domingo, 26 de abril de 2015

Noche de luna

Las noches de luna llena en las que el mar duerme tranquilo, el agua lisa se convierte en un viejo espejo de azogue en el que la Dama de la Luna baja a contemplarse. Al agitar el agua con la punta de sus dedos, el contorno del astro se expande en suaves ondas. El movimiento impulsa la brisa y se diluyen las fronteras entre el océano y la orilla. Esas noches el agua y el aire se confunden entre sí. Mientras las sirenas nadan hacia la costa, la Dama de las Aguas asciende hasta encontrar la figura de su hermana sentada en el borde de la laguna remansada en la que brilla el reflejo de la luna. La forma luminosa y plateada de Selene se funde con la figura cristalina, de agua y de sal, de Marena. Ambas se dejan mecer por las aguas y se bañan en la luna. La brisa levanta gotas de luz blanca que viajan por los rayos hasta rellenar los mares y los cráteres del satélite. La luna se cubre de nácar para convertirse en la perla del cielo.

Amanece. La aurora matiza el brillo del sol que surge entre el silencio azul de la noche. Los rayos dorados, suaves como una caricia, se filtran lentamente entre la fina neblina del alba. Ascienden sobre la tierra y alfombran de oro el bosque dormido. Se deslizan sobre las copas de los árboles arreboladas bajo su roce. El astro emerge despacio. Roza el mar y el agua se llena de destellos, son las sirenas al regresar. Marena se despide y, al sumergirse, las olas rompen el silencio de la laguna nocturna e inician su viaje hacia la costa. Los sonidos se enardecen, las mareas se abren y chocan con las rocas al desperezarse.

Selene contempla la luz por un instante. El amanecer la debilita. Sabe que el sol ansia compartir el cielo con la luna, convertirla en su reina y señora. Siente como el poderoso astro estira sus rayos con cuidado, le ve asomarse muy lentamente, casi con sigilo, mientras intenta atisbar a su amada, al menos un instante, antes de que ésta se escabulla por completo. Nota como se eleva poco a poco, sin llegar perder por completo la esperanza. La perla de la luna palidece, se funde en un trasluz de alabastro mientras los colores brotan. La vida despierta. La tímida luna se desvanece y Selene con ella, entre el último de sus rayos.

jueves, 23 de abril de 2015

Mis libros

Día del Libro. Todos los meses debería haber al menos un día para festejar la lectura. Un libro y un trozo de pastel motivaría a los más peques a leer, y a los golosos algo menos peques es posible que también. Mis libros se han juntado para celebrarlo y, como ya son unos pocos, quieren pasarlo bien. Una reunión de brujas, trols, duendes, hadas, personajes navideños, sirenas y unos cuantos animalitos no parece un mal plan. ¿Quién se apunta? 

PALOMA

Es un hecho, no por muchos conocido, que las brujas nacen de los cuervos. Así empieza Paloma, un cuento de brujas que no dan miedo, una historia de colores cambiados con mucho hollín. Su protagonista es Marla, una anciana hechicera que ha alcanzado (y superado con creces) la edad de pasar el testigo. Debido a su vejez, Marla se equivoca de nido al buscar sustituta. La elegida no tarda en ser consciente del error de su madre adoptiva. No obstante prefiere no aclarar el asunto, no desea ser descubierta y perder así los privilegios de su nueva vida con la bruja. ¿Qué mejor que los guisos de la anciana para saciar su voraz apetito? Poco dispuesta a sufrir, se las ingenia para mantener el engaño. Sin embargo, cuando llega el momento ineludible de la verdad, la impostora acaba condenada "a la sombra". Allí descubre que no se encuentra sola. A pesar de la compañía su nueva situación no es en absoluto envidiable y pergeña un plan, a su gusto, para escapar.

Paloma fue finalista del Premio Lazarillo en 2012. No es que el galardón haya servido para que ningún editor se interesara en la historia, pero eso no quita que, para mí, sea motivo de orgullo. Gracias por todos los comentarios en la página de amazon y también a las excelentes críticas literarias que le escribieron los hijos de mis amigas. 


Esta historia es la continuación de Paloma. La tranquila vida en la cabaña de Marla, Orión y Paloma se ve interrumpida cuando la gemelísima de Marla, Merle, anuncia su visita. No se precisa una bola de cristal para saber que sus intenciones no son buenas, nunca lo son. ¿Qué pueden hacer una bruja blanca, que no sabe controlar su magia, y una bruja negra, sin la suya, contra el miembro más pérfido del aquelarre. ¿Huir? ¿Esconderse? ¿Practicar la magia, a pesar de los riesgos que eso implica, hasta aprender a manejarla? ¿Refugiarse en la ciencia? Según pasan los días y crece la tensión de la espera, la situación no mejora, aunque aparecen nuevos aliados a su causa. ¿Qué sucederá cuando Merle descubra lo anómalo de su situación? ¿Lograran evitar la hecatombe? El futuro se torna negro... 

El hijo de un amigo de House me envió un dibujo precioso, y graciosísimo, después de leer la historia con su padre. En él mostraba la cabaña y a todos los personajes (escobas incluidas). Me encantó. 


Entre la Mitología del Mar existe una antiquísima leyenda que afirma que, cuando un humano atrapa a una sirena, ésta queda ligada al mundo del mortal y debe abandonar el Océano.
Lo que casi nadie sabe es que , solo cuando la sirena así lo elige, puede ser retenida. El precio de su decisión será el de renunciar al Mar para siempre y, con él, a su memoria. Sus recuerdos se perderán en la inmensidad. Jamás habrá vuelta atrás. El Océano la repudiará: encriptará sus enigmas en un lenguaje desconocido, le arrancará los secretos contenidos en el brillo de sus escamas y le ocultará sus misterios. A cambio, su sombra se hará corpórea, la espuma y la sal se cubrirán de una piel fina e inalterable y sus nuevos cabellos atraparán la fuerza de las corrientes y la luz del día, o de la noche. Para la sirena la eternidad se transformará en un extraño sentimiento: el amor. Por él sacrificará su libertad y su inmortalidad, para unir, de forma irrevocable, su nueva vida a la de su amado.

Hermanísima trasnocha últimamente más de la cuenta porque está enganchada a la historia. Soñar despierta con la ayuda de un libro no es un mal sustituto de otro tipo de sueños. 


Según la tradición los trols viven de noche y, durante el día, duermen en grutas excavadas en las montañas porque no soportan la luz. Su leyenda también afirma que, si no se refugian, los trols se convierten en piedra al amanecer, con el primer rayo de sol. Como casi todas las leyendas ésta posee una base de verdad, aunque cubierta por un grueso barniz de fabulación. ¿Qué es cierto y qué no lo es? Es difícil de saber si no se es un trol pero, en este caso, aunque no se me pueda considerar un ejemplar típico, es lo que soy.

Me llamo Sig. Ya he dicho que soy un trol, aunque debo matizar que no soy un trol a la usanza. Nací de una roca, al igual que el resto de mis congéneres, pero mi nacimiento se complicó. En mi caso la tierra tembló pero la montaña no me condujo a través de una vía hacia sus entrañas, sino que la energía me expulsó hacia el exterior. Volé por los aires, sin sembrar la destrucción a mi paso. Tampoco me deshice al chocar contra la tierra porque caí en el interior de una poza. No me golpeé contra el suelo y nada aplastó mi cabeza, ni mucho menos mi cerebro...

Gracias a Sergio mi Trol ya tiene su primer comentario en amazon. Me alegro de que mi personaje le resultase tan entrañable como a mí. 


Shhh, no despertéis a Flora 
¿Flora? 
Flora es la voz del valle, el origen de este lugar. Muchos creen que es una leyenda pero todo aquello sucedió en realidad. 
¿Qué es lo que ocurrió? 
Quizás sea un poco largo: hay brujas, duendes y hadas, hechizos y ciudades encantadas, pociones mágicas e incluso trols, pero, si de verdad os interesa, os contaré su historia. 
"Hace mucho tiempo, perdido entre las montañas,  no lejos de aquí, existió un lugar llamado Valaín (...) Nuestra historia comenzó el fatídico día en el que apareció en el valle una malvada bruja..."

La redacción original de sobrinísima está en una adenda al final del libro. Difícil decir si el proyecto le hace más ilusión a ella o a mí. 



"Nicole se despertó emocionada. ¡Por fin había llegado el invierno, su estación preferida, la que esperaba con impaciencia desde la primavera! No le importaba que el sol no apareciese durante todo el día y que en su lugar los reflejos azulados de la nieve trasformasen el paisaje en un mundo de ensueño. Ese mundo misterioso se desvanecería junto al invierno, cuando la nieve se derritiese bajo los rayos del sol. Sin embargo, lo que más le gustaba a Nicole de ese primer día no era el escenario casi onírico, ni el frío tonificante que traspasaba la protección acolchada de su anorak y sus botas. Aquella mañana era especial porque, justo después de desayunar, llegaría el momento de acompañar al abuelo a sacar el Trineo de su escondite secreto." 

En el Polo Norte se ultima la Navidad. El Gran Trineo sale de su escondite cuando un deshielo intempestivo interrumpe su viaje e impide que alcance el taller de los duendes. Nicole, el Trineo y la Navidad están en peligro. ¿Se salvarán?

¡Por fin uno de mis cuentos consiguió intrigar al Catedrático! Fue mejor que ganar un premio. Por supuesto, la dedicatoria es para él. 

¡Feliz día de libro y espero que todos los días merezcan ese nombre!

martes, 21 de abril de 2015

Las perlas de la sirena

Las perlas de la sirena es una leyenda romántica. Nació como un cuento que le escribí a mi amiga Eulàlia cuando me enteré de que le gustaban las Caperucitas. Sin embargo ese primer cuento tenía ideas propias y decidió crecer casi por su cuenta. Poco a poco se convirtió en una historia más larga y algo más compleja. He perdido la cuenta de las veces que lo he revisado, el límite entre lo bonito y poético y lo empalogoso y cursi es fácil de cruzar y he tenido que controlarme para no dejarme llevar, aún así no estoy segura de haberlo logrado, es posible que se me haya escapado alguna frase (ojalá solo sea alguna). Como siempre, las críticas de la Señora han sido una gran ayuda. Espero que el relato final sea de su gusto. En opinión de Eulàlia, la culpable original, es una novela muy visual, casi animada, que le recuerda a las películas de Tim Burton y de Hayao Miyazaki. Una lástima no conocer a ningún director de cine al que embaucar con mis historias.  

LA LEYENDA DEL MAR

Entre la Mitología del Mar existe una antiquísima leyenda que afirma que, cuando un humano atrapa a una sirena, ésta queda ligada al mundo del mortal y debe abandonar el Océano.

Infinidad de hombres han abandonado sus vidas terrestres en persecución de este mito. Movidos por el impulso de desvelar los misterios del océano, se han hecho a la mar en busca de respuestas. Empero, la mayoría fracasan en su intento. En presencia de las sirenas sucumben bajo el conjuro vibrante de sus cuerpos. Prendados de su armonía, nadan, enajenados, hacia el fondo abisal. Una vez alcanzado su destino, pierden su guía. Ignorantes del secreto que diluye las fronteras entre la vida y la muerte y que, al ser revelado, permite traspasarlas a voluntad para llegar a formar parte de la eternidad de las aguas, miran pero no ven. Vagan sin rumbo, extraviados dentro de un mundo legendario, diferente y desorientador. Luchan por regresar al aire de la superficie y entregan su último aliento en la batalla.

Las sirenas son el mar, figuras que surgen del océano y de la fuerza del viento, de juegos de sombra y de luz y de brillos irisados sobre fondos de arena. Son su espuma, su rugido, su silencio y su misterio. Hablan su lenguaje de sonidos dulces, de ritmos cadenciosos y de vibrantes ecos. Del mar conocen todos sus secretos, saben dónde hallar los tesoros hundidos en sus profundidades y cómo despertar la vida que late entre las rocas.

Las sirenas comparten con el mar su memoria. Carecen de individualidad, no tienen recuerdos propios. Su vida inmortal transcurre en un presente efímero, fugaz, sin conocer otro pasado que el de las leyendas del océano. Las sirenas son aún más esquivas que los destellos de luz fugaz sobre el agua. Al igual que ésta se derrama entre los dedos desde el cuenco de las manos, así escapa la ilusión de su reflejo del abrazo de sus perseguidores. Sólo cuando una de ellas lo elige, puede ser retenida. El precio de su decisión será el de renunciar al Mar para siempre y, con él, a su memoria. Sus recuerdos se perderán en la inmensidad.

Jamás habrá vuelta atrás. El Océano la repudiará: encriptará sus enigmas en un lenguaje desconocido, le arrancará los secretos contenidos en el brillo de sus escamas y le ocultará sus misterios. A cambio, su sombra se hará corpórea, la espuma y la sal se cubrirán de una piel fina e inalterable y sus nuevos cabellos atraparán la fuerza de las corrientes y la luz del día, o de la noche. Para la sirena la eternidad se transformará en un extraño sentimiento: el amor. Por él sacrificará su libertad y su inmortalidad, para unir, de forma irrevocable, su nueva vida a la de su amado.  

CAPÍTULO 1: LA RECIÉN LLEGADA

Hace mucho tiempo, en un reino entre la realidad y la leyenda, vivía una raza de piel bronceada y cabellos oscuros. Sus habitantes eran gente de mar y sus vidas giraban en torno a éste. Su principal ocupación era la pesca y, cada amanecer, salían en sus barcos para emprender la faena. Al atardecer se recogían y, antes de retornar a sus hogares se reunían junto al muelle para contar viejas y nuevas historias. El eco áspero de sus voces se mezclaba con la respiración del océano que amortiguaba su propio sonido para guardar, entre sus gotas, cada una de aquellas palabras. Mientras hablaban, los hombres se repartían la captura del día, cosían las redes y reparaban los arañazos en la madera de los barcos causados por el roce de la grava que tapizaba el fondo de la bahía.

En las noches de tormenta, la brisa se convertía en un viento huracanado que levantaba el agua en olas oscuras y verticales. El mar alzado lanzaba al aire salvajes rugidos antes de estrellarse contra las aristas de las rocas, despedazarse entre turbulencias de espuma encrespada y hundirse en la negrura sin fondo de los remolinos. Esas noches los marineros se refugiaban en sus casas de piedra, atrancaban las puertas y cerraban los postigos para impedir que el vendaval se infiltrase en el interior de sus hogares. Al abrigo del espigón del puerto, los frágiles cascarones de las barcas resistían con estoicismo los envites de la intemperie. Tras calmarse el temporal, el aire limpio dotaba al paisaje mojado de una nitidez casi cristalina. El océano, agotado tras el vaivén nocturno, permanecía inmóvil.

Fue en una de esas serenas y soleadas mañanas cuando apareció una joven en la playa. Paseaba por el borde del agua y, de vez en cuando, se detenía a recoger algunas conchas de entre la tierra húmeda. Su piel dorada, salpicada de gotas saladas, se asemejaba a la tez tostada característica de los nativos del reino. Sin embargo, sus cabellos rojos eran algo insólito en esas tierras. La larga melena caía como un manto por su espalda y resbalaba sobre sus hombros en mechones densos y brillantes. Los pescadores que aquella mañana habían acudido a comprobar el estado de sus embarcaciones tras la tormenta, dejaron en suspenso su tarea hechizados por los reflejos encendidos de aquellos rizos. ¡Hasta la luz parecía haberse enganchado en ellos! Tan fascinados se hallaban bajo el influjo de esos cabellos de fuego que incluso olvidaron toda intención de salir a la mar. Desde sus barcas varadas siguieron cada uno los pasos de la doncella pelirroja. Por costumbre, al igual que hacían en el puerto para escuchar las historias del día,  se agruparon en un corro. Sin embargo, en esta ocasión, ninguno se atrevía a hablar. Todos estaban pendientes de aquella extraña al tiempo que sus cabezas bullían  con mil y una conjeturas sobre su origen.

Fue el joven Fran quien rompió el silencio.
- ¿Es real?- preguntó en un susurro.
Su voz sacó al resto de su ensoñación. 
- Por supuesto que es real, muchacho -  le respondió el veterano Manuel, un recio marinero de carácter fuerte y sin tolerancia para tonterías, al que todos respetaban y al que acudían en busca de consejo. Ejercía de portavoz, juez y mediador de los conflictos que surgían y llevaba la voz cantante dentro del grupo. - ¿Qué iba a ser si no?
- Por un momento pensé que se trataba de un espejismo del mar, aunque en realidad más parece que surgiera de entre las mismas llamas del sol. 
Manuel sonrió ante aquella romántica explicación. 
- Quizás deberíamos esperar a ver si, en el ocaso, desaparece de nuevo – sugirió en un tono no exento de sorna. 
Fran tembló ante aquella idea que se le antojó terrible. Clavó sus ojos en la figura de la muchacha para fijar en ellos su imagen y evitar que se desvaneciese. Nadie más tomó en serio el comentario de Manuel, aunque ninguno apartase su mirada de la joven. La fascinación que ejercía sobre ellos, unida a su natural curiosidad, les mantuvo plantados en el sitio. Los peces tendrían que esperar aún un rato, si no a otro día. 

La continuación, pinchando en el enlace

lunes, 20 de abril de 2015

La voz de Flora (primeros capítulos)

La voz de Flora es una historia basada en una redacción escolar de sobrinísima que publiqué en su momento en el blog. Me gustó tanto que le pregunté si no le importaría que la emplease de base para un relato más largo. Le encantó la idea y aquí está el resultado en el que, por supuesto, figura como coautora (y beneficiaria, aunque la literatura, de momento, solo da algunos céntimos de beneficios). Ya está disponible en amazon para Kindle (tardará unos días más en papel). Escogí una ilustración de Ida Rentoul, una de mis favoritas, como portada. ¿Verdad que es una preciosidad?

CAPÍTULO 1: EL VALLE

Hace mucho tiempo, perdido entre las montañas,  no lejos de aquí, existió un lugar llamado Valaín. Era un valle de praderas fértiles, rodeado de bosques frondosos y atravesado por un gran río, el Arún. El caudal del Arún se alimentaba del sinfín de pequeñas fuentes y manantiales, de agua pura y fresca, que bajaban desde las montañas entre saltos y cascadas. En el centro del valle, el río se enlentecía hasta remansarse en un pantano en el que pescaban los pájaros. 

En la vecindad de una de aquellas fuentes, se situaba la cabaña de Flora, la muchacha más encantadora del valle. ¿La más hermosa? Es discutible. Lo que sí se podía afirmar, sin temor a equivocarse, es que era la más musical. 

Flora poseía una voz privilegiada, capaz de reproducir casi cualquier sonido. El agua fue lo primero que escuchó al nacer e imitó sus gorgoritos con su llanto de bebé. La música fluía en su garganta y creció con ella. Cuando Flora cantaba, hasta los rápidos del gran río se serenaban para escucharla y la fuerza de sus corrientes se ajustaban al ritmo de su canción. 

Valaín era un lugar aislado y tranquilo. Una muralla natural, de imponentes montañas, lo abrazaba y lo protegía. Sus habitantes eran todos gente afable y respetuosa, cuya única ley era la de no interferir en la vida del resto, al menos sin ser consultados. No es de extrañar pues, que vivieran en paz. 

Durante siglos el valle permaneció imperturbable. El paso del tiempo lo marcaban las estaciones, las cosechas y el curso de la propia vida. Así  debiera haber seguido. Sin embargo las cosas no siempre suceden según están previstas y el cambio sobrevino de repente, en sólo unas horas. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? 

CAPÍTULO 2: ÁMBAR

Nuestra historia comenzó el fatídico día en el que apareció en el valle una malvada bruja. No era oriunda de la región, sino que provenía de un reino de sombras y humo más allá de las de rocas, de una tierra árida y estéril que se agrietaba y se abría en abismos sin fondo. Aquel era un lugar de niebla, de colores apagados, siempre cubierto de un cielo gris. Ni las águilas más valientes se atrevían a sobrevolar aquel territorio ya que, al acercarse, el viento las rechazaba con salvajes embestidas y las tormentas las atacaban con sus descargas. Allí sólo se admitía a las fieras y a las aves carroñeras. Por encima de las alimañas, reinaba la bruja Ámbar. 

Ámbar era aterradora, al verla era difícil distinguir si se trataba de una bruja o de una arpía. Sus ropas eran aún más negras que las tinieblas y su rostro de piedra jamás sonreía. Su boca sólo mostraba crueldad y sus ojos, que delataban su condición de arpía, eran su rasgo más espeluznante. Su escalofriante mirada bastaba para abatir a sus enemigos, primero los paralizaba y después los convertía en espectros esclavizados. Hasta las piedras hablaban y revelaban sus secretos si Ámbar clavaba en ellas las pupilas alargadas de sus iris morados. No había nada que la bruja no descubriese, nada que, más tarde o más temprano, la oscuridad de su alma no sacase a relucir. 

A través de sus ardides, engaños y tretas, se enteró la bruja de la existencia de Flora y del magnetismo de su voz. Oyó hablar de la atracción que ejercía sobre el agua, de cómo su sonido la atraía y la encauzaba. Aquel era un poder que a ella le faltaba y que, por tanto, anhelaba. No obstante, ante todo, debía ser precavida ¿y si el rumor no era cierto? Decidió acercarse a comprobarlo personalmente, no era cuestión de delegar en un asunto de tanta importancia. Si confirmaba que el don era auténtico, ya se las ingeniaría para adueñarse de esa voz sin levantar sospechas que la quebraran. 

Ese, y no otro, era el motivo por el que Ámbar había abandonado su Tierra de Humo y viajado hasta el valle de Valaín. Una vez allí, aguardó a su presa oculta tras unos arbustos. Escogió bien su escondrijo para controlar, en todo momento, la fuente a la que la muchacha solía acudir a por agua. No tuvo que esperar mucho. Primero oyó su voz que tarareaba una melodía tan dulce y clara como un arrullo. Desde su posición la bruja podía verla y oírla sin ser vista. Espío cada uno de los movimientos de la joven al acercarse. La vio apoyar un cántaro en el borde de la fuente y observó como el agua se vertía dentro de las vasijas con un ritmo suave que acompañaba la canción de la muchacha. Las gotas no se dispersaban, no caían ni se salían, sino que obedecían el camino marcado por el sonido. La bruja vigiló todo el proceso sin perder detalle mientras maquinaba la manera de hacerse con aquella voz maravillosa sin dañarla. Debía acercarse a Flora con cuidado de no asustarla, seducirla para que cantase para ella y, en ese instante, tocar su boca para apropiarse de su don. Necesitaba un plan.

Sacó su varita y le dio una vuelta en la mano mientras reflexionaba. No podía presentarse ante la muchacha con su auténtico aspecto. A pesar de lo satisfecha que estaba de su imagen, no solía gozar de gran éxito. Habitualmente no deseaba ser aceptada. Se transformaría pero ¿en qué? Lo mejor, sin duda, sería escoger algo adorable. La idea le repugnaba y se estremeció de asco pero ¿qué otras opciones había? ¿Un héroe romántico? No, no y no, eso de los amoríos era aún peor. ¿Y si le pedía un beso? No estaba dispuesta a pasar por ello, todo tenía un límite.

Entre romántico y adorable lo segundo era menos malo. Resignada, cerró los ojos y se imaginó a una chiquitina tierna y dulce, de esas con sabrosos hoyuelos que tanto le gustaban con una buena salsa. Se relamió para consolarse. Quizá encontrara algún ejemplar antes de marcharse para degustarlo y resarcirse de la experiencia. Con un toque de su varita, trocó en un instante su forma. Transformada en una verdadera muñeca de carne y hueso salió de su escondite y se acercó al riachuelo que manaba de la fuente. Chapoteó entre las piedras para llamar la atención de Flora. No necesitó esforzarse demasiado en su estrategia, el agua se encargó por sí sola de montar un alboroto. (...)


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domingo, 19 de abril de 2015

El Trol. Capítulo 1: Origen

Empieza la semana del libro y para celebrarla me he dedicado a publicar mis historias en amazon con la ayuda de Create Space, para el formato en papel, y de KDP para los ebooks. Me estoy convirtiendo en una experta, ya no se me atascan los pasos aunque no siempre remato el libro a la primera. Cuando menos te lo esperas sale algo que te la juega y te cambia la paginación que, con tanto esmero, habías conformado.

Para inaugurar el proyecto he escogido a un trol un tanto singular. Se trata del protagonista de mi último cuento. ¿Qué os parece la portada? Es una ilustración de John Bauer. Sé que los trols no son los personajes favoritos de casi nadie pero también son víctimas de los prejuicios y la incomprensión. ¿Quién mejor para contarle su historia que una grumpy dispuesta a escucharla? Este es el enlace de su relato en amazon: El Trol, de momento está disponible en Kindle y aún tardará unos días en papel (aunque ya aparece y se puede encargar). Así comienza:

CAPÍTULO 1: ORIGEN

Según la tradición los trols viven de noche y, durante el día, duermen en grutas excavadas en las montañas porque no soportan la luz. Su leyenda también afirma que, si no se refugian, los trols se convierten en piedra al amanecer, con el primer rayo de sol. Como casi todas las leyendas ésta posee una base de verdad, aunque cubierta por un grueso barniz de fabulación. ¿Qué es cierto y qué no lo es? Es difícil de saber si no se es un trol pero, en este caso, aunque no se me pueda considerar un ejemplar típico, es lo que soy.

En realidad los trols no somos monstruos. Simplemente somos consecuencia de las fuerzas de la naturaleza, la misma que, al principio de los tiempos, dio origen a las montañas. Nacemos de las rocas, de piedras gigantescas que, al derrumbarse por su peso o a consecuencia de un temblor de tierra, ruedan y siembran la muerte y la destrucción. Tanto es así que incluso muchas se aplastan durante el proceso o en ocasiones quedan enterradas al fondo de alguna morrena. En esos casos, las rocas se pierden sin que jamás surja de ellas ningún trol. 

En nuestro trayecto hacia la vida recogemos el polvo acumulado durante años, es el polvo sedimentado por el transcurso del tiempo, por la erosión y también por la destrucción. El olor del miedo que engendramos a nuestro paso se pega a nuestros cuerpos. En el camino, nuestra roca madre se precipita a través de alguna de las grietas que horadan las laderas, las paredes nos golpean, rompen nuestra cubierta y cincelan nuestra nueva forma. Finalmente, el último choque contra el suelo de una cueva, nos despierta. Es cierto que el batacazo nos aplasta también el cerebro y nuestra especie no goza de fama por su inteligencia sino más bien por atontados. Habría que ver el efecto de semejante golpe en esos que se mofan de las cortas luces de los trols, aunque los muy cobardes siempre guardan una distancia respetable,  saben que un manotazo bastaría para acabar con su guasa. El miedo, la muerte, el polvo, la oscuridad y la lucha, al igual que la montaña, son parte intrínseca de nuestra esencia, son nuestro origen y conforman lo que somos. No somos responsables de nuestra naturaleza.

martes, 14 de abril de 2015

Sombras

En el tiempo en el que no existía el Tiempo, entre la nada del futuro universo, dos poderosas diosas combatían sin tregua por conquistar a Altair, el poderoso dios del viento. Alya, reinaba sobre la luz, Deneb sobre la oscuridad y el caos.

Al principio Alya iluminó el vacío del cosmos con su resplandor. Contrariada, Deneb condensó la materia esparcida en el espacio infinito y la modeló en cuerpos opacos para romper con sus sombras la luz de su enemiga. Alya los encendió y se engendraron estrellas de esa misma materia. Deneb contraatacó y, en una vorágine de seísmos y negras tormentas, fisuró la corteza, antes lisa, de los astros y aprisionó su energía en el interior de simas de lava incandescente. La guerra entre ambas diosas creaba y destruía. Se transformaban masa y energía. Su lucha generó no sólo desorden y devastación sino que, fruto de su enfrentamiento, surgieron meteoros, galaxias y nebulosas. Constelaciones inmensas vagaban sin rumbo por el firmamento y, a pesar de la inmensidad del vacío que las rodeaba, algunas colisionaron entre sí. Tras el choque se concentraron en cuerpos celestes de densidad infinita. Incluso la luz era atraída por la fuerza gravitatoria de aquellos gigantescos agujeros negros. 

Alya quiso borrar la presencia de Deneb en el recién nacido universo, aniquilar las sombras y desdibujar los contornos opacos en halos de luz. Sin embargo, al difuminarlas, el espacio perdió nitidez. El brillo de las estrellas se desvaneció. Fue entonces cuando la diosa se dio cuenta de que borrar las sombras entrañaba destruir el cosmos existente. La sincronía de luz y oscuridad era lo que diseñaba aquel mundo de objetos, trazaba los perfiles de sus elementos y proyectaba sus formas sobre el firmamento. Las sombras eran tan solo meras impresiones de esos cuerpos, originadas por la combinación de claridad y penumbra. 

Alya abandonó la lucha. Suavizó su fulgor para proteger a los astros de sus radiaciones y tamizó sus rayos entre partículas de agua y gas para no dañar a los más delicados. Al filtrarse, su resplandor blanco se dispersó en una amplia gama de colores que realzaron la belleza del cosmos. 

A Altair le sedujo el trabajo de aquella diosa creadora. Quedó prendado por la aparición de destellos fugaces e inesperados en el espacio, por la variedad de tonalidades y por la fragilidad cambiante de las imágenes y sus reflejos. La diosa de la luz diseño astros con nuevas formas y matices y Altair trazó rutas de navegación para que cruzaran el firmamento.

Altair y Alya ¡unidos! Deneb se sintió despechada. Se vengaría de los amantes. Arrasaría su mundo. El espacio retumbó bajo la violencia de su ira. Desató su violencia en forma de tempestad. Refulgieron los rayos. Detonaron los truenos. Un océano oscuro inundó el universo de objetos, color y contornos de sombras. La diosa no se conformó con causar estragos en todo lo creado. Aprovechó la violencia cegadora del diluvio para capturar a Altair y sumirle en la profundidad de las tinieblas.

Al faltarle Altair, el corazón de Alya estalló de tristeza. La intensidad de su dolor inflamó el cuerpo de la diosa como una brasa incandescente. Su dolor encendió el agua que ahogaba al dios. La oscuridad se tornó fuego. Un último rayo iluminó a Altair y le señaló el camino hacia la libertad. Navegó hacia la diosa. Sin embargo, antes de alcanzarla, el fuego fundió el corazón de Alya y lo rompió en mil añicos. Sus fragmentos se esparcieron por el universo y lo salpicaron de polvo de estrellas. 

El lamento del dios al perder a su amada sopló desde la orilla de aquel mar inmenso. La superficie del agua se rizó en ondas mientras que el océano se recogía en su lecho. La tierra se secó y las ráfagas de viento tallaron el agua evaporada en nubes de formas fluidas y caprichosas. 

Altair ascendió en el cielo en busca de su diosa. Notó su contacto entre las estrellas. Recogió el finísimo polvo celeste, reunió las partículas en un satélite de plata y lo colgó de aquel cielo estrellado. Con los haces de su luz perlada recreó la imagen de la diosa en una figura etérea: Selene, el espíritu de la luna. 

Altair no se rindió, prosiguió su búsqueda hasta identificar la estrella que había emitido aquel último rayo de luz, el resplandor que le había liberado mientras se hacía añicos el corazón abrasado de la diosa. Sopló con suavidad y arrastró en sus corrientes aquel astro ardiente. Juntos se lanzaron al océano. El brillo de la estrella se multiplicó antes de hundirse en el mar. En ese instante, el resto de las estrellas se apagaron. La noche quedó oculta tras una cortina de luz. El agua opaca se tornó transparente y cristalina. La claridad envolvió el mundo. 

Deneb persiguió la nueva luz para sofocarla pero los vientos de Altair empujaron al astro hacia las profundidades, protegiéndolo tras una cascada de colores de fuego. Al esconderlo, las estrellas reaparecieron. El reflejo de la luna describió una senda misteriosa sobre las olas. La Diosa oscura se alejó derrotada, perdido el objeto de su búsqueda.

A la mañana siguiente, la estrella emergió del agua e iluminó el mundo. 

jueves, 9 de abril de 2015

A brazo partido

It's only those who do nothing that make no mistakes, I suppose. Joseph Conrad

Hay días en los que trabajar no es fácil. No es cuestión de cansancio, no tiene relación con el síndrome del lunes, ni tampoco es culpa de que los pacientes, o el médico, tengan el día cruzado. Una puede llegar al hospital con el mejor de los ánimos y encontrarse con que todo se tuerce porque sí, sin más. Conseguir que las cosas salgan, pese a las circunstancias, es a costa de luchar a brazo partido contra los elementos.

Al llegar a la consulta, aún antes de dejar el abrigo, lo primero es encender el ordenador. Esto tiene su razón de ser: mientras el dichoso aparato, a punto de cumplir una década según indica su etiqueta, se decide, da tiempo de sobra a guardar las cosas, buscar dónde tiré la bata, deprimirse tras echarle un vistazo a los listados e, incluso, tomar un café si es necesario para terminar de abrir los ojos. Con eso, generalmente, suele bastar para que la maquina arranque, aunque siempre conviene estar pendiente y no confiarse, nunca se sabe las sorpresas que reserva al sentirse abandonada. La última, y eso sin separarme de ella, fue media hora de barrido de disco duro tras el cual me tocó llamar a informática porque la sesión la había agotado. ¡Si es que ya no tiene edad para esos trotes!

A pesar de las instalaciones antediluvianas, lo peor con diferencia es el programa de consultas, un galimatías de pestañas e iconos diseñado por todo un equipo de genios que lo bautizaron con el sugerente nombre de Selene (con tanta pestaña tenía que ser femenino). Selene ya decidió tomarse vacaciones en Navidad y las disfrutó tanto que ha repetido tras Semana Santa. Al principio de la mañana funciona más o menos bien pero, a partir del mediodía, comienza la juerga. El ordenador se bloquea. La explicación es que, al parecer, Selene es demasiado sensible para la miserable red del hospital por lo que, en plena hora punta, no da más de sí y se cuelga (y los médicos también). No es posible escribir una nota, ni pedir un preoperatorio, ni solicitar una cita. Imposible trabajar en esas condiciones. La pantalla se queda en blanco, literalmente, y no permite hacer nada, absolutamente nada, salvo desesperarse.

El problema de la desesperación es que su progresión hacia un estado de furia es cuestión de carácter, y de, más o menos, tiempo. Una hora de intentos frustrados al intentar escribir en las historias suele bastar para obrar la transformación en la mayoría de los casos. En el proceso se prueban toda suerte de trucos: reiniciar el ordenador, cambiar de sala y llamar a informática, donde comunican sin parar. Por mucho que uno se esmere en continuar con su tarea, la consulta se enlentece, no así el ritmo cardiaco. Por desgracia no todos los pacientes hacen gala de la cualidad que su nombre indica y algunos, sin conocer al médico ni tampoco importarles, invaden las consultas para preguntar cualquier estupidez, generalmente relacionada con su cita con otro facultativo. Indicarles que no deben pasar, que ya saldrá alguna auxiliar a resolver sus dudas, no sirve de nada, no están dispuestos a marcharse sin una respuesta. ¿Por qué a nadie se le ocurre entrar en la cabina de un piloto de avión y sí se creen con el derecho de avasallar al médico en su cubil? Un galeno en plena guerra contra la informática no está de humor para tonterías y llega un punto en el que mordería. El maleducado de turno no sabe la suerte que tiene de librarse con solo unos gruñidos.

En fin, todo son ventajas en un hospital informatizado. Si el médico ha aprobado una carrera, el examen MIR, sobrevivido a la residencia y a las guardias y está habituado a apañárselas en situaciones peliagudas ¿con qué reto desafiarle?, ¿por qué no añadir una nueva serie de botoncitos al programa? No se admiten fallos y, sin embargo, todo son quejas cuando, al revisar, falta una nota o no se ha verificado la visita de un paciente. ¡Horror! ¿Qué dirá el inspector si lo descubre? Se organiza toda persecución, a base de llamadas y correos, hasta que se subsana tamaño error. ¡Qué despistados son los profesionales, siempre hay que andar detrás de ellos!

miércoles, 8 de abril de 2015

Variaciones sobre las Torrijas

¿A quién no le gustan las torrijas? Aunque sería mejor preguntar ¿qué torrijas os gustan? Las de hermanísima son deliciosas aunque aún estoy esperando las de este año, se lo recuerdo por si acaso se ha olvidado de su hermana "favorita".

A pesar de haber tenido que sacrificarme sin las de hermanísima, eso no significa que me haya resignado a pasar la Semana Santa castigada sin este postre. Mención especial se merecen las de mi encantadora vecina de arriba que bajó una tarde antes de vacaciones a que le firmase un ejemplar de "Paloma" y, de paso, nos trajo de regalo unas torrijas buenísimas de las que dimos buena cuenta en la cena. Da gusto cenar así, de caprichos inesperados.

En el hospital procuramos hacer una pausa para tomar un tentempié a media mañana. Son unos minutos en los que tomamos fuerzas y nos cuidamos en lo posible. En ocasiones son los pacientes los que nos cuidan y nos deleitan con sus especialidades culinarias. Se dice que a los hombres se les conquista por el estómago y doy fe de que a los galenos también. En el servicio contamos con un par de auxiliares cuyas torrijas se han ganado una más que merecida fama y, para innovar sobre la receta habitual, una de ellas las ha preparado este año rellenas con un poquito de crema pastelera.

Conviene conocer algunos trucos con los que arreglar, muy fácilmente, unas torrijas que no terminan de convencer: que están algo secas, pues se carga leche en una jeringa, bastan unos 10 ml por torrija, y se inyecta en varios puntos en el interior de la miga. Si el problema es la falta de dulzor, solo hay que espolvorearlas con un poco más de azúcar (idem si se prefieren con más canela). Más difícil es solucionar el exceso de dulzor, se puede probar a inyectarles leche para ver si así expulsan almíbar pero, a veces, ni por esas, así que es mejor que pequen por defecto que por exceso.

Es un postre que admite un millón de variantes. Permiten usar cáscara de naranja en vez de limón para darles un toque diferente, bañarlas en chocolate fundido, untarlas de Nutella, cubrirlas con toffee en vez de azúcar o sustituir la leche por horchata o por vino. Hay restaurantes italianos en las que, en lugar del pan, utilizan panettone. Esta Semana Santa las hemos probado de sobao pasiego en el restaurante Conlaya (imaginad un postre de lo más light: medio sobao mojado en leche, rebozado en azúcar y caramelizado en la plancha acompañado de un helado delicioso del que no tengo la receta, el aspecto era de vainilla o mantecado pero el sabor recordaba al del sobao).

No en todas las pastelerías se reservan las torrijas para esta temporada. Una amiga mía compra unas, poco después de las vacaciones de Navidad, en una pastelería de la C/ Francos Rodríguez, para las que aprovechan los roscones sobrantes Reyes (cortan dos rebanadas y las rellenan de crema antes de pasarlas por leche y freírlas). Con esos ingredientes sólo pueden describirse como celestiales.

Hace ya tiempo puse en el blog la receta clásica de torrijas así que aquí van unas cuantas versiones para el que le apetezca animarse.

TORRIJAS AL HORNO

Ingredientes
Pan del día anterior
Leche 100 ml. por cada dos torrijas (se puede sustituir por HORCHATA)
Azúcar (1 cucharada por cada 100 ml de leche)
Piel de limón
1 rama canela
2 huevos
Azúcar, canela o miel para cubrirlas.

Elaboración
Poner en un cazo, la leche (o la horchata), el azúcar, la piel de limón y la canela. Llevar a ebullición. Cuando arranque a hervir retirar del fuego y dejar enfriar.
Batir los huevos en un bol. Cortar rebanadas de pan y ponerlas en una fuente honda, verter la leche infusionada por encima. Dejar en remojo, tan solo un par de minutos.
Pasar las rebanadas de pan por el huevo batido y colocarlas en una bandeja para horno encima de papel vegetal. Meter en el horno precalentado a 180º durante unos 20 minutos ó hasta que estén doradas.
Rebozar con azúcar y canela o calentar un cucharadita de miel por cada torrija junto con la misma cantidad de agua, dejar reducir y servir las torrijas regadas con ese jarabe.
También se pueden caramelizar: gratinar unos segundos tras cubrirlas de azúcar o pasarlas vuelta y vuelta por una sartén antiadherente.

TORRIJAS DE ZANAHORIA
Típicas en Cartagena donde se hacen el día de Todos los Santos.

Ingredientes (4 comensales)
Medio kilo de zanahorias,
2 huevos,
100 gramos de azúcar.
Canela,
Ralladura de 1 limón,
Aceite de oliva,
Azúcar y canela para espolvorear.

Elaboración
Cocer las zanahorias limpias y troceadas hasta que estén tiernas. Escurrir el líquido.
Se chafan con un tenedor, se añaden los huevos, el azúcar, la canela, ralladura de limón y se mezcla todo bien hasta conseguir una masa que podamos manejar con las manos.
Se forman tortas en forma de torrijas que se fríen en aceite caliente hasta que estén doradas por los dos lados.
Se colocan sobre papel de cocina para que absorba el aceite sobrante y se sirven calientes espolvoreadas de azúcar y canela.

TOSTADAS DE SANTANDER
Típicas de Santander, se preparan con un pan especial, más denso.

Ingredientes (8 comensales)
1 barra de pan especial.
1 litro de leche.
Un bote grande de leche condensada.
250 mililitros de nata liquida.
Un chorro generoso de brandy.
6 huevos.

Elaboración
Preparación del almíbar: cocer en una cazuela, una rama de canela, una piel de naranja y otra de limón, medio litro de agua y dejamos cocer hasta tener un almíbar bien concentrado.
Se precisa un poco mas de un vaso de agua del almíbar.
Se hierve la leche con el almíbar. En ese momento en que rompa a hervir se añade la leche condensada y se espera a que vuelva a hervir para poner la nata y el brandy.
Cuando hierva de nuevo se meten en el líquido, una a una, las rebanadas de pan cortadas como si fueran torrijas, poco a poco para que no pare de hervir.
Dejamos que se empapen bien en la mezcla antes de sacarlas. Se colocan en una fuente hasta que se enfríen.
Cuando las rebanadas estén bien frías, se baten los huevos y se pone una sartén al fuego con aceite de oliva.
Se pasan las tostadas por el huevo batido y se fríen con cuidado para que no se quemen.
Servir templadas.

TORRIJAS DE VINO DULCE (del sevillano Convento de San Andrés)

Ingredientes
Pan del día anterior.
1/2 litro de vino blanco dulce.
Aceite de girasol o un aceite de oliva suave para freír.
2 Huevos.
Azúcar.
Canela molida.

Elaboración:
Se corta el pan en rodajas. El corte a nuestra elección, más grandes, pequeñitas, como más nos gusten.
En un recipiente se pone el vino dulce y si no se quiere que las torrijas queden demasiado fuertes, se rebaja con un poco de agua y azúcar. Se meten las rodajas de pan y se deja que se empapen bien, lo mejor es dejarlas durante la noche por lo que conviene poner suficiente líquido para conseguir un buen empapado del pan.
Al día siguiente se rebozan las torrijas en huevo y con el aceite de la sartén muy caliente se fríen vuelta y vuelta.
Al sacarlas se espolvorean con azúcar y ¡listas para comer!

lunes, 6 de abril de 2015

Espíritu aventurero

Only someone who is well prepared has the opportunity to improvise. Ingmar Bergman

En Medicina, aún dentro de la propia especialidad, es imposible saberlo todo. Quizá haya por ahí algún superdotado que controle hasta el último síndrome, aunque también es probable que el pobre se haya vuelto loco durante el proceso. Mi caso es más triste, no hay garantías sobre mi cordura pero sí sobre mi ignorancia.

La enfermedad te sorprende. Al comenzar la residencia las sorpresas se suceden una tras otra, es una experiencia emocionante y agotadora. Con el paso del tiempo las sorpresas se vuelven más esporádicas, son aún más interesantes que al principio, pero también más temibles. Algo nunca visto, al menos durante 20 años, no augura nada bueno. Es probable que en la literatura haya descrito un cuadro similar que oriente sobre lo qué hacer, aunque eso no siempre es práctico, sobre todo si es una decisión que urge. Tampoco al paciente le consuela saber que se trata de un caso raro, o incluso único. En esos momentos no desea sentirse especial.

Cuando uno empieza Medicina nunca piensa que uno de los requisitos de un médico sea el espíritu aventurero. Sin embargo enseguida se comprueba que es una cualidad indispensable, es imposible sobrevivir en un hospital sin coraje para enfrentarse a los retos. Más de uno ha terminado llorando en su primera guardia, y la verdad es que con motivo: miedo, trabajo a destajo, falta de tiempo, presión, dudas y sueño son una mala combinación. La ignorancia te hace atrevido pero esa osadía es necesaria durante la residencia. Quizá antes de empezar la carrera sería interesante leer un libro del estilo de Peste y Cólera, en el que cuentan la vida de Alexander Yersin, el descubridor de la Yersinia pestis, la bacteria causante de la temible peste bubónica que en el S XIV acabó con más de la mitad de la población de Europa. Yersin  viajó a Asia en plena pandemia de la enfermedad y se dedicó a la investigación de esa y otras enfermedades infecciosas. Estoy convencida de que si hubiese nacido un par de siglos antes, habría optado por la piratería al servicio de SM la reina (aunque quizá en esa profesión solo aceptasen ingleses, pero me extrañaría que discriminasen a nadie). Cierto que uno ya no precisa embarcarse y cruzar el mundo para estudiar las epidemias in situ y descubrir su origen. Aún así el huesped de la enfermedad es el paciente y de eso no es posible escapar. Quizá el caso más extremo y reciente sea el Ébola, pero el hospital es un lugar insalubre que está siempre lleno de bichos de todo tipo y todos contagiosos, y generalmente multirresistentes a los antibióticos. Sin embargo no todos los enemigos de la profesión son infecciosos, y no me refiero al carácter particular de algunos enfermos, familiares o de los mismos profesionales.

Es importante asumir que el médico, antes o después, va a perder la batalla. A fin de cuentas la vida es una enfermedad terminal y eso no tiene arreglo. Eso sí, ningún galeno está dispuesto a rendirse sin luchar, aunque a veces eso suponga cortar a un paciente a pedacitos, es cuestión de que se deje y la mayoría no suelen oponerse. No soy gore, sencillamente en Medicina conviene olvidarse de los remilgos, muchos enfermos no sienten reparos por mostrar los mocos en un bote, o en el pañuelo, ni en describir las heces y el pis. Al menos ya no se precisa probar los fluidos para diagnosticar una diabetes, que precisamente recibe el nombre de diabetes mellitus porque la orina se vuelve dulce por el azúcar que contiene. Cada día uno se encuentra con todo un despliegue de delicias, de los que mejor ahorrarse los detalles. Al menos a los galenos ya no se nos quema en la hoguera del Santo Oficio por herejes y por brujas. No quiero pensar en la reacción de Torquemada si leyese este blog.

domingo, 5 de abril de 2015

Narcisismo

Al citar a otros, nos citamos nosotros mismos. Julio Cortázar

¿Es escribir un blog una muestra de narcisismo? Al principio esta idea ni se te pasa por la cabeza aunque, luego, con el paso del tiempo, te das cuenta de que no es tan descabellada. En un blog personal, el protagonista es uno mismo y el mundo se cuenta desde su perspectiva, es puro egocentrismo. En realidad esto mismo es lo que le sucede a casi todo el mundo con la percepción de su vida, pero no todo el mundo siente la necesidad de contarla. A veces me planteo si esa misma necesidad se autoalimenta e impulsa al blogero a revelar cosas que, en otras circunstancias, jamás habría confesado.

Hay muchas maneras de contar las cosas, ¿por qué mediante un blog? No es un diario en el que se guardan opiniones, desahogos y reflexiones de forma privada. Tampoco es una carta para mantener el contacto y en la que se espera una respuesta equivalente y, si ese fuera el caso, más vale desengañarse porque serán pocos los lectores que se animarán a comentar. Un blog personal es una sucesión de capítulos de lo mejor de uno: vivencias, reflexiones, ideas, aunque eso no significa que siempre haya aplausos, incluso se dan casos en los que los lectores se reparten en bandos enfrentados, sobre todo cuando, tras un desahogo, alguien se siente mencionado y ofendido. Es curioso que, en el momento álgido, esos sean los post más leídos y comentados. 

Un blog provoca adicción, crea cierta dependencia y también genera orgullo. ¿Es narcisismo? A fin de cuentas es algo propio. En ocasiones, al echar la vista atrás, me sorprendo y me pregunto si de verdad he escrito eso, ahí está la evidencia pero ¿cómo lo hice? ¿qué impulso me arrastró a ello? ¿Seré capaz de repetir la hazaña? Esa es la otra cara de la moneda. Supongo que para mantener el equilibrio también deben existir los posts en los que predominan el miedo y la inseguridad.