sábado, 14 de febrero de 2015

El camino de las sirenas

Hubo un tiempo en que la luna aún no existía. La noche cubría el mundo con una oscuridad tan densa que el brillo de las estrellas apenas podía romperla. Al ponerse el sol, el mar se transformaba en un abismo de negrura del que escapaban las sirenas guiadas por la luz tenue de las estrellas. A veces, un astro fugaz caía al océano y las sirenas lo perseguían para colgarlo de nuevo en el cielo antes de que se apagara en el agua. Sin embargo, nunca lo encontraban.

Noche tras noche las sirenas presenciaban impotentes la desaparición de las estrellas. El día en el que se hundiese la última de ellas, se verían atrapadas en las profundidades de un reino de tinieblas. Sin su guía estarían perdidas. Antes de que ese momento llegara, debían hallar la manera de preservarlas.

Una noche tejieron una red de nubes y la extendieron sobre la superficie del agua. La red detendría la caída de las estrellas que se quedarían retenidas en ellas. Sin embargo, eran tan pequeñas que se perdían entre la niebla.

Otra noche las sirenas recogieron uno a uno los reflejos de los luceros sobre el mar y los reunieron en el rincón más recóndito del océano. Crearon un lago de luz con los infinitos destellos. Junto a él, esperaron hasta el amanecer, a que el primer rayo de sol iluminase la neblina. Cuando la bruma se tiñó de blanco, llamaron al viento para que alzara las olas. Se izaron sobre las crestas de espuma y, con cuidado, tiraron del velo de niebla hasta condensarla en una esfera. En el interior guardaron el brillo de las estrellas. Para evitar que la bruma se disolviera, sellaron la esfera con nácar, simulando una perla.

Al caer la noche, cuando las sirenas remontaron la oscuridad del abismo, arrastraron con ellas la inmensa perla. En el lugar en el que el cielo y el mar se funden, surgió la luna. El cielo reconoció en su interior la luz de las estrellas y reclamó para sí la esfera. Sin embargo, la luna no quiso separarse por completo de su lugar de origen y derramó su reflejo sobre el océano. Esa senda hecha de luna, es el camino de las sirenas.

3 comentarios:

Chelo dijo...

¡Qué bonito! Todo tiene su explicación, cuando no real, fantástica, hasta los cantos de las sirenas...
Besos,
Chelo

Señora dijo...

Te ha quedado una muy bonita narración sobre la aparición de la luna. Se merecería una publicación con ilustraciones. Ojalá.

Sol Elarien dijo...

Ojalá, aunque tal y como están las cosas editoriales creo que ya puedo ir empezando a pintar para autoeditarme y autoilustrarme. Besos.