miércoles, 21 de diciembre de 2011

Correspondencia

Siempre me ha gustado escribir cartas y esperar impaciente la contestación de mis amigos a mis extensas misivas que, en ocasiones, simulaban casi un diario. Paradójicamente, cuanto más frecuentes eran, más largas se hacían. Si me dejaba llevar, terminaba por enlazar una con otra hasta incluso escribir no sólo en días sucesivos sino incluso a diferentes horas del mismo día. Por supuesto era imposible que mis corresponsales siguiesen mi ritmo por lo que, mis asiduas e ilusionadas revisiones al buzón de casa, no solían verse recompensadas con la frecuencia deseada. Supongo que tendrían que haber instaurado un servicio especial de carteros, con varios turnos, para cubrir mis expectativas.

Durante mi infancia, el sistema de Correos no era precisamente el más eficaz y, su escasa formalidad, provocaba que una se preguntase con frecuencia si las cartas se habrían perdido entre las sacas. En una de esas ironías de la vida, su fiabilidad ha mejorado según se ha hecho menos necesario gracias al uso de Internet. Progresivamente el contenido del buzón se ha ido limitando a facturas de bancos y notificaciones de organismos oficiales y, durante el proceso, las ansiadas cartas manuscritas se han convertido en e-mails. Es cierto que han perdido el romanticismo de los sobres y el papel de cartas decorado de mi niñez pero, a cambio, también presentan algunas ventajas: la comodidad y la inmediatez en el envío sin necesidad de acudir al estanco a por sellos que, pese a comprarlos por tiras, nunca aparecían cuando se necesitaban, la facilidad de revisar lo escrito sin llenarlo de tachones, de cortar y copiar párrafos para pegarlos en diferentes mensajes y, la posibilidad de mandar el correo a varios corresponsales simultáneamente, lo que hace factible el mantener a todos al tanto de los últimos eventos sin necesidad de tener que dedicar horas y más horas a la misma redacción.

Con la era móvil, muchos intentan sustituir el encanto de las cartas por mensajes SMS, que carecen por completo de esta cualidad: no se cuida el estilo y ni siquiera tienen contexto asociado, tan solo una breve línea, con frecuencia carente de vocales, en la que se plasma una nota tan breve que casi parece una excusa. Son la excepción a la regla de "menos es más" y a la de "lo bueno si breve". Además vienen acompañados por un irritante y, con frecuencia inoportuno, tono de alarma para avisar de su presencia que obliga a consultarlos casi de inmediato, independientemente de la situación. En mi opinión son el equivalente a los telegramas y deberían ser valorados como estos sin creerse que sustituyen a una buena conversación o a una carta en condiciones. En mi caso no sirven de casi nada ya que, gracias a mi manía a tener encendido ese molesto dispositivo, suelo leerlos con tanto retraso que, la mayoría, han caducado.

Escribir un blog se podría considerar dentro del genero epistolar, aunque con matices. El origen de este en concreto, provino de las sugerencias de mis corresponsales habituales, no sé si por saturación de mensajes en sus buzones o si, tal y como afirmaban, simplemente porque les gustaban mis historias. También me lo propusieron mis primas y mis amigas en relación a mi adicción a las compras, para apuntar recomendaciones de hallazgos, ofertas y guías de las distintas zonas. En este sentido el blog me ha mantenido tan entretenida que he conseguido controlar, hasta cierto punto, mis ansias de peligrosos paseos para ver escaparates (no limitados tan sólo a estos sino también a investigar las tiendas que los exhibían). Al igual que, anteriormente, esperaba la respuesta a mis cartas, ahora me ilusiona recibir los comentarios a las entradas. Supongo que estos constituyen la réplica interactiva de esta peculiar "blogrespondencia".

2 comentarios:

Sole dijo...

A mi también me encantaba recibir cartas, mi problema era a la hora de contestarlas...Intentaba contestar en cuanto llegaban a mis manos, porque conociéndome, si lo dejaba más tiempo encontraba algo que hacer normalmente me hacía olvidar esa tarea pendiente (soy un desastre, lo sé).
A mi los e-mail me han solucionado parte del problema, ahora intento contestar enseguida y me resulta más fácil. También me gusta comentar las entradas del blog, y felicitar la capacidad de plasmar ideas, recuerdos y vivencias de mi prima.
He de confesar que también utilizo los mensajes de texto, y no siempre con una simple frase, y me mantiene conectada con gente a la que no tengo localizada por correo...

Fran y Javier dijo...

Hola soy Javier, yo también hecho de menos las cartas y lo que escribir conllevaba. Antes de mandarlas solías releerlas y si dudabas de algun comentario o idea , la reecribías o usabas chapuceramente el tipex. La carta era un acto reflexivo, te tomabas tu tiempo, y cuando llegaba a su destino, era posible que antes hubieras usado el teléfono, no existían los móviles, y aclararas algún concepto, concluyendo en la llamada, "ya lo leerás cuando te llegue la carta". En fin que todos estos "retrasos" hacía que hubiera menos malos entendidos. ¡Cuántas veces nos ha pasado que despues de hacer clic en "enviar" piensas: No tenía que haberlo enviado!. Un saludo. Y Felices Fiestas, (esto último me lo apunta Fran)