Librería Lello e Irmao, Oporto |
Me gusta comprar libros y que me regalen libros. Por supuesto con lo que más disfruto es con su lectura, pero me encantan las librerías. Las tiendas de libros de segunda mano poseen un atractivo especial. Los libros con el tiempo no se convierten en "viejos" sino en antiguos. Se pueden descubrir indicios de su vida anterior en las huellas de su uso, en su cuidado, en las anotaciones de sus páginas, e incluso en las dedicatorias. Resulta muy entretenido ojearlos despacio, tánto que el tiempo transcurre sin que me dé cuenta. Un paseo por la cuesta de Moyano puede ocupar toda una mañana, pero no es el único sitio en Madrid donde se encuentran estas obras. En la Plaza de Santa Bárbara hay un pequeño kiosko acristalado cuajado de libros. Me suelo detener, un buen rato, a mirar el batiburrillo de tomos repartidos por las mesas y estanterías. Sin embargo, la Feria del libro es otra historia. Está tan masificada como un mercadillo, y hay el mismo tipo de barullo. Al pararse en los puestos para curiosear las novedades, en lugar de la tranquilidad que habitualmente ofrece la compañía de los libros, lo que se siente es la mirada, vigilante e inquisitiva, de los libreros y el codo del que sólo se acerca a la literatura en estas fechas y que intenta, por todos los medios, situarse en la primera fila. En ese ambiente resulta imposible abstraerse y perderse en las historias resumidas de las contraportadas.
Comprar libros por Internet también posee cierto atractivo. Es distinto a disponer del libro físico pero, el leer la opinión de otros lectores, sus recomendaciones basadas en sus preferencias, especialmente útiles si sus comentarios sobre sus lecturas previas coinciden con las propias, la posibilidad de empezar el primer capítulo, tranquilamente sentado en casa, para así descubrir si el estilo literario está acorde al gusto de una, resulta cómodo y bastante útil. No siempre son cien por cien fiables, pero es como todo, con la práctica una aprende a leer entre líneas. El universo literario se amplía gracias al conocimiento disponible en la red, y a la rápida accesibilidad que supone, aunque también es fácil distraerse mientras se navega de una página a otra, entre obras, opiniones y autores. No sólo existe Amazon, o la casa del libro, sino que Iberlibro, con sus libros usados de ediciones agotadas, es el lugar en el que buscar a autores que, tras alcanzar un cierto renombre, han caído, inexplicablemente, en el olvido.
Me gusta el libro en papel y también me siento cómoda con mi Kindle: abulta y pesa poco y me permite descargar en él montones de textos clásicos, descatalogados y antiguos que serían muy difíciles de encontrar de otro modo y, menos aún, en versión original (aunque por mi dominio de lenguas me vea limitada al inglés y al francés) y gratuita. A veces no puedo evitar pensar que es una lástima no saber ruso, polaco, portugués, alemán e italiano. No obstante, debo reconocer que, mis deseos por leer en esos idiomas no son tan intensos como para vencer la pereza que me produce la idea de aplicarme en su estudio.
3 comentarios:
Me gusta la frase: "Los libros con el tiempo no se convierten en "viejos" sino en antiguos".
Yo no cambio la sensación de tener un libro en mis manos por un "e-book".
Y ¿Qué me dices del olor de los libros y librerías? Yo siempre con lo mismo...
Felicidades por blog.
Adolfo
Lo de las librerías para mí es uno de los grandes atractivos de la vida, un poco en la línea de los museos, pero con el "agravante" que de aquí te puedes llevar lo que te guste por una cantidad bastante módica. Las ediciones a veces tan cuidadas, los diseños de las portadas, las opiniones de los que ya han leído la obra y la experiencia placentera de tantas lecturas previas me convierten en "reincidente" compradora, aunque tenga varios títulos esperándome en casa. Y ahí está el problema, en que a veces la cantidad que hay que pagar al pasar por caja nada tiene que ver con ese adjetivo "módica", antes utilizado. Por esta razón me busco triquiñuelas como el excesivo tamaño o la duda sobre la calidad de la obra, para descartar la compra. Pero pico siempre, pues hay tanta oferta que es imposible resistirse o bien para mí misma o para alguien a quien pienso que le va a hacer ilusión.
Es una debilidad totalmente placentera. De Señora
¿Y la cuesta de Moyano?¿Y las librerías de segunda mano en Charing Cross? ¿Y las tiendas del Village neoyorkino? Dios, tengo un serio problema....
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