Una historia de época de Billete según su protagonista:
"Una preciosa mañana de primavera nos fuimos de paseo para disfrutar del día. Me puse al volante de mi flamante Simca 1200 GLS Confort. El pasaje estaba formado por mi hermana y su novio, mi madre y la Cucucá. Íbamos tranquilos, entre risas, cuando, por el retrovisor, observo cómo, un coche pequeño, un SEAT 133 de la época , le hacía pirulas a todo el mundo. No me libré, al llegar a mi lado, también me la jugó. Ni que decir tiene que me enfadé enormemente, tanto que, pese a la presencia de la familia, proferí algunos insultillos.
Por desgracia, la cosa no quedó así. Poco más adelante, el desconsiderado individuo, echó de la calzada a otro coche en el que viajaba un matrimonio mayor. Ahí sí que me sentí realmente furioso. Al ponerse el semáforo en rojo, tiré con ímpetu del freno de mano y me encaminé con paso decidido hacia el infractor, mientras le ponía (sin cortarme) de vuelta y media. Sin grandes miramientos, se bajó de su coche y se acercó a mí, con cara de bestia con pocos amigos. Estaba tan ofuscado que no valoré bien lo crítico de la tesitura y despotriqué aún con más ganas contra su absoluta falta de educación. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando aquella mole me lanzó un puñetazo! Afortunadamente lo pude esquivar. Estudié la escena y abracé a aquel animal por las piernas (donde me pillaba bien de altura), afortunadamente, conseguí tirarlo al suelo.
Una vez inmovilizado, más por la sorpresa de mi ataque que por mi poderío físico, los conductores de los coches de alrededor, que hasta el momento se habían limitado a contemplar la escena, se bajaron de sus vehículos para poder apreciar la contienda de cerca. Tuve muchos seguidores, la mayoría de la gente me animaba para que le diera a aquel bruto su más que merecido castigo. Afortunadamente no estaba solo. Mi hermana colaboró casi arrancándole la cabellera, seguramente para obtener un trofeo de la lucha. Por supuesto, mi madre no iba a abandonar a sus dos hijos en esa comprometida situación y, sin muchos miramientos, se quitó el zueco y le arreó a aquel animal con él en la cabeza mientras yo la observaba desde mi precaria situación en el suelo. Ni que decir tiene que su intervención fue ámpliamente vitoreada por el público.
Las cosas se ponían duras. Aquella bestia no era fácil de controlar y la conmoción infligida por mi madre no había bastado más que para atontarlo (aún más) momentáneamente. Entre la multitud veo con ilusión como se acerca un policia de tráfico a la carrera. Aliviado me relajo un poco. Pienso que ya estoy a salvo. ¡Craso error! La fiera se revuelve y, en estas, se le cae la cartera. En aquellos años no se estilaba eso de llevar la foto de la madre, esposa y churumbeles. Tampoco salieron flotando miles de billetes con los que recompensar nuestra acérrima defensa de la justicia. A cambio, lo que se desparramó por el suelo fueron decenas de calendarios de chicas sin ropa. Al policía le pareció entonces mucho más cívico el recoger los objetos de la calzada, ¡no fuesen a herir la sensibilidad de los presentes! Seguro que con esa idea en mente, se entretuvo en recoger y observar con cuidado, uno a uno, los dichosos calendarios, antes que hacer caso de mi escabrosa situación."
Boys Riding On A Homemade Fire EngineHarry Anderson |
Por desgracia, la cosa no quedó así. Poco más adelante, el desconsiderado individuo, echó de la calzada a otro coche en el que viajaba un matrimonio mayor. Ahí sí que me sentí realmente furioso. Al ponerse el semáforo en rojo, tiré con ímpetu del freno de mano y me encaminé con paso decidido hacia el infractor, mientras le ponía (sin cortarme) de vuelta y media. Sin grandes miramientos, se bajó de su coche y se acercó a mí, con cara de bestia con pocos amigos. Estaba tan ofuscado que no valoré bien lo crítico de la tesitura y despotriqué aún con más ganas contra su absoluta falta de educación. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando aquella mole me lanzó un puñetazo! Afortunadamente lo pude esquivar. Estudié la escena y abracé a aquel animal por las piernas (donde me pillaba bien de altura), afortunadamente, conseguí tirarlo al suelo.
Una vez inmovilizado, más por la sorpresa de mi ataque que por mi poderío físico, los conductores de los coches de alrededor, que hasta el momento se habían limitado a contemplar la escena, se bajaron de sus vehículos para poder apreciar la contienda de cerca. Tuve muchos seguidores, la mayoría de la gente me animaba para que le diera a aquel bruto su más que merecido castigo. Afortunadamente no estaba solo. Mi hermana colaboró casi arrancándole la cabellera, seguramente para obtener un trofeo de la lucha. Por supuesto, mi madre no iba a abandonar a sus dos hijos en esa comprometida situación y, sin muchos miramientos, se quitó el zueco y le arreó a aquel animal con él en la cabeza mientras yo la observaba desde mi precaria situación en el suelo. Ni que decir tiene que su intervención fue ámpliamente vitoreada por el público.
Las cosas se ponían duras. Aquella bestia no era fácil de controlar y la conmoción infligida por mi madre no había bastado más que para atontarlo (aún más) momentáneamente. Entre la multitud veo con ilusión como se acerca un policia de tráfico a la carrera. Aliviado me relajo un poco. Pienso que ya estoy a salvo. ¡Craso error! La fiera se revuelve y, en estas, se le cae la cartera. En aquellos años no se estilaba eso de llevar la foto de la madre, esposa y churumbeles. Tampoco salieron flotando miles de billetes con los que recompensar nuestra acérrima defensa de la justicia. A cambio, lo que se desparramó por el suelo fueron decenas de calendarios de chicas sin ropa. Al policía le pareció entonces mucho más cívico el recoger los objetos de la calzada, ¡no fuesen a herir la sensibilidad de los presentes! Seguro que con esa idea en mente, se entretuvo en recoger y observar con cuidado, uno a uno, los dichosos calendarios, antes que hacer caso de mi escabrosa situación."
1 comentario:
Otro de tus excelente relatos de Billete. Muy bueno. Saludos, manolo.
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