de cariño. Tras sentir el impulso es necesario llevarlo a cabo. Puede que se quede en el intento, que no supere ese primer instante de incomodidad y jamás prospere. Sin embargo, si se acepta, si se devuelve, la relación entre los implicados cambia, se vuelve más personal y más profunda.

Gracias al tacto hablamos sin palabras, las emociones afloran a la piel y se ofrecen a través de ella. Nada consuela tanto como un abrazo, nada transmite la misma sensación de protección. Tampoco hay nada comparable al roce de los labios de un primer beso enamorado. Será efímero mas su impresión jamás se olvida.

lunes, 3 de febrero de 2014

El poder del cariño por Hermanísima

El post de hoy es precioso y me lo ha enviado hermanísima, por lo que tiene un gran valor para mí. Doy fe de que su modo de ser obra milagros. 

Siempre se me ha acusado de involucrarme totalmente en mi trabajo, involucrarme de forma que a veces afecta mi salud pero la verdad es que es una pena pero mi gran limitación es que no sé hacerlo de otra manera. No aprendo, en vez de clases tengo sectas y mis alumnos son como hijos: yo puedo decir lo que quiera de ellos pero que nadie me los toque que me pongo loca.

Me resulta casi imposible no querer a mis chicos, es cierto que quiero a unos más que a otros o de distinta manera y también es cierto que en algunos momentos me creo capaz de cambiar el mundo aunque, cuando aterrizo en la realidad de mi casa, reconozco que sólo influiré en él durante un brevísimo periodo de tiempo y que muchos de mis alumnos no recordarán mi nombre en unos años, pero la verdad es que me da igual. Lo que quiero es el aquí y el ahora. Los niños no piensan en el futuro, necesitan a alguien que les haga el presente más llevadero, menos duro.

El primer mes en el que aterricé en EEUU y en el instituto en el que estoy ahora, no pensé que lo pudiera soportar; me encontré con niños realmente malos, producto de unas condiciones muy duras y de un sistema que suelta la pasta y se lava las manos como Pilatos. Hijos de familias desectructuradas, con pésimos ejemplos de vida, falta de cariño, abusos, falta de alimento y lo que es peor: la falta de alguien que se preocupe por ellos, que les tienda la mano.

A las 7:20 de la mañana llego a Legacy todos los días. Cristiana (una negra de 12 años, 1.70, hermano asesinado de un tiro en la cabeza, padre desaparecido, madre embarazada otra vez...) está esperándome en la puerta de mi clase como todos los días. Con su acento sureño de clase baja me pregunta:
-¿Dónde estuvo ayer Mis?
- Tenía un curso cariño ¿Qué tal te portaste?
- Mal (siempre que falto se porta mal). La sustituta era malísima Mis (y siempre dice lo mismo) ¿Me da un abrazo Mis?
- Pues claro, son gratis y me encanta darte abrazos, eres tan grande que me siento protegida.
- Ya sabe que soy su guardaespaldas Mis, como algún niño la moleste lo mato.

Esta conversación igual suena a ciencia ficción pero se repite casi a diario. Cristiana entra en mi clase, me pregunta si necesito ayuda, se sienta o se pone a pasear, a veces me cuenta cosas que preferiría no saber porque son tan horribles que no entran en mi esquema vital. Van entrando otros alumnos que vienen a saludarme y a preguntarme si necesito un abrazo. Siempre les digo que sí. Ellos lo necesitan pero a mí también me viene bien. Vienen chicos y chicas, me dan un abrazo y se van. Otros me preguntan si les puedo dar un beso de España (aquí no dan besos así les paguen), también quieren saber lo qué vamos a hacer, si vamos a ver un vídeo, si hay experimento, si el profesor Geovani (mi compañero de centroamérica) va a estar con nosotros, si voy a sentarles en grupo, si hay juego y un largo etc.

Al principio nadie venía a mi clase, era la rara, siempre estaba sola. Ahora he comprendido que los niños no creían en mi, yo era todo lo que el sistema ha matado: cariñosa, diferente, confiada, loca, creativa, les hacía muchas preguntas y no me sentaba, ponía vídeos y mis notas solían ser buenas. Creo que esperaban alguna trampa. Cuando fue llegando Navidad empecé a notar el cambio ¿os acordáis de esos perrillos maltratados que se acercan poco a poco a comer a la mano del nuevo dueño que los acoge? Pues así me he ido sintiendo.

Esto no quiere decir que no haya días malos, las condiciones son muy duras, hay muchos niños en cada clase y los niños están nueve horas en el instituto sin un solo recreo. El entorno es hostil y aquí la colaboración de familia y sociedad es nula. No hay servicios sociales, ni orientador, ni psicólogo ni nada de nada. Hay policía y una sala de castigos acolchada y otra sin acolchar. Yo prefiero seguir siendo bastante panoli y achuchar a mis alumnos lo que pueda, ya he visto que los otros métodos son más ineficaces que los míos porque los que van a la sala de castigo vuelven en menos de una semana y las consecuencias seguro que son peores que las de un abrazo.

Por cierto, todas mis clases han vuelto a tener por segunda vez las notas más altas del distrito ¡Es el poder del cariño!