martes, 5 de julio de 2011

Restaurar "mosaicos"

The deconstructionist de Timothy Tyler
Parece que ¡por fin!, aunque hasta que no pasen unos días no me lo terminaré de creer, la parte de obras del edificio que afectaba a nuestra casita ha llegado a su fin. Cuando ayer se fue el que colocó los azulejos (actividad que debe requerir una precisión y concentración similar a la cirugía otológica, si no a la neurocirugía, ¡por lo menos!), me comentó que cuando viese al encargado (él seguro que lo ve, pero en cuanto el susodicho oye el ascensor con alguien de la casa estoy segura que se esconde), le dijese que me mandase al pintor para la línea de unión del techo con la pared, que tuvo que ponerle algo de yeso. Si total, aún tenemos el yeso de cuando nos cambiaron las ventanas (de eso hace ya 7 años), que más nos da una pequeña raya en el techo. Si además así conseguimos que la cocina esté a juego con las habitaciones. Entre obreros y algo de yeso decorativo, me inclino por lo segundo, la verdad es que una se acostumbra y no se nota tanto.

El mosaico romano que el hombre nos colocó ayer en la pared (eso sí, con teselas de 30x30cm) le llevó toda la mañana. Bien que era del suelo al techo. Bien que también daba la vuelta y había que hacer parte de una segunda pared. Pero llegar a las 8 de la mañana (que menos mal que madrugo, porque a cualquier otro en vacaciones le vienen los obreros a esas horas y los puede recibir a escobazos), bajarse según llegan a por unos cartones y, volver a aparecer casi a las 9, no me digáis que no tiene guasa. Mientras tanto, cubrí todo el suelo de la cocina y la entrada con periódicos, para así intentar disminuir al máximo el estropicio. Sobre los periódicos (que empecé distribuyendo rápidamente y que luego pude colocar, aplastar, reforzar, contemplar y hasta leer las noticias atrasadas mientras esperaba el regreso de los operarios), colocaron los cartones. Descubrí que el tiempo que habían tardado en ir a por ellos lo debían haber dedicado a empolvarlos y enyesarlos bien, hasta que quedaron totalmente rebozados. A las 10 me dice el hombre, sólo se quedó uno, que se baja a desayunar, que volvería a las 10:30h. Me asomo a la cocina a ver cuánto le queda, y descubro que ¡le queda todo!, aún no había puesto ni un solo azulejo. A lo mejor no fue buena idea extender periódicos y darle material de lectura, para colmo antiguo, que debe resultar más interesante, que uno puede estar actualizado pero las noticias de hace un año, con la perspectiva histórica, ganan. Las 10:30 fueron en realidad 10:45h. Aproveché el tiempo en ducharme, lavarme el pelo y hasta secármelo, pero no con secador, que eso es más rápido pero apetece poco con el calor, sino al aire y dejándomelo con su rizo. Incluso me pude hacer una mascarilla facial (que con el polvo la piel se queda como lija) y me pinté un poco el ojo. Cuando volvió yo ya estaba lista y acomodada, con mi libro en el sofá. No resulta sorprendente que haya tenido que encargar más libros a Amazon, porque estoy agotando las reservas.

Una vez que colocó 3 filas de baldosas, pensándolo bien, creo que fueron 4, lo que le llevó algo más de una hora (estaba claro que lo hacía a conciencia, pero también en esas 4 filas estaban las de la segunda pared, que quedó al fin cerrada), se tuvo que ir a buscar "nuevas baldosas". Las "nuevas" las sacan de una cocina que están desmontando entera, y está claro que las baldosas vinieron frescas, recién desmontaditas, porque tardó casi lo mismo en traerlas que en poner las que ya había en mi casa. Si veía que me iba a tener que ir a la comida con mis amigas y le iba a tener que decir que se fuese y volviese por la tarde. Finalmente, casi a las 13:30h, terminó con su obra maestra, que voy a tener que poner un Van Gogh en la cocina para que haga juego. Dando muestras de un cerebro privilegiado, que con las limitaciones del mío no llego a comprender, los cascotes y yeso que se habían quedado en el cartón, los sacudió directamente sobre mi suelo (y parte de los periódicos). Retiró en la zona de alrededor de la obra, con un perímetro que no llegaba al metro, los susodichos papeles, ahora llenos de restos, por supuesto los trató con un cuidado equiparable al de los cartones, y barrió (que ganas me dieron de darle con la escoba en la cabeza, ya que no le había recibido con ella, para ver si le reseteaba mejor la neurona.

Aspecto final (en mis sueños)
Cuando se marchó, retiré los periódicos con cuidado (pese a ellos aún había caído bastante polvo), barrí y fregué. Y como a todo esto eran casi las 14h, me fui a la comida, y casi me olvido en casa los regalos (con tanto reajuste de fechas teníamos pendientes las celebraciones de cumpleaños de todas). En el restaurante me olvidé de las obras y disfruté de la salida de vacaciones, si ya lo decía Mary Poppins, que "con un poco de azúcar"... En este caso en forma de delicioso sushi.

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