jueves, 20 de febrero de 2014

Mandones y mandamases

Arthur Sarnoff
Cuando se es pequeño se reciben órdenes a lo largo de todo el día. A los mayores se les debe obediencia y hay que hacer lo que mandan. Si al intentar escaquearse, lo único que se gana es un castigo, además de tener que hacer lo ordenado desde el principio. Hay críos que tratan de imitar a sus padres y, erróneamente, creen que pueden disponer del tiempo de los demás a placer y mangonearles a sus anchas. Si no son dueños de un gran magnetismo, con el que embobar al resto  lo más probable es que se desgañiten hasta quedarse afónicos sin lograr que nadie les haga el menor caso.

A hermanísima, de pequeña, le encantaba esa labor parental y trató de asumirla. No sé si este rasgo contribuyó a desarrollar su vocación profesional. En el aula dispone de una caterva de críos a los que asignarles tareas y con el deber de obedecerla. A la menor oportunidad, organizaba y distribuía encargos al resto de la familia. Los demás enseguida aplicamos el dicho de "contra el vicio de pedir..." Se curó en buena parte ya que, el 99% de las veces, terminaba frustrada. Me convertí en una experta en esquivar sus demandas aunque debo reconocer que el virtuoso en escaquearse era el hermano.

Es cierto que hermanísima no era la única niña de la familia con esa tendencia, aunque el resto compartían con ella la misma tasa de fracaso. La personalidad y las firmes opiniones, rayando la cabezonería, que nos caracteriza presenta al menos la ventaja de hacernos bastante resistentes a seguir un comportamiento borreguil detrás de un autoproclamado "líder" que no nos ha probado sus méritos (y ni por esas).

Sin embargo, son muchos los que no aprenden ni, por supuesto, poseen el sentido común necesario para canalizar sus tendencias a tareas laborales que precisen de dotes de mando. No sé si porque siempre han sido mimados y adorados por sus progenitores, que han hecho todo lo que deseaba su precioso churumbel, o porque, simplemente, nunca se han parado a mirar el mundo desde la perspectiva de los demás. Posiblemente influyan ambos factores.

En mi ámbito profesional presencio con frecuencia este patrón de conducta en matrimonios con algún miembro de este tipo. Suele ser el marido el que está aplastado bajo el yugo de las leyes conyugales (no implico con esta afirmación que los varones sean unos benditos, sino que el comportamiento dominador masculino se acompaña, generalmente, de otro tipo de agresividad). Estas parejas son muy reconocibles en la consulta: él es el paciente y ella la que habla: contesta a las preguntas, narra todos los síntomas y te regala su parecer. En ocasiones, incluso aunque te interese oír la voz del enfermo por motivos profesionales, no lo consigues a no ser que le indiques a la pareja que también te gustaría escuchar el punto de vista del otro. Una frase del estilo de "si no le importa preferiría que respondiese él que, a fin de cuentas es el paciente y conviene que le escuche" despierta una mirada de asombro ante mi valor, con el eterno agradecimiento del oprimido, y otra mirada de la dictadora, aunque "cruzada" en este caso. En las revisiones posteriores o bien viene el hombre solo, supongo que sin decirle nada a la otra, o bien, directamente, ni vuelve (y se evita problemas domésticos).


El caso es que, como dice House, "más vale una vez coloraó que ciento amarillo" y ante alguien que trata de imponerse, lo mejor es pararle los pies desde el principio, siempre con calma, educación y respeto. Se espera que sean lo suficientemente inteligentes como para reflexionar sobre su comportamiento (al igual que nos "mandaban" hacer nuestros progenitores cuando no les obedecíamos). Por aquel entonces no nos daban ni la oportunidad de rechistar siquiera, sino que debíamos marcharnos a pensar a nuestra habitación.

1 comentario:

Carmen dijo...

¡Cuánto ha llovido desde entonces! En aquellos momentos no podíamos mandar y ahora tampoco nos dejan hacerlo las generaciones del futuro que se creen saberlo todo sin tener ni idea de nada. La gran diferencia es que a nosotros nos mandaban callar y nos callábamos y a estos micos les mandas callar y te dicen que te denuncian.
Recuerdo una anécdota de mi hija un día que le di un muy merecido guantazo. Toda ofendida me dijo que iba a llamar al teléfono del defensor del menor. La miré encantada y le dije: "Venga, ya estás tardando. A mi me llevarán a la carcel pero a ti te van a llevar a un centro de menores donde estoy segura de que vas a disfrutar de lo lindo ¡Venga, agarra el teléfono y marca! ¿a qué estás esperando?". Todavía recuerdo su cara marchándose a su habitación sabiendo que esa vez había perdido la batalla. Jeje, pobre hija.
En esto de la educación se están perdiendo dos cosas básicas: el norte y el sentido común. Ni hay que matar a los hijos a palos ni hay que permitir que un mico de tres años pegue a su madre a la puerta del colegio o le de una patada en plena cola del mercado(os aseguro que he visto ambas cosas).
Hoy me reía leyendo a mi prima en el facebook . Por lo visto un autor que ha leído ha llegado a la conclusión (supongo que ha escrito esta teoría en su cuadernillo mientras cagaba) de que si obligas a tu hijo a besar a personas que no quiere (simplemente por educación), las consecuencias serán lamentables: los vuelves vulnerables al abuso sexual y al desarrollo de conductas sexuales de complacencia ¡Pobres criaturas! La verdad es que todavía me pregunto cómo sobrevivimos nosotros sin ninguno de esos problemas después de besar al montón de chachas de Canena y a innumerables amigos de padres y familiares ¡Quizás también hemos desarrollado conductas sexuales de complacencia y ni siquiera lo sabemos! Bueno ¡Pues eso que se llevan nuestras parejas! Esa teoría me recuerda a la que se puso de moda en uno de los colegios donde trabajé: es bueno dejar a los niños que se coman los mocos porque así desarrollan muchas defensas contra distintas enfermedades (desarrollarán muchas defensas pero se quedan más solos que la una). Esta es otra de las "teorías de water" puesta en práctica por otro grupito de descerebrados de los muchos que abundan.
Por último voy a hablar del marido que va con su mujer al médico. Ese tipo de hombre se llama "mansinín" o "mansico". Yo lo llamaría más bien "un listo". la mujer se cree que manda, él deja que hable y que se desfogue pero luego hace lo que le da la gana y si le regañan se hace el tonto como si fuera retrasado. Hay muchas mujeres que estran en esta categoría también y que encima ni siquiera trabajan. Dan la razón al marido, van de tontas y se pulen la VISA que da gusto.
Después de leer este post tan radical os habréis dado cuenta de que mi día en el "paraiso americano" no ha sido muy feliz. En mi cole si que mandan, sí. Y como me han dicho hoy: no le estamos pidiendo su opinión Mrs. Marcos, hemos dicho que hay que sentar a los niños en el suelo a esperar el autobús (para que ni corran, ni jueguen, ni se peleen) Muy bien me parece pero los sentáis vosotros que a mi me tenéis hasta los mismísimos.
¡Mañana es viernes!