Una premisa errónea de los pacientes es la de confundir magia y medicina. Para muchos de ellos el médico no ha evolucionado desde el curandero de la tribu. Los 6 años de carrera y el MIR posterior hasta lograr el título de especialista no significan que, por ello, haya que aplicar el tratamiento indicado. Así, muchos vienen a revisión quejándose de no haber mejorado. A la pregunta de ¿se pone las gotas? o ¿ha dejado de fumar? o ¿se toma las pastillas? la respuesta es, la mayoría de las veces, un rotundo no. ¿Para qué? ya han ido al médico, con eso debería ser suficiente. No terminan de entender que el hospital no es Lourdes, ni Jerusalem, ni siquiera La Meca, y que, cuando lo que uno espera es un milagro, debe realizar una peregrinación a uno de esos sitios en vez de esperar, con fe, que el médico le cure. ¿Cómo? ¿Imponiendo las manos? ¿Eso no es tarea del Papa? No toda la culpa es suya, es fácil que el mismo nombre del hospital les induzca a error. ¿Cómo distinguir entre una iglesia de nombre Santa María del Mar y un hospital llamado Nuestra Señora del Mar? No es el único ejemplo, también están: la Clínica de la Luz, la de San José, San Camilo, la de Todos los Santos o la de la Santa Cruz y, ya con recochineo, La Milagrosa. Es lógico que los pacientes lleguen con unas expectativas lejos del alcance de la medicina actual. No he probado aún lo de pintarme el cuerpo y brincar o a meditar estilo chamán, pero sé, a ciencia cierta y de antemano, que no me funcionaría.
El ansiado milagro se ve sustituido por unos consejos y unas explicaciones aclaratorias que sólo sirven para confirmarles lo que ya se temían: no les vas a curar. Pese a tus esfuerzos, nunca logras hacerles entender que deberían probar a hacer el tratamiento y a seguir tus recomendaciones. ¿Para qué? Si ya les has dejado claro (esa parte sí que la han comprendido muy bien) que no vas a curarles. Aún así, pretenden que les revises. En ese punto hay que plantarse y ahora eres tú las que les planteas el ¿para qué? Si no van a poner de su parte para mejorar, ya sabes con seguridad, que salvo milagros, estarán igual o peor en la revisión. Es por ello por lo que se refuerza la indicación de la peregrinación y la oración. Aún así, hay algunos que te citas, incluso duplicados, y te los vuelves a citar, pese a que el paciente haga caso omiso a tus consejos. Eso no es una buena señal. No lo haces llevada por el optimismo al albergar esperanzas de llegar a ser testigo de un milagro. Al contrario: tratas de pillar a tiempo el tumor al que el paciente anda comprando papeletas. Como tal, se lo dices. Es en esos casos, cuando suelen empezar a prestarte atención y a seguir tus consejos.
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