¡Menos mal que Ginebra es una ciudad para pasear! Así bajamos, algo, los atracones que os cuento en nuestras visitas a sus restaurantes. No creo que quememos todo lo que comemos, para eso deberíamos dar varias vueltas a todo el perímetro del lago todos los días pero, al menos, exploramos paseando todos y cada uno de sus rincones. Pongo el piloto automático en las piernas y echo a andar hasta que el resto, que no debe disponer del mismo dispositivo, me implora que regresemos.
El jueves estuvimos por el lado Este del lago. Por ese camino se llega hasta el Parque La Grange que es, junto con la plaza du Bourg-de-Four de la ciudad vieja, uno de mis lugares favoritos de Ginebra. No ya sólo por bonito sino que, además, posee un encanto especial semejante al que se puede encontrar en los rincones de Florencia, especialmente en San Miniato, y en las cuestas de San Francisco, con sus vistas a la bahía y al puente rojo del Golden Gate.
Un bonito recorrido consiste en, desde el Blvd des Philosophes atravesar el parque de los Bastiones (fotos) y subir a la Ciudad Vieja hasta la Place de Bourg-de-Four, que es en realidad un ensanche triangular en el que convergen varias calles, todas ellas con aire medieval. Desde la plaza se puede bajar directamente hacia el lago y, una vez allí, bordear su orilla. Otra alternativa sería salirse hacia la zona en la que estaba el antiguo foso, cruzar por uno de los puentes en dirección al Museo de Arte y visitar la zona donde se encuentra la Iglesia rusa con sus cúpulas doradas en forma de cebolla y las impresionantes mansiones de su alrededor. Otro aliciente para mis acompañantes son los coches aparcados por allí. En esta opción se continúa hasta la Plaza des Eaux Vives y se baja por la calle de este mismo nombre hasta el Parque. Esta parte del trayecto es menos agradable que ir por el lago, aunque ambas son igualmente ruidosas, porque la carretera que corre paralela a éste está muy transitada.
En el Parque La Grange hay una mansión, cerrada y deshabitada, que pertenecía al multimillonario americano que donó el jardín a la ciudad. El césped, rodeado de enormes robles, cae hacia el lago, del cual se atisba un fragmento azul enmarcado por los árboles. Paseando por sus caminos inclinados se llega a una rosaleda que aún en Septiembre conserva buena parte de las flores. Es una preciosidad. Todos los años hay un concurso de rosas y hay una zona de exposición con las plantas premiadas. Me encanta recorrer despacio las calles entre los parterres y escoger mi flor favorita, aunque no es una decisión fácil. Me inclino por las que tienen matices, ya sea rosadas con salmón y algo de amarillo pálido o, si no, me suelen gustar las blancas con un toque de rosa pálido. Las que tienen pétalos de textura de terciopelo, generalmente rojas densas y oscuras, también me encantan.
El jueves comimos en un restaurante japonés, Takumi, en la Place Neuve, que es donde sale la puerta Norte del Parque de los Bastiones. Este restaurante hace chaflán en una de sus esquinas al oeste. Tienen un tempura de cangrejo de concha blanda que es para volver y repetir, cosa que haremos. También tomamos un sashimi de vieira impresionante. Todo estaba buenísimo: el sushi de anguila, las gyozas, el sashimi de atún... Me gustaron menos las cortezas de piel de pescado pero confieso que nunca me han ido las cortezas.
Ayer, para inaugurar el fin de semana, fuimos a Roberto's, el mejor italiano de Ginebra. No tienen pizzas, no es de esos italianos. Donde sí las tienen, y muy buenas, además de un risotto espectacular que no nos perdemos en ninguna visita, es en el Italia, en el Blvd des Philosophes. En Roberto's nos pusieron unos tacos de parmesano para empezar con los que podríamos haber comido y, que estaban tan bueno que dimos buena cuenta de todos y cada uno de ellos. Me perdí en la carta, todo me sonaba más que apetecible. House se pidió una ensalada de pulpo en la que el animal se deshacía en la boca y luego una lengua al marsala que estaba excepcional. Siempre me ha gustado la lengua pero nunca la había probado tan buena como esa. Yo me decanté por unos boletus a la provenzal, deliciosos, y unos chipirones al grill (también estupendos). De postre tiramisú (buenísimo) y creme brulée, perfecta. Nos trajeron Godivas con el café además de unas galletitas de mantequilla hechas por ellos que eran un autentico vicio. No sé si repetiremos (la única pega es que no es precisamente económico) pero lo intentaremos.
El paseo, después de una buena siesta, trascurrió por la orilla oeste del lago, hacia el Parque de la Perla del Lago, donde se encuentran el museo de ciencias, el jardín botánico y, en el que un mirador te indica el Montblanc y otros picos de los Alpes. Es un parque precioso aunque menos íntimo que el de la Grange. Además debe de ser un lugar habitual de reunión y era viernes por la tarde. Nos fuimos, más bien nos echaron, porque la música estaba altísima y molestaba. La cena, en casa, consistió en algo ligero, que aún estábamos con la digestión del parmesano.
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