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Solía pasearse mientras jugaba con unas llaves en su mano, con un vistoso llavero con la estrella de Mercedes en el mismo. Alardeaba orgulloso de su superbólido, y no había frase que no incluyese en sus aventuras a su magnífico automóvil. Picadas por la curiosidad, las dos estudiantes decidieron jugar a las detectives y una tarde, de esas en las que ya ha anochecido y todos los gatos son pardos y muy difíciles de distinguir, a la salida de la escuela, siguieron al presumido jovenzuelo. No tuvieron que caminar mucho. Un par de calles más allá, el chico se agachó al lado de un árbol y abrió el candado de una cadena de bicicleta con su llamativo llavero. Ese fue el momento escogido por las dos amigas para hacer su aparición y saludarle, al tiempo que indagaban por su increíble coche. Al joven esnob le faltó tiempo para subirse al sillín y desaparecer de la escena con el rabo entre los frenéticos pedales. Por descontado, no volvió a darse ningún paseo por las cercanías de la Escuela.
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