Últimamente escribo menos, no es que las historias hayan perdido su encanto pero mi inspiración anda algo floja y lo que me apetece es leer. A ratos tengo incluso lo que se podría denominar ansia de lectura, auténtica necesidad de devorar libros.
Terminé el año con León el Africano, de Amin Maalouf. Es un libro que, en cierto modo, me perseguía. Cada vez que rebuscaba en las estanterías de alguna librería de segunda mano, me encontraba un ejemplar. Es posible que en la librería-café de Ginebra se tratase siempre del mismo, pero el caso es que aparecía ahí, delante de mis ojos, entre los millares de volúmenes.
Finalmente, tras semejante insistencia, hice caso a la llamada. Desde el principio tuve la sensación de sumergirme en el ambiente de las mil y una noches. El protagonista narra su historia, y su contexto histórico, con la suavidad de un cuentacuentos árabe. Nos traslada de la Granada decadente de su infancia a Fez, donde se inicia su educación y dan comienzo sus viajes. Nos lleva a través del desierto en una caravana, subimos por el Nilo hasta El Cairo, embarcamos en Alejandría hasta Constantinopla para terminar en Roma. Conocemos esclavos, piratas, sultanes, embajadores, reyes y papas. Entre conspiraciones políticas y religiosas, guerras, venganzas y romances pasé un final de año muy emocionante. Os dejo una de sus frases:
"No creo que este amuleto posea ningún poder mágico, pero el hombre es tan vulnerable frente al Destino que no puede sino encariñarse con objetos rodeados de misterio."
Inauguré el año con La tregua de Mario Benedetti. Aunque no había leído nada suyo, esta vez no necesité insistencia, el libro me atrajo de inmediato. Se trataba de una de las ofertas de la promoción Kindle Flash (para el que no la conozca, cada día amazon ofrece varios títulos de kindle con un descuento más que sustancioso, del 70 al 90%, merece mucho la pena). Está escrito en forma de diario, con entradas más o menos breves, fáciles de leer, y un lenguaje sencillo que te atrapa. Es el claro ejemplo del encanto de la sencillez, cuya naturalidad y fluidez refleja una gran maestría. Una maravilla.
"Pero ¿y lo demás? Porque está la opinión que uno puede tener de sí mismo, algo que increíblemente tiene poco que ver con la vanidad. Me refiero a la opinión cien por ciento sincera, la que uno no se atrevería a confesarle ni al espejo frente al que se afeita."
"Una de las cosas más agradables de la vida: ver cómo se filtra el sol entre las hojas."
3 comentarios:
La inspiración viene y va. Y, como sabemos, pone sólo el primer verso (o el ultimo), el resto es trabajo. Luego llegan esos días en los que se tienen más ideas que tiempo para escribirlas y empieza uno a tomar notas en las servilletas del restaurante, el billete del autobus (antes de las tarjetas electrónicas), el móvil o cualquier artilugio. Y no digamos nada de la última página, en blanco, si hay suerte, del libro que uno tenga a mano. Y leer es siempre necesario.
Oyendo el programa musical de Radio 3, esta mañana, dedicado al cristal en la música, pensabe en todas las variantes que admite el viejo tema de la botella que se encuentra en el mar y cómo esas cosas pueden cambiar la vida de las personas. Nuestra escritura puede ser a veces como ese mensaje en la botella. No sabemos quién puede leerlo, en dónde y en qué momento. Años o siglos después uno puede descubrir que un antepasado suyo, náufrago de la Gran Armada, lanzó una botella desde la costa de Irlanda y eso explica por qué aquel maestro (los genes) de un pueblo del occidente de la isla se parecía tanto al primo Gabriel, o a uno mismo y cuánto nos sorprendió en el ultimo viaje. ¿Qué decía ese mensaje? ¿Le cambió la vida escribirlo? ¿Nos la cambiará a nosotros?
Quizá es que me había malacostumbrado. Las historias me despertaban y me impelían a escribirlas en cualquier momento, y ahora eso no me sucede. Me encantaba cuando se abrían las puertas entre los dos mundos y parte de la fantasía se escapaba a la realidad.
¡Qué imagen tan bonita, Sol!
A mi me pasa algo parecido con la Pintura. El ojo - con osin cámara - capta imágenes. Cuando éstas pasan al papel se produce el milagro.
En muchas ocasiones se alborotan y por volverse perezosas no quieren pasar a ser tocadas. Ni vistas.
Publicar un comentario