El blog me sirve de autoterapia. A veces creo que si Freud hubiese dispuesto de un arma similar les hubiese pedido a sus pacientes que, en vez de limitarse a contarle sus sueños, escribiesen un blog en el que además reflejasen sus recuerdos, pensamientos y vivencias. No sólo me sirve para desahogarme y tomarme con humor los disgustos al reírme del mundo, aunque a veces me exceda en mi mordacidad y, colateralmente, algunos se puedan dar por aludidos. En general mis reflexiones son impersonales o se refieren a ocurrencias en momentos puntuales.
En cuanto a mis recuerdos no son, ni mucho menos, una crónica objetiva de los hechos, ni pretenden serlo. En realidad me río de mi misma y, según me dé, le saco punta a mis propias estupideces, algunas antiguas y otras menos lejanas de lo que me gustaría. Yo sola me abastezco con un amplio suministro de material cómico del que burlarme. No sé si eso es indicativo de salud mental, pero más bien, me temo, que lo sea de todo lo contrario. El caso es que mi edad del pavo dio mucho juego y, en mi memoria, afloran sin previo aviso todos esos detalles vergonzosos que la mayoría del mundo relega al olvido. Mejor tratarlos con guasa, además, si no lo hago yo, es probable que se encargue mi hermano y aproveche para ello cualquier momento, no siempre oportuno, en las reuniones familiares y no tan familiares. Al parecer él también tiene una memoria blindada de esos años.
También es cierto que aunque mis escritos me traigan a un primer plano mis defectos, no por ello les pongo remedio. Me siguen enfureciendo algunos temas, pero me consuela dejar plasmados mis pensamientos por escrito. Es quizás algo pueril, una manera de reafirmarme con un "ahí queda eso" como si por ello tuviese la razón o la última palabra. O quizás, simplemente, el planear ridículas
venganzas en mi mundo de fantasía, me baste para reírme de las
idioteces que me sacan de quicio.
El tiempo que empleo en el blog es un método de control de mi adicción a las compras. Es muy sencillo: si escribo, no compro. En otros aspectos no funciona igual de bien, porque no me supone un autocontrol de mis impulsos, sino que simplemente canalizo mi entusiasmo enfermizo hacia la
escritura. Así sólo le doy la matraca al pobre lector desprevenido, que tiene la ventaja de poder desconectar si el tema no le interesa. Desde luego, no será por falta de material, que comprendo que puede llegar a resultar agobiante, pero es que ¡hay tantas cosas! El investigar para algunos temas me ha llevado a descubrir otros y a aprender algo de ellos, que el saber nunca sobra, aunque sí que ocupa lugar, al menos en mi blog. Hago propósitos para moderarme aunque, por supuesto, todos se frustran en cuanto me entran las ganas de escribir, que hasta de esos mismos propósitos soy capaz de hacer un post.
4 comentarios:
Tu no te cortes, prima, a muchos de nosotros nos gusta mucho que te desahogues escribiendo (a mi me ha servido de mucho escribir en mis peores momentos, que no han sido pocos) aunque en mi caso esos escritos siguen guardados y soy su única lectora. Yo me alegro de tenerte por aquí, ya que el teléfono lo tenemos olvidado y en persona nos vemos poco. Besos, prima
Creo que enfrentarse a esos "probleaños" y reirse de ellos, no es solo un signo de salud mental, sino de autoestima, y hacerlo en familia o con amigos, es un ejercicio que debería ser obligatorio. Además si la persona que lo escribe lo hace como tu de bien, con gracia y salero, a parte de terapéutico e instructivo es un gusto leerlo. De parte de Javier, ahí va su web para que la "enlazez" como diría él. www.javiercomas.net.
Por cierto ya está publicada la obra 2012 Ritmos y Mediterráneo
Eso, eso, blogoterapia que a los plimates también nos gusta.
Un beso Grumpy
Espero que sigas con la blogoterapia por mucho tiempo. Yo estoy enganchada y me gusta mi ratito de enganche diario. Lo disfruto mucho.Gracias.
Besos, prima.
Maria José.
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