Pese al tamaño de mi armario, soy capaz de conseguir meter las cosas para los viajes en una maleta de cabina. Incluso dejo hueco para algunas compras aunque, he de reconocer, que en las visitas largas en las que me da tiempo a descubrir tiendecitas de las que me gustan, la maleta de vuelta acaba un poco "forzada". Como nuestras vacaciones son en Septiembre, lo de las compras en los viajes no solía ser un problema: antes no quedaban rebajas en ese mes, sólo nueva temporada. Pero, con la crisis, la cosa ha cambiado y, no es tan sólo que haya ofertas sino que, encima, lo que queda, suele estar tirado (o al menos en relación con el precio inicial): buena calidad (fundamental, si raspa una menda es delicada y no se enfunda en eso), diseño clásico con un toque (nada de extravagancias), talla pequeña (es lo que suele quedar) y superdescuento y, ¡plaf! pico más que un pez. Como me gustan los vestidos, esos suelen hacerse un hueco sin problema en el equipaje. Claro que, como he anticipado, también me gustan los zapatos (a pocas mujeres no, hay un gen de fetichismo en el cromosoma X y las féminas tenemos dos de esos, con lo que, para los hombres resulta un misterio nuestra atracción. Ya desde pequeñas, nos calzamos los zapatos bonitos de mamá, (los otros no valen) y, esto empeora cuando se dispone de independencia económica propia. Hay mujeres sin instinto maternal pero, ¿que no les atraigan los zapatos?, podrían ser motivo de estudio con cariotipo incluido. Yo debo tener tres cromosomas X, o una traslocación extra del gen, cómo poco. La bolsa de aseo también se reduce gracias a las muestras que acumulo durante el año. Prefiero las que ya conozco, o las de farmacia en su defecto, no sea que, los experimentos, me den algún tipo de reacción indeseable. No sería la primera vez. La excepción a esto es la colonia, que soy fiel a mi Eau de parfum de Cristalle, de la que ya no se consiguen muestras pese a mi amistad con una de sus dependientas. No me llevo el bote, sino que arreglo el problema con un poco de caradura: en las ciudades, voy al centro comercial de turno y me perfumo. En Ginebra me espera El Globus: son encantadores y tienen un supermercado gourmet fantástico.
Lo sorprendente es que, siendo tan desordenada consiga sintetizar de ese modo el contenido de la maleta. Me planteo si es una compensación. La gente muy ordenada que conozco hace precisamente lo contrario: se llevan la casa entera, y no lo pueden evitar. Siempre recuerdo un viaje a Escocia con otras 4 amigas en el que íbamos a alquilar un coche. Todas ellas tremendamente ordenadas y, pese a ello, me acogieron en el grupo: la oveja negra. Desde luego iban a disfrutar del contraste. Antes de reunirme con ellas pasaría una semana en Londres visitando a otra amiga que vivía allí. Me recomendaron encarecidamente que redujese el equipaje al mínimo, y eso hice: me llevé una mochila de mediano-pequeño tamaño, en la que comprimí un par de pantalones finísimos, un vestido (más fino aún), camisetas, ropa interior y una bolsa de aseo, sin mi colonia. Unas alpargatas y poco más completaron el ajuar. ¡Y eso para dos semanas! En casa de mi amiga pude poner una lavadora para reciclarlo. Quedé con ellas en la agencia de alquiler de coches directamente y, las vi aparecer con un auténtico ejército de bolsas: una, la que más me había insistido en el equipaje reducido, llevaba una maleta gigante en la que ¡incluso! había metido unas botas de montaña a estrenar (nº 40, que es de pie pequeño) y, creo recordar, que hasta una plancha, (y yo con alpargatas). Otra, llevaba una bolsa exclusivamente para los zapatos, nº 37, lo sé porque iban ¡metidos en sus cajas!. Al lado de ellas, lo del resto, que no era poco, ni siquiera moderado, resultaba más que disculpable.
1 comentario:
¡Qué pena! Después de pasarte todo el año comprándote ropa y zapatos, luego te llevas cuatro cosas cuando te vas de viaje. (Justo lo contrario de lo que hacemos el resto de los mortales que, como tenemos muchas menos cosas, volcamos el contenido de nuestros cajones, en la maleta).
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