En el verano de mis 13 años me mandaron a Texas a perfeccionar mi inglés. Nada más llegar al aeropuerto descubrí mi gran ignorancia al respecto de ese idioma y la necesidad, no ya de perfeccionar, sino de aprenderlo desde la base. Para colmo, el inglés tejano cerrado no lo comprenden casi ni los propios americanos y, la agente de aduanas que me tocó en suerte que me interrogase en el aeropuerto, debía de tener ese acento. Decidí que dado que no íbamos a entendernos, lo más sensato en esas circunstancias, era permitirle que decidiese ella misma si llevaba algo que declarar. Abrí mi maleta, señalé el contenido con la mano y dije algo así como "please, take a look", tras lo que me aparté para permitirle que rebuscase en ella a gusto. Mi gesto debió de convencerla de que no contenía nada extraño y la cerró sin indagar en su interior.
Después del interminable viaje de 14 horas en avión, al llegar a mi nueva casa para aquel verano, mi primera dieta tejana consistió en una cena de galletas Oreo con leche. Pese a tener hambre, no me emocionaron las Oreo entonces, era la primera vez que las probaba, y aún ahora sigo sin encontrarles el encanto. Afortunadamente, la mayoría de los menús de mi estancia en aquellos lares fueron bastante diferentes al del primer día. Mi familia de acogida gozaba de una posición holgada. El patriarca tenía un puesto de dirección en una compañía petrolífera y pertenecía tanto al Country Club como al Petroleum Club de Dallas. Cuando no estábamos en la casa de los Cayos pasábamos el día en remojo en la piscina del Country Club, mientras que él jugaba al golf. Comíamos allí y recuerdo que me hice adicta a su ensalada de pollo (no he vuelto a tomarla tan buena). Al Petroleum Club salimos a cenar en un par de ocasiones. La única pega de aquellas salidas era la necesidad de etiqueta. Aprendí que "dressing up" significaba tener que sustituir mis pantalones por un incómodo vestido (ahora los adoro pero por aquel entonces era inseparable de mis vaqueros). Eso sí, merecía la pena el sacrificio de arreglarse para probar aquella comida. La carne era deliciosa: unos filetes gruesos, jugosos, preparados al gusto del comensal, que se deshacían en la boca. Para terminar, tenían una vitrina-nevera ante la cual me extasiaba antes de escoger un postre (que luego el camarero te llevaba a la mesa) Allí descubrí una de las tartas típicas de Texas: el "Pecan Pie" que se convirtió rápidamente en uno de mis pasteles favoritos, tanto en su versión clásica como en la combinada con chocolate. Al volver a España descubrí que aquí ni existía (de hecho ni tan siquiera había nueces pacanas). Años más tarde encontré una similar en Alfredo's Barbacoa. Conseguir la receta no fue fácil. Cuando me hice con ella y preparé la tarta, al que le entusiasmó fue a mi abuelo paterno.
"Pecan Pie" Tarta de nueces con sirope de arce
Para la masa (se puede usar un paquete de masa quebrada para acelerar y facilitar el proceso o una base de galletas trituradas con mantequilla: medio paquete de galletas digestive o maría y 60 gr mantequilla o, simplemente, chips-ahoy pulverizadas, sin mantequilla en este caso)
Unos 250 gr harina y 125 de mantequilla a punto de pomada (La relación en la masa quebrada es el doble de harina que de mantequilla). Para una tarta dulce conviene añadir un par de cucharadas de azúcar moreno a la masa.
Mezclar la harina y el azúcar con la mantequilla con la punta de los dedos hasta que parezca serrín con grumos. Añadir un par de cucharadas de agua para que se haga una bola. Dejar reposar en la nevera unos 30 min.
Extender sobre un molde de modo que quede muy fina (casi se transparente) sin romperse. Enfriar otros 30 min en la nevera.
Pinchar para que no haga burbujas al cocerse. Cubrir de garbanzos para evitar que suba. Hornear de 5 a 10 minutos hasta que tome un poco de color.
Para el relleno
1 taza de sirope de arce (si se quiere hacer más dietético se puede sustituir por sirope de Agave)
1/2 taza de azúcar moreno
2 tazas de nueces pacanas cortadas por la mitad. Se pueden usar anacardos, avellanas o también nueces normales.
3 huevos grandes batidos
3 cucharadas de mantequilla fundida
2 cucharadas grandes de ron añejo
Una pizca de sal
Hervir el sirope de arce con el azúcar en una cazuela a fuego lento hasta que la mezcla adquiera una consistencia muy espesa, se haya disuelto todo el azúcar y el sirope ocupe 1 taza (de 15 a 20 minutos). Templar.
Tostar las nueces en el horno a unos 160°C hasta que desprendan aroma (unos 12 minutos). Enfriarlas.
En un cuenco batir el sirope templado, los huevos, la mantequilla derretida, el ron y la sal.
Incorporar las nueces.
Verter el relleno en el molde de masa.
Hornear hasta que la tarta esté firme al tacto pero se mueva ligeramente al sacudirla (de 35 a 40 minutos).
Enfriar a temperatura ambiente.
Sugerencias: Cubrir con chocolate extra amargo (72% cacao). Acompañar con helado.
1 comentario:
Delicioso comentario.
Deliciosa tarta.
Deliciosa pintura la de este Lord Frederic.
Gracias por los buenos ratos que nos ofreces.
Y&G
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