miércoles, 3 de febrero de 2016

Un libro tras otro (3)

La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta. André Maurois.

Prosigo, que casi tres meses de un libro tras otro dan para mucho. Una amiga me recomendó "La cinta roja" de Carmen Posadas. Se trata de la autobiografía novelada de un personaje real, Teresa Cabarrús, y es además una manera muy amena de descubrir los entresijos de la Revolución Francesa, con una combinación de historia, política, sociedad y cotilleos escandalosos. Sobre esto último, me basta con citar a la protagonista: "cuando se trata de sobrevivir, la moralidad se vuelve de lo más elástica".

Otra recomendación, en este caso a través de un club de lectura, al que no pertenezco, fue "La nieta del señor Linh" de Philippe Claudel. Es una novela corta, sencilla y dulce en la que el ambiente de las calles, del puerto y del hogar de refugiados tiene sonidos y aromas y los personajes poseen vida y están llenos de humanidad. También dentro de la literatura francesa, aunque en este caso con raíces rusas, se encuadra una de mis autoras favoritas, Irène Némirovsky. "Los Bienes De Este Mundo" se podría considerar como un anticipo a la maravillosa "Suite francesa". Da gusto leer este libro, el estilo es precioso y el tono es más suave que en sus novelas previas, con más esperanza y menos amargura.

Amazon también ofrece sugerencias y suelo investigar algunas de ellas. Así cayó entre mis manos Anna K. Green, una escritora de finales del XIX, creadora de la novela de detectives, y la mar de entretenida, cuyas obras se pueden conseguir, de forma gratuita, a través de gutenberg.org. Amelia Butterworth es una curiosa predecesora de Miss Marple y las tres novelas de las que es protagonista (en español solo está disponible "El misterio de Gramercy Park") son  ideales para desconectar. La segunda, Lost man lane, tiene un toque gótico que, aunque la enlentece un poco, contribuye a la intriga. Más pesado me resultó "El misterio del carruaje" de Fergus Hume, otra sugerencia de la página. Acertaron de nuevo con Margaret Deland, una escritora americana, realista e intimista, que sitúa sus escenarios en el pequeño pueblo de Old Chester. Su recomendación fue "Reencuentro" ("An encore" en inglés, en la página de gutenberg). Narra un tierno romance frustrado que resurge medio siglo después. Es una historia breve, con un humor cómplice, uno de esos libros en los que no parece que pase nada porque todo transcurre de manera tranquila pero que, al terminar, deja buen sabor de boca. Tras la agradable experiencia busqué más obras de la misma escritora y me instalé a leer. Así, a través de las páginas de "Dr. Lavendar's people", me vi sentada junto al fuego de la chimenea de los hogares de Old Chester y fui testigo de las vidas de sus habitantes.

De gente buena y lugares bucólicos, en este caso las Lowlands escocesas, tratan las novelas de D. E. Stevenson. La mejor descripción que se me ocurre para su estilo literario es "comfort books", libros amables, románticos sin empalagar, que se leen con una sonrisa, y que me recuerdan al mejor MacCall-Smith. Empecé con la saga de James y Rhoda que consta de tres libros: Vittoria Cottage, Music in the Hills y Shoulder the sky. "Amberwell" me convenció menos aunque no tardé en reconciliarme de nuevo con su autora gracias a "The baker's daughter" y "Anna and her daughters". Me los he leído todos seguidos, en uno o dos días cada uno y, así puestos, puede dar la impresión de que me he empachado de paisajes escoceses, de amabilidad y de romance, pero lo cierto es que ha sido un empacho muy ligero (del que no me veía harta).

No siempre acierto y hay libros que empiezo y no termino. No significa que sean malos libros, en absoluto, de hecho hay grandes autores entre mis rechazados. Supongo que a veces no me pillan en el momento adecuado, y otras provocan que no me sienta cómoda (sin ser ese su propósito). Los dejo sin remordimientos. Hay mucho que leer como para esforzarse en acabar algo solo por llegar al final. Tras intentarlo he llegado a la conclusión de que no conecto con muchos autores, entre ellos Nabokov. Para mi primera experiencia me decanté por "Pnin", una supuesta comedia sobre un pobre profesor inmigrante que trata de adaptarse a su entorno. Las nuevas costumbres, tan distintas a las de su lugar de origen, le generan confusión y los giros de idioma no ayudan a resolver sus dudas. Pnin es un buen hombre, no es ningún tonto, y aunque a veces sus palabras puedan despertar alguna sonrisa, no pude evitar empatizar con él. Es por eso por lo que la historia de sus malentendidos, su amor malogrado y de sus problemas me pareció más patética que divertida. Después probé con "Rey, dama y valet" pero, no sé si porque me pilló recelosa, no logré conectar con sus personajes y lo abandoné. "Lilus Kikus", mi primer Elena Poniatowska, pasó sin pena ni gloria entre mis manos como un libro intrascendente que podría tener mucho más encanto, pero que carece de profundidad y no deja poso, ninguno, lo terminé pero lo he olvidado. Otro con el que tampoco atiné fue con "El despertar de la señorita Prim" que también terminé. El principio no está mal, luego se vuelve pesado y mejora, discretamente, al final. Los personajes son muy, muy planos y da la impresión de que más que dialogar, sermonean. Tengo la impresión de que el argumento del libro es un largo sermón. No sé porque insistí, a veces parece que llegar al final te llevará alguna parte pero, si no lo ha logrado antes, esa idea no es más que "wishful thinking".

(continuará, aunque respirad, que ya solo queda el final)

3 comentarios:

Manuel Márquez dijo...

Un caudal de lecturas denso e intenso. Y se te nota, leyéndote, que lo disfrutas, y mucho. Nada, a seguir en la tarea, que cuando es grata, nunca pesa... Un fuerte abrazo.

Chelo dijo...

¡Guau! De Carmen Posadas leí hace muchísimo "Pequeñas infamias" y recuerdo que me gustó su estilo, pero, a veces, me pasa como a ti, que empiezo uno y no acabo, pero al contrario, sí me queda remordimiento, es como darme por vencida, ¿sabes?
Genial post, Sol.
Un beso

Sol Elarien dijo...

Sí que lo disfruto Manuel y sigo igual que cuando era pequeña, se me pasan las horas sin darme cuenta de nada más.
Chelo, no te das por vencida, míralo así: el escritor ha escrito su libro y lo ha hecho a su gusto (o no habría disfrutado con su escritura) y no tiene por qué coincidir con el tuyo. Muchos escritores son gente rara y eso se transmite en sus textos e, igual que no pueden caer bien a todo el mundo, sus obras, por muy geniales que sean, tampoco gustan a todos (a veces solo les gustan a los entendidos). Los libros no son para torturarse, al contrario, no te sometas a un suplicio solo por terminarlos.
Besos.