Esta mañana hemos estado en el Thyssen para ver la exposición de Antonio López. Afortunadamente habíamos comprado las entradas por Internet, porque la cola para las mismas se salía del museo y continuaba por la Castellana. Eso no quiere decir que a todo el mundo le haya entrado el afán por el arte, la belleza y la cultura en esta ciudad, sino simplemente, lo que hemos deducido dada la gran cantidad de clónicas estiradas presentes, está de moda. Si no has visto Antonio López, no debes ser nadie en esta ciudad.
En vista de la demanda, os dejo el link desde el que podéis comprar las entradas y también podéis hacer una visita virtual de la exposición, aunque, lógicamente, no es lo mismo:
http://www.museothyssen.org/microsites/exposiciones/2011/antoniolopez/museo10.html
Teníamos tiempo, que hemos pasado en el hall, donde nos hemos encontrado a mi madre, que terminaba de ver la exposición, así que nos ha comentado sus impresiones. De momento aquí van las mías y, menos mal que no me muevo en los círculos de moda, o podría terminar excomulgada. Me ha gustado, por supuesto hay cuadros preciosos y sólo por verlos merece la pena, no me ha encantado y, en parte, me ha defraudado. Pensé que me iba a gustar todo y no ha sido así. Había oído definir al pintor como hiperrealista y, lo que conocía de él, a través de reportajes y documentales, porque nunca había visto nada en directo, así me lo parecía. Tarda diez años en terminar un cuadro pero, a pesar de ello, muchos de ellos, ni siquiera los termina. El problema que les veo es que no les queda el encanto de obras inacabadas que tienen otros artistas, son tan sólo estudios y bocetos y los percibo como tales. Matisse tiene muchos estudios de formas y colores, pero poseen o bien una fluidez o, si no, una sencillez que te conquista. También lo había oído nombrar como el "pintor de la luz". Este apelativo se debe a que muchas de sus pinturas las tiene que realizar desde el mismo punto y a la misma hora para así reflejar la luz del momento. El problema es que no todos los días son iguales ni tampoco la percepción de los mismos, aunque puede que para su ojo de artista sí lo sea: los hay alegres, tristes, grises, soleados, húmedos y secos. Para empezar, los primeros no entran en la esfera de Antonio López, con lo que su pintura no eleva el espíritu. La luz es muchas veces mortecina, y no porque refleje el final del día, sino porque hay un tipo especial de transparencia en la claridad que sus cielos no me transmiten. Falta vitalidad en sus cuadros, sus retratos resultan tétricos, como sacados de la película de "Los Otros". Creo que se debe a que, salvo su madre, los personajes no tienen expresión alguna en la boca. Una mirada inquietante, sí, pero sin calidez. Sus dibujos a lápiz son técnicamente maravillosos aunque, llega un punto, en el que se te quitan las ganas de verlos. Hay algunas obras dignas de un funeral, pese a la habilidad del artista, o puede que precisamente debido a ella, y que sea esta la culpable de impregnar con ese grado de fatalidad su trabajo. Menos mal que en la última sala están las flores y, entre ellas figura el cuadro que he puesto en este post, mi favorito: Rosas de Ávila (son 4 los cuadros de este tema y los que más me gustan son el 1 y el 2, que es el de la foto). Tan sólo por estos, y el resto de las flores, ya merece la pena la visita. Pero no son los únicos: las Gran Vías, el Membrillo, la Vid, el retrato de sus padres, su maestría con el lápiz, las ventanas y la escultura de la Figura de mujer. Eva son dignos de admiración. Creo que se disfrutaría más la exposición con menos obras, porque es un artista cuyo pesimismo hay que dosificar.
Al salir nos hemos ido a comer a "La Cocina de María Luisa", un restaurante de cocina tradicional con especialidad en setas y cocina de Soria. Es la primera vez que lo hemos visto vacío. Normalmente eso de decidir ir en el día tenía pocas probabilidades de éxito, pero vamos, hoy, podíamos haber escogido cualquier sitio donde sentarnos. El menú escogido ha consistido en: Ensalada de vieiras con langostinos y trufa, esta ha sido para compartir. De segundos: rape alangostado con romescu para mi señor esposo y pichón estofado con boletus para mí. De postre él se ha tomado un sorbete de limón con vodka (aún no he captado el encanto del sorbete de limón, parece ser un favorito con todo el mundo y, en mi opinión, para tomarse eso, es mejor no tomar nada). Bien es cierto que no soy ninguna fanática del limón, y mucho menos los dulces hechos con él, salvo la tarta de limón o el aroma que la corteza le da al arroz con leche y las natillas, y aún soy menos fan del ron, vodka o cava que le acompaña. Mis bebidas son agua (templada si es posible), vino tinto (muy pocos blancos), PX y oporto, champán francés sobre todo el rosado, y amaretto (en Sicilia me aficioné al vino a la mandorla que te ponían de postre, pero ese sólo debe de existir allí). He tenido suerte y esta vez les quedaba tarta de almendras, que he intentado probar en el resto de mis visitas a este sitio y siempre se había terminado. Hoy difícilmente iba a haber sido así, salvo que no la hubiesen hecho. Al probarla he comprendido el éxito de este postre, la única pega que le pondría sería que el trozo de tarta era muy pequeño para mi goloso gusto. Recuerda en parte al mazapán, aunque más ligero y cremoso. Acompañaba a la tarta un poco de helado de yogur (muy rico, es de los sabores que me gustan, como ya puse en otro post), una compota de manzana deliciosa y, una salsa de chocolate que no me ha gustado nada, me resultaba harinosa. Es otro de los famosos postres que odio, el famoso bizcocho fondant, en el que simplemente la masa no ha terminado de cocer en su centro y está líquida y pesada. Para colmo, hay lugares donde semejante engendro recibe el engañoso nombre de soufflé. En vez de la esperada y ligera delicia, una recibe esa clase de mazacote y, para más inri, no admiten discusión al respecto (esto me pasó en el Teitu en la C/ Orense, donde, por supuesto, no me han vuelto a ver el pelo). Los precios en Maria Luisa están algo inflados, especialmente para época de crisis. La cocina es buena pero, o se moderan o se les va a ir la clientela, que en Madrid hay mucha oferta y buena competencia. Prueba de ello es que hemos intentado probar el Paraguas, que está en la misma calle Jorge Juan, y estaban llenos, pese a ser martes.
Después de la comida, hemos pasado por De Sybaris (tienda gourmet en la esquina de Alcalá con Príncipe de Vergara). Tienen un pan de frutas y nueces de morirse. También hemos hecho acopio de Bresaola, LBV oporto de Noval (el más rico de los LVB) en mi opinión no experta y Pedro Ximénez de Ximénez-Spinola (que no habíamos probado pero que queríamos catar tras probar un brandy de esa bodega: espectaculares ambos)
Esto de la dolce vita está lleno de encanto: arte, comida y delicatessen. ¡Aún queda día por delante! ¡Y seguimos de vacaciones!
1 comentario:
A mí me ha encantado la exposición. ¡Claro que tiene cosas que no merecen la pena! Es una exposición que tiene muchísimo, acabado y sin acabar, bocetos y resultados finales por lo que cuando uno va a verla, ya sabe que habrá cuadros que le gusten más y otros que le gusten menos ya que la exposición no se llamaba "Lo mejor de Antonio López". Mis hijas dicen que es tétrico y la verdad es que es un espíritu gris pero a mí me gusta.
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