miércoles, 24 de septiembre de 2014

La picadura

- ¿Cuándo piensas ir a la farmacia? - me pregunta House.
- ¿Para qué? Si no me pica - le respondo.
- No importa si te pica o no, sinceramente creo que debes ir a la farmacia - me contesta.
Nuestra conversación versa sobre una simple, o quizá no tan simple, picadura. En realidad son dos las lesiones, aunque House sólo se refiere a una. La otra se encuentra en mi mano derecha y esa sí que no la puedo ignorar porque me pica a rabiar. No sólo me produce una horrible desazón sino que la mano ha duplicado su tamaño y presenta un aspecto similar al de una pelota de rugby. Los cordones de mis venas, habitualmente gruesos y con relieve, el sueño de cualquier anestesista, han desaparecido bajo el edema.

La picadura de la que hablamos pertenece al mismo mosquito, con la enorme diferencia de que no me pica. ¿Por qué, entonces, le molesta tanto a House? La razón es que es aún más evidente que la primera y no hay modo de disimularla: se halla en mitad de mi frente y presenta el aspecto de un chichón del diámetro de mi cabeza. No exagero. La ventaja es que, si no me la toco, ni me acuerdo de que está ahí (lástima que sea yo la única). Me di cuenta de su aparición al lavarme la cara, para despejar el sueño, tras nuestra primera noche en el Parador. Noté el relieve de un chichón y un leve picor. Opté por dejarlo tranquilo. Por desgracia aquello no era más que el germen y tenía toda la intención de desarrollarse sobre mi frente. Desde entonces han transcurrido dos días y va en camino de convertirse en mi siamesa.

- ¿Te has mirado en el espejo?- insiste House.
La verdad es que lo he evitado, con el tacto me basta para saber que no ha mejorado. La habitación aún tiene parte de las cortinas corridas y el espejo está en sombra. Sigo la sugerencia de House y le echo un vistazo a mi imagen. Con esa luz no me impresiona mi aspecto. En la penumbra lo más llamativo es que se me han borrado las líneas de expresión de la piel.
- ¡No tengo arrugas! - exclamo tan contenta.
La mirada de House no es tan optimista como la mía. De hecho opina que he llevado al extremo eso de ver el lado positivo de las cosas.
- ¡Pero si pareces un alienígena! - me suelta.
Me fijo mejor, segura de que no puede ser tan malo: la frente ha doblado su volumen, la hinchazón se extiende entre los ojos y sobre el puente de la nariz. Mi pequeño caballete ha desaparecido, aunque también lo ha hecho el dorso nasal, sólo se mantiene la punta. La zona interna de los párpados se ha transformado en pliegues que cubren el lagrimal y mis ojeras son bolsas. Le doy la razón a House: soy ideal para protagonizar un episodio de Star-Trek, no necesitaría nada de maquillaje.

Optamos por acercarnos a la farmacia. Antes nos toca pelearnos con la llave de contacto del coche. No sé si es que no le gusta el aspecto de mi mano pero el caso es que no la reconoce y se niega a entrar en la cerradura. House lo intenta y obtiene el mismo resultado. Su mano no tiene picaduras así que el problema es de otra índole: comprobamos que el pestillo está caído y bloquea el acceso. Me veo haciendo un puente (espero que Internet explique los pasos). Finalmente, con un poco de fuerza, la obstrucción cede y el coche arranca.

En la farmacia hay una columna con un espejo iluminado por el sol de la mañana de Huelva, demasiado bien iluminado para mi gusto. Capto mi imagen de refilón y pego un respingo. ¿Esa soy yo? ¡Si parezco un Beluga! (No, no hay fotos, aunque la tentación de inmortalizarme era casi irresistible a House le di pena).
- Quería algo para los mosquitos. Las picaduras me provocan alergia, - explico al tiempo que le muestro mi mano y mi frente.
- ¿En pastillas? - me pregunta el muchacho haciendo gala de prudencia.
- Había pensado en algo tópico.
El chico revisa la estantería. No hay pomadas milagrosas así que escoge una al azar. Añade una loción antimosquitos.
- Esta es muy buena - afirma.
- ¿Cree que me vendría bien alguna pastilla?
No se lo piensa, se gira y al momento regresa con una caja de Polaramine. Voy a dormir como los ángeles y eso siempre viene de maravilla, especialmente en vacaciones. Será una cura de belleza completa (los resultados están garantizados cuando se parte de semejante base).

Aún tardo varios días en recuperar mi rostro aunque tras la primera noche amanezco con algunos rasgos humanos y tras la segunda empiezo a ser reconocible. House me mantiene la prescripción durante una semana hasta que considera que he vuelto a la normalidad. Aunque este verano los mosquitos no abundan, dado lo apetecible de mi sangre, en recepción nos facilitan un insecticida en enchufe. Además, no se me permite salir de la habitación sin una buena rociada de loción.

4 comentarios:

el tito Paco dijo...

Está claro que las hembras quieren nuestra sangre.

Manuel Márquez dijo...

Hola, Sol, buenas tardes, cuánto tiempo sin leerte. Relato, como siempre, bien trovado y entretenido, vaya que sí. Espero que el 'trastorno picajoso' ya vaya remitiendo y que puedas seguir disfrutando de tus vacaciones como corresponde. Amén...

Un fuerte abrazo y hasta pronto.

Unknown dijo...

Sol, it's a very beautiful blog!!!

Yo misma dijo...

Me siento culpable de haber disfrutado con el relato!