Ayer celebramos el 97 cumpleaños de la tita Inés. Para ello, la Señora y dos de sus primos se encargaron de avisar a todos los tíos, primos y demás allegados y de buscar un lugar en el que reunirnos a comer (en esta familia era impensable otra cosa). Llegó un momento en el que perdieron la cuenta de las confirmaciones. Reservaron para 50 y, a última hora, hubo que añadir otra mesa porque faltaban sitios y, aunque era una fiesta de cumpleaños, no era cuestión de jugar a las sillas.
Quedamos a las dos, en el Mesón Portomarín en la Plaza de Lavapies (en concreto en la C/ Valencia, 4), con antelación para estar todos presentes cuando apareciese la homenajeada, efeméride que ocurrió a las tres menos cuarto. En ese intervalo no paramos de besar, saludar y tratar de recordar a algunos miembros de la familia, primos de mi madre, que debí de conocer en mi bautizo. Nos juntamos cuatro generaciones: la tita, sus hijos y sobrinos, la nuestra de sobrinos-nietos, y la de los hijos de los anteriores y sus propios biznietos. Si yo perdí la cuenta y fui incapaz de atar cabos con los lazos familiares, no me quiero ni imaginar lo que estaría pasando por la cabeza de mi consorte, además de la idea de una cerveza con la que refrescarse porque el aire acondicionado aún no había quitado el calor. La pobre tita fue asaltada a su llegada por los deseos de darle un beso de felicitación de todos los asistentes, entre los que me incluyo. Espero que sus nuevas plantillas fuesen cómodas, porque se pasó casi media hora a pie quieto, mientras recibía agotadoras muestras de cariño y nos regalaba su ¡qué precioso! a cada uno de nosotros. La única que llegó después que la tita fue hermanísima, haciendo gala de su puntualidad habitual. En su descargo añadiré que venía con GPS y que el software no debía de estar actualizado, por lo que le indicaba que se metiese por calles de tránsito restringido o de dirección prohibida. Finalmente, tiró el coche donde pudo y terminó el camino andando, seguida de sus dos hijas.
Antes de llevar a cabo ningún otro tipo de festejo, había que tomar fuerzas. Para empezar nos sirvieron un plato mixto de entremeses fríos y calientes, que no era para tirar cohetes. Lo mejor: un queso de tetilla bastante decente. Sin embargo, los segundos fueron brillantes. La mayoría optó por el chuletón de ternera gallega, inmenso y hecho al punto, acompañado de una ración de patatas fritas, también gallegas, deliciosas. Dado que hoy teníamos barbacoa con carne hasta hartarnos, opté por la merluza, cocinada simplemente a la plancha. Era estupenda, jugosa y sabrosa, y la sencilla elaboración era eso: sencilla y perfecta, sin bañarla en aceite para esconderla, no lo necesitaba, ni ninguna otra aberración similar. Para acompañar, unas patatas panaderas tan ricas como las fritas del chuletón. Se agradece que no acompañasen el pescado de la típica bola de patata cocida con la que suelen adornarlo. Este tipo de preparación resulta infinitamente más apetecible. Para entonces ya estábamos todos bastante llenos, pero quedaba el postre: un generoso surtido de dulces gallegos: filloas de crema, algo insípidas, y tarta de Santiago, que sin ser excelente no estaba mal, con un trozo de helado de vainilla.
Sirvieron el brindis de espumoso y dio comienzo el homenaje. Se abrió el micrófono a discursos preparados e improvisados, de los que la tita, que estaba al fondo del salón, oyó poco o nada, aunque no perdió la sonrisa en ningún momento. A los más pequeños se les asignó la tarea de hacerle entrega de sus regalos y también de un hermoso ramos de rosas rojas. Al pequeño "paje" le gustaron tanto las flores que no quería desprenderse de ellas y dárselas a su bisabuela.
La sobremesa se prolongó hasta las 7 de la tarde, para desesperación de los camareros y pese a los esfuerzos del tito por avisar por "megafonía laríngea" que debíamos retirarnos. Por supuesto toda la velada fue documentada con fotos hechas con todo tipo de modelos de móviles y, también, algunas cámaras. Ni House ni yo habíamos llevado ni lo uno ni lo otro así que espero que nos envíen la documentación por e-mail.
1 comentario:
La verdad es que lo pasamos genial. Me alegró un montón ver a algunos familiares que jamas vería si no fuera por estas "quedadas". Para mi defensa diré que al salir de mi casa, la hora de llegada en el GPS era las 14:12. Sé que no iba la primera pero desde luego no pensaba llegar la última. Besos a los que fueron y a los que no pudieron venir.
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