jueves, 5 de marzo de 2015

Vértigo

La residencia está llena de primeras veces: las primeras amígdalas, la primera laringe, el primer vaciamiento, el primer oído... Aún así, veinte años después (como los mosqueteros), aún hay alguna primera vez.

Desde hace años me peleo con el vértigo de Menière de una paciente. Lucho y pierdo cada batalla. No entiendo por qué la enfermedad responde al tratamiento en unos casos y, sin embargo, en otros, aparentemente similares, no hay manera de dar con algo que les alivie. Leí, probé, inyecté y hasta inventé sin resultado. A veces surgía un rayo de esperanza, pero nunca duraba. Las crisis volvían y el mundo giraba en el interior de mi enferma igual que un tornado. Por desgracia las cosas empeoraron: el suelo se abría y la mujer se desplomaba sin previo aviso, aunque consciente de lo que le pasaba. El oído culpable perdía audición sin remedio.

La baja se prolongaba a pesar de la incompetencia del juez que, en contra de todas las recomendaciones médicas, la declaró apta para ejercer su trabajo, nada menos que de conductora. Lo menos que un juez debería poseer es sentido común. Había que hacer algo y la única opción que nos quedaba era la cirugía. Podía destruir el oído o remitirla a otro hospital para que seccionasen el nervio vestibular por un abordaje intracraneal. Dado que en ese oído no quedaba audición que preservar, la enferma se decantó por la primera opción, no le apetecía que le abriesen la cabeza.

No me hacía ilusión destruir el oído. Cuesta tomar una decisión tan extrema, es como tirar la toalla. Había intentado salvarlo por todos los medios y había fracasado. Iba a ser la primera vez que tenía que hacer esa cirugía.

Conocía la técnica, en realidad no es más que una variante de la estapedectomía, pero con un estribo sano y sin prótesis para sustituirlo, no se necesita cadena osicular para estimular un oído interno muerto. Opté por un abordaje a través del conducto, esa vía es menos agresiva y la cicatrización más rápida y llevadera, aunque ha de hacerse bien para que no queden restos de neuroepitelio. Enfoqué el microscopio. Marqué la incisión en la piel, alrededor de la mitad posterior del tímpano y levanté el colgajo para entrar en el oído medio. La anatomía no era demasiado favorable, una ceja de hueso tapaba el estribo. Fresé y cureté el marco hasta hacerme hueco y controlar la ventana oval, el lugar en el que la platina del estribo, mi objetivo, contacta con el oído interno.

Desarticulé el yunque del estribo y retiré los dos huesecillos. En medio del campo, cubriendo la porción superior de la ventana oval, cruzaba la segunda porción del nervio facial. En esa posición no me iba a facilitar las cosas.

Rompí la ventana para entrar en el vestíbulo del oído interno. Una vez dentro introduje ganchitos de distintos tamaños para arañar bien todo el interior y así arrancar y extraer el neuroepitelio. No debía dejar nada o el vértigo regresaría. Insistí hasta quedarme satisfecha. Para asegurarme fresé la pared y uní la ventana oval con la ventana redonda, más que una ventana dejé todo un balcón. Después rellené la cavidad con las gelitas reabsorbibles impregnadas en gentamicina, un antibiótico tóxico para el oído interno.

Si todo había ido bien la paciente se despertaría con un vértigo que le duraría varios días. Esperaba que fuese el último. Me alegró comprobar que al día siguiente ni siquiera podía abrir los ojos. Tardó otros dos días en ser capaz de levantarse al sillón. El cerebro es el que se encargará de compensar el deficit y, hasta entonces, la pobre mujer andará inestable, aunque cada vez menos. ¡Ojalá ya sea sólo cuestión de tiempo!

3 comentarios:

Señora dijo...

¡¡Menuda papeleta y menuda operación!! Todavía tengo el estómago encogido, a pesar de acabar de desayunar.
Mis deseos de que se mejore la señora. Ya nos irás diciendo cómo termina de evolucionar. ¡¡Suerte!!

Markostren dijo...

Solo los que hemos padecido esa enfermedad (tocaremos madera para que no se haga presente de nuevo) sabemos lo mal que se pasa, sobre todo cuando eres conductor profesional o tu trabajo depende de tus posibilidades de desplazarte con un vehículo.
Tras diez años padeciendolo, desapareció con el tratamiento normal, serc (ahora se llama sinmeniere) y torecan y por suerte no ha vuelto. Mi oído conserva una audición normal a pesar de mi edad y estoy feliz.

amigademadre dijo...

Hace días que no te leo en su momento. Al hacerlo me encuentro metida de lleno en tu mesa de operaciones !!!
¿ Te has planteado publicar un libro, digital o en papel o las dos cosas, con tus experiencias médicas ?
Podría titularse " De como seber ser un buen médico"
Y un subtítulo en la solapa: " Aprenda a manejar un quirófano/consulta, a querer a los pacientes y ... sepa contarlo"