Partiendo de la premisa de que la autoestima de una fémina depende en gran parte de su autoimagen, y sus inseguridades también, no es de extrañar el éxito de la industria cosmética. Las capas de mejunjes y colores también actúan sobre nuestra representación mental, no importa lo que muestre el espejo sino lo que la cabeza graba de ese reflejo. Es posible que eso explique porque a las mujeres nos gustan más las bodas y demás celebraciones que a los hombres. Una boda, junto con la Nochevieja, es uno de los eventos en los que una fémina tiene una buena justificación para arreglarse al máximo, durante horas si es necesario. No solo le está permitido disfrazarse de reina de cuento de hadas sino que además debe (y sí, es obligatorio) maquillarse para ir a tono. La edad ofrece una ventaja en lo que a aspecto se refiere, aunque sea la única: una aprende a conocerse a sí misma, a realzar sus mejores rasgos y disimular las imperfecciones (de joven cualquier cosa cuela, aunque el recuerdo provoque escalofríos). Aún así, probar nuevos sistemas para mejorar la técnica nunca está de más, aunque el conocimiento sí ocupa lugar, al menos en forma de potingues en el baño.
Antes no se necesitaba una carrera de estilismo para pintarse la cara, recuerdo que yo lo hacía con seis o siete años en el baño de la granja con los pintalabios rojos de mi abuela y mi tía y mi "rouge" de mejillas era envidiable. No deseaba que me pillaran, aquellos pintalabios no eran para jugar, así que ponía especial cuidado en no pasarme para que mi rubor pareciera natural y evitar el castigo. Me daba tanto arte que más de una vez alabaron mi buen color, lo cual dada mi palidez natural, con absoluta ausencia de rosa en mis mejillas, resultaba algo sospechoso. Hoy en día, el pintalabios sigue siendo mi colorete favorito, quizá es porque aún me hace sentirme como una niña.
Las técnicas de maquillaje han cambiado mucho, muchísimo, en los últimos años, y los productos también: ingredientes, texturas, indicaciones, contraindicaciones, forma y orden de aplicación, combinaciones, precauciones... Ahora es una ciencia. Nunca me leo las instrucciones de los electrodomésticos, así me va a veces, pero sí que me estudio el prospecto de los cosméticos, no me queda otro remedio si pretendo usarlos y sacarles partido. Youtube está lleno de gurús de imagen, la mayoría insoportables de puro histriónicos (de verdad, ¡menuda fauna!). Por suerte, en este mundo hay de todo y también hay excepciones, aunque sean casos aislados. Mi favorita, con diferencia, es Lisa Eldridge: sabe hablar y entiende de lo que habla, el tema le apasiona y se nota, se preocupa por estar al día, pero no divaga en vídeos interminables mientras se hace la interesante, va al grano (en todos los sentidos) y, además, ofrece una gran variedad de estilos fáciles de adaptar al gusto y bolsillo de cada uno. Lo hace tan bien que sus tutoriales con casi hipnóticos, además de adictivos.
La base de un buen maquillaje, como con cualquier pintura, empieza por preparar el lienzo. Una piel impecable es fundamental, y para ello la piel tiene que conservar su textura de piel, no se trata de convertirla en una máscara. El método Eldridge es sencillo y brillante, se basa en la máxima que nunca falla en cuestiones de moda: menos es más. En síntesis: embellecer la piel de la forma más natural, sin taparla, con el mínimo de maquillaje, bien difuminado y con un extra en las zonas problemáticas, mejor añadir que retirar, corrector puntual, por zonas, del mismo tono que el maquillaje, y que la piel, para no llamar la atención sobre las imperfecciones, no deben quedar cercos, líneas ni roales, el polvo en poca cantidad (para no apagar la tez) y en las zonas de brillos o que se precise más fijación o corrección.
Las prebases son una novedad de hace unos años, y evolucionan cada temporada, en función del último ingrediente de moda (oro, perlas, vitaminas, liposomas, péptidos milagrosos, siliconas...) Antes bastaba con la hidratante, pero una buena prebase debe no solo hidratar sino realzar la piel y dotarla de luminosidad, homogeneidad y firmeza. A hermanísima le encanta la de miel de NYX, que además de eficaz es barata y cuida la piel. Conviene que no abusen de las siliconas para que no hagan bolas. No hay que insistir hasta que penetren, no lo van a hacer, se trata de extenderlas en una capa, con pocos movimientos, y nada más.
La función del maquillaje es unificar y corregir imperfecciones leves (para las más severas está el corrector, siempre más ligero en los ojos donde la piel es más fina y más denso en otras zonas, aunque siempre difuminado con el entorno). Todo debe fundirse con la piel, sin cortes y sin capas que se noten. El tono dependerá de cada uno, aunque ha de asemejarse al propio. Hay bases cálidas (más beige) y frías (más rosada), para saber a qué grupo pertenecemos hay que fijarse en el color de las venas (en las manos), y si son azuladas somos fríos y si verdosas cálidos, y escoger el matiz adecuado en función de nuestra temperatura (para contrastes ya recurriremos a sombras y labiales). Una zona buena para probarlo (en pieles blancas, porque al parecer eso es algo que varía según la raza) es en la zona latero-superior del cuello, como un centímetro por debajo del ángulo de la mandíbula, de ese modo se consigue un tono uniforme sin necesidad de cubrir el cuello, con el riesgo de manchar la ropa.
El grado de cobertura dependerá de la ocasión y el estado de la piel. Las marcas suelen ofrecer alternativas de todo tipo y no siempre lo más caro es mejor. Uno bueno y ligero sería el Healthy Mix de Bourjois, casi indetectable si se aplica bien, las BB y CC cream también pertenecen a esta categoría. Makeup Forever Ultra-HD, con muy buena prensa, se incluiría dentro de la textura ligera con cobertura media. En el grado más extremo estaría el Dermablend de Vichy (cuyos polvos resisten el sudor). Un maquillaje muy cubriente no es para todo el rostro y puede depositarse en las arrugas y marcarlas más, así que es recomendable limitarlo a las zonas problemáticas y en el resto del rostro usar uno más ligero. Poner el producto en el centro del rostro y difuminarlo hacia la periferia (con los dedos, pinceles, esponja o lo que prefiramos) ayuda a conservar la textura de la piel y da más sensación de naturalidad. Lo ideal es comenzar con poca cantidad y añadir lo necesario, poco a poco, en las zonas que requieran más cobertura (que no son todas). Siempre es más fácil poner que quitar. Cada añadido hay que difuminarlo bien con el resto, debe quedar bien pulido.
En caso de un evento con fotos, se supone que conviene evitar los factores de protección solar que añadirán una palidez fantasmal a nuestra imagen (en mi caso he llegado a la conclusión de que eso es algo que importa poco). Claro que, si la boda es de día, es casi más fácil escapar del fotógrafo que del sol.
(Continuará, por hoy ya es muy largo)