Se supone que cada 3 meses nos vamos a ver obligados a cambiar la contraseña para poder trabajar con los ordenadores. Como el sistema no es muy listo, el cambio de contraseña interna no incluye a la de Internet, que también deber ser modificada cada tres meses aunque en un periodo intercalado con el del hospi y tras previo aviso de la Consejería. Si por desgracia, dicha notificación le pilla a uno de vacaciones, a la vuelta no le queda más remedio que buscarse las castañas si desea acceder a la red. Esto ya le ha sucedido a más de uno y es preciso hacer un máster para solucionarlo. Eso o encontrar un alma caritativa que ya se haya sacado el título.
Estas facilidades no nos pillan por sorpresa a los trabajadores. Los burócratas asumen que, la importancia de su puesto, está en función de las complicaciones que provoquen a sus subordinados. Es por ello por lo que uno acaba con una contraseña perteneciente a trabajo e Intranet y otra para Internet. Es cierto que, con un poco de ojo y otro de suerte, ambas pueden llegar a coincidir en el ínterin en el que se solapan sus respectivos procesos de ajuste. No conviene acostumbrarse a esa transitoria concordancia, es puramente accidental. Además de las referidas, hay otra diferente para la Biblioteca, junto con una variedad imposible de memorizar para cada uno de los servidores de las revistas científicas. Por supuesto no hay olvidarse de las correspondientes a las cuentas de correo externo, y eso sin hablar de las del banco, tarjetas, PIN del busca-móvil del hospital (que también hay que saberse porque se desconfigura de vez en cuando) y del propio (ese es, el que un día de estos, se me va a olvidar por falta de uso). También conviene tener en cuenta los números de colegiado para el check-list, los de historia de algunos pacientes y los teléfonos de planta, urgencia, despachos y consulta.
A finales de año, los de los laboratorios nos suelen obsequiar con una pequeña agenda en la que anotar todos esos detalles. Ni que decir tiene que, el que la usa, la llena el primer día con todos los datos imprescindibles ya comentados y luego, anda con hojitas suplementarias en las que apunta el resto de las cosas que surgen. En mi caso, me las apaño para perderla en la primera semana, por lo que ni me molesto en hacer anotaciones en ella, y la remplazo por una variedad de escuetos post-it que dejo pegados en cualquier lado y que, he de reconocer, jamás me acuerdo de mirar. Suelo encontrarlos meses después en algún bolsillo, aunque nunca cuando son necesarios. La verdad es que, con frecuencia, soy incapaz de desentrañar su significado, mis garabatos a mata caballo tienen poco que envidiar a los jeroglíficos de la Piedra de Rosetta.
Mi memoria para los números es bastante buena (veremos lo que me dura) y es frecuente que mis compañeros me utilicen de guía a la que consultar los teléfonos del hospital. Aún así, con tanto cambio, el otro día fui incapaz de abrir el correo electrónico. A posteriori me di cuenta de que no se debía a meter mal la contraseña, sino el nombre de usuario ¡qué ya ni eso me sé bien!
2 comentarios:
¡Ajá! ¡Así que eres tú la que se deja los post-it en los bolsillos de las batas! Y luego me los encuentro llenos de una pasta amarilla o, aún peor, todavía legibles, con números que no reconozco y a los que, seguro, seguro, tendría que haber llamado ni se sabe cuando.
En fin: paciencia: son los nuevos tiempos que nos ha tocado vivir.
Pues no desesperes que esto no ha hecho más que empezar. A partir de ahora vas a necesitar crearte una base de datos para recordar las claves de los softwares de la nube: googledocs, slideshare, netvibes, twitter, linkedin, dropbox y más...¡Ánimo!
e-librarian
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