"Mientras disfrutábamos de un agradable fin de semana en Pelayos en casa de P y Sam, recibo una llamada por el móvil:
-¡¡ Billete!!- exclamaron al otro lado de la línea- ¡Estamos en Pelayos, Sonia y yo junto con unos amigos! ¿Dónde estáis vosotros?
- Pues precisamente estamos también aquí- le contesté. - Acercaros a casa y nos tomamos un café.
Mis amigos aceptaron encantados la invitación. Mientras les esperábamos, revisamos los armarios en busca de galletas y algo de picar. Sacamos el bizcocho de la tita Carmen y preparamos el café y las hierbas.
Llegaron a la casa e hicimos las presentaciones pertinentes. Nos sentamos y, tal como estaba previsto, nos tomamos un café mientras conversábamos sobre diversos temas de actualidad. Los nuevos me parecieron una pareja algo dispar, impresión que se reforzó según progresaba la tarde. La chica era muy guapa, rubia con unos enormes ojos azules, y también muy simpática. Por el contrario, su marido parecía autista, tremendamente soso y callado, al menos de entrada. Menos mal que descubrimos que en los temas esotéricos y de misterio era un auténtico fenómeno, y por esa línea seguimos.
En un momento de la tarde, no sé muy bien por qué extraña asociación de ideas, el tema de conversación derivó a la, vigente por entonces, Expo de Lisboa. Sobre Expos comentamos, opinamos y criticamos. Todos teníamos mucho que decir al respecto y, con mi habitual palabrería y exceso de sinceridad, solté unas de las mías
“ Pues mirad chicos, no fui a la de Sevilla, ni voy a ir (y que no se moleste nadie) a la de Lisboa que por allí no hay nada más que gitanos””
Inmediatamente veo que las caras de todos se desencajan. Un incómodo silencio inunda la habitación. Todos me miran fijamente, con los ojos clavados en mí, sin pestañear ni decir una palabra. Por fin mi amigo rompe aquel silencio con una estridente carcajada “Billete, eres un fenómeno- me comenta- ¡Vaya un don de la oportunidad! ¿No has oído que llevamos toda la tarde diciendo que mis amigos son portugueses y que teníamos casa en Lisboa para que fuéramos cuando quisiéramos?"
Dignamente, los susodichos amigos, cogieron el abrigo, y sin un cortés ¡Adiós!, se marcharon. Eso sí, antes de salir, se dieron la vuelta y me contestaron, furiosos, que "gitanos son todos los españoles".
No fuimos a Lisboa, y nunca más supe nada de ellos. No nos han invitado, así que creo que aún me guardan rencor."
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