Con la excusa del mercado matrimonial, Jane Austen traza un retrato del carácter de los diferentes miembros de la sociedad rural inglesa. Algunos resultan casi una caricatura, como sucede con el ridículo Mr. Collins, aunque ¿quién no se ha encontrado nunca con un pedante con ínfulas de ese calibre? Austen no exagera, la realidad de esos individuos supera cualquier ficción. Las tonterías vacías, de cabezas huecas como la de Mrs. Bennet, provocan situaciones bochornosas para sus familiares dotados con una pizca de sentido común y de la propiedad y despiertan el sarcasmo del ocurrente Mr. Bennet. La vanidad es presa fácil de la mentira y la duplicidad, de lo que se vale el malvado Wickham para ganar popularidad rápidamente. El mantener las formas y el aparentar es, en ocasiones, más importante que el verdadero aprecio, al menos para Miss Bingley. El dinero no proporciona inteligencia ni buena educación en el caso de Lady Catherine de Bourgh, aunque la importancia de su posición la ciega no sólo a ella sino a todo el séquito del que se rodea y que asume sus dictámenes sin discusión. La conversación es un arte complejo, al menos si se pretende hacerlo bien, y una inocente velada en Netherfield puede estar llena de trampas para poner en evidencia a la víctima contra la que van dirigidas. Hay que saber estar en su sitio sin pisar a nadie, y sin dejarse pisotear. Las primeras impresiones no siempre son fiables y las ofensas involuntarias pueden dar lugar a juicios sesgados. En ese caso cambiar de opinión es de sabios y corregir los errores una virtud.
"Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que cada uno pueda encontrar la suya." El Principito.
lunes, 28 de enero de 2013
Orgullo y Prejuicio de Jane Austen
Con la excusa del mercado matrimonial, Jane Austen traza un retrato del carácter de los diferentes miembros de la sociedad rural inglesa. Algunos resultan casi una caricatura, como sucede con el ridículo Mr. Collins, aunque ¿quién no se ha encontrado nunca con un pedante con ínfulas de ese calibre? Austen no exagera, la realidad de esos individuos supera cualquier ficción. Las tonterías vacías, de cabezas huecas como la de Mrs. Bennet, provocan situaciones bochornosas para sus familiares dotados con una pizca de sentido común y de la propiedad y despiertan el sarcasmo del ocurrente Mr. Bennet. La vanidad es presa fácil de la mentira y la duplicidad, de lo que se vale el malvado Wickham para ganar popularidad rápidamente. El mantener las formas y el aparentar es, en ocasiones, más importante que el verdadero aprecio, al menos para Miss Bingley. El dinero no proporciona inteligencia ni buena educación en el caso de Lady Catherine de Bourgh, aunque la importancia de su posición la ciega no sólo a ella sino a todo el séquito del que se rodea y que asume sus dictámenes sin discusión. La conversación es un arte complejo, al menos si se pretende hacerlo bien, y una inocente velada en Netherfield puede estar llena de trampas para poner en evidencia a la víctima contra la que van dirigidas. Hay que saber estar en su sitio sin pisar a nadie, y sin dejarse pisotear. Las primeras impresiones no siempre son fiables y las ofensas involuntarias pueden dar lugar a juicios sesgados. En ese caso cambiar de opinión es de sabios y corregir los errores una virtud.
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