De paseo por el Parc des Bastions en otoño,
las copas doradas filtran la luz y, las hojas y las castañas,
caen de los árboles. Conviene estar atento a estas últimas.
Al fondo se encuentra la subida al balcón,
con su suelo empedrado y techada de verdes ramas.
Como recompensa al pequeño esfuerzo:
el panorama desde el mirador.
Desde ahí, se accede a la empinada cuesta de entrada
a la Ciudad Vieja. En el castaño inclinado de su cúspide
se vigila anualmente el brote de la primera hoja,
que marca el inicio de la primavera.
Uno de mis lugares favoritos es
la Rosaleda del Parc de la Grange
¿Cual escogeríais?
Para decidirlo, todos los años hay un concurso.
Muchas rosas tienen nombre propio,
en honor a personajes célebres.
¿No sería genial poder bautizar una?
M. William Favre, que legó el parque a la ciudad en 1918,
vivía en esta casita situada en el precioso jardín.
La ciudad de Ginebra le agradeció inmensamente su donación,
aunque no estoy tan segura de que sus herederos
compartieran la misma satisfacción.
También se encuentran Red Woods en Suiza
La cobriza corteza del pino enciende sus reflejos
en la puesta de sol
El agua corre por el Parc des Eaux Vives
sin perder de vista el lago.
En la otra orilla, los árboles crecen en
el Jardin de Mon Repos
y el visitante se detiene ante la relajante puesta de sol
desde la Perle du Lac |
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