sábado, 28 de enero de 2017

De guardia con hermanísima

Los catarros de hermanísima no suelen resolverse espontáneamente, lo más frecuente es que se le compliquen y tengamos que recurrir a algún antibiótico para zanjar el tema. Los tratamientos suelen ser telefónicos, el horario escolar y el hospitalario se compaginan mal. Esta última vez la cosa se prolonga y quedamos en que se vendrá conmigo en una guardia de fin de semana para mirarla. El finde ha llegado y el viernes hablo con hermanísima.
-De momento no parece que mañana tenga que ir por el hospi, no me han llamado y no tengo pacientes ingresados -le explico.
- ¿Y cómo vamos a hacer para darte la tarta de manzana que cuñadísimo te ha traído de Valladolid?
Me relamo. ¡Una tarta de Maro Vallés! Hace años que no la pruebo, pero eso no significa que la haya olvidado.
- Si de ahora a mañana no me llaman, me paso por tu casa a recogerla y te echo un vistazo.
La noche es igual de tranquila que la tarde del viernes, tras el cambio de turno llamo a la urgencia y no hay nada pendiente para mí. House llega de guardia, su cara me basta para saber que prefiere estar solo y tranquilo. No tardo en desaparecer.

Aparezco en casa de hermanísima, con las prisas no la he llamado. La exploro. Sobrinísima y ciclón también se apuntan, que una revisión médica nunca sobra, sobre todo en plena epidemia de gripe (de la que solo se ha librado el ciclón). Estamos en plena consulta cuando suena el busca.
- ¿Estás en el hospi?
- No, pero cuéntame.
- Tengo un paciente con una epistaxis que ya vino ayer. Le he retaponado pero sigue sangrando.
- No te preocupes que voy.
Le digo a hermanísima que, si quiere que la vea en el hospital, se componga en un minuto. Salimos juntas. En el coche termina de arreglarse, ya está acostumbrada, un trayecto Madrid-Linares previo a una boda da para toda una sesión de belleza, con mascarillas, maquillaje y peluquería (y hasta algo de siesta).

Al llegar me esperan no uno sino dos pacientes. La segunda es una mujer mayor, anticoagulada, con las dos fosas taponadas. Me llevo a ambos a la consulta. Hermanísima se ofrece a ejercer de auxiliar. Me vendrá muy bien.
El hospital esta vacío y aprovecho para trabajar a dos consultas. Siento a cada paciente en una y corro de una sala a otra. Hermanísima les tranquiliza.
-No se preocupen, es la mejor.
-Es que es mi hermana- les explico.
Remojo los taponamientos con anestesia antes de quitarlos. Mientras les hace efecto, aprovecho para hacerle una fibroscopia a mi incondicional ayudante.

Empiezo. Retiro los tapones y pongo unas mechas de algodón con más anestesia. La nariz duele mucho y los pacientes agradecen todo lo que se les haga para aliviar el trance. Con el primero no tardo en descubrir al vaso responsable, el caño de sangre que sale de él no da lugar a dudas.
- Se le ha roto un vasito (el diminutivo es un eufemismo), voy a quemárselo.
Agarro dos barras de Argenpal (con una le haría cosquillas a semejante manguera) y las aprieto contra el tabique, sobre el chorro de sangre. Espero unos segundos antes de retirarlas. Parece que he acertado, la cosa ha mejorado. Hago un poco de presión con una bolita de algodón y repaso la zona. Por si las moscas, pongo un pequeño tapón reabsorbible que tendrá que remojar para que se deshaga. No hace falta más, puede irse a casa.

Hermanísima le ha dado conversación a mi otra paciente y a su acompañante. Se han desahogado y contado su vida, obra y milagros: que si su hijo está fuera, se había ido el día anterior, que la otra es su vecina y no tiene hijos, y se ha venido con ella para que no estuviese sola. Me comentan que le salía sangre hasta por los ojos. No tiene claro por qué lado empezó, parece que fueron ambos (a veces pasa en los anticoagulados). En una fosa no tardo en encontrar un vaso y quemarlo. En la otra no veo nada sospechoso, por si acaso dejo un poco de material hemostásico y reabsorbible, así se protege la mucosa y evitamos sustos. No puede marcharse, tiene que quedarse un rato para que le controlen la anticoagulación.

Después de un poco de vida social en la urgencia, volvemos a casa. Hermanísima piensa presentar una moción en el hospital para que la contraten de relaciones públicas. La verdad es que tener un ayudante en la guardia, que anime a los enfermos, no va nada mal.

viernes, 27 de enero de 2017

YE

Por fin escribo. No es que no tenga temas sobre los que hablar, es una de las ventajas de tener un blog variado, que todo lo que se me ocurra cabe. En este caso voy a aprovechar una salida del hospital para contar una tarde de ocio, comidas y tiendas.

Quedar con amigos no siempre es fácil, y mucho menos si son médicos: hay que cuadrar guardias, cirugías que se pueden alargar, sesiones, congresos y vida personal. A pesar de las listas de espera, un médico te ve antes como paciente que como amigo, por eso conviene aprovechar el día en que las constelaciones se muestran favorables. Esta vez lo conseguimos sin demasiado esfuerzo y sin imprevistos de última hora, que como dice una de mis amigas, nunca hay que cantar victoria hasta que estamos todas sentadas a la mesa.

Después de una mañana de consulta lo primero es reponer fuerzas. La comida japonesa es siempre apetecible, no solo es bonita sino también variada, y nos gustaba a las tres implicadas en el plan del día. Para empezar nuestra reunión escogimos el restaurante de Ayala, 67 (Ayala-Japón). Tras echarle un vistazo rápido a la carta, que a las tres y media de la tarde las tripas no admiten mucha demora, nos decantamos por el menú degustación: una ensalada, unos rollitos fritos de verdura, un poco de sashimi, otro poco de sushi en versiones nigiri (sobre monte de arroz) y maki (rollito), un tartar de salmón, otro de atún con soja y trufa, una muestra de teriyaki de toro y unos dimsums al vapor saciaron con creces nuestro apetito. Tras un té, con su sobremesa, y un retoque de pintalabios en el baño, estábamos listas para pasear por el barrio.

Una de mis amigas había descubierto una tienda de tocados artesanos, YE, en General Diaz Porlier 32, que le apetecía visitar. Después de contemplar el escaparate, no lo dudamos, aquellas preciosidades había que verlas de cerca. Llamamos al timbre para que nos abrieran, la dueña, de nombre Yulia Eremina, suele estar en el taller de abajo, trabajando en sus diseños entre cliente y cliente.

Dentro todavía había más preciosidades, tantas que no sabíamos por dónde empezar, quizá nos emocionamos más de la cuenta y entre las tres no sé si quedó algún sombrero sin probar. Su creadora nos explicó algunos detalles y nos ayudó a colocarnos los tocados de la manera más adecuada y favorecedora. Se notaba que disfruta con su trabajo, a cualquier otro le habríamos vuelto loco, pero ella compartía nuestro entusiasmo.

Si lo hubiese sabido, quizá esa mañana me habría peinado con más esmero. Había salido de casa con la cabeza aún algo húmeda, que terminó de secarse en el coche, y todo mi estilismo consistía en un semirrecogido, por supuesto sin peine, con unas pinzas para quitar el pelo de la cara y que no me molestase a la hora de explorar a los pacientes. Sin embargo, los tocados eran tan bonitos que lucían incluso así. El estilo que mejor se adaptaba a una de mis amigas era el más puro bohemio-francés, las boinas estaban hechas para ella, otra de mis amigas, más clásica, se llevó un gorro rojo que habría sido la envidia de Caperucita, no solo era bonito y favorecedor, sino muy versátil, se podía girar en todas las posiciones y cada ángulo era diferente. En cuanto a mí, confirmé algo que siempre he sospechado: mi cara es vintage, mis rasgos se corresponden más con la época de los años 40 y 50 que con la actual, y con los tocados inspirados en esos años, con redecilla incluida, parecía una extra de una película de los años dorados de Hollywood (lo podéis comprobar en la foto, ¿verdad que es un sombrero maravilloso?).

lunes, 2 de enero de 2017

Básicos de belleza

Decía Marilyn que "una sonrisa es el mejor maquillaje que puede llevar una chica", y estoy de acuerdo con ella, de nada sirve emperejilarse si se acompaña de un gesto triste o desagradable. La sonrisa posee encanto, ilumina la piel desde dentro, da brillo a la mirada, tiene algo que se irradia y se contagia. No hay nada más atractivo.

Me gusta sonreír, a los pacientes les inspira confianza, les hace perder parte del miedo con el que acuden a la consulta. Sin embargo no son solo los demás los que se sienten mejor al verte, parece algo tonto, pero el mero acto de sonreír disipa muchos nubarrones, no es posible mantener un enfado más de unos segundos con una sonrisa, salvo que sea cínica.

Una sonrisa sería, por tanto, mi primer imprescindible de belleza, aunque reconozco que la mía me gusta mucho más con un buen pintalabios (que aplico como labial y colorete). Esta confesión suena superficial, pero así son las cosas, los adornos y las pinturas han atraído a los humanos desde la antigüedad, y no he escapado a su influjo.

Me gustan los cosméticos pero, por desgracia, tengo la piel muy sensible y eso es algo que resulta incómodo y caro, ya que implica probar y desechar una infinidad de cremas y potingues antes de dar con la adecuada. Las que me irritan se las paso a hermanísima, que no tiene ningún problema de alergia y que, además, está encantada de heredar. Por suerte he descubierto unos cuantos trucos que ayudan a evitar y mejorar la quemazón.

Alguno de estos días House descubrirá en el congelador un pañuelo de algodón, de esos de caballero de toda la vida, humedecido y doblado en cuatro (me extraña que aún no me haya preguntado al respecto, cuando guardé unas cucharillas no tardó en pedirme explicaciones). Ese pañuelo helado es el remedio más rápido para calmar y bajar la hinchazón. Solo tengo que mojarlo hasta devolverle la flexibilidad y ponerlo bien frío sobre los párpados, la frente, las mejillas y la nariz. En un minuto descongestiona la cara de recién levantada; luego lo escurro y lo vuelvo a congelar. Las cucharillas servían para el mismo fin pero el pañuelo me funciona mejor. Para cualquier momento, los sprays de agua termal son cómodos y eficaces, devuelven frescura al maquillaje y nada alivia más rápido la tirantez de la piel en ambientes resecos. A veces lo uso en la raíz del pelo, como un champú en seco que no precisa retirar, solo frotar un poco y dejar secar.

Uno de esos trucos de belleza que harían que House se cuestionase mi salud mental es el de restregarme por la piel la cara interna de la cáscara de plátano. El caso es que esa cáscara es muy rica en ácido salicílico y tiene propiedades antiinflamatorias y queratolíticas. No es tan fuerte como la aspirina (que es infalible cuando se trata de madurar y disminuir la tensión de los granos profundos y dolorosos), no irrita los ojos sino que los calma y se puede usar sobre los párpados para mejorar las bolsas y ojeras (aunque en mi caso no puedo prescindir de corrector). También va bien para secar las espinillas, tratar los puntos negros de la nariz y controlar la producción de grasa en el acné.

Hay remedios naturales para todos los gustos. Recuerdo que hace poco vi a una paciente con un cutis impresionante. La mujer pasaba de los 80 años y a duras penas se le echaban 60, no tenía arrugas, ni flaccidez, ni piel apagada ni ningún otro signo de edad. Nos confesó que su truco de belleza era ponerse una mascarilla de aguacate machacado (con o sin aceite de oliva, no era imprescindible). Aún no me he animado a probarlo, aunque después de las mascarillas metálicas no creo que House se asuste por verme cubierta de verde.

Otro gran descubrimiento han sido las bayetas de microfibra que permiten desmaquillarse sin necesidad de ningún producto, solo es preciso humedecerlas con agua templada. No hay que frotar, basta con apoyarla en el rostro unos segundos y la mayor parte del maquillaje se queda en el trapo, los manchurrones de máscara prueban su eficacia. Hay que repetir un par de veces, hasta que no queden huellas, aunque también se puede hacer un masaje con movimientos circulares por la cara y el cuello y de ese modo realizar una exfoliación suave. Es muy agradable y no irrita nada. La original, la Makeup Eraser, la descubrí en Sephora, luego, a través de amazon, compré una versión china mucho más económica que he regalado a mi círculo más cercano (que ha quedado tan encantado como yo). Las bayetas de microfibra de Alcampo también servirían, es cuestión de escoger una de tacto suave, y en Primor, en la zona de las brochas, las venden con forma de manopla, la de Revolution parece terciopelo y, además de extrasuave, su color negro evita que se vean las manchas.  Para limpiarla basta con frotar con un poco de jabón o lavarla en la lavadora SIN suavizante (que estropea la microfibra, y eso afecta a la ropa interior, camisetas, medias, bañadores y demás prendas que lleven lycra).

Para terminar, un vídeo de una técnica breve y sencilla de masaje facial, algo que siempre viene bien.




domingo, 1 de enero de 2017

¡Feliz Año Nuevo!

¡Feliz 2017!

Que sea un año en el que disfrutemos de cada hora

y en el que nadie se olvide de soñar,

un año en que se cumplan los buenos deseos


y el amor esté presente en nuestro día a día,

para que siempre nos sentamos arropados por los que nos quieren

y estemos para cuidar de los que nos necesitan

que sepamos apreciar la belleza que nos rodea,

y podamos compartirla para hacer felices a otros.