Durante las vacaciones del año pasado coincidimos con el rodaje de un programa de televisión denominado "The big loser" (del que, hasta entonces, no teníamos noticias). Realmente los autores del nombre tuvieron delito, además de mucha mala idea. Como ese día había amanecido nublado decidimos aprovechar para dar un buen paseo por la playa y llegar a unas ruinas varios kilómetros más allá. Cuando salimos aún estaban montando lo que parecía una especie de gimnasio y un chiringuito. Esperábamos que, para nuestro regreso, ya hubiesen retirado toda aquella parafernalia. ¡Optimistas!
Nuestro paseo fue una delicia. El cielo se mantuvo nublado y House pudo disfrutar del mar a esas horas sin preocuparse de su alergia al sol, aunque, aún así, iba cubierto de ropa como un beduino. El problema surgió a medio camino de vuelta cuando el sol decidió hacer su aparición. Para colmo de males la mañana ya estaba avanzada y los rayos picaban. No podíamos entretenernos, debíamos regresar a toda velocidad.
Si hay alguna prueba deportiva de marcha descalzos por la playa estoy segura de que batimos todos los récords. Sin embargo, antes de llegar a nuestro destino, nos vimos obligados a detenernos. El motivo: el rodaje del dichoso programa. Si hasta ese momento no sabíamos que existía, después de ese momento habríamos preferido continuar en la ignorancia. Se trataba de uno de esos concursos ridículos que provocan vergüenza ajena y que nunca comprenderé cómo hay gente, y mucha, que los ve. Los concursantes eran un grupo de obesos mórbidos y la prueba consistía en llenar y acarrear cubos de agua del mar a un bidón situado en la otra punta de la arena. Lógicamente no deseaban que nadie interfiriese en esa tarea tan importante: todo el mundo sabe que vaciar el mar será necesario dentro de poco cuando crezca su nivel y qué mejor que empezar a entrenar a los más fuertes con antelación. El caso es que habían cortado el paso.
En el cielo no quedaba ni una nube y los muy cretinos pretendían que rodeásemos todo el circuito para no interrumpir la grabación. Esta claro que pertenezco a otra galaxia y caí en esta por error porque es imposible que comparta materia con tanto lelo. Menos mal que me encontró House. Ni cortos ni perezosos seguimos nuestra ruta por la orilla que, si les molestábamos, siempre podían editar la cinta. Claro que ahí no acabó la cosa, el más gallito de todos los cámaras decidió que nuestro comportamiento era inaceptable (no uso ese lenguaje, no creo que su vocabulario incluya palabras trisílabas) y se enfrentó a House (yo seguí mi estrategia habitual de, cuando algo no me interesa, no hacer ningún caso). Era un ser irracional y, como tal, le dejamos con la última palabra en la boca. Seguimos nuestro camino con la única preocupación de resguardarnos del sol.
3 comentarios:
Lo vuestro fue un acto de reivindicación de la sencillez frente a la estupidez. Vaya desde aquí mi apoyo a esos actos.
Saludos!
La playa es de todos. Los indignados deberíais haber sido vosotros, en lugar de los invasores de un espacio público con finalidad privada. Un beso
Aunque parezca increíble, la productora no tenía la culpa. Con la crisis, una de las medidas para recaudar fondos de los ayuntamientos es cobrar tasas por rodajes. Cuanto más molestas, más cobras, así que imagino que habrían pagado bastante por cortar el paso. Lógicamente, como creyente en el interés general (que ha pasado a ser cuestión de fe), rechazo la política, pero comprendo ambas redacciones.
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