He aquí su narración de los hechos:
"Algo de lo comentado en el párrafo anterior me ocurre con mi medico de familia, una persona curtida en el trato con los pacientes, profesional aunque con un gesto naturalmente adusto, al que suele ser difícil arrancarle una sonrisa. No obstante, después de tantos años cuando me ve aparecer, siempre se sonríe.
Un día acudí a su consulta aquejado de una dolencia preocupante y desconocida (al menos para mí). El doctor empezó a auscultarme, me miró por aquí, me miró por allá, me palpó, e incluso me hizo sacarle la lengua. Durante el proceso me preguntaba por mis molestias y demás síntomas, y yo le respondía, nervioso y algo confuso, mientras trataba de vocalizar algo inteligible con los palos metidos en la boca.
Al terminar con la exploración, empezó a escribir las recetas mientras me explicaba la pauta del tratamiento:
- Te tienes que tomar estas pastillas. Contienen cortisona. Vas a empezar con ellas cada 8 horas. Tras una semana, bajas la dosis y las tomas cada 12 horas. Es importante porque los corticoides no deben retirarse bruscamente, así que no los interrumpas así por las buenas. ¿De acuerdo?
Hice un gesto afirmativo con la cabeza, casi automático. La verdad es que estaba bastante aturullado, y aunque me esforzaba por memorizar todas y cada una de sus palabras, el sonido zumbaba a mi alrededor y me resultaba imposible retenerlas. El médico, ajeno a mi estado de bloqueo mental, prosiguió confiado
- Bien. Está claro entonces: una semana y bajar antes de suspender. Continúas así tres días y vuelves a disminuir la dosis: pasas a tomarlas sólo por la mañana otros tantos días. Para terminar, sigues con ellas a días alternos, también antes del desayuno. No se te olvide hacerlo así o puedes llevarte un buen susto, recuerda que contienen corticoides .
Yo estaba abrumado de lo largo y complicado que era aquel tratamiento. Parecía importante seguirlo al pie de la letra y, con los nervios, casi no me había enterado de nada. Angustiado, le comenté mientras me rellenaba las recetas.
- ¡Doctor! ¿No serán muchos CORTYCOLES?
El serio doctor dejó de escribir para soltar una tremenda carcajada, imposible de describir. Mientras él se sacudía, incapaz de hablar, víctima de una risa incontrolable, este menda, muerto de vergüenza, se intentaba justificar:
- Bueno doctor, como trabajo en el Corte Inglés, debe de ser deformación profesional.
Me dio igual, pese al excelente argumento esgrimido, siguió riéndose hasta que se le saltaron las lágrimas (y en ese lamentable estado le dejamos cuando nos despedimos)."
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