Hay momentos sólo llenos de tiempo. Es un tiempo que ha saltado al vacío, a esa negrura inconsciente sin dimensiones, espacio y que no se mide por el transcurso de los segundos porque no hay movimiento. Son momentos de inexistencia en los que el universo regresa a la condición previa a su origen y todo se pierde en la nada. Es un punto en el que, al tomar aire, la inhalación se detiene y la realidad con ella. Al exhalar de nuevo y mirar el reloj nos sorprende la duración de ese instante. Nos preguntamos qué ha sucedido durante ese trance e intentamos recordar.
Volvemos atrás y todo lo que encontramos es nada, una nada absoluta en la que ha desaparecido la materia junto con la esencia del mundo y nuestra consciencia. Estamos lúcidos pero no hemos notado nada ni tampoco hemos hecho nada. No hemos dormido ni soñado nada, aunque esa nada sea la explicación que abrazamos para entenderlo. En ocasiones nos preguntamos dónde se habrá ido ese tiempo del que no sabemos nada. ¿Nos lo han robado? Quizá permanece atrapado en un extraño bucle de otra dimensión. ¿Regresará y se sumará a otro tiempo, a uno de esos minutos interminables, o quizá nunca lo recuperaremos porque ahora le pertenece a otro? Elucubramos sobre lo qué ha pasado en ese rato en el que no nos hemos enterado de nada. Es posible que esa sea la respuesta: nada. A fin de cuentas, si pensamos en ello ¿qué es? Nada más que un momento de nada.
2 comentarios:
Me extrañaría mucho que no hubieras leído Momo, de Michael Ende. Si no lo has hecho, te lo recomiendo con la seguridad de que te encantará. Ahí entenderás qué pasa con esos momentos que nos desaparecen del bolsillo. Mil besos.
¡Aquellos hombres grises! Me encanta Michael Ende y he leído recientemente algunas historias que no conocía y aún me ha gustado más. Besos.
Publicar un comentario