Hay un libro abierto sobre la mesa y el aire se cuela por el balcón de la biblioteca. El viento se posa sobre las páginas, acaricia las letras y se pasea entre las líneas mientras lee las palabras. Llega al final de la hoja, pero no halla allí el final de la historia. Intrigado decide continuar. Procura ser sigiloso, intenta pasar de página con la ayuda de una ráfaga. Emite un suspiro tan sutil que no logra nada.
El viento se impacienta, le entra una ventolera y sopla con más fuerza. La corriente se arremolina, se forma un torbellino. Las páginas se agitan, galopan, resoplan. Se sacuden las letras, se levantan y desprenden hasta verterse en un charco de tinta. Las hojas vacías se desatan, flotan sueltas y giran en la nube de una espiral blanca.
Bajo la mano invisible que mueve el papel del torno, crece la forma del unicornio. Alza el cuello y detiene el viento. No sólo obedece el viento, también quedan en suspenso el sonido y el tiempo. La sala recupera la calma. En medio del silencio el unicornio inclina su cuerno. Roza el borrón del suelo y las letras se enredan en su sombra. Antes de volver al libro, sobre la mancha entintada brota la fantasía atrapada en las palabras.
1 comentario:
Gracias prima porrecibir tan bonito regalo, como bien sabes para mí es un honor recibir un obsequio de tan íntima cosecha que unido al bolso que ya me regalaste, ya voy más que servida. ?No te parece?
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