Arlene Graston - Mother Moon |
Busco la luna. A veces me sonríe en la oscuridad, casi sin estrellas, del cielo de Madrid. Igual que le sucede al gato de Cheshire de Alicia en el País de las Maravillas, sólo se recorta su blanca sonrisa. ¿Será ese gato el que la mordisquea cuando esta llena como si se tratase de una irresistible oblea? Entre la niebla anaranjada del invierno resulta inquietante. Se vuelve misteriosa al ocultarse ¿dónde? Me sorprende cuando aparece, redonda y plena, inmensa y justo enfrente de mí. Conduzco hacia ella y al acercarme, se pierde entre el horizonte. La veo crecer y menguar. Es una hoz, luego una cuna, un sillón para las brujas, el prendedor de la princesa de un cuento al que se engarza una estrella. Se asoma, me mira, gira, se esconde y desaparece.
Posee un rostro extraño, que no siempre muestra con claridad. Su expresión se vuelve burlona a ratos, serena en el silencio de la noche, romántica siempre y, en ocasiones, se erige fascinante y majestuosa, es la novia de la noche, la reina, coronada por un halo blanco y radiante. Invita a soñar, a contarle historias, a pedir deseos. Sé que guarda un sinfín de secretos, entre ellos: el de su singular encantamiento.
1 comentario:
Realmente estar observando el cielo, bajo la oscuridad de la noche y pararse a pensar y mirar la luna y las estrellas que pueden verse en los días claros, puede llegar a ser toda una experiencia en la que se combinen la imaginación, los sueños y una mirada al interior de nosotros mismos. Magnífico texto. Saludos, manolo.
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