Recuerdos y un dilema de infancia de la Señora...
El hecho de que el día de san Andrés caiga en domingo me ha traído a la memoria imágenes muy lejanas que se remontan al primer san Andrés del que soy consciente.
Creo que tendría como unos cuatro o cinco años, porque estaba aprendiendo a leer y a escribir. La escuela a la que iba en Torrubia (una gran finca cercana a Linares) era una escuela unitaria, a la que asistíamos niños y niñas de entre cuatro y doce años aproximadamente, siendo un total de unos veinte. Los mayores se sentaban en pupitres mientras que los pequeños teníamos reservadas unas mesas bajitas cuadradas con unas sillitas, todo en un azul vivo muy agradable. Yo compartía una de esas mesitas con otra niña de mi edad y debíamos de ser las más pequeñas; como nos portábamos muy bien la profesora nos colocó en nuestra mesa una bola del mundo que daba vueltas y que pocas veces nos atrevíamos a tocar. La única aula que formaba la escuela era bastante grande y tenía una enorme cortina que dividía el recinto; ante esa cortina estaba situada la mesa de la profesora y una gran pizarra, que en muchas ocasiones se convertía en una especie de potro de tortura si era el alumno el que tenía que utilizarla.
Pero en el día al que me refiero no fue así. Fue doña Josefina, la profesora, que era teresiana, la que en un veintiocho o veintinueve de noviembre escribió en la parte superior de la pizarra con letras muy grandes y bonitas la palabra ADVIENTO y a continuación nos explicó lo que significaba el término, la preparación que suponía para la Navidad y cómo en esa preparación era conveniente algún sacrificio, aunque fuera pequeño. Era un tiempo que estaba a punto de empezar: el domingo 30.
Pienso que fue la preocupación que me invadió de pronto la que hizo que aquella situación quedara grabada en mi mente, porque reparé entonces en que ese primer domingo de Adviento coincidía con san Andrés, el santo de mi padre y el día en que mi casa se llenaba de bizcochos, rosquillos, tarta y todas las cosas ricas que hacía mi madre para invitar a la gente que iba y que tú tenías a tu alcance de modo abundante.Y el baile y la música. Aquello no casaba en absoluto con la idea del Adviento y el sacrificio.¡Menudo dilema! ¡Con las ganas que una esperaba este día!....
No sé cómo lo resolví. Hasta ahí no me llega la memoria. Sí recuerdo que días después hubo comentarios sobre lo extraordinaria y lo divertida que había sido la fiesta y lo rico que estaba todo.
Quizá me lo dieran resuelto........ porque creo que los pequeños nos tuvimos que acostar temprano.
5 comentarios:
Hermoso y tierno recuerdo, Señora.
El relato merece ser una secuencia de una película cuyo guión hubiese escrito Delibes.
La escuela de color azul me trae a la memoria lo que me contaba mi madre en un cigarral toledano.
El último San Andrés que recuerdo también cayó en fin de semana, aunque en este caso fue en viernes. San Andres era un día especial en mi colegio, como patrón de Escocia, en el que no había casi clase sino actividades deportivas y además podíamos ir sin uniforme, aunque de azul.
Bajamos a Linares en una decisión de última hora, incluso medio sorpresa, y cuando llegamos allí nos encontramos una mesa enorme llena de comida y de familia. Recuerdo perfectamente la tarta de la tita Chani, con su esponjosa cobertura blanca decorada con moras blancas y negras.
Buenos días Sol, que tierna historia compartes hoy, es curioso lo que la memoria recuerda. esos pequeños detalles sin importancia para algunos pero tan vitales para nosotros. Sobre el aparato de tortura que era la pizarra ahora recuerdo a mi abuelo que nos decía que la pizarra tenía una virtud mayor que los castigos ya que te hacia recordar lo que no sabias (debido a la vergüenza de no saberlo claro) me has traído gratos recuerdos, gracias amiga.
Que pases un buen domingo.
Una preciosidad. Besos
Me ha gustado mucho tita. Un beso.
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