lunes, 16 de diciembre de 2013

Incurable

La medicina no es omnipotente. Hay casos típicos, atípicos, fáciles, difíciles, de alto y bajo riesgo, pluripatológicos, algunos imposibles y también agradables sorpresas que entrarían en la categoría de milagros. La estadística es una curva que refleja desde las complicaciones de lo más sencillo hasta los éxitos de lo que se daba por perdido. El principal interés de la mayoría de los médicos es curar a sus enfermos aunque, por desgracia, no siempre se logra, aunque no sea por falta de ganas.

Ante un mal caso hay que sopesar la decisión a tomar de manera razonada tras una puesta en común con el resto de especialistas implicados. Se ponen en la balanza todas las alternativas, se discute si merece la pena el daño que se le va a infligir al paciente o si se le va a perjudicar para nada. Mutilar quirúrgicamente a un individuo sin futuro no mejorará su calidad de vida el tiempo que le reste, más bien al contrario, e incluso puede suponerle una larga estancia en el hospital, de la que nunca salga. A veces es mejor optar por un tratamiento menos agresivo, y puede que menos óptimo en lo referente al pronóstico, ya infausto de entrada, y cruzar los dedos para esperar una respuesta. Esas respuestas existen, aunque sean parciales, y encontrárselas en las revisiones es siempre un motivo de alivio y de alegría.

Tomar la decisión es difícil, se aprende a base de experiencia que es la que enseña cuando lo mejor es enemigo de lo bueno. Explicárselo al paciente y a su familia es el momento más duro para todos. Hay que dejar una puerta abierta al optimismo, tirar la toalla es lanzarse por un barranco de depresión y deterioro progresivo y fulminante. Unos meses más o menos marcan una diferencia importante, aunque sea tan sólo para que un abuelo asista con ilusión a la comunión de su nieta. Cuando no queda nada qué hacer, la única función importante del médico es dar apoyo y minimizar el sufrimiento. Se conocen personas que son un ejemplo, que disfrutan la vida hasta el último momento, que desean compartir su tiempo con sus seres queridos y dejan una huella imborrable. No es la primera vez que hablo de ellos pero no me importa repetirme porque son muchos y cualquier homenaje es pequeño.

3 comentarios:

Manuel Márquez dijo...

Hola, Sol, buenos días; desde la ignorancia más absoluta acerca de tu 'ramo', intuyo que ese planteamiento que apuntas es el más positivo y adecuado. Es también desde esa ignorancia desde la que profeso una fe casi mística en el buen quehacer de los médicos (aún desde la consciencia de que, como humanos que son, siempre pueden equivocarse, claro...), y desde la cual les respeto y les admiro profundamente.

Un fuerte abrazo y buena semana.

amigademadre dijo...

Me ha dejado anonadada la reflexión que acabo de leer (con retraso) sobre tu profesión/tarea/vida como médico. ¡ Qué tranquilidad me da como paciente saber que la medicina puede entenderse de esta manera !
Gracias.

Sol Elarien dijo...

Somos muchos los médicos que entendemos así muestra profesión, no soy la única. Lo digo con conocimiento de causa. Mi primer ejemplo lo tengo dentro de casa.