miércoles, 29 de octubre de 2014

Proyección

Se define proyección como el "mecanismo de defensa a través del cual el individuo se enfrenta a conflictos emocionales y amenazas de origen interno o externo atribuyendo incorrectamente a los demás, sentimientos, impulsos o pensamientos propios, que le resultan inaceptables o que le generan negación." En resumen: consiste en asignar a los demás los defectos propios.

El mal pensado es así porque no puede evitar ser desconfiado por naturaleza, él mismo es un intrigante y espera lo mismo del resto. Sin embargo, aunque a veces uno se convierta en víctima de alguna de sus injustas acusaciones es mejor no contraatacar. Comparto lo que dice una de mis mejores amigas: no tenemos que iluminar al que le gusta ir por la vida con gafas oscuras. No hay mayor placer, al final del día, que haber sido fiel a uno mismo.

Cuando se toma una decisión es importante tener en cuenta que nunca se satisfará a todo el mundo. Hagas lo que hagas y cómo lo hagas siempre habrá alguien descontento. Te criticaran, te reprenderán, encontrarás quien te querrá guiar en la dirección correcta o el que pretenderá corregirte y hacer que cambies tu forma de actuar. Algunos te malinterpretarán e incluso te abrirán los ojos y desvelarán la intención oculta tras tus actos, y que tú hasta ese momento, pobre ingenua, desconocías. Tal revelación conlleva un disgusto aunque el motivo no es porque no se te haya ocurrido a ti aprovecharte de la situación, cuando era tan sencillo hacerlo, ni tampoco porque te hayan pillado en falta, sino porque descubres la opinión de otros sobre ti y la idea de que te crean culpable de semejante maquinación supone una sorpresa muy desagradable y una gran decepción.

De la desilusión se aprende. Solemos tomar como modelos a aquellos que admiramos y, tras superar el desengaño, lo que se refuerza es la propia independencia. Se ve claro lo que se puede esperar, se sabe que no se puede contar con ese apoyo. No obstante, no por una acusación injusta se cambia de proceder si se está convencido de lo que se hace. Así sólo actúan los borregos, los que por entrar dentro del rebaño son capaces de relegar sus ideales.

Por supuesto sé que así no llegaré lejos, aunque eso es relativo, depende del concepto de cada uno de llegar lejos. La vida es corta y hay que procurar ser feliz y disfrutarla y, por supuesto, compartir esa felicidad. Al que le moleste le recomiendo que siga el consejo de mi amiga y mire para otro lado. ¡Hay mucha más gente para criticar!

martes, 28 de octubre de 2014

Poema sobre los maestros de Gerardo Diego

Este poema de Gerardo Diego lo incluyó el Catedrático en su comentario de ayer y creo que les gustará a todos los maestros.  

Debiera hora deciros: —«Amigos,
muchas gracias», y sentarme, pero sin ripios.
Permitidme que os lo diga en tono lírico,
en verso, sí, pero libre y de capricho.
Amigos:
dentro de unos días me veré rodeado de chicos,
de chicos torpes y listos,
y dóciles y ariscos,
a muchas leguas de este Santander mío,
en un pueblo antiguo,
tranquilo
y frío,
y les hablaré de versos y de hemistiquios,
y del Dante, y de Shakespeare, y de Moratín (hijo),
y de pluscuamperfectos y de participios,
y el uno bostezará y el otro me hará un guiño.
Y otro, seguramente el más listo,
me pondrá un alias definitivo.
Y así pasarán cursos monótonos y prolijos.
Pero un día tendré un discípulo,
un verdadero discípulo,
y moldearé su alma de niño
y le haré hacerse nuevo y distinto,
distinto de mí y de todos: él mismo.
Y me guardará respeto y cariño.
Y ahora os digo:
amigos,
brindemos por ese niño,
por ese predilecto discípulo,
por que mis dedos rígidos
acierten a moldear su espíritu,
y mi llama lírica prenda en su corazón virgíneo,
y por que siga su camino
intacto y limpio,
y porque este mi discípulo,
que inmortalice mi nombre y mi apellido,
... sea el hijo,
el hijo
de uno de vosotros, amigos. 

Gerardo Diego

lunes, 27 de octubre de 2014

Doña Luz

How many of you have had a teacher at any level of your education who made you more excited to be alive, prouder to be alive, than you had previously believed possible? Kurt Vonnegut

Recuerdo con cariño, y mucha nostalgia, los cuatro años de Valladolid: la casa, el parque, las amiguitas de enfrente, Manoli, el camino bajo los soportales de las calles y de la plaza Mayor y la escuela. Dejar aquello y mudarnos a Madrid nos supuso todo un trauma, que se agudizó tras la violenta acogida por parte de nuestros nuevos vecinos de la "urba". También nos afectó el cambio de colegio, cuya dinámica poco tenía que ver con la que estábamos acostumbradas. Al menos las compañeras sí que nos recibieron con los brazos abiertos.

Cuando tengo que pensar en una maestra llena de virtudes, pienso en Doña Luz. Me considero afortunada por haber disfrutado de las enseñanzas y del cariño de muchos de mis profesores. Sin embargo ser valorada por los maestros suele estar reñido con la popularidad estudiantil. A mi favor estaba el hecho de vivir en mi mundo y el de ser muy, muy despistada, lo que me evitaba enterarme de comentarios y me ahorraba disgustos. Lo cierto es que no me interesaba demasiado la opinión de todo el mundo, sólo la de la gente a la que apreciaba. Incluso rodeada de todo ese afecto docente, mi modelo de perfección era Doña Luz.

Me gustaba el colegio, quizá haya quien me considere por ello un bicho raro pero no era el único caso. Supongo que parte del motivo es que el colegio de Valladolid era un lugar especial. Recuerdo todos los años como buenos, desde mi entrada en 2º, curso en el que llegué nueva a una clase en la que todas se conocían desde párvulos y en la que me integré sin problemas, o eso creo, y los 4 años que transcurrieron allí hasta que nos mudamos a Madrid al terminar 5º. Hermanísima corrió peor suerte con sus profesoras. El primer curso gozó de la docencia de "la guapa", una profesora interina que al final de la primera semana había cambiado de sobrenombre y hasta había dejado de resultar atractiva para convertirse en "la bruja del lunar azul". No es que hermanísima fuese una víctima inocente del rigor pedagógico, la disciplina nunca ha sido su punto fuerte y era fácil encontrársela en el pasillo, castigada, de forma regular. Nadie comprendía que al entrar en clase la chiquilla aún no había soltado su extraordinaria tasa de palabras diarias y que la pobre criatura necesitaba desfogarse para no explotar. Las cosas no mejoraron para ella cuando en los siguientes cursos se encontró con una tutora que resultó ser una bruja casi de verdad, por años y por aspecto. A la mujer no se le ocurrió un plan mejor para controlar a sus infantes los viernes por la tarde que ponerles a rezar el Via Crucis. Tanto hermanísima como su amiga del alma terminaban las oraciones semanales camino del despacho de la directora.

Mi experiencia fue diferente. En mi clase éramos varias, y no todas con fama de empollonas, las que nos despedíamos con tristeza al llegar las vacaciones, conscientes de que echaríamos de menos la escuela. Me costaba separarme de mis amigas, pero también de mis profesoras, y esperaba impaciente que llegase Septiembre para empezar un nuevo curso. Durante las vacaciones mi impaciencia disminuía algo, aunque siempre me hacía ilusión volver.

Doña Luz, además de mi profesora durante 5º de EGB, el último curso que estudié en Valladolid, era la madre de mi mejor amiga. Madre e hija gozaban de popularidad en todo el colegio. Dª Luz era guapa, dulce, nunca se alteraba y se mostraba paciente y encantadora con todo el mundo. Su interés en nuestra educación iba más allá del programa escolar: pretendía convertirnos en buenas personas, que aprendiésemos a pensar y a relacionar temas de distintas materias de manera que consiguiésemos extraer conclusiones de la relación. Suena complicado pero con ella no lo era, al contrario, con ese método captaba nuestra atención y economizábamos esfuerzo y trabajo, a pesar de ir más allá en el temario. Me di cuenta de todo lo que había aprendido con ella cuando descubrí lo que era vivir de las rentas durante los cursos posteriores.

viernes, 24 de octubre de 2014

Soñar despierta

Me levanto antes de que suene el despertador, me encanta esa hora de antes del amanecer en el que el mundo todavía duerme y los ruidos no lo han sublevado. Es un momento para mí sola, para leer, escribir, pensar y aovillarme en mi enmimismamiento. Es temprano pero no me da pereza, empiezo el día con calma y, aunque no duermo, sueño despierta.

Hablo en sueños y una parte de mí se queda en ellos. Me gusta sentir que está ahí, que volverá mientras duermo. Si se acerca durante el día, recuerdo mi sueño aunque también, a veces, permanece lejos y busca otra noche para regresar y contarme un poco más.

Leo palabras recogidas en papel que dormitan en silencio mientras esperan transformarse de nuevo. Escribo sueños para soñar, y para que otros sueñen. Dormidos, despiertos, qué más da, el caso es soñar. Dejar que la mente se pierda por los senderos de la imaginación y descubra lo que se oculta en ellos. Diversión, romance, felicidad, nostalgia, fantasía, unos sueños aguardan, otros te envuelven y te atrapan, los hay efímeros como suspiros, imposibles de agarrar, y hay otros que dejan marca.

Vivimos mientras soñamos, una vida más, que, cuando emerge, domina la realidad. ¿Es la vida un sueño o sólo parte de él?

miércoles, 22 de octubre de 2014

Actitud

La mayoría de mis pacientes son encantadores. La primera vez pueden venir con miedo y hay que aclararles que el médico no es el lobo feroz y que no tiene intención de comerse a nadie. Luego ganan confianza y se establece una relación de cariño y familiaridad. Es muy satisfactorio.

Sin embargo, de vez en cuando me cruzo con algún paciente insufrible: maleducado, demandante, grosero y tan listo que sabe mejor que nadie lo que le conviene. Es un individuo que se declara conforme con su estilo de vida: beber, fumar y avasallar, y no está dispuesto a cambiarlo bajo ningún concepto, ni siquiera el antecedente de un infarto hace que se lo replantee. Cuando se pone malo va al médico y le exige que le cure según sus condiciones. Por supuesto de forma gratuita. A pesar de todo lo que abogo por la Sanidad Pública, sinceramente creo que alguien que hace caso omiso a las recomendaciones del facultativo las valoraría algo más si tuviera que pagarlas. Supongo que es la excepción que confirma la regla: un verdadero cretino.

Antes de hacer semejante juicio de valor hay que darle una oportunidad. Con frecuencia es una persona encantadora y razonable que sólo necesita espabilarse y que cambiará de actitud con el tiempo. Por desgracia este no es el caso concreto que ha inspirado este post, lo he comprobado. Mi trabajo no es pelearme con los pacientes, considero que estamos en el mismo bando y la mayoría lo ve así. Si alguien tiene un problema le intento dar una solución, dentro de mis capacidades. Eso hice en este caso, no discutí, le conté lo que pasaba y lo que teníamos que hacer. Suelo ayudarme de dibujos, muy esquemáticos, e incluso algunas imágenes de pósters para explicar las patologías y las cirugías. Luego les doy los papeles que tienen que leer, firmar, entregar o guardar.

A los pocos días el enfermo se presentó sin cita e interrumpió la consulta con su falta de modales habitual. Le habían dado fecha para la cirugía. Afirmaba que no le había explicado nada, que sólo le había enseñado unas fotos. Supuse que como estaba algo sordo no me había oído bien e intenté explicárselo de nuevo, alto y claro. También supuse que se había enterado.

Llegó el día de la cirugía. Según el paciente apareció por la planta para ingresar nos llamaron las enfermeras al quirófano. El señor había desayunado y se había tomado unas pastillas que no sabía precisar (me habría extrañado que los supiese, creo que su café de desayuno no era ni solo, ni con leche, e incluso dudo que llevase café). Subí a hablar en él. En los pocos minutos que llevaba allí se había ganado la aversión de todo el personal (hay que reconocerle el mérito). Entré en la habitación para hablar con él, a lo mejor no era preciso suspenderle, y se puso a gritarme como un energúmeno antes de dejarme abrir la boca. Lo primero que me dijo es que no le había explicado nada. A partir de ahí desconecté, no deseaba regresar al quirófano encendida. Cuando pude metí baza y le dije que no le íbamos a operar, que no tenía una buena actitud y que, si él quería hacer lo que le daba la gana, ese no era el modo de funcionar en el hospital. Antes de terminar la nota de alta, el paciente se marchó. Nadie lo lamentó, al contrario, toda la planta se mostró aliviada. Es el único paciente que he suspendido por culpa de su actitud. Espero que también sea el último.

lunes, 20 de octubre de 2014

Restaurante Desencaja

Se dice que los médicos sólo hablamos de medicina, fuera de eso tenemos poca conversación. Es posible, no me considero una gran conversadora. También he llegado a la conclusión que a la mayoría de la gente le gusta más ser escuchada que escuchar y, como también es cierto que, en mis círculos, casi todo el mundo tiene más conversación que yo, me encuentro muy a gusto en el lugar del oyente, aunque confieso que me gusta meter baza de vez en cuando.

Ese papel de oyente se exacerba en las conversaciones telefónicas. Hay un estudio que demuestra que la gente tiene necesidad de soltar unas 20000 palabras al día. No las he contado pero estoy segura de que en el caso de hermanísima son muchas más. Generalmente reparte sus desahogos entre la Señora y su hermana mayor pero, cuando la Señora anda por el mundo, no hay reparto que valga. Gracias a ella tengo un master en pedagogía escolar. Al no tener niños me resulta muy útil.

¿De qué hablo con mis amigas médicos? ¿de medicina? En contra de la opinión pública no es nuestro único tema de conversación. Los restaurantes también forman parte de nuestro repertorio, es lo que tiene la buena comida, se disfruta antes, durante y después.

Voy a aprovechar el blog para regodearme en el después del Restaurante Desencaja, un restaurante pequeño y acogedor donde lo que les interesa, y lo que consiguen, es hacer las cosas bien. De momento lleva cinco semanas de andadura, aunque su joven chef, Ivan Saez, posee un curriculum envidiable: El Amparo, Zalacaín, Santo Mauro, Zaranda, Zorzal (con un Bip Gourmand de Michelín), Lágrimas Negras (con premio al mejor cocinero en progresión), etc.

El recibimiento es muy amable, incluso familiar. El funcionamiento de la carta se basa en dos opciones de menú degustación: Viaje a la luna con 4 platos y un postre, una buena opción para la noche, o Viaje al Centro de la Tierra con 5 platos y dos postres. Hacía sol y teníamos hambre, motivos por los que nos decantamos por la segunda opción.

Los aperitivos llegan encajados y hay que desencajarlos. Al abrir la caja aparecen los regalos: croquetas, tostaditas, un queso delicioso y una salsa de tomate digna de rebañar. No comparto el parecer de que rebañar es de mala educación así que no fue lo único a lo que aplicamos ese tratamiento, aunque procuramos disimular. El primer plato fue una crema de calabaza aromatizada con ralladura de naranja y con tropezones de frutos secos, queso, tacos de calabaza y maíz. Le siguieron unas pencas de acelgas suavísimas con salsa de almendras y trompetas de la muerte. Uno de los platos estrella del chef son los dim-sum de gallina en pepitoria con alita deshuesada. La salsa tenía toques de canela, clavo y curry y en el plato había unas gotitas de chili para los amantes del picante. De pescado: un lomo de merluza al horno, al punto perfecto, muy cremoso, sobre salsa de almejas. Terminamos con un rabo de toro deshuesado que se deshacía en la boca.

Llegó el turno de los postres. Limpiamos el paladar con una sopa de frutas y hierbas con helado de romero y limón y una teja finísima, como una oblea, de miel. House se habría llevado tejas como para cubrir un tejado. Era un plato muy fresco y el aroma del helado de romero combinaba de maravilla con todos los sabores. El final fue una tarta fina de manzana y una conversación con Iván en la que nos explicó que el prefería las manzanas Fuji para los dulces porque le resultan menos harinosas. Desde luego las láminas de manzana conservaban su jugo y el sabor dulce-ácido de las buenas manzanas.

Con el café nos trajeron otra cajita para desencajar con una cookie y una roca de chocolate. A pesar de que se esté lleno, siempre se agradece ese detalle final.

En resumen: un lugar para repetir, muy acogedor, con cocina tradicional innovada, perfeccionada y deliciosa, y con gente con ilusión y ganas de satisfacer. Un placer.

viernes, 17 de octubre de 2014

Tartar de Buey de Mar, aguacate y caviar

El tartar es un plato muy versátil, sencillo de realizar y, generalmente, muy agradecido. Admite variar sus ingredientes, sustituir unos por otros en caso de que nos falte alguno y añadir algún extra por la sencilla razón de que nos apetece probar. El tartar de carne es un clásico, más recientes son los de pescado, en cuyo éxito la adopción y aceptación de la cocina japonesa ha tenido mucho que ver. Los he probado de todo tipo: de atún con aguacate y wasabi y también otra versión más cremosa del mismo pescado gracias a la mayonesa de soja con un toque de sake, el de corvina con cebolleta y naranja fue un descubrimiento, aún recuerdo el de gambas, calabacín y pesto del Boccondivino, y en la Comedie de Ginebra el de salmón con aguacate y mostaza de Dijon... Difícil escoger uno, lo que si sé es que para convencer a los más reacios sólo hay que probar con cualquiera de estas recetas.

Tartar de Buey de Mar, aguacate y caviar
Ingredientes (4 personas)
2 bueyes de mar de 650 gr (se puede hacer también con cangrejo o incluso con gambas o carabineros)
1 aguacate
6 champiñones
Zumo de limón
1 chalota
Hierbas aromáticas picadas: ajetes, perejil, un poco de cebolleta.
Sal en escamas
Pimienta
Aceite de hierbas
Aceite
Vinagre y mostaza
4 cucharadas de caviar para decorar (el Avruga, si no tenéis presupuesto para el caviar de verdad, queda muy apañado. Eso sí: nada de bolas de hormigas de mujol)

Elaboración
Hervir los bueyes de mar (14 minutos por cada 800 gr)
Una vez cocidos refrescar en un recipiente con agua y hielo para detener el punto de cocción.
Retirar la carne de su interior.

Combinar las hierbas con la sal y la chalota picada.

Para la vinagreta: mezclar la mostaza, la sal,  la pimienta y el vinagre en un recipiente. Añadir poco a poco el aceite.

Picar los champiñones y el aguacate. Aliñarlos al gusto con unas gotas de limón y parte de la vinagreta.

Por último poner el buey de mar con el resto de la vinagreta en otro bol. Mezclar bien antes de añadirle la combinación de hierbas.

Montaje
Colocar un molde de anillo sobre el plato. Poner en el fondo el aguacate con los champiñones y distribuir por encima el buey de mar. Retirar el molde y decorar con una cucharada de caviar.

jueves, 16 de octubre de 2014

Pequeños trucos de la abuela

Con cierta frecuencia mi vecina y yo coincidimos en el descansillo por las mañanas. No podemos hablar del tiempo porque aún es de noche y no nos hemos enterado de lo que sucede al otro lado de las ventanas. En ocasiones, al menos en mi caso, la meteorología es toda una sorpresa, y no siempre grata. Ese es uno de los motivos por el que siempre llevo varios paraguas en el coche: nunca sé de antemano cuándo los voy a necesitar.

A esas horas una no ha terminado de arreglarse y para los últimos toques va bien recurrir al espejo del ascensor.  Criticar el propio aspecto es de lo más socorrido, especialmente si la causa tiene relación con el trabajo. Por desgracia la luz del ascensor revela muchos problemas que no tienen solución en el momento, hay que esperar a la vuelta.

- ¡Buf! ¡Qué ojeras! - Aquí está claro el principal culpable. No, no es el pobre despertador sino el encargado de fijar el horario laboral. El muy sádico disfruta de que los trabajadores inauguremos las calles antes de que lo haga el sol.
- ¿Sabías que lo mejor para las ojeras es el hielo?
Pues sí, el hielo, así de sencillo. Un cubito de hielo todas las mañanas descongestiona los ojos que es un primor. Sólo hay que pasarlo por los párpados y dejar que actúe unos segundos. Unas cucharillas congeladas también funcionan, aunque hay que tener cuidado porque se enfrían tanto que pueden quemar la piel, que en esa zona es muy delicada. El hielo es más seguro. El efecto es inmediato pero mejora con la costumbre.

- Me están saliendo manchas.
Con un poco de perejil machacado y aplicado en mascarilla regularmente, asunto solucionado. La mejor manera de conservar las hierbas aromáticas frescas es en el congelador, en una bolsa. No he probado a congelar su zumo en cubitos de hielo, para aplicarlo según el truco anterior, pero parece una buena alternativa. Eso sí, después hay que exfoliar u optar por lucir manchas verdes en lugar de marrones. Supongo que entre los marcianos este maquillaje causaría furor.

- Tengo un grano que no se me quita.
La aspirina es milagrosa. Basta un trocito con unas gotas de agua hasta convertirla en una pasta que pegar sobre el maldito grano. Se deja secar y luego se sacude el polvillo. No importa que quede algún resto, no se ve pero sigue actuando. ¡Ay, si lo hubiera sabido antes!

- Se me despellejan los labios.
Se habla de exfoliar los labios con un cepillo de dientes pero esta técnica tiene sus detractores. Sin embargo, cubrirlos de bálsamo, mi favorito es el Carmex porque además previene las calenturas, y luego poner un poco de canela sobre la yema del dedo para frotarlos, no sólo retira los pellejos sino que mejora su volumen sin recurrir a infiltraciones. Luego conviene limpiarse la cara para no lucir la sombra marrón de una barbita y su bigote. Una gota de tabasco los deja tersos y no mancha, pero no se lo aconsejo a los que no soportan el picante.

- Me duelen las cervicales.
Nada como un saquito de semillas de esos que se meten en el microondas. Con el calorcito las contracturas se relajan y el alivio es casi instantáneo. Si la cabeza reposa sobre la almohada lo difícil es resistirse al sueño. Es ideal para la siesta al volver de trabajar.

martes, 14 de octubre de 2014

El Unicornio en la biblioteca

Hay un libro abierto sobre la mesa y el aire se cuela por el balcón de la biblioteca. El viento se posa sobre las páginas, acaricia las letras y se pasea entre las líneas mientras lee las palabras. Llega al final de la hoja, pero no halla allí el final de la historia. Intrigado decide continuar. Procura ser sigiloso, intenta pasar de página con la ayuda de una ráfaga. Emite un suspiro tan sutil que no logra nada.

El viento se impacienta, le entra una ventolera y sopla con más fuerza. La corriente se arremolina, se forma un torbellino. Las páginas se agitan, galopan, resoplan. Se sacuden las letras, se levantan y desprenden hasta verterse en un charco de tinta. Las hojas vacías se desatan, flotan sueltas y giran en la nube de una espiral blanca.

Bajo la mano invisible que mueve el papel del torno, crece la forma del unicornio. Alza el cuello y detiene el viento. No sólo obedece el viento, también quedan en suspenso el sonido y el tiempo. La sala recupera la calma. En medio del silencio el unicornio inclina su cuerno. Roza el borrón del suelo y las letras se enredan en su sombra. Antes de volver al libro, sobre la mancha entintada brota la fantasía atrapada en las palabras.

lunes, 13 de octubre de 2014

Dragón de Sol


El dragón surge del sol, de las nubes de volcán de contornos incandescentes del ocaso, de los últimos rayos del incendio que se detiene justo antes de rozar el mar y de las líneas encendidas que el viento empuja a la tierra y aleja de las estrellas. El dragón se recoge en el último recoveco del cielo, apenas un fragmento apoyado en el océano, un refugio en llamas entre las nubes de fuego y el agua metálica que fraguará sus escamas.


El dragón se desvanece en el crepúsculo. Al llegar la noche se recoge en las profundidades. Desde la superficie se cuela el murmullo de las olas que le llaman, la claridad de la luna le reclama. El dragón abandona su lecho. La marea esboza un sendero hacia la playa, una estela de espuma de nácar y escamas de plata.

El dragón yace sobre la arena, sus placas cubiertas de luz helada. Envuelto en oscuridad y frío, sueña con el resplandor del sol. Buscará el calor perdido en el interior de las rocas y los reflejos del oro en viejos tesoros. Sin el brillo de la luz, sin el ardor de las llamas, la criatura languidecerá en una eternidad de sombras de la que no despertará.

domingo, 12 de octubre de 2014

El discurso de Emma Watson

Un discurso sencillo que nos recuerda cómo deben ser las cosas.

Fui nombrada embajadora de buena voluntad de la ONU hace seis meses y he descubierto que mientras más hablo del feminismo, más caigo en cuenta de que luchar por los derechos de las mujeres es para muchos sinónimo de odiar a los hombres. Y si de algo estoy segura es de que esto tiene que terminar. Para el registro, feminismo, por definición, es creer que tanto hombres como mujeres deben tener iguales derechos y oportunidades. Es la teoría política, económica y social de la igualdad de sexos.

Me empecé a cuestionar sobre la igualdad entre los géneros hace mucho tiempo. A los ocho años, por ejemplo, me preguntaba por qué me llamaban mandona por querer dirigir una obra para nuestros padres cuando a los chicos no les decían lo mismo. A los 14, (cuando ya trabajaba en el cine), comencé a ser sexualizada por ciertos grupos de la prensa. A los 15, mis amigas rechazaban unirse a equipos deportivos para no parecer masculinas. A los 18, mis amigos varones eran incapaces de manifestar sus sentimientos. Entonces decidí que era feminista.

Esto no parecía complicado para mí, pero mis investigaciones recientes me han demostrado que feminismo se ha vuelto una palabra poco popular. Las mujeres han decidido no identificarse como feministas por que, aparentemente, ante los ojos de otros, esta expresión las hace ver agresivas, anti- hombres y hasta poco atractiva. ¿Por qué se ha convertido en una palabra incómoda? 

Yo nací en el Reino Unido y creo que es justo que me paguen lo mismo que a mis compañeros varones. Creo que es lo debido que yo pueda tomar decisiones sobre mi propio cuerpo y que las mujeres sean parte de las políticas y decisiones que afectarán a mi vida. Creo que, socialmente, merezco el mismo respeto que un hombre. Pero, lamentablemente, puedo decir que no existe un solo país en el mundo en el que todas las mujeres puedan ver estos derechos cristalizados. Ningún país en el mundo puede decir que ha alcanzado por completo la igualdad de género. Estos derechos, que yo considero derechos humanos, no son para todas... soy una de las pocas afortunadas.

Me considero privilegia porque mis padres no me quisieron menos por haber nacido mujer y porque en mi escuela no me limitaron por serlo. Mis mentores (en la actuación) no asumieron que yo llegaría menos lejos por la posibilidad de que en algún momento me convierta en madre. Y estas son las influencias que me han hecho la persona que soy hoy. Ellos pueden no saberlo pero ellos son los embajadores de igualdad que están cambiando el mundo. Necesitamos más como ellos. Y si todavía odias la palabra feminismo, te diré que no es la palabra lo importante. Es la idea y la ambición que hay detrás, porque no todas las mujeres tienen los mismos derechos que yo tengo hoy. En realidad, estadísticamente, muy pocas los tienen.

En 1997, Hillary Clinton dio un famoso discurso en Beijing sobre los derechos de las mujeres. Lamentablemente, aquellas cosas que ella deseaba cambiar en esa época son hoy todavía una realidad. Menos del 30% de los que le oían eran varones. ¿Cómo podemos esperar un cambio cuando la mitad de ellos está invitado a participar de la conversación?

Hombres, me gustaría tomar esta oportunidad para hacerles llegar una invitación formal. La igualdad de género también es tu problema. Hasta la fecha, veo como el rol de mi padre es valorado menos por la sociedad pese a que ha sido igual de importante en mi vida que mi madre. También he visto a hombres aguantando el dolor de una enfermedad mental por miedo a pedir ayuda porque eso los hará ver menos masculinos. De hecho, el suicidio en el Reino Unido es lo que más hombres mata. Los he visto asustados de lo que se les indica que es el éxito para un varón porque los hombres tampoco tienen los beneficios de la igualdad.

No hablamos sobre hombres encarcelados por los estereotipos de su género, pero allí están. Si al hombre no se le hace creer que tiene que ser agresivo, la mujer no será sumisa. Si al hombre no se le enseña que tiene que ser controlador, la mujer no será controlada. Ambos. Hombres y mujeres deben sentirse libres de ser fuertes. Es hora de que veamos a los géneros como un conjunto en vez de como un juego de polos opuestos. Debemos parar de desafiarnos los unos a los otros. Ambos podemos ser más libres y de esto es de lo que se trata la campaña: de libertad. 

Quiero que los hombres se comprometan para que así sus hijas, hermanas y madres se liberen del prejuicio y también para que sus hijos se sientan con permiso de ser vulnerables, humanos y una versión más honesta y completa de ellos mismos.

Ustedes deben pensar: ¿Quién es esta chica de "Harry Potter" y qué hace aquí en la ONU? Pues es una muy buena pregunta, yo también me la he estado haciendo. Pero todo lo que sé ahora es que, realmente, me interesa este problema y quiero ayudar a que las cosas mejoren. Habiendo visto lo que he visto y teniendo la oportunidad de hacer algo para cambiarlo, es mi responsabilidad decir algo. 

Edmund Burke decía que todo lo que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos y las mujeres buenas no hagan nada.

En mi nerviosismo por este discurso... en mis momentos de duda me digo firmemente: "Si no soy yo, ¿quién? Si no es hoy, ¿cuándo? Si tienes dudas cuando se te presenta una oportunidad, espero que estas palabras te sean útiles. Porque la realidad es que si no hacemos nada hoy, van a tener que pasar 75 años o quizás 100 para que una mujer pueda esperar recibir el mismo salario que un hombre por el mismo trabajo. Más de 15 millones de niñas serán forzadas a casarse en los próximos 16 años y, al mismo ritmo, no será hasta el 2086 que las mujeres de las áreas rurales de África puedan ir a la escuela secundaria.

Si crees en la igualdad, debes ser uno de esos feministas de los que hable poco antes y por eso yo te aplaudo. Para hacer el cambio necesitamos estar unidos y las buenas noticias son que ahora tenemos una organización unida. Te invito a que te dejes ver y que te preguntes: Si no soy yo, ¿quién? Si no es hoy, ¿cuándo? Muchas gracias.

jueves, 9 de octubre de 2014

Narraciones bonitas

In times of storm and tempest, of indecision and desolation, a book already known and loved makes better reading than something new and untried ... nothing is so warming and companionable. Elizabeth Goudge

Hay una serie de libros que releo de vez en cuando porque me sientan bien, son terapéuticos. No han de ser necesariamente grandes obras, complicadas y profundas. De hecho, cuando lo que necesito es terapia, las condiciones básicas que han de cumplir mis lecturas es que sean amables, entretenidas y bonitas. ¡Oh, sí! La belleza de la narración es fundamental. Ya he comentado anteriormente que Jane Austen se incluye entre mis autores terapéuticos, pero no es la única. A ese mismo grupo pertenecen L.M. Montgomery, Jean Webster, D.E. Stevenson, Joyce Dennis, toda la serie de Barchester de Anthony Trollope y la mayoría de McCall-Smith. En realidad todos ellos poseen cierto renombre, aunque sus textos, salvo Austen, no se consideren obras maestras.

Siento debilidad por L.M. Montgomery, no sólo por mi soñadora Anne of Green Gables sino por todos sus maravillosos cuentos. Son relatos dulces, entrañables, llenos de ternura, que te hacen sentir bien. Son historias de palabras bonitas, tan bonitas que en algún momento hay quien puede considerar que pecan de preciosismo pero, personalmente, eso no me parece ningún pecado. Deleitarse ante un paisaje, una emoción y dejarse llevar es natural. Lo difícil es expresarlo sobre el papel y que el lector sienta ese mismo arrebato. Para lograr su fin se describe con las frases más hermosas, nada es excesivo, nada resulta cursi, salvo que se diseccione en lugar de disfrutarse. Son palabras pensadas para entornar los ojos e imaginar: contemplar los lagos canadienses bajo la neblina del crepúsculo, pasear por un mundo blanco de bosques tallados en cristal, encontrar un jardín abandonado, cuajado de flores y habitado por fantasmas, escuchar el silencio de la naturaleza roto por el canto de los pájaros, vivir en una cabaña solitaria que es, en realidad, un castillo azul de ensueño, y acurrucarse al lado del fuego mientras, fuera, sopla la tormenta. En ese mundo lleno de romance ¿quién se resiste a ser feliz y soñar?

miércoles, 8 de octubre de 2014

Barco pirata


Entre la bruma, el sol se viste de luna. El cielo y el mar se funden en una maraña gris. Se han diluido las sombras y los sonidos se alejan. El eco desaparece, borrado por el silencio. Se ha detenido el reloj.

Entre jirones de niebla surgen formas fantasmales. Las rocas oscuras se alzan, se agrupan unas con otras hasta sellar la barrera. La cala queda encerrada tras el muro de un fortín.

Aparece un haz de luz de un viejo faro olvidado. Se abre una grieta, una puerta. Está baja la marea y hay tablas sobre la arena. Flotan restos de una vela y de un trozo de la quilla, sale un trozo de sirena.

Lentamente, un barco emerge. Su silueta borrosa se confunde entre las sombras. La madera de su casco, destrozado en mil batallas, se ha recubierto de algas, y del mástil cuelgan lacias las telas hechas jirones de sus velas desgarradas.

El capitán, en el puente, sin marinos ni grumetes, dejo atrás en el océano hasta a la implacable Muerte. Vaga en su navío errante sin ver nunca el horizonte, sin sentir la luz del día ni el abrazo de la noche. Sin memoria del pasado, ni recuerdos del presente, sin patria, hogar ni bandera, sin límites, ni fronteras, afronta el solitario destierro de un futuro eterno. No va en busca del destino, de fortuna, ni romance. No alberga deseos de gloria. No añora el ardor del miedo ni el arrojo del coraje.

El barco abandona el puerto y estalla la tempestad. Entre las nubes retumban los truenos de los cañones. Prende el fuego como un rayo. Cae la lluvia y la fuerza de las olas arrastra hacia las profundidades el espíritu de un sueño.

martes, 7 de octubre de 2014

Del Colegio Mayor a la escuela

La ventana de la cocina del piso de Zaragoza daba al lado opuesto al jardín (al que se asomaba nuestro dormitorio) y, desde ella, casi podía verse nuestra escuela. Los fines de semana veíamos a los padres jugar con sus hijos en el descampado de enfrente. No se me ha olvidado el asombro de ver volar un helicóptero teledirigido. El aparato estaba suelto, sin ningún tipo de cables, y sus dueños lo controlaban desde el suelo. El mando parecía un walkie-talkie, aunque con una antena larguísima. Me pasé media hora larga delante de la ventana mientras contemplaba fascinada los giros, ascensos y descensos de aquel juguete.

Sin embargo no siempre se podía ver algo a través de la ventana. Había días en los que nos levantábamos y los cristales estaban empañados por la humedad condensada. Esos días, mientras desayunábamos, dibujábamos caras sobre ellos. Eran días en los que hacía un frío horroroso del que no había forma humana de resguardarse en el camino a la escuela. Con  frecuencia la temperatura no mejoraba y regresábamos igual de peladas que a la ida, sobre todo si soplaba el molesto cierzo.

En el colegio de Zaragoza cursé segundo de párvulos y primero de EGB. El edificio de párvulos estaba apartado del resto, incluso el patio era diferente. Recuerdo que entre la tierra había lombrices y a veces las sacábamos con un palo, sin tocarlas, para contemplarlas con curiosidad morbosa y algo de repelús fingido. La clase era divertida. Una de las cosas que más me gustaba era la de recortar figuras con la ayuda de un punzón (seguro que ahora están prohibidos por peligrosos). Era genial clavar aquel instrumento, con su mango azul celeste, en los contornos del dibujo.  Fijábamos el papel encima de una superficie de corcho, de ese hecho con un conglomerado de bolitas blancas, y lo apuñalábamos con ganas. Al terminar, el borde quedaba con pequeñas rugosidades y raspaba ligeramente al tocarlo. Era un cosquilleo agradable.

Me gustaban las clases de lectura. En éstas sí que me permitían leer (a diferencia de los párvulos de Madrid en donde me quedaba con las ganas). Nuestro libro narraba la historia de la oveja Me, y entre los capítulos se intercalaban otros relatos infantiles y algunos poemas. Había uno sobre los meses del año y otro sobre un molino, el favorito de hermanísima, con el cual nos deleitó en innumerables veladas familiares. No había ninguna actuación de la "Fundación" (que aún no tenía ese nombre) que se preciase, en el que no recitase la estrofa de "Sigue el agua su camino..." (y a pesar de las caras de todos al oírla, no se desanimaba, sino que seguía hasta el final)

En el Colegio Mayor nos subían la comida de la cocina. Cocinaban estupendamente, los canelones eran deliciosos, tan buenos que se convirtieron en nuestra comida favorita, y aún hoy se mantienen en un lugar de honor. Nos los traían en unas fuentes enormes y nunca sobraba ni medio. Por desgracia no siempre comíamos así. En la escuela nos quedábamos al comedor y allí la cocina nada tenía que ver con la del Colegio Mayor. Todo lo buena que era la comida en uno lo tenía de infame el otro. Temía especialmente los lunes, día en el que el menú consistía en huevos duros cubiertos por un emplasto de mayonesa pringosa, en ocasiones incluso algo viscosa. Los odiaba tanto que, aunque por aquel entonces contaba 5 y 6 años de edad, no se me han olvidado. No sé si no eran peores los macarrones supuestamente gratinados, con una costra de queso tieso y plastificado que pegaba la pasta en un ladrillo gomoso, seco y rígido. Ni siquiera el rancho hospitalario del MIR, con la sobredosis de pollo y la pasta casi deshecha, era comparable a aquel mazacote incomible.

Me acuerdo de cuando cambié del pabellón de párvulos al edificio de los mayores. Hermanísima se quedó en el primero. La nueva clase era mucho más grande y estaba en el primer piso, a la izquierda según se accedía desde las escaleras, en uno de los extremos del pasillo. En el otro extremo, al fondo, se encontraba el despacho de la directora. En una ocasión la profesora me envió allí con un recado. Con los nervios sólo recuerdo que había muchos papeles sobre la mesa y un armario de cajones que abrió y que estaba lleno de carpetas para archivar. No lo debí hacer mal porque otro día, el mensaje fue para la profesora de la clase de 2º. Al entrar, con más miedo que vergüenza, vi que en el encerado tenían pintados los planetas y sus órbitas. Estaban dando el sistema solar. Me pareció precioso aunque tuve la sensación de que aquello debía de ser complicadísimo (¡cuánta razón tenía a mis 6 años!).

Aunque sólo vivimos en Zaragoza un par de años, no me he olvidado de mi amiga del colegio. Era muy guapa, siempre sonriente, con el pelo castaño y muy brillante. Al igual que yo, también llevaba trenzas, aunque ella no se parecía a Laura Ingalls con ellas, como me sucedía a mí. Recuerdo un día que no vino a clase, pero sí que acudió a la salida del colegio, con su madre, para recoger a su hermano. Llevaba puesto un vaporoso vestido blanco, precioso, como de tul. Me dijo que era un "vestido de calle", aunque a mí me pareció de bailarina o de princesa de las hadas y deseé tener uno igual. Mi madre no entendió a qué me refería con lo de "vestido de calle" y no insistí. Poco tiempo después una amiga de mis padres nos regaló unos disfraces. El de hermanísima era de india, con un vestido áspero y un tocado con una pluma grande, de colores, y unas trenzas negras que contrastaban de manera llamativa con su rubísimo pelo (y sus rubísimas trenzas). El mío era de ninfa, de color rosa, con la falda asimétrica y las mangas anchas. Era muy ligero y recordaba, vagamente, al de mi amiga. Aquel disfraz me encantaba y lo usé durante años y años. No sé cómo me sirvió durante tanto tiempo porque crecer, crecí, debía de ser mágico y no simplemente crecedero como las faldas del uniforme

domingo, 5 de octubre de 2014

Nany

Uno de los mejores cumplidos que le podía dedicar mi abuela a alguien era la frase: "tiene brillico". Hermanísima recuerda de Nany los ojos y el porte, yo recuerdo siempre el brillo. Me parecía que brillaba tanto que eclipsaba al resto de los que estábamos en la habitación, no es que los apagase, simplemente ella destacaba sin necesidad de hacer nada.

Una persona así deja huella, es imposible no fijarse en ella. No era el alma de la fiesta sino que era dulce y muy tranquila, nunca perdía la compostura. Es cierto que tampoco tenía nunca prisa. Cuando la Señora quedaba a comer con sus amigas de toda la vida, cosa que hacen con regularidad, sabían que les tocaba esperarla. El cuánto era una gran incógnita. Un día se presento casi una hora tarde cuando el resto ya tenía el rostro desencajado por la espera y el hambre de ver pasar platos de comida para otros, con ganas de morder hasta el camarero. Al llegar estaba reluciente. Con su habitual sonrisa les explicó que había ido a la peluquería y que allí, la peluquera, incapaz de resistirse al encanto de su piel, blanca y transparente, le había propuesto un tratamiento facial, algo breve para no retrasarla. Nany se dejó hacer y la otra se emocionó tanto con su trabajo que los minutos se sumaron a las horas. Había sido una experiencia maravillosa, muy relajante. Lástima que sus amigas no hubiesen estado allí con ella para compartirla. 

En las vacaciones esperaba con ilusión el día en el que venían a la granja con sus dos hijos. Los chiquillos habían heredado la piel blanca de su madre y sus ojos grandes y clarísimos. Me parecían preciosos. Los dos niños se prestaban sin reparos a nuestros juegos y correrías. Es posible que Nany hubiese perdido su habitual serenidad si hubiese visto a sus hijos subidos a los tejados de uralita o entre las ruinas llenas de óxido, ratas y porquería de las naves. De lo único que se libraban era de vestirse con los disfraces polvorientos de los arcones. Claro que ella conocía la granja desde pequeña cuando sus padres le permitían ir donde fuera siempre que fuera con la Señora. Mi madre tenía fama de responsable y había conseguido ganarse la confianza de aquellos padres, un logro digno de mérito. Eso le permitió a Nany conocer las distintas fiestas de los alrededores, que eso de encerrarse en casa a hacer labores no es un rasgo propio de la Señora, sólo es fácil pillarla recién levantada, y suele madrugar. 

Ahora que se ha ido y descansa tranquila, el recuerdo de Nany también brilla.

jueves, 2 de octubre de 2014

Retorno triunfal, o casi

Mentiría si afirmase que todos mis pacientes me esperaban con los brazos abiertos. Cierto que algunos me echaban tanto de menos que se han presentado a verme aún sin cita. Es agradable ser víctima de tanto cariño y devoción, a pesar de lo complicado que es a veces sacar un momento para atenderles. Sin embargo otros me aguardaban con los puños apretados entre los que sostenían, a modo de cuchillos, una reclamación de locos. En la sesión me han dado los detalles: la enfermera que diagnostiqué en su día de globo histérico no quedó nada satisfecha con mi dictamen y, no contenta con acudir a atención al paciente, donde expuso su caso en un juicioso comunicado de dos folios y medio, decidió hacer una visita a la Dirección de Enfermería para informarles de mi tropelía y, ya de paso ¿por qué no? aprovechar para aconsejar al respecto al mismísimo Gerente. Según ella no tengo aptitudes para ejercer mi profesión y es una vergüenza que trabaje en el hospital. Lo más curioso es que mi maldad la ha curado: desde que canaliza su agresividad hacia mí no ha vuelto a atragantársele la comida, sólo yo.

La otra cara de la moneda es la hija de la paciente que dejé ingresada al irme y que, lamentablemente, falleció. Ver que nada funciona, por más que lo intentes, es frustrante. Es como toparse con una pared una y otra vez, tienes la sensación de no llegar, de haber hallado los límites de tu competencia y no ser capaz de superarlos. Me dio mucha pena cuando me enteré de la noticia durante las vacaciones. A mi regreso la he llamado para darles el pésame y saber cómo se encontraban. A pesar de lo mal que han ido al final las cosas, la mujer estaba muy agradecida por el trato recibido. ¡Ojalá hubiese servido para algo más!

¿Qué más he hecho en mi primer día? Lo habitual en la consulta: ver pacientes y pacientes. Después de descubrir una lesión que no me ha gustado nada, me he pegado una carrera a Radiología para que la Secretaria me citara al hombre para un scanner. No me sobraba el tiempo y con las prisas me he quedado sin respiración por el camino. No obstante he obtenido mi recompensa: una cita para el día siguiente gracias a una cancelación. Exponerle al enfermo mis sospechas ha sido mucho más duro que correr por las escaleras, tratar de hacerlo sin aliento tampoco me ha ayudado.

Entre mis revisiones agradecidas he visto a mi encantadora abuelita de la traqueotomía que, por desgracia, estaba sólo regular. La he enviado a Urgencias para que la estudien médicos duchos en todas las facetas de la Medicina, que eso de la especialización amplía conocimientos en determinados aspectos y hace que se olviden muchísimos otros. Espero que el cuadro no sea más que un cólico biliar y se recupere pronto. He quedado en que estaré pendiente, la mujer es entrañable.

He disfrutado de la docencia al mostrarle a un estudiante y una residente el scanner de un caso de lo más curioso y que diagnostiqué de casualidad, aunque el paciente, otra de mis revisiones, me atribuya mucho más mérito del que merezco. Espero que mantenga su buena opinión después del tratamiento. Mis pupilos también han sido testigos de cómo le reclamaba sensatez a un patriarca testarudo que no quería operarse de su infección crónica porque "ni le dolía, ni le molestaba". A pesar de explicarle, y repetirle, que la progresión de su enfermedad podría provocarle vértigo, parálisis facial y complicaciones neurológicas, no he tenido éxito (y eso que he usado palabras claras). Espero que algo de lo dicho haya arraigado dentro de su cabeza y se lo piense mejor. Tiene de plazo hasta la próxima revisión.

Para rematar la faena me he paseado por la Urgencia en un momento libre para hablar de mi enfermita y me he subido del brazo a otra abuelita que, al verme desocupada, se ha prestado voluntaria a que la atendiese, e incluso me ha permitido cauterizarle el vaso nasal motivo de su visita. Además he cumplido con casi todos los recados pendientes de la familia y hasta he puesto las guardias del mes próximo. De postre me he llevado a casa el busca. ¡Qué suerte regresar descansada!

miércoles, 1 de octubre de 2014

Médicos escritores

Es indudable que la medicina influye en la escritura, la asociación médico-escritor es frecuente, especialmente entre los rusos, Chejov, Bulgakov, aunque no son sólo ellos los afectados por el gusanillo de las letras, otro ejemplo de mis favoritos es Somerset-Maughan. Es llamativa la gran humanidad que reflejan sus personajes. ¿Por qué? ¿Cuál es la relación que une ambas profesiones?

En medicina se vive rodeado de historias, leídas y narradas. Son muchos los pacientes que nos cuentan su vida, más allá de lo referente a su salud. La relación progresa en cada revisión, aunque en ocasiones requiere una gran intimidad desde el principio. Con el trato aumenta el grado de implicación en sus problemas, es algo inevitable. No obstante siempre existen condiciones: se ha de mantener la perspectiva, separar lo que se quiere de lo que se puede y se debe para, de ese modo, ser capaz de tomar una decisión lo más acertada posible. El cariño hace que el facultativo se esmere en cuidar a sus pacientes pero jamás puede conducir a engaño, ni propio ni ajeno, las decisiones no han de basarse en errores, por poco que nos guste la realidad, y no está permitido engañar a los que confían en ti.

Supongo que la base de la relación entre medicina y escritura radica precisamente en esa condición de mantener la perspectiva. No basta con analizar la situación sino que hay que tener en cuenta cada detalle, no todos los casos son iguales, algunos, aunque compartan diagnóstico, ni siquiera se parecen. La personalidad del paciente obliga a adaptarse a su situación. La decisión final dependerá de sus miedos y de su capacidad de superarlos, sus creencias, su opinión, previa y la que se forje tras escuchar la del profesional y la de todos sus allegados, y también de lo poco o mucho que comprenda tras la explicación de sus dudas. Ganarse la confianza del enfermo requiere empatizar con él, aunque dar la mano no significa que nadie tenga derecho a hacerse con el brazo u otra parte del cuerpo del galeno. Es preciso marcar unos límites que el paciente ha de aceptar para que la cosa funcione. No son límites para marcar distancias sino de respeto al trabajo del médico y a las necesidades del resto de sus pacientes. En el caso de que se avasallen la relación se rompe y no siempre es posible arreglar las diferencias.

Escuchar, preguntar, recopilar datos, deducir, opinar, concluir, estructurar y resumirlo todo en una historia clínica, breve, clara y concisa, requiere un proceso digno de un literato. El paciente es una persona, no un tramite burocrático ni una serie de documentos que rellenar. No hay casillas con respuestas correctas e incorrectas. Acertar con lo más adecuado para cada individuo entraña involucrarse no sólo en sus distintos problemas de salud, sino también conocer las virtudes que pueden facilitar la curación y los defectos y hábitos susceptibles de complicarla.

Tras semejante estudio lo extraño es que no todos los médicos sean escritores.