"Dédie"- Modigliani |
La gran ventaja de este clima es que no he tenido que esperar ninguna cola al llegar y la sala estaba casi vacía. No todos están dispuestos a enfrentarse a los elementos por unos cuadros. En los colegios, los críos estaban calentitos y secos en sus aulas, sin excursiones escolares. Esto me ha permitido detenerme en cada pintura con tranquilidad, sin nadie alrededor que me atosigase. En esta ocasión he cogido la Audioguía, que me ha resultado instructiva e interesante, además de útil porque no había mucha información en las paredes.
"Rousseau"- Robert Delaugny |
En la segunda sala la ruptura con el mimetismo se lleva más allá y la forma exterior del cuerpo se transforma por el cubismo. Picasso diseca su retrato de mujer como si de una lección de anatomía se tratase para descomponerla en figuras geométricas que convierten el retrato en algo genérico, sin identidad específica. Un poco más adelante, hay una escultura de Brancussi: una cabeza de mujer recostada de líneas escuetas y muy simples, casi como una máscara: dos arcos para la nariz y las cejas, un par de hendiduras para los ojos y otra para la boca. Al ser catalogado como cubista, Brancussi se definió como realista. Según su opinión: "Lo que es real es la idea. Es imposible que nadie exprese nada esencial imitando su superficie exterior."
Matisse "Odalisque" |
Brancussi comparte espacio con una odalisca de Matisse: un torso recostado de mujer de piel nacarada que contrasta con el rojo de sus ropajes y de la alfombra, rodeada por cortinajes con motivos árabes al estilo de la Alhambra y de las Mil una noches. No es un retrato ya que Matisse afirmó: "Yo no pinto un retrato, pinto un cuadro. Una obra de arte debe ser armoniosa en su totalidad. Un detalle superfluo debe ser sustituido por uno esencial."
Uno de mis cuadros favoritos se encuentra en la tercera sala, el retrato de Dédie de Modigliani. Me encanta su sencillez, la suave manera de entrecruzar las manos, la dulce expresión con la que mira, la boca que parece ir a esbozar una sonrisa, el modo de inclinar la ovalada cabeza hacia un lado, como si le prestase atención al espectador, lo que le confiere una cualidad de cercanía y ternura. Pese, o quizás debido, a ser el cuadro que posee los colores y el gesto menos agresivos de toda la habitación, es el que me ha dejado mayor huella.
"Autorretrato" Gino Severini |
En el piso superior el arte contemporáneo reclama lo imperfecto, en contraposición a la belleza perfecta del clasicismo. En palabras del surrealista Giacometti "Cada vez que veo, que miro, quedo maravillado, porque ya no puedo creer en la realidad -¿cómo calificarla...?- material, absoluta. Todo es apariencia y sólo apariencia, ¿no? Y si la persona se acerca, dejo de mirar, pero ella casi deja de existir también. O si no, todo se vuelve afectivo, me entran ganas de tocarla, ¿no es cierto? La visión ya no tiene interés". Giacometti aísla sus esculturas en un mundo propio, las dota de movimiento y vida al tiempo que llama la atención sobre su carácter perecedero.
Tamara de Lempicka "Kizette-au balcon" |
La exposición es mucho más que lo que se puede contar aquí. Los cuadros hablan por si solos y, en este caso concreto, la intención se los artistas era precisamente que así lo hicieran. La complejidad del ser humano, su personalidad, su consciente y su inconsciente, sus temores, sus sueños, su poder y su fragilidad por encima de su belleza, su evolución y su mortalidad se plasman en las pinceladas que conforman cada uno de los lienzos y en las líneas y textura de las esculturas.
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