Voy en busca de un Gran Quizá. François Rabelais.
He vagado por el mundo durante miles de años, el tiempo que hace que crucé la frontera hacia la muerte. Abandoné mi cuerpo y me alejé. Hay quien no se atreve a separarse y elige mantenerse unido para siempre al cascarón de su antigua morada. Permanece junto a su tumba, aterrado ante la idea de adentrarse en lo desconocido. Se aferra al pasado por miedo a la despedida, porque aquel que se aleja olvida. Viaja sin nombre, sin emociones, sin bagaje. Jamás volverá y nunca tendrá otro lugar en el que cobijarse.
Una barrera me separa de la vida y no me es posible franquearla en sentido de regreso. En mi descanso eterno no conozco el sueño. Recorro las ciudades, los campos, los mares y las montañas. Vago sin rumbo y observo los eventos al otro lado del espejo. Soy agua, tierra, fuego, luz, oscuridad y viento. Subido a las olas de una tempestad he presenciado naufragios. El barco se ha hundido, encallado en las rocas bajo mi espuma. Mi eco ha repetido las últimas plegarias. He estado en campos de batalla donde me han atravesado miles de balas destinadas a cuerpos hasta entonces vivos. Desde su cráter he asistido a la erupción inesperada de un volcán. Nadie oyó mi rugido de alarma antes de estallar.
Soy testigo del paso del tiempo. Conozco el pasado, contemplo el presente y entreveo el futuro. Lo presencio todo sin intervenir. No puedo. Lo intenté al principio, antes de marcharme, cuando aún tenía memoria. No lo he vuelto a intentar, sé que no soy más que un alma errante que no existe en realidad.
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