domingo, 8 de febrero de 2015

Una terapia peligrosa

Dos días de encierro, entre pastillas y pañuelos, son como para volverse loca, sobre todo cuando el primer día, una se encuentra tan floja que hasta leer cansa. Afortunadamente todo pasa y eso es especialmente bueno cuando lo que se termina es malo.

Supongo que tras el bajón de la enfermedad necesitaba "terapia", aunque no el tipo de terapia que se imparte en un hospital sino en un un lugar mucho más peligroso: un centro comercial. No, no estoy curada de mi shopaholismo, convertirme en una adicta a la escritura ha servido para relegar a un segundo plano mis otros vicios, todos sin término medio o no serían vicios, pero, de vez en cuando, sufro recaídas. Las rebajas son una tentación irresistible y, para empeorar las cosas, se juntan con los "avances de temporada"... ¡Ay!

Hacía mucho que no iba al antiguo Factory de S. Sebastián de los Reyes, ahora reconvertido en Style Outlet. Tras confirmar que abrían los domingos, me he acercado al despacho de House.
- ¿Te importaría que me fuese al Factory? - le he preguntado. Sabía que no me iba a decir que no pero, por otro lado, tenía la esperanza de que me contuviera.
- Claro que no, - me ha contestado, creo que le ha extrañado que le consultase y por eso, antes de despedirme, ha añadido la recomendación que necesitaba, - no gastes mucho.
En el coche me he grabado esas palabras en mi cabeza. Sólo compraría si encontraba algo absolutamente divino, el resto ya no tiene cabida en mi armario. Literalmente. Es una cuestión de espacio físico.

Toda terapia femenina empieza por los pies y Mascaró ha sido mi primer destino. Tras probarme bailarinas, botas y sandalias he salido muy recuperada (y sin ninguna caja). He descubierto que en esa tienda de Boss ya no tienen ropa de mujer así que también he superado el segundo peligro. (Se podría hacer un videojuego de esto). He pensado en los infinitos pendientes que tengo en casa y ni me he acercado al escaparate de la joyería Roselin. ¿Verdad que es cómo para sentirse orgullosa? Quizá fuese un poco pronto para cantar victoria, aún estaba al principio del primer pasillo.

El final de las rebajas tiene dos ventajas: una es que todo está mucho más barato y dos que apenas queda nada. En Lujans no había muchos restos pero aún así he estado a punto de pecar con unas botas. Finalmente he retomado el buen camino. ¿El motivo? Las notaba, no me quedaban como un guante, imperceptibles de puro cómodas. Un ajuste suave y perfecto habría sido lo único que hubiese justificado su compra.

En Javier Simorra me he probado un par de vestidos, no estaban mal pero distaban de ser divinos. He tentado la suerte en la tienda de al lado, con ropa mona y barata, aunque faltaba la "b" de buena. ¡Uff! ¡Qué tela! ¡Qué corte!

Venía la prueba de fuerza: los zapatos de Pedro Miralles. Difícilmente iba a escapar de esa. Me he resignado y, dispuesta a todo, he escogido un par de botas, otro de botines y unos salones. Las botas me rozaban, el 37 lo perdía al primer paso, el 36 me encajaba pero lo notaba y los botines que más me gustaban tampoco estaban en el 36. ¿Quién lo habría dicho? Los hados se habían aliado, aún no sé si conmigo o contra mí.

He seguido mi recorrido. Nada en Textura. Tienda Lindt hasta los topes y hay chocolate en casa. En Guess creí que caía ante una blusa roja de nueva temporada, supuestamente ceñida, y en la que me faltaba material para rellenarla. También he descubierto unos zapatos de liquidación, unos salones de ante fucsia y de tacón alto y fino. El precio era casi irrisorio pero, de similares características, tengo varios que no salen del armario y ha imperado el sentido común.

Botas en Panama Jack con demasiada gente en un local pequeño, me aturdía. Un vestido divino, y grande, en Golfino. Levi's saturado, al igual que Massimo Dutti, donde una percha con un vestido largo de color salmón me llamaba a voces, incluso había de mi talla, pero he preferido hacerme la sorda a comprometer mi espacio vital. Nada más allá. Lo de siempre en Camper.

Se acercaba la hora de comer, y de volver. He regresado igual que me marché. Increíble. Claro que no sé si mi rehabilitación durará mucho, el martes he quedado con mi amiga del cole para comer y tiendear por el barrio de Salamanca. Dudo si no ha sido mi subconsciente el que me ha contenido ante la perspectiva del otro plan.

5 comentarios:

José Miguel Díaz dijo...

Me alegro de que hayas vencido a la gripe y de que ya estés mejor. Hay que estar a las duras y a las maduras y te merecías ese "break". Un beso muy fuerte y a cuidarte, que desde luego, tus pacientes no saben la suerte que tienen.

Señora dijo...

Creo que te has ganado un premio por esa heroicidad. A ver si después del martes hay que pensar en miles de positivos pinchados en la solapa. Ya sabes que tus sobrinitas no le hacen ascos a nada, pero es mejor dar muestras de sentido común.

Elvis dijo...

A ver si hay suerte y encuentras algo divino que me sirva para la boda de marzo, jejejeje! Por aquí he rebuscado algo pero falta la b de barato.

Besos

Sol Elarien dijo...

Siempre me siento menos culpable al comprar algo cuando pienso en todas las personas que van a desear darle uso. No te preocupes Elvis, ya sabes que mi armario está lleno de cosas más o menos divinas ¡y todas de tu talla! Besos.

Chelo dijo...

Uy! Amiga del cole+tiendear=adiós"rehabilitación"
;-)
Yo también tengo a veces esa ambigüedad de querer volver a casa con "algo", lo que sea, y a la vez pensar "ojalá no me guste nada y eso que me ahorro".
¡Suerte en la próxima Sol!