domingo, 11 de diciembre de 2011

Médicos enfermos


¿Qué hace un médico cuando cae enfermo? Para empezar, ser mal paciente. La primera fase de "negación" no se acepta como falsa hasta que no es más que evidente que la febrícula y la debilidad no se deben tan sólo al cansancio. Al primer síntoma yo me tomo el primer antiinflamatorio para intentar frenar su evolución. El Dr. House no me pide una pastilla salvo que ya no resista más sin ella. Imagináos una casa con el Dr. Grumpy y el Dr. House arrastrando de su cuerpo a duras penas y, para más inri, ambos a la vez. Podría ser similar a la película de "la extraña pareja", pero no, estamos demasiado matados como para ser capaces de sacar el sarcasmo. Menos mal que, cuando esto ocurre, uno suele estar mejor que el otro, pero aún así, en la tarde de ayer no nos levantamos del sillón, ni tan siquiera a escribir un rato.

Estar enfermo es aburrido, no se puede leer demasiado porque cansa y, si sube la fiebre, es todavía peor. Una pasa de la sudada del calor a la tiritona del frío en cuanto se termina el efecto de los antitérmicos. Eso sin contar: la flojera, el dolor de cabeza, el mareo con estómago revuelto y el extra de irritabilidad. Afortunadamente me pongo enferma pocas veces, incluso menos que House. A los dos nos suele durar más bien poco. Ambos empezamos siempre con muy buenos propósitos la tarea de cuidar al otro, porque "el pobrecito, esta malo". Sin embargo, al cabo de unas horas recurrimos a arañar en el fondo de nuestras intenciones iniciales, en busca de algún resto de paciencia, con el que sobrellevar, sin alterarse, las ideas propias del experto paciente que tenemos entre manos.

Estoy convencida de que la mala leche tiene propiedades curativas. Sólo hay que ver que la gente que no se pone casi nunca enferma y, a la que por lo tanto no se piede de vista con facilidad, por muchas ganas que se tenga de ello, no es precisamente la más dulce. Es lógico, los bichos van a la miel y, si se equivocan, ya se dan ellos mismos buena prisa en salir del vinagre en el que han caído. No creo que haya estudios, pero si alguien los soportase como material de muestra, llegaría a la conclusión de que son individuos mucho más longevos que la media. ¡Qué ni las parcas los quieren de acompañantes!

Eso no significa que este tipo de "sanos" no vayan nunca al médico. Por el contrario, uno de sus pasatiempos favoritos para algunos de ellos es precisamente el de quemar la sangre del galeno. La mayoría de las veces hay que discutir con ellos hasta la saciedad, que a fin de cuentas es para lo que van, hasta "no convencerles" de que no tienen nada, y esquivar como se pueda el darles una nueva cita de revisión, en la que se empeñan. Se van de allí con una mezcla de satisfacción y disgusto. La primera porque ya tienen a alguien más al que incluir en sus críticas y, la segunda, porque no se han salido con la suya de conseguir la revisión. Claro que para eso les queda la baza del médico de cabecera, que hará todo lo que esté en su mano por quitárselo de encima.

1 comentario:

Sole dijo...

Pobrecitos los doctores, espero que ya pasara lo peor...a mejorarse. besitos