jueves, 13 de agosto de 2015

De llaves y tuberías


Accident ruled every corner of the universe except the chambers of the human heart. David Guterson

Salgo de casa. Dudo si coger el móvil, me da pereza, pero como tengo que conducir opto por llevarlo conmigo, no vaya a pasar algo. Cierro la puerta y me doy la vuelta para llamar al ascensor. El descansillo está a oscuras. Se ha caído el cartón que cubre el agujero de las obras de la calefacción. Lleva así desde el primer día, he perdido la cuenta de las veces que lo he colocado, y me tropiezo con él. De milagro no me voy de bruces al suelo. Aprieto el botón del ascensor y regreso para echar el cerrojo y colocar el cartón. Está rebelde y no se deja. Es frustrante, me liaría a patadas con él.

El ascensor avisa que ya ha llegado. El cartón se ha librado de mi ataque de violencia. Busco en el bolso. No encuentro las llaves, las necesito para bajar al garaje. Están las del coche y las de casa de mis padres. La Señora tiene que ir a recoger al Catedrático al aeropuerto. El vuelo llega con retraso y me ha pedido que vaya antes por si aparece algún invitado. Sin mis llaves no puedo llegar hasta el coche. Eso por no pensar en cómo voy a entrar cuando regrese. House está de guardia. Las horas de encierro en el hospital no congenian con su carácter. No obstante sus llaves son mi única posibilidad de dormir esa noche en mi cama. Barajo la opción de quedarme en casa de mis padres.

Llamo al timbre de mi vecina, la que me encuentro por las mañanas cuando ambas nos vamos a trabajar. Le hago un resumen de mi tesitura y le pido que, por favor, gire su llave en el cuadro de mandos del ascensor para poder bajar hasta el garaje. Primer problema solucionado, era la parte fácil. Una vez en el coche, aún parada, me armo de valor y llamo a House.
-Me he dejado las llaves dentro de casa.
-¿Cómo puedes ser tan desastre?
-Llevaba las de mis padres y pensé que había guardado las mías. ¿Te importaría dejarme las tuyas?- Es una pregunta retórica.
-Qué remedio.
-¿Prefieres que me pase ahora a por ellas o a la vuelta?
-¿A qué hora volverás?
-No sé, es fácil que cerca de las doce. Mejor me paso ahora no sea que luego te pille liado. ¿Podrías acercarte hasta el Infantil? Así no tengo que aparcar.
Gruñe un poco pero lo hace. No nos aclaramos, yo le espero en un lado y él en otro. Bendito móvil (jamás pensé que diría esa frase). Nos encontramos y recojo las llaves. Con todo el trajín es algo tarde. Aviso a la Señora para notificarle el incidente y me dice que no me preocupe. Ya están de vuelta. Dado que no hay prisa decido pasar por casa para comprobar dónde dejé las otras, es raro que no estén en el bolso. Al abrir descubro con horror que la cerradura está echada. ¡Oh, no! ¡No es posible! ¡Sí que había salido de casa con las llaves! En ese caso... ¿dónde están? Me temo que con mi tropezón se han ido dentro del hueco de la obra. ¡Qué puntería!

Intento pensar, aunque con el agobio nada parece una buena idea. Desearía convertirme en tortuga y meterme bajo el escudo del caparazón. Por desgracia ese plan es inviable. Es más sencillo emparedarme en el agujero junto a las llaves perdidas. Necesito una linterna. Las que tenemos de buen calibre están sin pilas y solo cuento con un par de los chinos tamaño llavero. Armada con ambas, reviso el agujero. Las tuberías se pierden hacia abajo y no hay suelo, solo sujeciones y escombros. Oriento el haz en todos los ángulos y meto la cabeza dentro, coscorrón incluido. A pesar de lo exhaustivo de mi búsqueda, no veo las llaves. Sin embargo no pueden estar en otro lado. También he revisado el descansillo.

La desesperación empieza a hacerme mella. Necesito calmarme, poner mi cabeza en orden. Me duele el golpe. A lo mejor House piensa mejor que yo y sabe qué hacer en esta situación, claro que dudo mucho que a él le sucediera algo parecido. Semejantes peripecias llevan mi firma impresa.
-¿Qué pasa ahora?
Se lo cuento.
-¿Y no has oído nada cuando se te han caído?
Nada, ni medio ruido. No da crédito. La verdad es que resulta difícil de creer.
-¿Pero cómo puedes ser tan torpe?
Ni yo misma lo sé.
-He pensado mirar en las mochetas de los otros pisos por si se hubieran enganchado en alguno -propongo.
-No creo que sirva de nada -me anima.
Consolada y rebosante de optimismo decido llevar a cabo mi idea, aunque ese no parezca mi mejor día para improvisar planes. Reviso de nuevo nuestro agujero con el mismo resultado. Ya lo decía Einstein, loco es aquel que haciendo lo mismo espera un desenlace distinto.

En el piso de abajo los obreros han colocado mejor el cartón: tapa el hueco y no está caído. Retiro la cinta del borde superior e ilumino el interior. ¡Ahí están, enganchadas al lado de una de las tuberías! A punto estoy de dar saltos de alegría y ponerme a bailar en el descansillo. Las recojo y las guardo con exquisito cuidado. Me siento como Gollum. ¡Mi tesoro!

Llamo a House.
-¡Las he encontrado! Estaban un piso más abajo.
-Menos mal. Espero que esto no lo cuentes en el blog.
Al parecer la guardia no le ha arrebatado todo su optimismo.

“There are no facts, only interpretations.” Friedrich Nietzsche

1 comentario:

ELVIRA dijo...

Ajajajajaja! Al margen del detalle de la redacción, puedo imaginarme cada fase del proceso de recuperación de las llaves como si estuviera allí mismo, menos mal que estaban en el piso de abajo y no en el último, porque estoy convencida de que habrías ido uno a uno revisándolos. La frase de Nietzsche es el final perfecto para este relato.