jueves, 19 de abril de 2012

Matemáticas

La Medicina no es una ciencia exacta, en contraposición a la precisión de las Matemáticas. Al contrario de lo que les ocurre a muchos chiquillos, siempre fue una de mis asignaturas favoritas. Me gustaba el álgebra, el cálculo y, sobre todo, la geometría. La trigonometría me recordaba a los pasatiempos, en lugar de adivinar un crucigrama había que descubrir la fórmula mágica que revelaba la ecuación. La única parte a la que, por desgracia, nunca le he encontrado el atractivo y que, en mi profesión, me sería de utilidad, es la estadística. Supongo que tiene una parte práctica demasiado evidente, es menos abstracta e imaginativa que el resto. Es, también, la parte menos exacta, se basa en variables y da como resultado índices de probabilidades. Para colmo, su aplicación sobre interminables listas de datos puede convertirse en una auténtica pesadilla. Con esos razonamientos, es pura lógica que no consiga deducir dónde reside su encanto.

Mi abuelo gozaba con las matemáticas. Esta apasionante ciencia, junto con mi abuela, eran los dos grandes amores de su vida. Se podría afirmar que su esposa y su profesión estaban empatados (también era aficionado al fútbol). Eso sí, al igual que a mí (o supongo que lo correcto sería decirlo al revés) tampoco le gustaba la estadística. Debí de heredar de él ese rasgo, además de su vena entusiasta y su idealismo quijotesco. Le recuerdo sentado a su mesa, siempre armado con su pluma y un taco de cuartillas de papel mate y amarillento. Se abstraía por completo, concentrado como estaba en emborronar sin parar hojas y más hojas con su escritura pequeña y clara. Desarrollaba fórmulas, dibujaba funciones, resolvía integrales y derivadas y despejaba las incógnitas de las ecuaciones. Se le pasaban las horas sin darse cuenta. No voy a decir que se olvidaba de comer, porque, otra de sus características era el buen diente del que siempre hacía gala: le gustaba todo y le apetecía todo. Comía despacio para saborear cada bocado de su abundante plato. Tampoco hacía excesos, para así evitar que le subiese el azúcar, que lo tenía al límite, o la tensión, que regulaba con medicación.

Adoraba dar clases, tanto en el Instituto como a los estudiantes de Ingeniería. Nunca he tenido un profesor mejor que él. Cuando me explicaba algo podía pasarme las horas muertas escuchándole y la clase se alargaba sin sentir, mientras ambos nos dejábamos llevar por la emoción del reto de hallar la solución al ejercicio. Recuerdo las funciones de Geometría y el examen que nos puso la profesora y que hice según sus explicaciones. Creo que es el examen con el que más he disfrutado mientras desarrollaba las distintas cuestiones (y posiblemente el único que entra en esta categoría).

Teorema de Pitágoras
Aunque mi abuelo me falta desde hace muchos años, siempre me acuerdo de él cuando realizo cualquier operación numérica, por simple que sea. Afortunadamente la vida está llena de números y, por muy oxidada que tenga la trigonometría, la geometría y el álgebra, su recuerdo permanece.

Mientras leía el libro con cuya portada ilustro este post me vinieron a la memoria multitud de imágenes y frases de mi abuelo. En esta sencilla y entrañable novela, que le regalé a un paciente, otro matemático reservado y encantador, se crea una relación emocional entre los personajes a través de las matemáticas. Este vínculo, en el que la ciencia forma parte de la ecuación, es lo que me ocurría tanto con mi paciente como con mi abuelo. Nació el 19 de Abril de 1919, un número precioso. Hoy habría sido su cumpleaños. La cifra: 93.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ha sido un privilegio compartir con el tantos momentos emotivos y sus lbros de texto, en el instituto, cuando ni sospechábamo que íbamo a se ser familia. Y&G

Pacuelo dijo...

Tuve la gran suerte de que mi abuelo me diera clases durante muchos años, la pena que siempre tendré es que no lo supe aprovechar como se merecía. Nunca olvidaré muchas cosas de mi abuelo, cada vez que me pongo a hacer cuentas de cabeza aquí en la tienda está presente, mis clientes alucinan cuando hago números por la rapidez, algo que mi abuelo me inculcó desde pequeño, para sumas y restas, "restar es lo mismo que sumar" él siempre decía, "nunca usar la calculadora". Hay veces que cojo este aparato para que la gente confíe más en el resultado final, cada vez que lo hago siento como si me estuviera mirando y yo haciendo algo malo. Mi abuelo disfrutaba con las matemáticas porque para él eran un juego, jugar con los números era su vida.
Besos a todos, en especial a mi abuela.

Elvira dijo...

Como se siente uno con un añito mas? Esa habría sido la frase con la que hubiera comenzado cualquier cumpleaños. Recuerdo el año que la señora le regalo un besugo por su cumpleaños, y como lo disfruto completamente evadido del mundo limpiando su pescadito. Muchas felicidades

Anónimo dijo...

Es una imagen muy real y muy entrañable de lo que fue tu abuelo. Con esas cosas disfrutaba él y es estupendo que pudiera vivir (pues seguro que también la percibió) esa complicidad con una nieta. Recuerda que casi todos los nietos de esta casa pasasteis por sus manos, pero no con los mismos resultados, así que para él tuvo que ser un gustazo doble (siempre dar clase le servía de gusto) explicar las matemáticas en sintonía familiar. De Señora

José Miguel Díaz dijo...

Ya sabía yo que ese talento natural de Pacuelo para contar dineros tenía que ser genético...jejeje
Un abrazo del cateto de vuestro primo (trigonométricamente hablando)

Miguel Angel dijo...

Una curiosidad: ¿tu abuelo no utilizaba la regla de cálculo?

El libro es encantador, de los que se pueden leer una y otra vez y disfrutarlas todas.