Floto entre tus brazos. Noto el cosquilleo feliz de mi piel que me indica que mi otro yo se va a escapar otra vez. Me pregunto qué se le habrá ocurrido. Cuando lo descubro me río.
- Mi otro yo está loco – te digo.
- No tienes otro yo – afirmas.
Sí que lo tengo. Es el yo que vive en un mundo de fantasía en el que existe la magia. Es un yo que se libera bajo el influjo de la felicidad. Mi otro yo vive en mis sueños y me los muestra en momentos en los que estoy despierta.
Mi otro yo ha hecho de la habitación un océano para convertirse en sirena y nadar hacia la puesta de sol. Allí espera a la luna para emerger en su estela y elevarse hacia el aire impulsada por su cola. Siento el golpe de las olas, el frescor del agua, la velocidad vertiginosa de las corrientes que me envuelven. Oigo el silencio de las profundidades, la acogedora soledad de su inmensidad. Exploro cada rincón, llego hasta el fondo, me tumbo en la arena, me acerco hasta las rocas. En el arrecife de coral se distingue una ciudad que contemplo desde lejos. Me dejo llevar por el agua, una parte de mí entre tus brazos y el resto sumido en la realidad de mi ensueño.
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