Cosas que escribí mientras se me enfriaba el café, de Isaac Pachón, es un libro de relatos que descubrí hace casi un año gracias a la oferta de Kindle Flash del día. Lo primero que me llamó la atención fue el título, me pareció muy apropiado, una vez empiezas a escribir, el tiempo vuela y se te olvida el café, el té en mi caso, y sin darte cuenta, las horas se esfuman. De repente House pregunta "¿en esta casa no se cena?" y su voz te devuelve de golpe a la realidad. Normal que el café del autor se enfríe.
Curioseé un poco y mi siguiente sorpresa fue descubrir que el resumen estaba bien escrito. Es sorprendente la cantidad de libros que se presentan con un texto de redacción infame. Aquel escritor prometía, cuidaba el lenguaje como es debido. Compré el libro.
Me gusta escribir una pequeña reseña en amazon de mis lecturas, es un buen modo de no perderles la pista y, además, es algo que los autores indi agradecen, no tienen más críticos literarios que sus lectores y sus recomendaciones ayudan a dar a conocer sus libros. Los relatos me gustaron, escribí una buena opinión y busqué al autor por si había escrito más obras. Lo único que encontré fue su blog y me apunté.
No resultó ser un blog muy activo y poco faltó para que me olvidase de su existencia. Sin embargo, hace unas semanas, me llegó el aviso de una iniciativa para promocionar su libro, un book blog tour (BBT). La idea consistía en publicar una reseña o una entrevista en varios blogs literarios; mi blog tiene un poco de todo, de vez en cuando hablo de libros, pero procuro no abusar de un tema que no es de los más populares. Asumí que no me ajustaba a las condiciones del BBT, pero Isaac Pachón no compartió mis reparos y me invitó a participar. Como puede verse, acepté.
Releí el libro, habían pasado muchos meses como para escribir una entrada en condiciones sobre él. Muchas historias esconden una pequeña sorpresa, o algún tipo de misterio, que recordé durante la relectura. De todos modos, no me importó, el encanto de este libro no está en la intriga, sino en el ambiente: la puerta de una cafetería que deja pasar el invierno, una sala de autopsias en una funeraria en la que se prepara el cadáver de un mago para su última despedida, una residencia de ancianos en la que se acaba el tiempo, un guerrero que vigila la calma de un dragón sobre una montaña, un campo de margaritas pisoteadas con rabia...
Muchos de los relatos nacen de instantes aparentemente convencionales, de una frase que conduce a una reflexión, del hallazgo de unos zapatos, de un niño que juega, un embarazo... Muchas cosas dependen del cristal con el que se miren, o del punto de vista, y un ligero escorzo basta para que un hecho genere interés. Hay nostalgia, esperanza, sueños, romance e ilusiones.
No sería posible disfrutar de la lectura de un libro como éste si el autor no hubiese mimado el lenguaje, un cuidado que evita excesos y consigue un equilibrio entre la belleza de las frases y la narración. Quizá, en algún caso, se podría haber recortado algún adjetivo, pero esos casos son detalles puntuales que no cargan el estilo que, en una palabra, podría describirse como evocador.
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