martes, 17 de abril de 2012

El misterio de las cartas

  "Primeros pasos"  Van Gogh
Mi abuelo Andrés era un hombre inteligente, emprendedor, íntegro y responsable. Tenía un gran sentido de la familia, que es el que nos ha inculcado al resto, y fue el eje de la suya. Siempre dispuesto a ayudar, fue el apoyo del resto de sus hermanos. Soñador, prudente y visionario, quiso ampliar horizontes, no estancarse en las olivas, sino emprender un negocio propio, fuera del ambiente cerrado de su pueblo. En los años 40 la industria avícola estaba comenzando y mi abuelo supo ver en en ella un buen futuro. Montó una pequeña explotación en Linares y, gracias a su buen hacer, le llamaron de Madrid para que ayudase al jefe de su cuñado a organizar allí la suya propia.

Conoció a la que luego sería mi abuela gracias al matrimonio entre su hermana con un tío segundo de la primera. Tras el enlace, su hermana visitó a unos familiares políticos en Canena, entre los que se encontraba mi abuela. Aunque esta, por aquel entonces, poco después del fin de la guerra, se encontraba algo depresiva, no había perdido ni su encanto ni su ángel. Ambas se hicieron grandes amigas y la primera le recomendó que, para animarse, le vendría bien cambiar de aires e ir de visita a Madrid. Fue allí donde la señora baronesa se relacionó con el resto de la familia de su futuro esposo. Muy unidos entre ellos, se juntaban casi todas las tardes, al igual que ocurría en la granja. Eran un grupo numeroso, sociable, alegre y muy animado. Entre aperitivos, juegos de cartas, tertulias y conciertos de cuerda, pasaban las horas. Recuerdo que, cuando era muy pequeña, escuché en alguna ocasión a mi abuelo rasguear la bandurria y el laúd. No se prodigaba mucho pero, cuando le apetecía, siempre tocaba con gusto y me encantaban aquellos breves conciertos.

Cuando mi abuela regresó a Canena, mi abuelo la empezó a cortejar en serio y le envió una serie de cartas preciosas. Siempre le había gustado cuidar el lenguaje y era de la opinión de que, para decir algo desagradable, era mejor callarse. "Un poquito mejor que crudo" fue su frase ante unos caracoles de mi tía, absolutamente infames, cuando mi abuela, con toda su guasa, le preguntó por su opinión. Se le daba muy bien escribir y en cada celebración familiar brindaba por el homenajeado con un bonito poema. No obstante, era en el genero epistolar en el que, verdaderamente, despuntaba. Fue gracias a esas cartas por lo que finalmente logró conquistar a la dama, pero no porque esta cayese rendida ante sus palabras sino gracias a la tita Mercedes. La pretendida le leyó algunos párrafos y la tita la incitó a mantener aquella correspondencia. Pese a ello, la señora baronesa no se sentía con ganas de escribir y posponía su respuesta. En vista de que aquello, que tanta ilusión le hacía, tenía pinta de malograrse por la apatía de la cortejada, la tita Mercedes decidió tomar cartas en el asunto. Y eso hizo, en el sentido más literal de la palabra. Cogió lápiz y papel y, sin poner nada comprometedor, se encargó ella misma de contestar aquellas misivas. Por supuesto, este hecho no lo descubrió su destinatario hasta muchos años después y creó un vínculo de complicidad y agradecimiento entre ambos.

Tras unos meses de fluida correspondencia, el enamorado viajó a Canena con la intención de declararse y, lógicamente, obtener una respuesta afirmativa a su proposición. Fue precisa una nueva intervención de la tita Mercedes ya que, mi abuela, en general, era reacia a la idea de matrimonio y encontraba a su galán algo mayor para ella (se llevaban 12 años). Sin embargo, la decisión, la inteligencia de la que hacía gala y el espíritu emprendedor de su pretendiente acabó por vencer sus prejuicios. Dado que él vivía en Madrid y ella en Canena el noviazgo fue corto, de apenas 6 meses.

Coby Whitmore - The Love Letter
Decir que mi abuelo adoraba a su esposa es quedarse corto. Y eso a pesar de que la señora baronesa no era para nada mimosa, aunque sí se dejaba mimar. En alguna ocasión su marido se llegó a quejar de los pocos besos que le daba, aunque esto no era algo que sólo le afectase a él porque incluso sus hijos tenían que hacerla prisionera para robárselos. Ante aquella protesta, la acusada se defendió con el recuerdo de algún beso espontáneo que, aunque perteneciese al pasado, debía halagarle por haber sido objeto de esa muestra de cariño ya que, sus besos, aclaró, no eran besos cualesquiera. Ante ese argumento, mi abuelo le dio la razón y reconoció que, un beso suyo valía más que ninguno y que podía sentirse feliz por todos los que había recibido.

Volvió a escribirle románticas cartas cuando yo nací y mi abuela, en su papel de madrina, viajó al Canadá a conocerme. Aquellas misivas despertaron la admiración de su consuegra aunque creo que, en esta ocasión, no se precisó la intervención de nadie y que fue la mismísima señora baronesa la que se dignó en contestar a su feliz marido.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso!!!!!!!

Lalu

Anónimo dijo...

Desde Castellón un beso, maravilloso comentario, nos envuelve la nostalgia, sobrina eres grande! Y&G

Pacuelo dijo...

Poco se puede comentar, simplemente disfrutar del recuerdo, gracias hermana.
Besosss

Anónimo dijo...

Hoy el abuelo cumpliría 106 años. Me ha emocionado tu relato. Muchas gracias por hacer que perduren nuestros buenos recuerdos.

Un beso Li.

Anónimo dijo...

Gracias por este cariñoso recuerdo. Efectivamente, el artículo de hoy da una imagen bastante cercana de lo que fue el abuelo, sobre todo en su relación con la abuela. El carácter afectivo de uno y el desdén de la otra era casi un mero juego, mientras que en el día a día y en los asuntos transcendentes de decisiones familiares hubo en general un gran entendimiento, con un grado de autonomía (sobre todo económica) por parte de la abuela muy poco frecuente en esos años. En otras ocasiones comentaremos otras facetas suyas, que hacían de él un hombre singular y moderno. De Señora

Elvira dijo...

Precioso el post y los comentarios, tal y como le habría gustado al abuelo hoy estamos todos unidos por esos recuerdos. Besos

Ysabel dijo...

Precioso relato, has conseguido que casi se me salten las lágrimas. Yo no llegué a conocer a mi abuelo, pero mi abuelita siempre me hablaba de él y me contaba historias.
Un beso. Ysabel

José Miguel Díaz dijo...

Genial Grumpy me ha gustado mucho conocer estas historias del abuelo y de Amorcillo.
Un beso

Mariajo dijo...

Qué buenos recuerdos...Cómo me gustaba que el abuelo me contara historias. Creo que soy una privilegiada, ya que viví muchos años en "la granja" con los abuelos. Puerta con puerta.
Tengo muchos recuerdos bonitos de ellos, sobre todo en lo relacionado con el piano.Recuerdo como el abuelo se sentaba a escucharme estudiar (os puedo asegurar que oir como estudia alguien un instrumento es horrible, y sin embargo, a él le gustaba). Nunca protestó, y siempre procuró inculcarme el amor a la música. Os aseguro que lo consiguió.
Y de la abuela recuerdo sus "charlas-regañinas" casi diarias y desde su cama, ya que siempre me dicía que estudiaba poco. Tenía razón. Y tambien de todas las veces que me acompañó junto con mi padre (ya que mi madre tenía que quedarse con el resto de mis hermanas y no podía venir)a los exámenes de piano a Jaén. Siempre me trajo mucha suerte.
Me siento orgullosa de tener unos abuelos como ellos.
Os quiero mucho a los dos....