Chelo es una escritora migratoria que se aposenta en distintos puntos de su salón, que mostró por fotos. Es mejor que yo no la imite en eso porque mis imágenes no iban a resultar decorativas y, además, se añade un problema de intendencia: soy un bicho raro y no dispongo de smartphone o de cámara digital. House es el que se encarga de la documentación gráfica de las vacaciones, aunque no siempre nos acordamos de coger la cámara.
Mi escritorio es una esquina de la mesa del salón, la esquina más apartada de la zona de paso y, con el paso de los días, la única esquina libre (salvo por mi portátil) de la enorme mesa de cristal y forja que no usamos para comer, salvo en situaciones excepcionales, porque no hay dónde poner los mantelitos. En mi descargo alegaré que no soy culpable de todo el desbarajuste reinante, aunque si pretendo enumerar todos y cada uno de los objetos que ocupan el espacio voy a necesitar varios posts (y mucho tiempo para hacer inventario). A mi derecha hay otra silla en la que aún hay sitio para sentarse aunque no la acompaña en el uso el trozo de mesa asociado, sobre el que se disponen dos cajas de auriculares con revistas médicas, CDs y libros encima, una caja de zapatos llena de recibos, otra con cables y objetos intercalados difíciles de etiquetar, y la tapa de una de las cajas anteriores que ejerce de sujetalibros. La distribución de las cosas en cajas es obra de la asistenta que, de ese modo, trata de contener la anarquía.
La franja central de la mesa está adornada con un batik de Thailandia que nos trajo la tía de House de uno de sus viajes, aunque su diseño se aprecia en contadas ocasiones. Sobre la tela hay dos floreros llenos de peonías de Sia, bastante bien logradas, que me regalaron en L'Occitane cuando cambiaron la decoración. Ya he comentado alguna vez que no tengo mano verde y que la única manera de que no se me mueran las plantas es que se encargue de ellas House (o que sean artificiales). El que mi madre me encargue que le cuide las plantas en vacaciones es porque no tiene otra alternativa. Los floreros por sí solos no cubren el batik, aunque sí lo hacen un par de recipientes con lápices y otros útiles de escritura (y de no escritura que han encontrado dentro su hueco), un neceser de piel vacío (al que acabo de buscar otra ubicación), varias cajas de medicina que salen del cajón y siempre tardan en regresar, por si se necesitan, cosa que sucede poco después de guardarlas. Quizá el tenerlas por en medio sirva de placebo. (Las acabo de guardar así que ya veremos).
Aún quedaría espacio en la cabecera de la mesa si no fuera por la caja de botánicos para los gin-tonics que mi tío le regaló a House, yo no salgo del vino y el champán, llena de recipientes con hierbas aromáticas. Su superficie está desaprovechada con solo un talonario de recetas encima (los médicos solemos atender a toda la familia fuera del horario laboral, generalmente de manera telefónica aunque también suministramos recetas cuando es necesario).
Junto al ordenador suelo dejar mi taza de té, una taza de Gorjuss "on top of the world" que, aunque sea cursi, me encanta. Me tomo el té del desayuno mientras leo el correo y a veces se queda ahí abandonada hasta el día siguiente cuando me preparo una nueva infusión. También tengo un despertador roto y otro que sí que funciona y que compré para sustituir al anterior, aunque no me atrevo a conectarlo porque hice una prueba y creo que, por su culpa, se infartó algún vecino. Ahora uso uno que hace más ruido al darle a los botones para apagarlo que cuando suena la alarma, así que cuando me levanto, lo saco conmigo del dormitorio y lo desconecto fuera para no despertar a House.
En realidad, además de mi rincón en la mesa del salón, tengo un escritorio precioso, de madera maciza, no muy grande, con tapa, que me regaló House. El problema es que está en la habitación con peor luz de la casa, en la que tengo el armario y que se ha convertido en un arsenal de libros, ropa y zapatos. En este caso House no contribuye al caos, es más bien una cuestión de entropía universal. De nada sirve hacer limpieza más que para rellenar el armario de mis sobrinas, porque el mío no se vacía nunca, necesitaría montar un mercadillo para lograrlo (no exagero). Cuando la asistenta tiende la ropa, el lugar deja de ser practicable, por lo que mi magnifico escritorio se mantiene infrautilizado. Tengo que procurar arreglar esa cuestión.
Para terminar me falta invitar a alguien a crear un post sobre su escritorio. No tengo una gran red social pero mi escogida para la labor, si le apetece aceptar, es Joseme, que sí la tiene, y estoy segura de que pondrá también alguna imagen inspiradora.
Me pica la curiosidad: ¿dónde contesta a sus cartas la misteriosa Madame Santal?
4 comentarios:
¡Genial, Sol! pues yo creo que el desorden no es tal desorden si uno sabe dónde encontrar las cosas, y tú las tienes todas controladas.
Lo has descrito con tal lujo de detalles que me lo imagino y me gusta mucho, la verdad.
Me encanta la taza de Gorjuss, de cursi nada, y lo de los botones de la alarma y el vecino, es para morirse de la risa.
Te doy las gracias por ser tan rápida respondiendo a mi invitación, y...respecto a tu último párrafo...desde luego, Joseme no se escapa de mostrarnos su escritorio, pero...¡no me digas que tú también conoces a Madame Santal!Sus poderes se ve que se están expandiendo entre los bloger@s.
¡Un beso muy fuerte, SOLete!
Ja,ja,ja. Con esto de los escritorios que parece una entrada recurrente y viral, me he pasado por aquí, vendo desde el Blog de Chelo y tengo que decirte que he visualizado talmente todo lo que has descrito. Sólo tengo dos dudas: ¿Quién es House? ¿El famoso doctor adicto a las drogas? y la otra. ¿Para poder comer o cenar en la mesa que utilizas para escribir,necesitas vaciarla de continuo para poder hacerlo?
todo un placer haber tenido una excusa para pasarme por aquí, ha sido muy agradable leerte.
Un abrazo.
House es mi marido, le bautizó así uno de los residentes del hospital por la "dulzura" de su carácter, pero es una gran persona, y antes de tomarse un simple analgésico necesita toda una labor de concienciación.
Comemos en la mesa de la cocina. No es que esté despejada (hay un hervidor para el té, una cafetera express, un tostador y todo un muestrario de botes) pero los mantelitos para dos aún caben.
La ventaja, alguna hay que buscar, de la mesa del salón atestada es que está todo a mano (si eres capaz de encontrarlo). Con su clasificación en cajas de zapatos (los ocupantes originales están en mi habitación) la asistenta nos facilita mucho esa tarea.
Joseme ya está en la tarea y ya descubriremos si lo hace Madame Santal.
Besos.
Hola. gracias a Chelo acabo de descubrir tu blog y me gusta mucho la variedad de temas que tratas. Coincido contigo en que mi escritorio también está en una esquina del salón aunque el portátil lo suelo mover hasta el sillón... dependiendo de la hora del día que lo utilice. En este momento tengo un blog dedicado a los jóvenes y Educación que te invito a visitarlo: http://cativodixital.blogspot.com.es/ . Si quieres seguimos en contacto. Yo ya me hice seguidora de tu blog.
Publicar un comentario