En medicina se vive rodeado de historias, leídas y narradas. Son muchos los pacientes que nos cuentan su vida, más allá de lo referente a su salud. La relación progresa en cada revisión, aunque en ocasiones requiere una gran intimidad desde el principio. Con el trato aumenta el grado de implicación en sus problemas, es algo inevitable. No obstante siempre existen condiciones: se ha de mantener la perspectiva, separar lo que se quiere de lo que se puede y se debe para, de ese modo, ser capaz de tomar una decisión lo más acertada posible. El cariño hace que el facultativo se esmere en cuidar a sus pacientes pero jamás puede conducir a engaño, ni propio ni ajeno, las decisiones no han de basarse en errores, por poco que nos guste la realidad, y no está permitido engañar a los que confían en ti.
Supongo que la base de la relación entre medicina y escritura radica precisamente en esa condición de mantener la perspectiva. No basta con analizar la situación sino que hay que tener en cuenta cada detalle, no todos los casos son iguales, algunos, aunque compartan diagnóstico, ni siquiera se parecen. La personalidad del paciente obliga a adaptarse a su situación. La decisión final dependerá de sus miedos y de su capacidad de superarlos, sus creencias, su opinión, previa y la que se forje tras escuchar la del profesional y la de todos sus allegados, y también de lo poco o mucho que comprenda tras la explicación de sus dudas. Ganarse la confianza del enfermo requiere empatizar con él, aunque dar la mano no significa que nadie tenga derecho a hacerse con el brazo u otra parte del cuerpo del galeno. Es preciso marcar unos límites que el paciente ha de aceptar para que la cosa funcione. No son límites para marcar distancias sino de respeto al trabajo del médico y a las necesidades del resto de sus pacientes. En el caso de que se avasallen la relación se rompe y no siempre es posible arreglar las diferencias.
Escuchar, preguntar, recopilar datos, deducir, opinar, concluir, estructurar y resumirlo todo en una historia clínica, breve, clara y concisa, requiere un proceso digno de un literato. El paciente es una persona, no un tramite burocrático ni una serie de documentos que rellenar. No hay casillas con respuestas correctas e incorrectas. Acertar con lo más adecuado para cada individuo entraña involucrarse no sólo en sus distintos problemas de salud, sino también conocer las virtudes que pueden facilitar la curación y los defectos y hábitos susceptibles de complicarla.
Tras semejante estudio lo extraño es que no todos los médicos sean escritores.
2 comentarios:
Más difícil sería que todos los escritores fuesen médicos, me puedo imaginar a Poe en un quirofano, disfruta de tu vuelta como hiciste al contrario, más de uno te habrá echado de menos y hoy te lo recordará. .. ;-D
Hola, Sol, buenos días; muy ilustrativo, la verdad es que tu razonamiento es de una lógica aplastante (aunque me temo que no todos tus 'compinches' se mueven bajo tales parámetros —no hay más que ver la cantidad de ellos que no escriben...—).
Un fuerte abrazo y feliz retorno.
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